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Entrar por la puerta angosta


Jesús recorría pueblos, aldeas, campos, cualquier lugar en el que hubiera personas que escucharan su mensaje. Su enseñanza era muy diferente a la que se impartía en las sinagogas. Era fresca, distinta y atractiva, porque le mostraba a la gente a un Dios diferente al que enseñaban los fariseos. Dios es un Padre amoroso, que cuida y ama a sus hijos e hijas. Ciertamente, era la primera vez que escuchaban una enseñanza así.

Una vez, camino a Jerusalén, alguien le preguntó:  

—Señor, ¿son pocos los que van a salvarse? 

La pregunta parecía lógica, puesto que los judíos enseñaban que la salvación era sólo para judíos y prosélitos, es decir, los gentiles que se hacían seguidores del judaísmo. ¿Qué diría Jesús? ¿Afirmaría que efectivamente, para obtener la salvación, había que hacerse seguidor de la religión judía? ¿Qué pasaría con los que no lo hicieran? 

Jesús respondió:  

Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos tratarán de entrar y no podrán. Tan pronto como el dueño de la casa se haya levantado a cerrar la puerta, ustedes desde afuera se pondrán a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos." Pero él les contestará: "No sé quiénes son ustedes." 

Entonces dirán: "Comimos y bebimos contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas."  Pero él les contestará: "Les repito que no sé quiénes son ustedes. ¡Apártense de mí, todos ustedes hacedores de injusticia!" 

Allí habrá llanto y rechinar de dientes cuando vean en el reino de Dios a Abraham, Isaac, Jacob y a todos los profetas, mientras a ustedes los echan fuera. Habrá quienes lleguen del oriente y del occidente, del norte y del sur, para sentarse al banquete en el reino de Dios. En efecto, hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.

La respuesta de Jesús es para reflexionar. Entendemos que la salvación, implica ser librados de la condenación, de ser juzgados adversamente por Dios, debido a Su misericordia. Además, la salvación implica mantener una posición de justicia ante Dios, en tiempos de juicio divino.

Cuando le preguntaron sobre si son "pocos" los que se salvan, Jesús no respondió hablando de "cantidad" de salvados, sino del esfuerzo que tenía que hacer quien quisiera ser salvo, porque la oportunidad de aprovechar la misericordia y la gracia divinas, no duraría para siempre. Jesús lo compara a la entrada a una casa. No es una entrada con puertas abiertas, es una entrada difícil, agónica, hay que esforzarse por entrar, puesto que la puerta es estrecha. Empezar a seguir la senda de Cristo no es fácil, hay que hacer sacrificios, tomar decisiones radicales, asumir el costo de ser discípulo, y hay un compromiso de romper con esquemas mentales, costumbres, formas de pensar, estructuras emocionales, etc. No podemos seguir a Jesús y continuar como hasta ahora hemos andado. Por eso la entrada es por una puerta, pero angosta, y muchos no logran entrar. El precio es elevado.

Hay un momento en el que el Amo, Jesús, cierra la puerta. Dice que "tan pronto se levanta", ya no permite la entrada a la casa. Es interesante este punto. Para quienes la Presencia de Cristo es algo "lejano", o algo que "ya pasó", o algo que no merece atención en sus vidas, no es importante el esforzarse por "entrar" por la puerta angosta. ¿Por qué no? Porque no se esfuerzan en hacerlo, y cuando ven la puerta cerrada, creen que con tocarla y decirle al Amo que comieron con Él, y le conocen, es suficiente para esperar un "tratamiento especial".

Bíblicamente, las puertas representan oportunidades espirituales. ¿Cuándo se aprovechan esas oportunidades? Cuando se presentan, se deben tomar de inmediato. Si una persona, en este momento, se siente agitada en su interior, y siente la necesidad de buscar a Dios y comprometerse en serio con Jesucristo, ¿qué espera para hacerlo? ¿Es tan difícil tomar la decisión radical de dejar atrás estructuras obsoletas de religiones en las que no está Dios?

Con Jesús no hay la opción de "déjame confirmar, estar seguro de si realmente tú enseñaste que al Padre se le adora con espíritu y con verdad, y que eso es lo que tú quieres AHORA". Porque la salvación, no es una cuestión de "querer seguir" a Jesús, es seguirle, y hacer los sacrificios y cambios que haya que hacer, con la confianza plena en Jehová. Muchos en el pasado siguieron con su muy cómodo judaísmo, y vieron pasar de largo la oportunidad de ser cristianos. ¿Resultado? Se perdieron las oportunidades que conllevaba el seguir a Cristo y el ser adoptados como hijos e hijas de Dios. Todo, por preferir el qué dirán de otros, el seguir con la comodidad de su rancio sistema de religión, y el no ver con discernimiento quién era realmente Jesús en el propósito divino.

Muchas personas en este momento se cuestionan sobre el significado de los sucesos que vemos. ¿Qué hace falta para tomar la decisión de seguir a Cristo, y dejar de lado lo que claramente no tiene la aprobación de Dios? Los judíos del tiempo de Jesús no "discernieron el tiempo de la inspección", que fueron esos tiempos del ministerio de Jesús. Y "su casa se les dejó abandonada", en el sentido de que rechazaron al Mesías. Cierto, Jesús murió, resucitó, y pasaron años antes de que se hiciera manifiesto, patente y evidente a los ojos de todo el mundo que ya Jehová no respaldaba al judaísmo. ¿Qué pasó con los que no entraron por la puerta angosta? No se beneficiaron de lo que Jesús enseñó, y la salvación que prometía en el nombre de Jehová.


Cuando el Hijo del Hombre llegue, verdaderamente ¿hallará la fe sobre la Tierra?
      
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