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Una fiesta. Una mano. Una caída

http://www.imperioromano.com/blog/img/reconstruccionbabilonia-imperioromano.jpg Era de noche. Hacía un clima agradable. Las calles estaban transitadas, y como de costumbre, los mercaderes exhibían sus mercancías, mientras que las personas apreciaban el variado surtido de mercaderías. ¿Qué comprar? Exquisitas prendas de vestir de lino fino, púrpura o seda, con sus vivos colores, parecían ser una buena opción para lucir en un banquete, de esos que el rey solía celebrar en honor a los dioses. Quizás era el momento de comprar canela o especias de la India, para aderezar el plato que se serviría en la cena, o tal vez en ese almuerzo de negocios del día de mañana con los vendedores de marfil y oro llegados de Egipto. Babilonia disfrutaba de una noche en paz, en seguridad, y la gente disfrutaba de una noche más de descanso.

A lo lejos se veía el Palacio Real, sede del Gobierno del Imperio Babilónico. Luces, voces animadas, risas, música. Todo indicaba que en Palacio, como solía suceder, había un gran festín. Belsasar, el Rey encargado, por ausencia de su padre Nabonido, estaba lejos de Babilonia. ¿Cómo era Belsasar, el rey encargado de Babilonia? Los rumores en la ciudad eran que Belsasar era cruel (Nota 1). Mandó a matar a uno de sus nobles, porque en una cacería, el noble mató la presa antes que él. Y en otra ocasión, hizo castrar a un cortesano, Gadates, en un banquete, porque una de las concubinas del rey lo alabó por lindo. 

U n a    f i e s t a
http://4.bp.blogspot.com/_Ct_JvLiwK_g/Sp15pG00dLI/AAAAAAAAA5Q/n388TTN-XaI/s400/jardines+colgantes+1.jpgBelsasar, el rey, decidió hacer un gran festín, para mil de sus grandes. Era un hombre joven, de alrededor de 40 años de edad. Los candeleros están encendidos y la luz se refleja en el más suntuoso recinto del Palacio. La música de la orquesta llena con sus melodías el espacio del comedor. El sonido de risas, diversiones y jarana, se hace sentir por los corredores. ¡Qué momento tan agradable se vive en el banquete!  

El vino alegraba los ánimos de todos. Las mujeres, y las concubinas de los príncipes y hombres más poderosos del Imperio en esta ocasión tan especial, fueron convocadas, para formar parte de la alegría desbordante del rey Belsasar y sus mil grandes del Imperio Babilónico. Era un banquete espléndido, con una mesa surtida con vino importado y toda clase de manjares. La sala estaba plena con fragancias, incienso y aceite perfumado. Y en el lugar más prominente, donde todos podían verlo, Belsasar, el rey, disfrutaba de más y más vino.

Estando en progreso la velada, Belsasar, ya bajo la influencia total del vino, dijo que trajeran los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor, su abuelo, se había llevado del templo que había en Jerusalén, para que bebieran de ellos el rey y sus grandes, sus concubinas y sus esposas secundarias. ¿Es que no habían suficientes vasos y copas para que con ellos bebiesen todos los presentes? Inmediatamente, trajeron los vasos de oro que se habían llevado del templo de la casa de Dios, del Dios de los judíos, cautivos desde hacía varias décadas. Este Templo, que hubo en Jerusalén, fue destruido por el abuelo de Belsasar, Nabucodonosor, y sus objetos de oro, que habían sido usados para el servicio al Dios de los judíos, eran ahora aquellos con los que bebieron el rey y sus grandes, sus concubinas y sus esposas secundarias. 

Bebieron vino, y alabaron a los dioses babilonios. Bel, Marduk, Ninurta, la trinidad Sin-Shamash-Ishtar, eran las deidades babilonias a quienes rindieron alabanza y devoción. De oro y de plata, cobre, hierro, madera y piedra, eran hechas, y colocadas en templos-zigurats. 

