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Sabio de Corazón: Ser Inteligente emocionalmente


Al sabio de corazón se le llama inteligente


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Somos seres emocionales. Estamos llenos de emociones y sentimientos. Amor, Odio, Ansiedad, Ternura, Valor, Duda, sabemos y comprendemos qué son, porque las hemos vivido y sentido en algún momento.


Como todas las cosas, las emociones tienen un poder que puede ser positivo o negativo. Las emociones pueden ser nuestras aliadas, o nuestras peores enemigas. Existen infinidad de estímulos que nos producen esas emociones: vemos noticias como las referentes a terremotos y sentimos temor, o ansiedad. O vemos una bella imagen de un cachorrito de un perro que nos parece agradable, y sentimos ternura. Así nos hizo Dios a su "imagen y semejanza" (Génesis 1:26).


La gran pregunta es: ¿cómo administrar mis emociones para que sean mi mejor aliado en la vida?


En los últimos años, se ha dado énfasis en la relevancia y alcance de la llamada inteligencia emocional, que no es un concepto nuevo. A lo que los autores llaman inteligencia emocional, es al conjunto de cualidades y actitudes propias de una persona madura, o sabia, que es la palabra con que la Biblia describe a la persona emocionalmente inteligente. Siendo la Biblia el referente para aprender acertadamente a entender cómo somos y funcionamos los seres humanos, está claro, que la Biblia contiene mucha información que nos muestra el valor de ser emocionalmete inteligente. De hecho, aprender a ser emocionalmente inteligente, o ser una persona sabia de corazón, es propio de hombres y mujeres de elevada espiritualidad.


Ser emocionalmente inteligente es una forma de interactuar con uno mismo y con el mundo exterior, que toma en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. También es la configuración de rasgos de carácter como la autodisciplina, compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social.


No nos sorprende escuchar preguntas como: ¿por qué a algunas personas les va mejor en la vida que a otras? ¿Por qué algunas, con alto coeficiente intelectual y que se destacan en su profesión, no pueden aplicar esta inteligencia

en su vida privada, que va a la deriva, del sufrimiento al fracaso?


O, ¿por qué hay matrimonios que fracasan y otros parecen llevarse tan bien a pesar de los problemas que tengan?

¿Por qué hay personas que, tengan el problema que tengan, uno los ve incólumes, inalterables, saliendo adelante con dignidad de las situaciones críticas que afrontan, y salen como mejores personas?


Las respuestas a estas y otras interrogantes es que ser sabio de corazón, o inteligente emocionalmente, es la clave para responder esas preguntas. Ser emocionalmente inteligente es algo a menudo negado y desdeñado, opacado por el brillo de la razón, del coeficiente intelectual mas fácil de definir y medir.


La capacidad de conocer, reconocer y aceptar los propios sentimientos, y emociones en tiempo real, es decir, ahora mismo, es el primer paso para iniciar el camino hacia el ser sabio o sabia de corazón, o emocionalmente inteligente.


Por ejemplo, uno sabe qué comida le gusta, o cuál no le gusta. ¿Es fácil saber cómo uno se siente emocionalmente en este momento? No. Porque hay una serie de emociones que coexisten dentro del corazón. Además, siendo absolutamente honestos, y honestas, no es agradable aclarar las emociones.


Si estamos inmersos en medio de una relación, por ejemplo, que está dominada por la confrontación con la otra persona, es muy difícil definir qué sentimos. Eso sucede en los matrimonios, con los hijos o hijas, con el jefe.


Admitir que algo anda mal no es agradable, porque significa que hay que asignar culpas. Y una de esas culpas, le corresponde a uno mismo. Y la emoción de admitir para uno mismo un error no es nada agradable.


De igual manera, interpretar o enfrentar los sentimientos de los demás, tampoco es fácil.


¿Es posible aprender a sentirse satisfechos y ser eficaces en la vida?


Sí.


¿Cómo lograrlo?


Aprendiendo.


