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"Felices los que están conscientes de su necesidad espiritual": Jesucristo

Felices los que están conscientes de su necesidad espiritual, porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos

Mateo 5:3 

Así comenzó Jesús su más famosa exposición de enseñanzas espirituales, que conocemos como el Sermón del Monte o de la Montaña. Para Jesús, fue un punto de inflexión en su obra, pues acababa de pasar toda la noche anterior en oración a Su Padre, Jehová, en una de las laderas de una montaña de Galilea. Allí, en la soledad de la montaña, refugiado en el silencio de la noche, Jesús tuvo tiempo para poder meditar, orar, y tomar decisiones. Fue en esa oración nocturna en la que Jesús escogió a sus 12 apóstoles. 

¿Quiénes serían? ¿Cuáles serían las bases sobre las cuales edificarlos espiritualmente? ¿Qué enseñar a la gente que esperaba ansiosa a que les enseñara?

Al leer todo el Sermón, vemos que Jesús enseñó muchas cosas. Pero sus frases de introducción, podemos decir que bien resumen el contenido de su sermón:


Felices los que están conscientes de su necesidad espiritual, porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos

Jesús declara felices a un cierto tipo de personas: las que están conscientes de su necesidad espiritual. ¿Cómo entender esto?

Jesús era judío. Era parte de Israel, el pueblo de Dios, en una relación de Pacto con Jehová. Jesús mismo cumplió la Ley de Moisés, e iba a las sinagogas, celebraba las fiestas señaladas en la Ley, y enseñaba lo que estaba escrito en esa Ley. Jesús creció en el seno de la religión judía, una llena de tradiciones, dogmas, rituales y discriminación hacia otras personas. 

Cuando Jesús habló sobre la felicidad de aquellos que estaban conscientes de su necesidad espiritual, ¿hablaba de ser más celosos por la religión judía? ¿Creía Jesús que hacerse miembro de la religión judía hacía a una persona feliz? Si una persona era consciente de su necesidad espiritual, ¿debía hacerse seguidora de la religión judía, la que originalmente instituyó Jehová siglos atrás?

Definitivamente, este Jesús de Nazaret, el Maestro de Galilea, sabía lo que el Padre verdaderamente quería: que lo adoraran con espíritu y con verdad. Adorar al Padre con espíritu y con verdad no es religión, ni dogmas, ni tradiciones, ni ritualismos. No se trataba de ir una o dos veces a la semana a que le hablaran a uno de Dios en una sinagoga o Templo. Lo que Jesús enseñó apelaba a la necesidad más importante que pueda tener un hombre o una mujer: la de adorar a su Creador y Padre. ¿Cómo? Con todas las fuerzas del corazón, del alma, la mente y del espíritu.

Jesús diferenció desde la primera frase de su Sermón del Monte lo que era Su enseñanza. No era llevar a nadie a una religión, una forma de encadenamiento del espíritu y de la mente. Era instar a las personas a ser conscientes de su necesidad espiritual, de entender que podían acercarse al Padre, con amor y libertad. Jesús enseñó que Jehová es el Abba, el Padre, el que ama con ternura a sus hijos e hijas, sin condenamientos ni limitaciones.

Cuando uno piensa en la diferencia entre tener necesidad espiritual y ser consciente de ella, hay muchas cosas que se deben asumir. Quien tiene necesidad espiritual, se siente satisfecho con cualquier forma de religión, esa que te dice que vayas a un sitio, llámese como se llame, que te dice que debes hacer esto, aquello y lo otro, y que te hace sentir que estás en lo "correcto", porque otros hacen lo mismo que tú.

En cambio, quien es consciente de su necesidad espiritual, es una persona que constantemente está en una actitud orante ante el Padre. Está siempre orando, dando gracias a Jehová, reflexionando en cómo el Padre actúa, es una persona siempre interesada en asumir su propia carga de responsabilidad ante sí mismo y ante el Padre. Es, como dice el salmista, una persona feliz, porque "día y noche lee en la Ley de Jehová en voz baja", siempre llenando su mente y corazón de lo que es la voluntad divina.

Note que Jesús habló de la responsabilidad personal de ser consciente de la necesidad espiritual. Dice "felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual". Cada uno tiene una propia necesidad espiritual. Uno no le puede transferir a otro la necesidad espiritual, porque es algo personal, propio de cada quien. Y es, de acuerdo al grado de consciencia que cada quien tenga, que actuará en consonancia con esa necesidad, a fin de satisfacerla, de acuerdo a la voluntad del Padre. Porque, es de acuerdo a lo que el Padre establece como forma de adoración lo que importa de verdad, no lo que se crea o lo que otros enseñen.

Ciertamente, es más fácil ir a un lugar de reunión religiosa, y que una persona, llamada anciano, pastor, elder, sacerdote, etc., te diga qué hacer y cuándo hacerlo. ¿Dónde está allí tu responsabilidad ante Dios de ser consciente de tu necesidad espiritual si necesitas que otra persona te lo diga? Eso no es ser consciente de la necesidad espiritual, es la actitud cómoda de quien no busca directamente de Jehová y del Hijo guía y dirección.

Es el mismo principio aplicable a la convicción sobre los tiempos que estamos viviendo. Hay noticias, sucesos, acontecimientos que están sucediendo, y que cumplen las inexorables profecías bíblicas. ¿De quién es la responsabilidad de discernir los tiempos de Dios? Es propia, es personal. Es parte de la consciencia de la necesidad espiritual, el buscar del Padre que informe en qué corriente del tiempo profético estamos. Quienes dicen: "convénceme, dame pruebas, argumentos", son los que practican la religión de la carne, no la adoración al Padre con espíritu. Son los mismos que con 1001 pruebas, nunca creerán, porque cierran su espíritu a la luz iluminadora del espíritu santo. Es el Padre el que convence, da pruebas, razones, el que hace que quienes busquen, "aten cabos", y disciernan qué está pasando y qué acción deben seguir.

No es tiempo de buscar religión, iglesia, u organización religiosa. Es el tiempo en el que el Padre puede ser hallado sin la intermediación de una religión. Es tiempo de buscar al Padre y dejarse guiar por Él, aunque "no está muy lejos de cada uno de nosotros".   

Jesús dijo que al que está consciente de su necesidad espiritual, le pertenece el Reino de los Cielos. Con todas las implicaciones y bendiciones que eso conlleva. ¿No vale la pena tener como herencia el Reino de los Cielos, por ser consciente de la necesidad espiritual? 
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