U n a    m a n o
 

http://justiciadedios.com/images/escrituraPared.jpgEn aquel momento los dedos de la mano de un hombre salieron, y escribían enfrente del candelabro sobre el enlucido de la pared del palacio del rey, y el rey contemplaba el dorso de la mano que escribía. 

Todos quedaron pasmados. Belsasar estaba aterrado. Su rostro cambió. Sus propios pensamientos empezaron a asustarlo, y las coyunturas de sus caderas estuvieron aflojándose, y sus rodillas mismas daban una contra otra.  

Los babilonios eran muy supersticiosos, y la aparición de una mano escribiendo en la pared, no presagiaba nada bueno. ¿Qué hacer? Belsasar gritaba con fuerza que trajeran a los sortílegos, los caldeos y los astrólogos. En la Corte Real Babilonia se hallaba la crema y nata de la magia, la astrología, la adivinación y la interpretación de agüeros, textos crípticos, con la correspondiente fórmula para invocar el poder de las deidades babilonias para que ayudaran en esta ocasión. 

El rey respondía y decía a los sabios de Babilonia: “A cualquier hombre que lea esta escritura y me muestre su interpretación misma, con púrpura será vestido, con un collar de oro alrededor de su cuello, y como el tercero en el reino gobernará”. 

Era una gran oportunidad para adquirir poder y dignidad en Babilonia. Ser el tercero en poder, tras Nabonido y Belsasar, era verdaderamente tener poder en todo el Imperio Babilonio. 

En aquel tiempo todos los sabios del rey entraban. La expectativa y la agitación de todos iba in crescendo, al ver cómo, uno a uno, desplegaban sus artes mágicas, y sin embargo, no eran capaces de dar la acertada interpretación. 

http://www.cross.tv/_blogphotos/0000015/_b0000220.jpgBelsasar quedó muy asustado, y su rostro cambiaba dentro de él. Era la viva imagen del temor, del miedo y la impotencia. Sus grandes hombres, los comandantes militares, los hombres fuertes, los grandes magnates del mundo de los negocios, los miembros de la Corte Real, no sabían qué más recomendar como solución. Estaban perplejos. 

Enterada de lo sucedido, la Reina, madre de Belsasar, entró al gran salón de banquetes, y caminó hacia el lugar alto, ese donde Belsasar no hallaba qué más hacer. La reina respondió y dijo: 

“Oh rey, sigue viviendo aun hasta tiempos indefinidos. No dejes que tus pensamientos te asusten, ni dejes que tu expresión cambie. Existe en tu reino un hombre capacitado en el cual hay el espíritu de dioses santos; y en los días de tu padre se hallaron en él iluminación y perspicacia y sabiduría como la sabiduría de dioses, y el rey Nabucodonosor tu padre mismo lo colocó como jefe de los sacerdotes practicantes de magia, los sortílegos, los caldeos y los astrólogos, aun tu padre, oh rey; puesto que un espíritu extraordinario y conocimiento y perspicacia para interpretar sueños y la explicación de enigmas y el desatar nudos se habían hallado en él, en Daniel, a quien el rey mismo dio el nombre de Beltsasar. Ahora que se llame a Daniel mismo, para que muestre la interpretación misma”. 

Daniel. Ese profeta judío, que no era del agrado de Belsasar, era el a quien decía la Reina que fuese llamado para interpretar la escritura en la pared. ¿Por qué él? ¿No eran los sacerdotes y magos de Babilonia los mejores? Pero, no habían interpretado la escritura.

Era Daniel la última esperanza de Belsasar. Al fin y al cabo, Daniel había sido el mejor de los sabios de Babilonia durante el reinado de Nabucodonosor, el padre de la Reina. Fue Daniel quien acertadamente narró e interpretó 2 sueños procedentes del Dios Altísimo que se cumplieron, siendo el último de los 2 sueños el que indicó a Nabucodonosor que viviría 7 tiempos de locura, echado entre las bestias.