Indica la Biblia:


Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo. . .
Isaías 48:17



Jehová enseña a beneficiarse uno mismo. A que nos vaya bien. Está claro que nos va mejor siendo sabios y sabias de corazón.


Se es sabio o sabia de corazón aprendiendo a serlo.


Así como se aprende a multiplicar, a cocinar un arroz, o a conjugar el verbo to be en inglés, también se aprende a ser sabio o sabia de corazón.


Y aprender implica perseverancia. ¿Vale la pena?


Hace más de treinta años, un psicólogo de la Universidad de Stanford realizó un experimento con niños de cuatro años. Le mostraba a cada uno golosinas y le decía que podía comerlas, pero que si esperaba a que volviera le traería dos; luego lo dejaba solito con el caramelo y su decisión. Algunos chicos no aguantaban y se comían la golosina; otros elegían esperar para obtener una mayor recompensa. Catorce años después, hizo un seguimiento de esos mismos chicos: los que habían aguantado sin tomar el caramelo y, por lo tanto controlaban mejor sus emociones en función de un objetivo, eran más emprendedores y sociables. Los impulsivos, en cambio tendían a desmoralizarse ante cualquier inconveniente y eran menos brillantes.


Autocontrol emocional: Clave para ser sabio o sabia de Corazón


Imaginemos esta escena: estamos cansados por un día en el trabajo de esos para olvidar y... nos cortaron la el servicio eléctrico porque se nos olvidó pagarlo.


¿Cómo reaccionar?


¿Qué hago: ahogo mis emociones de rabia, frustración acumuladas, o les doy rienda suelta?


Dejemos esa pregunta pendiente de resolver, y consideremos lo siguiente:


Dentro de la inteligencia emocional se sitúan 5 habilidades:


  1. Capacidad de reconocer los sentimientos propios
  2. Capacidad de administrarlos
  3. Automotivación
  4. Reconocimiento de los sentimientos de los demás
  5. Empatía o capacidad para reaccionar correctamente entre los sentimientos de los demás


Estas herramientas nos permiten movernos entre la marejada de sentimientos y emociones propias y ajenos.


Dentro de este parámetro es vital averiguar cómo autoevaluarnos con alguna serie de reflexiones y tener la valentía de explorar cómo reaccionamos ante las personas y los sucesos de la vida real. Para un buen manejo de este parámetro de la inteligencia emocional necesitaríamos tomar el mando de nuestros pensamientos, dirigir oportunamente nuestras excitaciones nerviosas y llegar a ser buenos solucionadores de problemas; algunas de la pautas a seguir que nos pueden ayudar a realizar esta difícil tareas serían, en primer lugar, comprender la naturaleza del problema y posteriormente la idea de que son las respuestas a las situaciones las que causan los problemas.


Dicho sencillamente: el problema del problema es cómo reaccionamos ante él.


Es vital admitir realmente que los problemas son parte de la vida y no hemos de sentirnos obsesionados por ello cuando los tenemos. La clave no está en negar los problemas sino en solucionarlos.


Ser sabio de corazón no implica negar las emociones, o etiquetarlas automáticamente como buenas o malas. Implica combinar todos los elementos, y usar las emociones para sacar el mayor provecho de ellas para beneficio propio

y el de las personas que nos rodean.


En medio de estos tiempos cada vez más críticos y difíciles de manejar, no sólo es importante tener un título universitario, o ser el más brillante en algún ámbito. Más importante aún es ser el más apto emocionalmente.


Aprovechar la inteligencia emocional no implica estar siempre contento o evitar perturbaciones, sino mantener el equilibrio: saber atravesar los malos momentos que nos depara la vida, reconocer y aceptar los propios sentimientos y salir airosos de esas situaciones sin dañarse ni dañar a los demás. Aprender a ser sabios y sabias de corazón, hará nuestro mundo personal más agradable, menos agresivo y más estimulante. No se trata de borrar las pasiones, sino de administrarlas con inteligencia.


Es decir, ser sabio de corazón.

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