Lo que enseñan las Escrituras sobre la oración
En cierta ocasión, Jesús estaba apartado de la multitud. Y
tanto llamó la atención lo que estaba haciendo, que, un discípulo que le estaba
siguiendo, le pidió que le enseñara.
¿A qué?
Y aconteció que estando
Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus
discípulos: Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó también a sus discípulos.
Lucas 11:1
A orar. Esto no es de extrañar. Jesús era tenido por la
gente como un Rabí, un maestro, a pesar de no haber asistido a escuelas rabínicas.
Sin embargo, por Su enseñanza, era respetado y considerado como alguien
acreditado para instruir a otros.
En tiempos de Jesús, orar era parte de la costumbre del
pueblo judío. En un mundo pagano y politeísta, que despreciaba la oración como
absurda e inútil, y que prefería practicar un conjunto de ritos sangrientos y
obscenos, Jesús aprendió a orar, y siempre oraba. De hecho, en la Mishná,
código rabínico compilado hacia el año 200 de la era cristiana, en el tratado
de las bendiciones, se enseña que hay tres momentos de plegaria al día: el
amanecer, el mediodía y la tarde (Berakhot IV). De estas tres horas, dos se
producían al mismo tiempo que los sacrificios llamados perpetuos, que todos los
días se ofrecían en el Templo (Núm 28:2-8). Mientras los sacerdotes, ante la
asamblea asistente, oficiaban en Jerusalén el rito sagrado, todos los judíos
piadosos se unían a él por la oración desde el lugar en que se hallasen. Así se
asociaban la oración y el sacrificio. Así la oración quedaba unida al
sacrificio, participando de él y, al mismo tiempo, dándole espíritu y sentido.
«Tres veces al día» (Dan 6:10), «por la tarde, en la mañana y al medio día»
(Sal 54:18), se levantaban en Israel los corazones hacia Dios, bendiciéndole e
invocándole.
Aunque los textos aludidos no nos dicen nada del contenido
de esas horas de oración, conocemos por tradiciones muy antiguas la costumbre
piadosa judía de recitar dos veces al día el Shemá Yisrael (Escucha, Israel),
al acostarse y al levantarse. Esta profesión de fe, en la que se bendice al
Dios Único, era la oración más querida y frecuente entre los fieles judíos, y
formaba parte tanto de las oraciones del Templo y de la sinagoga, como de la
oración familiar y privada: «Escucha, Israel, YHWH nuestro Dios es el único YHWH.
Amarás a YHWH tu Dios con todo tu corazón», etc. El Shemá, el credo israelita,
consiste en la recitación del texto de Dt 6:4-9, al que se une, al menos desde
el siglo II antes de Cristo, Dt 11:13-21 y Núm 15:37-41. Esta bellísima
plegaria había de ser repetida a los hijos, «lo mismo en casa que de camino,
cuando te acuestes y cuando te levantes» (Dt 6:7; 11,19). Y Cristo mismo la da
como respuesta a aquel doctor que le preguntaba acerca del mandamiento
principal (Mc 12:29-30).
Si el Shemá era sobre todo oración matutina y vespertina, la
Thephillah era la oración del mediodía. Esta oración pertenecía al culto de la
sinagoga, donde se recitaba primero en voz baja por todos, y era después
semitonada por un salmista, mientras que la comunidad respondía con el Amén a
cada una de sus dieciocho solemnísimas bendiciones. Algunas frases de esa
oración dicen: «1. Bendito seas, YHWH, Dios nuestro y Dios de nuestros
padres... 2. Tú eres un héroe, que abates a los que está elevados... 3. Tú eres
santo, y tu nombre es terrible, y no hay Dios fuera de ti. 4. Concédenos, Padre
nuestro, una ciencia emanada de Ti... 5. Vuélvenos, YHWH, a ti y volveremos...
6. Perdónanos, Padre nuestro... 7. Mira nuestra aflicción... 8. Cúranos, YHWH,
de la herida de nuestro corazón... 9. Bendice para nosotros, YHWH, Dios
nuestro, este año... 10. Suena una gran trompeta para nuestra libertad... 11.
Vuélvenos nuestros Jueces como al comienzo... 12. No haya más esperanza para
los apóstatas... 13. Que tus misericordias se enciendan sobre los prosélitos de
la justicia... 14. Haz con nosotros misericordia, YHWH, Dios nuestro... 15.
Escucha, YHWH, Dios nuestro, la voz de nuestra oración... 16. Ten tus
complacencias, YHWH, Dios nuestro, y habita en Sión... 17. Nosotros te
alabamos, YHWH, nuestro Dios... 18. Establece tu paz sobre Israel, tu
pueblo...».
Ahora bien, más allá del escenario judío en el que vivía
Jesús, él reconocía la necesidad que tenía la gente de tener una enseñanza
fresca, renovada, sobre la oración. Para Jesús, la oración no se trataba de la
repetición aprendida de memoria de una serie de frases. La actitud, de humildad
hacia Dios, de no sentirse superior a otros, era esencial para orar. En Lucas
18:9-14 leemos:
Refirió también esta
parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los
demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro
recaudador de impuestos. El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta
manera: "Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres:
estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. "Yo
ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano." Pero el
recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera
alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "Dios,
ten piedad de mí, pecador." Os digo que éste descendió a su casa
justificado pero aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero
el que se humilla será ensalzado.
Jesús indica en esta parábola, uno de los aspectos clave que enseñan las Escrituras sobre la oración: la actitud. El fariseo se creía mejor que los demás. Era engreído, orgulloso, creía de sí mismo que era merecedor de ser escuchado por Dios. Pero el recaudador de impuestos, a pesar de ser tenido como un ser "despreciable", según la clase religiosa judía, oraba con humildad, buscando la misericordia y la gracia divina.
La constancia en la oración es otra de las grandes enseñanzas de las Escrituras. "Oren incesantemente", "perseveren en la oración" (1 Tesalonicenses 5:17; Romanos 12:12). Los Salmos, la colección de cantos y alabanzas a Dios, son una muestra evidente de cómo salmistas como David y otros, siempre fueron constantes en orar. Si analizamos la oración del Padrenuestro, una de las peticiones nos invita a pedir "hoy" por el pan nuestro de cada día. Difícilmente uno pediría en oración sólo "hoy" el sustento, y no cada día, diariamente.
Fe. Se debe orar con fe. Con confianza. Debe haber una profunda convicción de que existe una relación causal entre la oración, la fe, y aquellos resultados que buscamos. Jesús dijo: "Por eso les digo: Todas las cosas que oran y piden, tengan fe en que pueden darse por recibidas, y las tendrán (Marcos 11:24).
Aunque no existe un tratado extenso en las Escrituras sobre la oración, sí es consistente en manifestar cómo tener una actitud humilde, la constancia, y la fe en Dios, nos da la oportunidad de orar a Dios y ser escuchados, y recibir los beneficios de orar.