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La Cueva de Elías

Elías fue un Profeta de Israel. El más grande profeta, después de Moisés.

Hizo milagros espectaculares, y Dios lo usó para hacer una gran sacudida de conciencias en Israel.

Pero una vez, este hombre fuerte, de una fe excepcional, se sintió frustrado.

¿Qué hizo?
Irse a una cueva y esconderse allí.

¿Nos identificamos con Elías, quizás en este momento? ¿Nos sentimos que estamos en una situación, como metidos en una cueva en el desierto?

En ese caso, nos puede ayudar muchísimo saber qué llevó a Elías a meterse a una cueva, y lo más importante, cómo salir de esa cueva, cómo Dios nos puede ayudar a salir de ella, así como ayudó a Elías.

Elías había demostrado con suficiencia sus credenciales de Profeta de Jehová. No era uno que anunciaba una cosa, y no se cumplía. Fue un hombre que triunfó en el monte Carmelo, mostrándole a Israel que Jehová era el verdadero Dios, y les exhortó a que le sirvieran a Él y no a los ídolos. Tras haber avergonzado a 450 profetas de Baal, y degollarlos en un arroyo, este gran profeta valerosamente desafió el rey Acab, y a su esposa Jezabel, siendo ella misma una mujer de gran poder.


Pero Jezabel estaba determinada a matar a Elías.


Y le mandó decir a Elías: "Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos".


¿Qué fue lo que hizo Elías? "Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro...


¿Qué fue lo que pasó con Elías? ¿Fue el miedo a Jezabel lo que le motivó a irse a una cueva?


Cuando por fin entró en una cueva, para pasar la noche allí; hubo la palabra de Jehová para él, y pasó a decirle: “¿Qué negocio tienes aquí, Elías?”.


Sí, Dios le preguntó a Elías qué hacía. Qué hacía en una cueva.


En la Biblia cuando Dios pregunta algo, no es porque no sepa la respuesta. Cuando le preguntó a Adán ¿Dónde estás? tras los sucesos en Edén, Dios sabía que Adán estaba allí con Eva, y qué había pasado. Pero, ¿estaba consciente Adán de lo que había pasado?


Al preguntarle Jehová a Elías sobre qué hacía él en la cueva, buscaba Dios que Elías fuera sincero consigo mismo y con Dios sobre lo que él sentía.


¿Cómo responde Dios a eso?


Dijo: “Sal fuera, y tienes que estar de pie en la montaña delante de Jehová”. Y, ¡mire!, Jehová iba pasando, y un viento grande y fuerte estaba desgarrando montañas y quebrando peñascos delante de Jehová. (Jehová no estaba en el viento.) Y después del viento hubo un temblor. (Jehová no estaba en el temblor.) Y después del temblor hubo un fuego. (Jehová no estaba en el fuego.)


Dios responde con 3 señales literales: viento, temblor y fuego. Eran manifestaciones del poder divino, o teofanías. Cuando dice que Jehová no estaba en los 3, denota que eran manifestaciones divinas provocadas por Dios, pero Dios no estaba manifestándose a sí mismo por medio de ellas.


Y después del fuego hubo una voz calmada y baja.


Dios no quería atemorizar a Elías. Jehová seguía siendo el Dios de Israel. Pero particularmente era Dios para Elías.


No es igual experimentar la realidad de Dios en colectivo, que experimentarlo en lo individual.


Esa voz calmada y baja era la voz de Dios. El poder de Dios estremecía al Sinaí, pero la voz de Dios, calmada y baja, consolaba el corazón de Elías. Era la ternura de Dios, tratando de sintonizarse con el sentir de Elías.


Y aconteció que tan pronto como Elías la oyó, inmediatamente se envolvió el rostro con su prenda de vestir oficial y salió fuera y se puso de pie a la entrada de la cueva.


Escuchar esa voz hizo que Elías cambiara de actitud. Se recordó a sí mismo quién era: un Profeta de Jehová. Lo demuestra envolviéndose su rostro con su prenda de vestir oficial saliendo afuera de la cueva, de pie.


¿Qué dijo Dios? “¿Qué negocio tienes aquí, Elías?”


Dijo Elías: “He estado absolutamente celoso por Jehová el Dios de los ejércitos; pues los hijos de Israel han dejado tu pacto, tus altares los han demolido, y a tus profetas los han matado a espada, de modo que solo quedo yo; y empiezan a buscar mi alma para quitármela”.


2 veces pregunta Dios. 2 veces responde Elías.


¿Por qué está Elías en la cueva? Su celo por Jehová era absoluto. Elías era fuego puro. Estaba frustrado por la idolatría de Israel -más que Dios mismo por lo visto-, estaba frustrado porque los profetas habían sido asesinados por Jezabel, y ahora parecía que le tocaba a él el turno.


En estos momentos Elías se siente solo, y que su lucha en favor de la adoración de Jehová en Israel ha sido en vano. Y de paso, ahora él, el único que defiende a Dios, está apunto de ser asesinado también.


Elías esperaba que después de lo acontecido en el monte Carmelo, todo el pueblo de Israel incluyendo el rey Acab, y toda la familia real se arrepentirían y buscarían a Dios. Elías pensó que las evidencias manifestadas en el monte Carmelo, serían irresistibles y que el pueblo y Acab se volverían a Dios dejando sus obstinados caminos, pero ese no fue el caso.
¿Qué pasó en el monte Carmelo? Elías le probó a Israel y 450 profetas de Baal y 400 profetas de Asera, que Jehová Dios era el verdadero y único Dios. Llovió fuego divino del Cielo que consumió el altar que preparó Elías, y fue una gran victoria de Elías como Profeta de Dios.

