El profeta Daniel
Cuando pensamos en un profeta... ¿qué imagen nos viene a la mente?
Tal vez sea la imagen de un hombre vestido con ropa sencilla, un báculo o vara en la mano, parado en la puerta de una ciudad, proclamando los juicios de Dios.
¿Qué es un profeta?
Un profeta era una persona que recibía comunicación de Dios por medio del espíritu santo. Y, lo que Dios dijera, sería aquello que el profeta comunicaría al pueblo, si esa era la voluntad de Jehová.
Los profetas, y eso lo podemos leer en las Escrituras, eran los voceros de Dios. Nos imaginamos a los profetas como aquellos a quienes Dios revela el futuro. Pero el asunto es un poco más complejo. ¿Por qué? Porque los profetas a menudo hablaban sobre cuál era la perspectiva de Dios sobre el presente. Y, dependiendo de cómo era ese presente, entonces Dios se pronunciaba sobre el futuro.
Por ejemplo, los judíos durante siglos fueron infieles a Dios. Ese era, casi permanentemente, su presente. Si una nación con quien Jehová estaba relacionada por medio de un pacto, no escuchaba la voz de Dios, no le obedecía, ¿qué futuro podría tener? Entonces, en esa situación, Dios enviaba profetas que les advirtieran a la gente sobre la necesidad de modificar su conducta y actitud de ese momento, para que las consecuencias no fueran de juicio adverso. Y como los judíos no quisieron enmendar el camino, Dios tomó medidas.
Por eso entendemos que los profetas no eran personajes populares. Si hubiera existido el Twitter en aquella época, no hubieran tenido un gran número de seguidores. Y sus fotos en Facebook serían siempre con la misma ropa, y la gente haciendo muecas de desprecio por su mensaje. Y estarían en Jerusalén, donde estaba el Templo de Dios.
Pero hacia el siglo VII A. C., ya no existía ni Templo, ni Jerusalén era una gran ciudad del mundo de aquel entonces. Eran más bien los leones, los animales salvajes, los dueños de una ciudad y de un país desolado.
La pregunta era, ¿y ahora qué? ¿Qué pasaría con el futuro?
Dios seguiría levantando profetas. Pero ya no en Jerusalén o Israel. Ahora los tiempos eran diferentes. Era Babilonia la Ciudad-Imperio más poderoso del mundo conocido, y todos en el mundo conocido del Oriente Medio estaban sometidos a ella.
Y allí, en Babilonia, Dios siguió revelando asuntos sobre el futuro, asuntos que hasta el día de hoy, siguen causando asombro y son el interés de muchos estudiosos de las profecías bíblicas. Ese nuevo profeta de Dios, que sería su portavoz, y que recibiría conocimientos sobre el futuro de la humanidad, sería un judío, de nombre Daniel.
Es el escritor del libro que lleva su nombre. De él sabemos algunos detalles que él revela en su libro. Fue llevado a Babilonia, cuando era un príncipe adolescente, junto con otros miembros de la realeza y de la nobleza judías. Esto ocurrió en el tercer año (como rey tributario a Babilonia) del reinado de Jehoiaquim, año que dio comienzo en la primavera del 618 A.C. Tras la muerte de Jehoiaquim, su hijo Joaquín gobernó durante unos meses antes de rendirse. A principios del año 617 a. E.C. Nabucodonosor se llevó al cautiverio a Joaquín y otros “hombres de nota”, así como al joven Daniel.
¿Cómo sería vivir en Babilonia?
Sería vivir una vida diferente. No era igual vivir en Jerusalén que en Babilonia, sin familia, solo. Daniel, junto con 3 amigos, fueron elegidos para un aprendizaje especial, sobre la escritura y lengua caldeas durante tres años, a fin de equiparlos para funciones de gobierno.
Así que Daniel, y 3 amigos de él fueron seleccionados para una función:
Tener perspicacia en toda sabiduría y estar familiarizados con el conocimiento, y tuvieran discernimiento de lo que se sabe, en los cuales también hubiera facultad de estar de pie en el palacio del rey; y se les enseñaría la escritura y la lengua de los caldeos.
Además, a ellos el rey Nabucodonosor les señaló una ración diaria de los manjares exquisitos del rey y del vino que él bebía, aun para nutrirlos por tres años, para que al fin de estos estuvieran de pie delante del rey.
Se les pusieron nombres babilonios: a Daniel le llamaron Beltsasar conforme al nombre del dios de Nabucodonosor. Sadrac, Mesac y Abednego, fueron los nombres de los 3 amigos de Daniel.
