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La Gran Tribulación: un período de juicio


http://www.centrocristianodelavila.com/fotos/articulos/art_00000551.jpg"Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá"


J e s u c r i s t o







Jesús es el más grande Profeta que ha existido jamás. Los Profetas, según las Escrituras, son personas a quienes Dios revela sus "asuntos confidenciales", como por ejemplo, el futuro, y qué sucederá.

Al responder a la pregunta de los apóstoles sobre el "fin" o conclusión del orden de cosas, o "fin de los tiempos", Jesús predice que habrá un período de tiempo singular en la historia humana: la Gran Tribulación (Mateo 24:3, 21).

¿Qué tiene de singular este período de tiempo?

Que es un período de juicio. Es un lapso de tiempo señalado por Dios para cumplir varios objetivos. Varias parábolas de Jesús indican en qué consisten estos juicios divinos. Una de ellas es la parábola del Trigo y la Mala Hierba.

Separar a los cristianos verdaderos de los falsos: el significado de la parábola del Trigo y la Mala Hierba


Cuando a Jesús le pidieron que explicara la parábola del Trigo y la Mala Hierba, Él dijo:

-El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

De manera que, así como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo.

Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y recogerán de su Reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. 

El que tiene oídos para oír, oiga.
    
http://1.bp.blogspot.com/_kHsFxU826v8/TElgxJMJJTI/AAAAAAAADhQ/4Bagum3uVMw/s1600/trigo_cizana.gifHace 2.000 años, Jesús sembró una semilla excelente: el mensaje del Evangelio del Reino de Dios, que es la verdadera esperanza de la Humanidad. Y hay un momento definido, señalado por Dios, en que el Reino de Dios deja de ser un mensaje, un evangelio, y se convierte en un Reino real y verdadero que gobierna el Cielo y la Tierra. Cuando Cristo Jesús asume Su poder real, entonces el énfasis de su accionar es el de "quebrar a las naciones como si fueran vasos de barro en manos del alfarero", en el tiempo en el que "Dios del Cielo establece un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos los demás reinos, pero él (el Reino de Dios) permanecerá para siempre" (Salmo 2; Daniel 2:44).
 
Sí, que Cristo Jesús comience a reinar inicia una serie de acciones divinas, acciones de juicio.

El Rey Jesucristo debe entonces realizar la siega, durante el "fin del mundo", en el tiempo de la Gran Tribulación. Hay que segar, separando el Trigo de la Mala Hierba, que han crecido juntos, pero que al tiempo de la Presencia del Hijo del Hombre, son separados.   

Entre los seguidores del Señor Jesucristo han habido cristianos genuinos, que desde el punto de vista de Dios, han sido personas que verdaderamente han seguido a Quien tiene los "dichos de vida eterna", Cristo Jesús, y se han esforzado por estar a la altura de los requisitos divinos. Esto es diferente a pertenecer a una religión, iglesia, congregación u organización religiosa "cristiana", que automáticamente etiqueta a quienes no son de su religión como "mundanos", "no creyentes", "incrédulos", "condenados al infierno", o dignos de morir en el Armagedón. ¿Basados en qué? En los cánones dictados en sus religiones. Pero, ¿es así como se separa a los cristianos genuinos como el Trigo, de los que son como la Cizaña? ¿Qué dijo Jesús?

Es Jesucristo la persona encargada de separar. Recordemos las palabras del Amo de la mies: 

Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y recogerán de su Reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.

El Hijo del Hombre es el que envía a Sus ángeles. Los ángeles son los facultados por Dios para recoger a los que hacen maldad y sirven de tropiezo. A los que no hacen la voluntad del Padre, desde el punto de vista de Dios. 

Lo interesante de esta parábola, tal como lo plantea Jesús, es que en el tiempo de la siega, hay una separación. Es decir, los que son como el Trigo, siempre fueron como el Trigo, y los que son como la Cizaña, siempre fueron cizaña. No hay una especie de transformación: el que era como el Trigo se convirtió en Cizaña, o la Cizaña no se convierte en Trigo. Lo que cada persona era, desde el inicio, siguió siéndolo, y es en el tiempo de la Gran Tribulación en el que se pone de manifiesto quién es quién. ¿Quién lo hace? Cristo Jesús, pues Él es el que verdaderamente sabe quién es aprobado desde el punto de vista del Padre y quién no. 

¿Por qué es sólo Cristo Jesús el que verdaderamente determina el juicio?

En Mateo 25:31-33 leemos:

"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso
Todas las naciones se reunirán delante de él, y Él separará a unos de otros, como separa

Jesucristo no sólo toma un puesto de Rey, sino también el de Juez. Separa a las personas: las que son como ovejas, son colocadas a Su diestra, y las que son como cabras, son puestas a Su izquierda. ¿Recuerda que en los tiempos bíblicos, los reyes eran los máximos jueces? El ejemplo más sobresaliente de esto es el famoso juicio de Salomón hacia las dos mujeres que se disputaban un hijo. La sabiduría de Salomón no era humana, sino divina, y le facultó para dictar un juicio justo.

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El Rey Jesús no juzga según la mera apariencia de las cosas, no se le puede engañar con acciones fingidas de piedad, con palabras "bonitas" o con actos de "bondad". 

En Su famoso Sermón del Monte, Jesús expresó:

"Así que por sus frutos los conocerán. No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?" Entonces les diré claramente: "Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!"

Estas palabras son para pensar. Jesús habló de "aquel día", en el que muchos le dirían: "Señor, hicimos tanto bien: expulsamos demonios, hicimos milagros, profetizamos en Tu nombre". Pero Jesús les dice: "aléjense de mí, hacedores de maldad". ¿Cómo puede decirle Jesús a estas personas que son "hacedores de maldad", si hacían obras buenas?

Jesús nos responde esta pregunta diciendo:

No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
 
El que hace la voluntad del Padre que está en los cielos, es el que es considerado digno de aprobación divina. Hacer la voluntad del Padre es la cosa más importante que nos enseñó Jesús, que nos enseñó a orar que "se haga tu voluntad (la del Padre) en el Cielo y en la Tierra". Para Jesús hacer la voluntad del Padre era como comer Su alimento, y recordamos que estuvo dispuesto a morir de la forma en que murió por ser la voluntad del Padre: "no como Yo quiera, sino como Tú (el Padre) quieras".
Sin embargo, para estas personas, lo importante no es hacer la voluntad del Padre. Lo importante es hacer su propia voluntad, hacer lo que ellos creen que es ser cristiano: expulsar demonios, profetizar, hacer obras poderosas, o de piedad. En suma, para ellos lo importante es hacer las cosas a su manera, no a la manera de Dios. ¿No recuerda esta actitud a la de Caín, para quien el dar un sacrificio a Dios era algo ritualista, para satisfacer su ego y no a Jehová?



   
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