De acuerdo con esto, trajeron a Daniel mismo delante del rey. El rey se expresaba y decía a Daniel: “¿Eres tú el Daniel que es de los desterrados de Judá, a quien el rey mi padre sacó de Judá? También he oído acerca de ti que el espíritu de dioses está en ti, e iluminación y perspicacia y sabiduría extraordinaria se han hallado en ti. Y ahora se ha traído delante de mí a los sabios y los sortílegos, para leer esta misma escritura, hasta para hacerme saber su interpretación, pero no son lo suficientemente competentes como para mostrar la interpretación misma de la palabra. Y yo mismo he oído acerca de ti, que tú puedes suministrar interpretaciones y desatar los nudos mismos. Ahora, si puedes leer la escritura y hacerme saber su interpretación misma, con púrpura serás vestido, con un collar de oro alrededor del cuello, y como el tercero en el reino gobernarás”.

Belsasar, altivo y despectivo, le dijo a Daniel, este anciano judío, que era un desterrado de Judá. Daniel desde muy joven había vivido en Babilonia, viviendo en medio de ella, pero sin formar parte plenamente del mundo babilónico. Era un hombre que conservó la adoración al Dios hebreo viva en su corazón. Tanto, que en su casa había un lugar dedicado a la oración, 3 veces al día, con las ventanas abiertas, dirigidas hacia Jerusalén, ciudad arrasada por orden divina, hecho materializado por Nabucodonosor, como ejecutor del juicio divino sobre la nación judía.

Daniel sabía que sí, era un desterrado, porque su nación y sus antepasados fueron abandonados por su Dios, por haber abandonado la verdadera adoración conforme a lo que Dios pedía. Pero así como Dios juzgó a Su pueblo, también predijo que iba a juzgar a Babilonia. Porque Jehová, el Dios de los judíos, no era un Dios de oro, o plata, o que necesitase morar en un templo-zigurat. No. El Ser Divino da vida y sustento a todo cuanto existe, y es Juez de todos los habitantes de la Tierra, el escabel de sus pies.

Daniel respondió y dijo delante del rey: "Tus dádivas resulten para ti mismo, y tus regalos da a otros, sí. No obstante, leeré la escritura misma al rey, y la interpretación le haré saber".

Sí, a Daniel no le hacía falta el poder y la grandeza del tercer lugar del reino Babilonio. Era un hombre que, a diferencia de Belsasar y sus mil grandes, no necesitaba para su ego el poder y prestigio de la Corte Real Babilónica. Daniel, era un hombre bendecido y favorecido por Dios. Era un hombre deseable, grato, al corazón de Jehová, quien le había sostenido toda su vida. Así que, interpretaría la escritura de la pared, a cambio de nada.

Dijo Daniel al rey: 

"En cuanto a ti, oh rey, el Dios Altísimo mismo dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza y la dignidad y la majestad. Y debido a la grandeza que Él le dio, todos los pueblos, grupos nacionales y lenguajes resultaron estar temblando y mostrando temor delante de él. A quien quería, mataba; y a quien quería, hería; y a quien quería, ensalzaba; y a quien quería, humillaba. Pero cuando su corazón se hizo altivo y su propio espíritu se hizo duro, de modo que actuó presuntuosamente, fue bajado del trono de su reino, y su propia dignidad le fue quitada. Y de los hijos de la humanidad fue echado, y su corazón mismo fue hecho como el de una bestia, y con los asnos salvajes su morada fue. Vegetación le daban a comer tal como a toros, y con el rocío de los cielos su propio cuerpo llegó a ser mojado, hasta que supo que el Dios Altísimo es Gobernante en el reino de la humanidad, y que a aquel a quien quiere coloca sobre él. Y en cuanto a ti, su hijo Belsasar, tú no has humillado tu corazón, aunque sabías todo esto. Antes bien, contra el Señor de los cielos te ensalzaste, y trajeron delante de ti hasta los vasos de su casa; y tú mismo y tus grandes, tus concubinas y tus esposas secundarias han estado bebiendo vino de ellos, y tú has alabado a meros dioses de plata y de oro, cobre, hierro, madera y piedra, que nada contemplan y nada oyen y nada saben; pero al Dios en cuya mano tu aliento está, y al cual pertenecen todos tus caminos, no has glorificado. Por consiguiente, de delante de él se enviaba el dorso de una mano, y esta misma escritura se inscribió".