El objetivo era nutrir a la corte del Rey Nabucodonosor con lo mejor de la sociedad judía. Y prepararlos para que pudieran ser miembros de la corte de Nabucodonosor.
Suele ser aceptado el hecho de que los reyes, altos magistrados, hombres o mujeres de poder, necesitan rodearse de personas de alta prosapia. Personas que tengan la capacidad, la sabiduría, el liderazgo, y la fuerza suficientes como para aportar al reino, o gobierno, la visión que ayudaría a que todo funcione bien.
Al ser Babilonia un Imperio recién creado, habrían asuntos administrativos y gubernamentales que atender. De lo contrario, el orden y la paz del Imperio Babilonio se verían amenazados por revueltas y luchas intestinas.
Así que Daniel, Sadrac, Mesac y Abednego, serían entrenados para servir al Rey Nabucodonosor y Babilonia. ¿Se resintieron por ello? No. Fueron lo suficientemente inteligentes como para seguir adelante con sus vidas.
Su futuro estaba en juego. Eran huérfanos, y no tenían a más nadie, salvo a ellos mismos. Y a Dios. Confiaron en que Jehová estaría con ellos, puesto que el poder y la Presencia de Dios no está limitada a una ciudad, un país, o un templo. Allí en Babilonia, Dios podía estar con Daniel y con quienes quisieran adorar a Dios.
Daniel y sus 3 amigos debían tener claro qué vida llevarían. ¿Vivirían como los babilonios, adoptando todas sus costumbres, hábitos y creencias?
Daniel se resolvió en su corazón a no contaminarse con los alimentos que le habían preparado —entre los que podía haber algunos prohibidos por la ley mosaica o tal vez profanados con rituales paganos—, y pidió que su dieta y la de sus compañeros se limitara a verduras y agua. Ese era un mensaje claro de que Daniel marcaba distancia respecto de sí mismo y su adoración a Jehová Dios. Viviría en Babilonia, trabajaría por el rey y el bienestar del Imperio, pero su adoración era para Dios. Dios bendijo su resolución y les dio “conocimiento y perspicacia en toda escritura y sabiduría; y Daniel mismo tenía entendimiento en toda suerte de visiones y sueños”. Cuando el rey los examinó una vez concluidos los tres años, los halló “diez veces mejores que todos los sacerdotes practicantes de magia y los sortílegos que había en toda su región real”.
Daniel: descifrador de visiones y sueños
Daniel era un miembro de la corte de Nabucodonosor.
¿Quién era Nabucodonosor?
El rey babilonio Nabucodonosor era un hombre muy religioso. Construyó y embelleció los templos de numerosas deidades babilonias. Era particularmente devoto a Marduk, el dios principal de Babilonia, y le atribuía el mérito de sus victorias militares. Parece ser que en el templo de Marduk (Merodac) se depositaban los trofeos de guerra, entre los que se encontraban los vasos sagrados del templo de Jehová.
Nabucodonosor se guiaba por la adivinación al planear sus incursiones militares. Por ejemplo, la profecía de Ezequiel dice que el rey de Babilonia empleó adivinación para decidir si iba contra Rabá de Ammón o contra Jerusalén, mirando en el hígado.
Los reyes en tiempos antiguos (y está claro que actualmente sigue estando al día esa práctica), buscaban a través de magos y hechiceros el conocimiento del futuro. ¿Voy a la guerra o no? ¿Alzo los impuestos ahora o el otro mes? ¿Puedo confiar en esta persona como consejero?
Los reyes o gobernantes son personas con gran interés en el futuro. Ciertamente toda persona se interesa por conocer sobre su futuro. Pero los reyes debían pensar en su futuro, en el de su reino, en el de los súbditos, en un sinnúmero de aspectos que el hombre o mujer que no es rey no puede entender.
La guía diaria en su vida, la de Nabucodonosor, se basaba en la magia y el ocultismo. Estas artes ocultas y poderes sobrenaturales estaban relacionadas con los poderes ocultos y espiritistas.
En Babilonia existía la magia. La “negra”, que consiste en maleficios, maldiciones especiales y “el mal de ojo”, que causan daño a los enemigos del que la practica. Y la magia “blanca”, dicen sus practicantes, produce buenos resultados rompiendo los maleficios y anulando las maldiciones.
Mediante fórmulas mágicas, mantras, ritos, obtenidos gracias al conocimiento y la sabiduría sobrenaturales, el hechicero, mago, o astrólogo, o practicante de las artes ocultas, trata de influir sobre personas y acontecimientos futuros.
