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Crecer en conocimiento

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En tiempos del Rey Salomón, Jerusalén era una ciudad cosmopolita, vibrante. Muchas personas, de diversas partes del mundo, iban para realizar diversos negocios, pues había un gran intercambio comercial. Desde Egipto, Tiro, Etiopía y otros lugares, llegaban hombres y mujeres de negocios para ofrecer sus mercancías, y la prosperidad en todo el país era evidente. Salomón, sin duda, había logrado hacer de Israel una nación en paz, pujante, en la que cada israelita podía tener el cumplimiento de esa vida en bendición y bienestar, tal como prometió YHWH que haría a la nación si era fiel (Deuteronomio 28:1-14; 1 Reyes 4:25).

La riqueza de Salomón fue conocida por todo aquel mundo antiguo. De hecho, el ingreso anual de Salomón alcanzó la cifra de 666 talentos de oro, además de los artículos de excelsa calidad de plata, aceite, caballos y demás exquisitas riquezas que llenaban día a día las arcas del tesoro real. 

Una Reina, proveniente de Saba (se cree que el Reino de Saba estaba en territorios de Arabia), llegó a Jerusalén. ¿Iba en plan de comercio, para impulsar el intercambio de oro, especies aromáticas o suntuosas ropas de seda? No. Había escuchado que el Rey Salomón, poseía una gran sabiduría que YHWH le había dado. ¿Sería cierto que Salomón tenía la sabiduría divina? Había que probarlo.
 
La Reina de Saba llegó a la corte de Salomón, acompañada de un gran séquito, y traía al Rey una gran cantidad de oro, piedras preciosas y otros regalos. Fueron más de 2.000 kilómetros de viaje los que tuvo que recorrer esta Reina para llegar al mismísimo trono de Israel, y conocer a Salomón. ¿Era tan sabio Salomón como decía la gente?

Tras ver y escuchar a Salomón, sencillamente tuvo que concordar en que... sí, realmente Salomón era sabio y próspero, gracias a la bendición de YHWH. “Que llegue a ser bendito YHWH tu Dios, que se complace en ti, al haberte puesto sobre el trono de Israel. Porque YHWH ama a Israel, te ha nombrado Rey para que dictes juicio y justicia”, fue lo que declaró la Reina de Saba, satisfecha, de haber escuchado la verdadera sabiduría de Dios, de la boca de Salomón (1 Reyes 10:6-9).

Más de 1.000 años después  de la visita de la Reina de Saba a Jerusalén, Jesucristo hizo referencia a ella. Estando en Galilea y Judea, habló del magnífico ejemplo de esta mujer, que estuvo dispuesta a hacer un largo y costoso viaje desde muy lejos, sólo para escuchar a Salomón. Sin embargo, los fariseos que le escuchaban, pedían señales, milagros y pruebas de que Jesús era el Mesías. ¿No era suficiente con ver el dedo de Dios operando y haciendo milagros por medio de Jesús? ¿Y qué decir de la sabiduría de Jesucristo, que superaba a la de Salomón? Sin embargo, la gente no captaba el propósito de las enseñanzas y de las acciones de Jesús, que les demostraban cómo operaba el poder de Dios.  

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No tenían un ojo sencillo, simple, enfocado. Su corazón estaba tan cargado en las ideologías y tradiciones religiosas y políticas, que ante la presencia de la sabiduría divina que salía de los labios de Jesús, ellos, sencillamente, parecía como si no entendieran. Ellos no tenían que hacer un largo viaje, como sí lo hizo la Reina de Saba para escuchar a Salomón. Jesús no estaba lejos, estaba allí mismo con ellos. Pero, no tenían ni ojos de fe para ver, ni oídos para escuchar, ni un corazón receptivo ante las cosas de Dios. 

La Reina de Saba hizo un largo viaje porque buscaba conocimiento, conocimiento de Dios. Y acudió a la persona correcta en busca de ese conocimiento, pues Salomón poseía sabiduría divina. La necesidad de crecer en conocimiento, de no conformarse con lo que ya sabía, de ir por más, impulsó a una mujer a buscar a escuchar al Rey Salomón. De manera similar, es nuestro deseo de tener una mayor y más profundo conocimiento de Dios, y de lo divino, de poseer esa gemas de sabiduría espiritual, lo que nos debe impulsar a buscar la enseñanza y la guía de Dios que encontramos en las enseñanzas de Jesucristo.

Si nos preguntamos cómo enseñaba Jesús como Maestro, nos damos cuenta en las Escrituras de que Su enseñanza siempre es profunda, mostrada con sencillez, es sazonada por medio de parábolas, y por supuesto, Él enseñaba con Su ejemplo. Él decía y hacía, había coherencia entre Su enseñanza y Su vida. 

Si queremos imitar a Jesús, debemos asumir el reto y la necesidad de no conformarnos con el conocimiento que tenemos de YHWH, de Jesús, y de los propósitos divinos. Ese conocimiento debe crecer, aumentarse, llegar a más comprensión y plenitud. ¿Cómo acudimos a Jesús para que se nos llene de ese conocimiento y crezcamos en él?

http://bautistareformado.files.wordpress.com/2010/04/crecer20en20cristo.jpgLa lectura, estudio y reflexión de lo que leemos en los Evangelios nos ayuda a crecer en conocimiento. La oración, pidiendo la guía la del espíritu santo de Dios nos permite entender de manera más profunda la personalidad de Jesús, y Su enseñanza. Jesús prometió estar siempre con sus ovejas, y conducirlas a prados donde se puedan alimentar y beber agua con confianza. "Estoy con ustedes hasta el fin del mundo", dijo Jesús (Mateo 28:20).


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