Daniel, antes de interpretar el significado de la escritura, da a Belsasar la razón por la cual Jehová, el Dios del Cielo y la Tierra, y no sólo de los judíos, había enviado esa mano a escribir en la pared. Fue Jehová quien otorgó a Nabucodonosor, abuelo de Belsasar, la grandeza y reino que tuvo sobre aquel mundo conocido. Nabucodonosor fue un gran conquistador, porque Jehová se lo concedió. Sin embargo, Nabucodonosor se ensalzó sobre Dios. Cuando el corazón de Nabucodonosor se hizo orgulloso y duro en su espíritu, ese mismo corazón orgulloso fue doblegado por Jehová, y cambiado por el corazón de una bestia. Nabucodonosor, vestido con toda su gloria, quedó desnudo, expuesto a la lluvia y al Sol, morando entre asnos, comiendo hierba verde entre los toros.

¿Por qué vivió Nabucodonosor 7 tiempos de locura? Porque él tenía que aprender que el Altísimo es el Gobernante sobre la Humanidad, y a quien Él quiere dar la gobernación, la da, aún al de más humilde condición de la humanidad.

Daniel recordó a Belsasar, todo esto, porque lo sabía. Y a pesar de saberlo, no había humillado su corazón, aunque sabía todo eso. El acto de insolencia más grande de Belsasar fue el haber traído los vasos de la que fue la Casa de Dios, y haber hecho beber él mismo y a sus grandes, a sus concubinas y a sus esposas secundarias, el vino con vasos y copas dedicados al Dios Jehová, y haberlos usado para alabar a meros dioses de plata y de oro, cobre, hierro, madera y piedra, que nada contemplan y nada oyen y nada saben; pero al Dios en cuya mano su aliento está, y al cual pertenecen todos sus caminos, no había glorificado. 

Y fue la mano del Dios Altísimo que Daniel adoraba en espíritu y verdad, Jehová, la que escribió en la pared. Esa mano que no está acortada, para operar conforme a lo que Su voluntad lo aconseja.

Y esta es la escritura que se inscribió: 

MENÉ, 
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MENÉ, 

TEQUEL,  

PARSÍN. 

¿Qué significan? Dijo Daniel: 

Esta es la interpretación de las palabras: 

MENÉ: Dios ha numerado los días de tu reino y lo ha terminado.

TEQUEL: has sido pesado en la balanza y has sido hallado deficiente. 

PARSÍN: tu reino ha sido dividido y dado a los medos y los persas

El silencio se hizo ensordecedor. Belsasar, resignado, mandó, y vistieron a Daniel con púrpura, con un collar de oro alrededor del cuello; y por heraldo anunciaron, acerca de él, que había de llegar a ser el tercer gobernante en el reino. 

 U n a    c a í d a

Lo que Jehová decía, se cumplía. No valía practicar ningún ritual o ceremonia para apaciguarlo. Eso era válido con respecto a las deidades babilonias. Pero no con Jehová. Fue Jehová quien arrasó a Egipto y a Faraón, y hasta castigó a Su pueblo, porque no es un Dios que tolere rivalidad.