Pero Elías sintió que había fracasado en su trabajo, porque la gente seguía cojeando, o dudando en 2 opiniones. No tenía aún la gente claro que era a Jehová a quien debían volverse.

Tanta era la decepción de Elías y la sensación de frustración y fracaso, que le pidió a Jehová:

"Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres".

Elías significa Jehová es mi Dios, y él fue a cumplir con su asignación convencido, creyendo que era un mensajero especial de Dios, llamado para traer el pueblo de Israel al arrepentimiento.
Elías llevó acabo su labor con la esperanza de influir en la vida de Israel, Elías estaba convencido que esta era su meta, y que nada sería difícil para él. Pero en aquél día y bajo aquel árbol, Elías estaba deseando morirse enseñando que su vida había sido en vano y su trabajo había sido inútil y que él había fallado en su misión.

Recordemos que le dijo a Dios; "Los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida". Un día anterior había triunfado como todo un conquistador en el monte Carmelo, y ahora es un fugitivo, un hombre deprimido que desea poner distancia entre los que lo quieren matar.


Jehová ahora le dijo: “Anda, vuélvete por tu camino al desierto de Damasco; y tienes que entrar y ungir a Hazael por rey sobre Siria. Y a Jehú nieto de Nimsí lo debes ungir por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat de Abel-meholá lo debes ungir por profeta en lugar de ti. Y tiene que suceder que, al que escape de la espada de Hazael, Jehú le dará muerte; y al que escape de la espada de Jehú, Eliseo le dará muerte. Y he dejado que siete mil permanezcan en Israel, todas las rodillas que no se han doblado a Baal, y toda boca que no lo ha besado”.

Elías no había fracasado como Profeta. Lo vemos porque Dios le envía a ungir a 2 reyes y a su sucesor, Eliseo. Además, Dios le informa a Elías que su trabajo no ha sido en vano, porque en Israel hay 7.000 fieles que no han caído en la idolatría oficial, y siguen adorando a Dios.

El punto es que Elías, al igual que nosotros, vivió un momento de decepción. Frustración. Cuando tenemos una labor que cumplir, y los resultados no son los que uno espera, al primera señal de frustración es culparse por lo mal que resultaron las cosas.

Frustración sienten padres y madres cuando ven que sus hijos o hijas no responden a su guía. O cuando se emprende un proyecto o negocio, y las cosas no resultan.

Enfrentar la frustración es particularmente difícil, si es una frustración producto de querer hacer las cosas para Dios. Parece que en ese caso particular, uno está blindado para que todo sea éxito. Y el caso es que no es así. No hay garantías de éxito.

Dios contempló y siguió a Elías. Dios ignoró su versión de las cosas, sus sentimientos de frustración, y ¡le encargó a un ángel panadero que le preparara una exquisita torta, se la llevara y lo dejara dormir!. Así nos trata Dios a nosotros. Es como si, en esos momentos de frustración y decepción, nos dijera: "anda, cómete este "snack", toma una siesta y hablaremos cuando estés más repuest@".

En momentos de frustración y decepción, cuando un@ está metid@ en una cueva, solo, triste, decepcionado, pensando que nada valió la pena, lo mejor sería hacerle caso a Dios. Comer algo sabroso, irse al cine, tratar de cambiar el canal de T. V. de la mente en la que la programación de 24 horas es decirse ¡estoy frustrad@, nada sirve, nada valió la pena!

Dios estaba con Elías en la cueva. Dios estaba con Elías en sus momentos de gloria. No es extraño creer que Dios está en tiempos de grandes éxitos y victorias. Elías estuvo seguro de que Dios estuvo en el fuego que consumió el holocausto en el Monte Carmelo, cuando destruyó a los profetas, cuando revivió al hijo de la viuda o cuando corrió más rápido que una carreta de caballos. Pero, ¿Dios en una cueva? ¿Dios junto a él cuando estaba solo y abandonado?

Jehová es leal. Está con un@ en las "buenas y en las malas". Ni siquiera un@ es tan leal consigo mism@. Mientras un@ pierde la fe en sí mism@, ahí está Jehová, buscando maneras de ayudarnos a salir de la cueva, de ese estado de frustración y amargura.

Otra lección de la cueva: es el lugar maravilloso para descubrir que eres amad@ por Dios. Uno de los grandes regalos del fracaso es que reconocemos que somos amados y valorados por Dios precisamente cuando estamos en la cueva del fracaso. Cuando estamos en la cueva, muchas, sino todas las veces, no hay acción humana capaz de sacarnos de allí. Hay algo que tú no puedes arreglar, que no puedes sanar, de lo cual no puedes escapar y lo único que puedes hacer es confiar en Dios. Confiar en Él significa: refugiarte, sumergirte en Su Presencia convencido de Su bondad, entregado a Su Señorío de tal manera que te des cuenta de que aún la cueva es un perfecto lugar dónde estar porque Él está allí contigo. Quizás pasarás algún tiempo en tu cueva pero ten por cierto que en medio de la oscuridad y la frialdad de la cueva, no estás solo.

En algún momento nos sentimos en una cueva. Nos vamos allí. Pero el error no es tanto meterse en la cueva, como quedarse en ella. Mantenerse decepcionad@ o frustrad@ no es la voluntad de Dios para la vida de nadie. Pero salir de ella depende de saber escuchar la voz de Dios. Puede ser un libro que se lea, una frase de un programa de T. V., unas palabras amables de una persona desconocida. Dios tiene muchas maneras de tocar las puertas del corazón.

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