Estas creencias indican que es posible inducir a los espíritus malos a salir de una persona o entrar en ella, se les puede burlar o engañar, o atrapar en un pedazo de madera o en una imagen de barro. Por ejemplo, se dice que preparando sendas mágicas de miel u otras sustancias agradables, el hechicero puede conducir a los demonios a capricho.
Estos conceptos resultaron en la formación de una astuta clase de sacerdotes magos, que tuvieron una gran influencia en la vida de la gente, extorsionándola con el pretexto de poseer poderes sobrenaturales superiores a los de los demonios. La gente creía que estos hechiceros profesionales podían hacer que los demonios los obedecieran, pero que estos no tenían ningún poder sobre los hechiceros.
Los antiguos caldeos de Babilonia fomentaron estas prácticas espiritistas o supuestas ciencias. El profeta Isaías, en el siglo VIII A. C., dijo que en la Babilonia de su día abundaba toda clase de hechicería.
Así que Nabucodonosor era un firme creyente en todo esto.
Daniel, un judío fiel, nada tendría que ver con la magia, la astrología o el espiritismo.
De hecho, la Biblia condena enérgicamente "toda práctica espiritista".
¿Cuál es el verdadero principio que subyace para condenar todo tipo de práctica espiritista?
El conocimiento del futuro, y el poder de influir en los seres humanos y los acontecimientos, sólo le corresponde a Jehová Dios. Y sólo a Él. Que otra persona intente conocer el futuro o influir en los acontecimientos humanos o naturaleza, contrario a la voluntad divina, está actuando contra Dios.
Por eso el profeta Samuel dijo a Saúl, que el desobedecer a Dios es como usar poder mágico y adivinación. Es desobedecer a Dios, es asumir prerrogativas que sólo corresponden a Jehová.
Y Nabucodonosor, siendo el rey más importante de su tiempo, y que por orden de Dios destruyó a Jerusalén, se apoyó en sus magos, adivinos y astrólogos.
Pero quedaría claro quién realmente tiene el dominio del futuro, de conocerlo, sobre la voluntad del hombre, y sobre los acontecimientos humanos.
Nabucodonosor una noche tuvo un sueño.
Quedó perturbado. No podía dormir.
Mandó entonces que se reunieran los magos, hechiceros, adivinos y astrólogos de su reino, para que le dijeran lo que había soñado. Una vez reunidos, y ya en presencia del rey, Nabucodonosor les dijo:—Tuve un sueño que me tiene preocupado, y quiero saber lo que significa.
Los astrólogos le respondieron:—¡Que viva el rey para siempre! Estamos a tu servicio. Cuéntanos el sueño, y nosotros te diremos lo que significa.
Pero el rey les advirtió:—Mi decisión ya está tomada: Si no me dicen lo que soñé, ni me dan su interpretación, ordenaré que los corten en pedazos y que sus casas sean reducidas a cenizas.
-Pero si me dicen lo que soñé y me explican su significado, les daré regalos, recompensas y grandes honores. Así que comiencen por decirme lo que soñé, y luego díganme su significado.
Los astrólogos insistieron:—Si el rey les cuenta a estos siervos suyos lo que soñó, nosotros le diremos lo que significa.
Pero el rey les contestó:—Mi decisión ya está tomada. Eso bien lo saben, y por eso quieren ganar tiempo. Si no me dicen lo que soñé, ya saben lo que les espera. Se han puesto de acuerdo para venir ante mí con cuestiones engañosas y mal intencionadas, esperando que cambie yo de parecer. Díganme lo que soñé, y así sabré que son capaces de darme su interpretación.
Entonces los astrólogos le respondieron:—¡No hay nadie en la tierra capaz de hacer lo que el rey nos pide! ¡Jamás a ningún rey se le ha ocurrido pedirle tal cosa a ningún mago, hechicero o astrólogo! Lo que el rey nos pide raya en lo imposible, y nadie podrá revelárselo, a no ser los dioses. ¡Pero ellos no viven entre nosotros!
Así que Nabucodonosor estaba en problemas. Soñó, pero no se acordaba del sueño. Si se hubiera acordado del sueño, lo hubiera dicho a sus adivinos, ellos hubieran inventado una interpretación y acabado el problema.
Los adivinos de Nabucodonosor no podían complacer al rey. Porque, ¿sólo quién podía saber qué soñó Nabucodonosor? ¡Los dioses, y estos no estaban entre los hombres!
Nabucodonosor amenazó con matar a TODOS los magos y adivinos. Eso incluía a Daniel y sus 3 amigos. Estos no eran ni magos ni adivinos, pero eran consejeros de Nabucodonosor.