Mientras Babilonia disfrutaba de una apacible noche, disfrutando de una gran fiesta, y en el Palacio Real todo era jolgorio y alegría, hasta que apareció la mano escribiendo en la pared, afuera de la ciudad el escenario era muy diferente. En la ciudad la gente comía, bebía, compraba, y vivía su vida cotidiana.

A las afueras de Babilonia, un hombre, Ciro, Rey de Media y Persia, había estado trabajando arduamente en una verdadera proeza de ingeniería militar. ¿Cómo conquistar a la inexpugnable Babilonia, protegida por su gran río Éufrates?

Ciro colocó parte de su ejército donde el río Éufrates entra en la ciudad, y otro grupo de hombres detrás de donde sale, con órdenes de marchar hacia la ciudad por el lecho de la corriente tan pronto como el agua bajara lo suficiente. Desvió el Éufrates mediante un canal hacia la cuenca, un lago artificial cavado por un gobernante anterior de Babilonia, que entonces era un pantano, y el río se hundió allí a tal grado que el lecho natural de la corriente se hizo vadeable. Entonces los persas que habían quedado a propósito al lado del río en Babilonia entraron en la corriente, tan baja ahora que llegaba hasta la mitad del muslo de un hombre, y así penetraron en la ciudad (Nota 2).

Mientras la noche transcurría normal, en medio de su cotidianidad, cuando la ciudad celebraba una fiesta, mientras aún la gente seguía comiendo y bebiendo, y viviendo una noche cualquiera, las tropas de Ciro, bajo el mando de Gobrias y Gadatas, sorprendieron a los guardas desprevenidos y consiguieron entrar a través de las mismas puertas del palacio.

Los guardas del Palacio Real no estaban prevenidos, no se mantuvieron alerta. Estarían también disfrutando del vino y la comida de la fiesta. Al fin y al cabo, si el rey Belsasar no consideraba a los persas un peligro, si Babilonia nunca había sido conquistada antes, ¿lo sería esa noche, precisamente esa noche donde todo el mundo estaba festejando y disfrutando? ¿Para qué mantenerse alerta si todos los dioses de Babilonia les estabas protegiendo?

¿Preocuparse por una invasión de los medo-persas? No tenía sentido. Eso sería una locura.
Los guardas del Palacio Real no pudieron impedir que los soldados de Ciro entraran a Palacio. Y se dirigieran al Gran salón, donde se celebraba el banquete de Belsasar. Los soldados de Ciro se aseguraron de dar muerte al rey Belsasar. A Belsasar no le tomaría por sorpresa su muerte, puesto que momentos antes, Daniel le había indicado que, a los ojos de Jehová Dios, había sido "pesado", o sometido a juicio divino, y fue hallado "deficiente".

Los días del reino de Babilonia habían finalizado. Y finalizaron esa noche, la del 5 de octubre de 539 a. C. Belsasar, quien mostró irrespeto hacia Dios, fue hallado deficiente, no merecedor de otra cosa que no fuera un juicio adverso de parte de Dios, y Babilonia cayó, y el gran imperio empezaría a ser dividido en más de 100 distritos jurisdiccionales, bajo el control de medos y persas.


Así cayó la ciudad, Babilonia, la gran ciudad, la "decoración de reinos", llamada así por su belleza, su magnificencia, su riqueza y esplendor. Cayó en una noche, mientras la ciudad, sentada sobre sus aguas, sentía que duraría por toda la eternidad.



Nota 1. La descripción por el historiador Jenofonte, de Belsasar, concuerda con la de Daniel; le llama “cruel”, e ilustra su crueldad mencionando que mató a uno de sus nobles, simplemente porque en la cacería, el noble mató la presa antes que él. Le hizo castrar a un cortesano, Gadates, en un banquete, porque una de las concubinas del rey lo alabó por lindo. Jenofonte confirma a Daniel en cuanto al fin de Belsasar. 

Nota 2. Narración del hostoriador Heródoto, que concuerda con la profecía de Isaías 44:24-45:3.
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