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YHWH: el día que reveló su Nombre

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Ese día, amaneció como de costumbre. Había que iniciar una nueva jornada de trabajo. Los rebaños estaban muy atentos a las indicaciones del pastor. Un pastor, que, por cierto, no había nacido en el campo, y que había aprendido por fuerza del destino el oficio. 

¿Quién era?

El pastor de estas ovejas nació en tiempos difíciles. Estaba sentenciado a morir, nada más al nacer, por un poderoso Faraón egipcio. En aquellos tiempos, no habían tribunales que abogaran por derechos humanos, o de los niños o las niñas. El Faraón deseaba evitar que nacieran demasiados israelitas, descendientes de Abrahán, Isaac y Jacob. ¿Cómo evitar que este recién nacido fuera ejecutado a muerte por el "delito" de ser israelita?

La madre, Jókebed, se las ingenió para evitar su muerte, y asegurarle vida. Vida que llegaba a 80 años. ¡Cuán largos habían pasado estos 80 años para este pastor! Primero, al nacer, era hijo de esclavos hebreos. Luego, fue educado y criado en la corte real de Egipto, como hijo de la hija de Faraón. Y luego, terminó en la tierra de Madián.

De esclavo, a príncipe, y terminó siendo pastor de las ovejas de su suegro, Jetró. ¡Vaya si la vida daba vueltas!

Pero este día, había que hacer el trabajo. Ni más ni menos que eso. Atrás quedaron en el corazón los recuerdos de Egipto, y de otros tiempos. El rebaño esperaba. Zéfora, su esposa, y sus hijos, Gersón y Eliézer, necesitan a papá en casa.

Moisés, que así se llamaba el pastor, se encontró de repente tan absorto en su trabajo, que algo extraño llamó su atención. De repente, las ovejas, el calor sofocante del día y toda preocupación, pasaron a un segundo plano. Allí, en Horeb (o Sinaí), en medio de llamas de fuego, estaba una zarza. Moisés veía el fenómeno de lejos. Pero, la curiosidad fue más fuerte: así que decidió acercarse. Al fijarse, vio que la zarza ardía en fuego, pero la zarza no se consumía. Moisés se dijo a sí mismo: «Iré para contemplar esta gran visión, por qué causa la zarza no se quema».

Alguien estaba contemplando la reacción de Moisés. Y al  ver que se acercaba a la zarza, le llamó:

-¡Moisés, Moisés!

-Aquí estoy -respondió él. 

¿Y esa voz? 

-No te acerques. Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, es tierra santa.

Moisés obedeció a la voz. Quitó sus sandalias, y se postró a tierra.

La voz dijo:

-Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.

Era Dios. La voz del que hablaba era de Dios. No era la voz de alguna deidad egipcia, cananea o hindú. La voz de este Dios se identificó enseguida: era el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob. Moisés sabía quién era este Dios. Era el Dios de sus antepasados. Era el Dios que hizo un pacto con Abrahán, Isaac y Jacob. Era el mismo Dios creador de Cielo y Tierra. El que de alguna forma, él, Moisés, siempre supo que estaba allí, cerca.

Para Moisés, esto era algo conocido, sabía que Dios se comunicaba con los suyos. ¿Qué quería Dios? Dijo entonces:

-Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus angustias. Por eso he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha llegado ante mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. 

-Ven, por tanto, ahora, y te enviaré al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel. 

Vaya, vaya. Dios, decía a Moisés que ha visto y oído el sufrimiento de Israel en Egipto. Ahora quería sacarlos de ese país, y conducirlos a la tierra de la promesa, Canaán. Una tierra maravillosa que fluye lo más selecto de la tierra: leche y miel. No más opresión egipcia, y sí, era el tiempo de que Dios actuara a favor de Israel.  

Moisés sabía de qué hablaba Dios. Hacía 40 años atrás, él, siendo un príncipe de Egipto, había buscado hacer justicia por sus manos, y por ello, mató a un egipcio que golpeaba a un indefgenso esclavo israelita. ¿Resultado? Moisés, tuvo que huir por su vida, y nadie le defendió. Parecía que él era el único que tenía en el corazón la visión y el deseo de ser libre, y estar en la tierra Prometida por Dios. Luchó, porque creyó por esa promesa, y... ¿qué pasó? Terminó solo, sin familia, sin amigos, en Madián, siendo el pastor de las ovejas de su suegro. 40 años habían pasado desde que era Moisés aquel hombre joven fuerte, impetuoso, lleno de poder e ilusiones. Ahora, en sus 80 años, eran la soledad, la paciencia, y la serena tranquilidad de su vida de pastor lo que le acompañaba en su rutina diaria.

Dios llegaba ante Él, con un desafío que sobrepasaba toda lógica. Él escuchaba a Dios decirle lo que él mismo pensaba desde hacía 40 años atrás. Moisés no era hombre de andar luchando, ya esos tiempos habían pasado.

Entonces Moisés respondió a Dios:
-¿Quién soy yo para que vaya al faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel? 

Dios le respondió:
-Yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, servirán a Dios sobre este monte.
 
Dijo Moisés a Dios:
-Si voy a los hijos de Israel y les digo: "el Dios de nuestros padres, me ha enviado a ustedes", me preguntarán: "¿Cuál es su nombre?" Entonces ¿qué les responderé? 

Moisés no se considera apto para ir a sacar a Israel de Egipto. Ya el vigor, las ganas, la fuerza, el empuje de lucha, no son los mismos de tiempo atrás. Pero, más allá de eso, Moisés pregunta a Dios una cosa: Su Nombre.

Era importante para Moisés esta pregunta. Él no ignoraba el Nombre de Dios. Realmente, buscaba respuestas, respuestas de parte de Dios. Y la primera respuesta que buscaba era Su Nombre, el de Dios.

Cuando pensamos en Dios, y en Su poder, siempre nos imaginamos rayos, truenos, relámpagos, algún milagro que dé testimonio de Su poder. Y así lo muestran las Escrituras. 

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Moisés, ve la zarza ardiente, como una fuerza flamígera que evidencia el siempre eterno y majestuoso poder de Dios. Moisés pide a Dios respuestas. Entendemos que Moisés es un hombre que ha vivido, ha luchado, y se ha llevado sus decepciones. 

¿Y quién no? 

Quién puede decir, honestamente, que luchó en vano, que apostó todo por una causa y perdió, que sacrificó muchas cosas en las que creía y se pregunta si acaso valió la pena el esfuerzo.

Moisés quiere conocer en Nombre de Quién va a dejarlo todo e ir a luchar por Israel para sacarlo de Egipto. Para Moisés, es un sueño, un anhelo, pero es tiempo de evidencias concretas. Los hombres y mujeres de fe hacen bien en demandar de Dios evidencia que sustente su fe. La fe no es ciega ni crédula, debe tener el soporte de la prueba. Eso no es ni blasfemo ni arrogante. "Pide y se te dará", dijo Jesús.

El Nombre del Dios que liberaría a Israel era y debía ser revelado. R e v e l a r  es dar a conocer algo que está oculto o escondido. Puede ser que se conozca, pero que no se entienda, ni se comprenda su trascendencia y Moisés buscaba conocer más sobre el Nombre.
 
Respondió Dios a Moisés:
-"Yo Soy el que Soy".

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Y añadió:
-Así dirás a los hijos de Israel: "Yo Soy" me envió a ustedes.

Además, Dios dijo a Moisés:
-Así dirás a los hijos de Israel: "YHWH, el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes". Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.

En diversas traducciones y versiones de las Escrituras, se traduce el Tetragrámmaton YHWH de diversa manera, sin embargo, lo cierto del caso es que su correcta pronunciación no se conoce de manera pública, aunque, por supuesto, el uso del Nombre es importante, y es el Nombre de Dios.

El Nombre de Dios fue revelado, no sólo porque se declaró a Moisés. Los nombres en hebreo indican la personalidad y dan muestra de los actos de las personas. El Nombre DIvino destaca el Ser, el GRAN y ABSOLUTO y ETERNO "YO SOY". El mismo Moisés tenía un nombre que señalaba que él había sido sacado de las aguas, pues así le llamó la princesa egipcia que le adoptó como hijo. Igualmente, recordamos a personajes como Isaac (risa), llamado así porque su madre se rió. Y, ¿por qué Dios se llama YHWH? ¿Qué nos enseña la revelación de Su Nombre?

YHWH, es un Nombre que en hebreo es un verbo, y un verbo implica acción. Dios reveló Su Nombre mediante acciones, por medio de hechos. Por eso, recordamos la revelación del Nombre Divino por medio de las 10 plagas de Egipto, la liberación de Israel a través del Mar Rojo, y el cuidado protector de Dios a Israel, proveyendo maná, agua, protección y cobijo. Dios resultó ser o llegó a ser el que actuaba a favor de Israel. Hechos, y no meras palabras, son el registro histórico de este Dios, cuyo Nombre es YHWH.

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El día que Dios reveló Su Nombre, para Moisés, comenzó siendo un día más en su rutina. Pero, en la agenda de Dios, era un día señalado para iniciar acciones que revelaran Su Nombre y Su intervención en la Humanidad. Quizás en estos tiempos nos preguntemos, si acaso estos días, que creemos rutinarios, acostumbrados, en los que cumplimos con nuestras actividades de siempre, sean días marcados en la agenda de Dios, en los que Él revela Su Nombre. Más que eso, puede ser que estos días sean días en que YHWH santifique Su Nombre, como nos enseñó a orar al Maestro. Después de todo, por algo vez tras vez Ezequiel declara la frase inspirada:

"Y tendrán que saber que YO SOY YHWH"  

 
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