Cuando el comandante de la guardia real, que se llamaba Arioc, salió para ejecutar a los sabios babilonios, Daniel le habló con mucho tacto e inteligencia. Le dijo: -¿Por qué ha emitido el rey un edicto tan violento? Y una vez que Arioc le explicó cuál era el problema, Daniel fue a ver al rey y le pidió tiempo para poder interpretarle su sueño. Después volvió a su casa y les contó a sus amigos Ananías, Misael y Azarías cómo se presentaba la situación.
Al mismo tiempo, les pidió que imploraran la misericordia del Dios del cielo en cuanto a ese sueño misterioso, para que ni él ni sus amigos fueran ejecutados con el resto de los sabios babilonios.
En sólo cuestión de momentos, el sueño de Nabucodonosor, se convirtió en asunto de vida o muerte para Daniel y sus 3 amigos. Y asunto de fe.
Aquí vemos que Daniel y sus 3 amigos no eran magos o adivinos. Lo sabemos, porque imploraron la misericordia de Jehová, para que Él les diera información sobre el sueño que tuvo el rey y su interpretación.
No hicieron magia, o invocaron a nadie. Eran hombres de fe. ¿Y qué hace una persona de fe en un momento de crisis? Buscar a Dios.
Durante la noche, Daniel recibió en una visión la respuesta al misterio. Entonces alabó al Dios del cielo y dijo:
-¡Alabado sea por siempre el nombre de Dios! Suyos son la sabiduría y el poder. Él cambia los tiempos y las épocas, pone y depone reyes. A los sabios da sabiduría, y a los inteligentes, discernimiento. Él revela lo profundo y lo escondido, y sabe lo que se oculta en las sombras. ¡En él habita la luz! A ti, Dios de mis padres, te alabo y te doy gracias. Me has dado sabiduría y poder, me has dado a conocer lo que te pedimos, ¡me has dado a conocer el sueño del rey!.
De estas palabras de gratitud y alabanza a Jehová, aprendemos que Daniel era un hombre de oración. Dios en un sueño aquella noche, le reveló lo que era el sueño de Nabucodonosor y su interpretación.
Y aquí vemos a Daniel ya como profeta de Dios. Fue esa persona mediante la cual Dios dio a conocer su voluntad y propósito. Daniel era el vocero de Dios, ‘hombre de Dios’ con un mensaje inspirado, a quien Jehová reveló su “asunto confidencial”, que era la predicción del futuro, un futuro que por cierto, aún no ha concluido, y que se sigue cumpliendo como realidad profética.
Entonces Daniel fue a ver a Arioc, a quien el rey había dado la orden de ejecutar a los sabios de Babilonia, y le dijo:—No mates a los sabios babilonios. Llévame ante el rey, y le interpretaré el sueño que tuvo. Inmediatamente Arioc condujo a Daniel a la presencia del rey, y le dijo:—Entre los exiliados de Judá he hallado a alguien que puede interpretar el sueño del rey.
El rey le preguntó a Daniel, a quien los babilonios habían puesto por nombre Beltsasar:—¿Puedes decirme lo que vi en mi sueño, y darme su interpretación? A esto Daniel respondió:—No hay ningún sabio ni hechicero, ni mago o adivino, que pueda explicarte, oh rey, el misterio que te preocupa. Pero hay un Dios en el cielo que revela los misterios. Ese Dios te ha mostrado lo que tendrá lugar en los días venideros. Éstos son el sueño y las visiones que pasaron por tu mente mientras dormías:
-Allí, en tu cama, rey, dirigiste tus pensamientos a las cosas por venir, y el que revela los misterios te mostró lo que va a suceder. Por lo que a mí toca, este misterio me ha sido revelado, no porque yo sea más sabio que el resto de la humanidad, sino para que llegues, rey, a conocer su interpretación y entiendas lo que pasaba por tu mente.
Daniel describe el sueño, y su interpretación.
Nabucodonosor soñó con el poder mundial en su totalidad, aparecido como una forma humana colosal: Babilonia, la cabeza de oro, Medopersia, el pecho y dos brazos de plata, Grecia, el vientre y los muslos, de bronce, y Roma, las piernas de hierro. Los pies de hierro y barro.
Sólo se menciona a aquellos reinos que están en alguna relación con el reino de Dios; de éstos no se omite ninguno; el establecimiento final de aquel reino es el propósito del gobierno del mundo por Dios. El coloso de metal se para en pies débiles, de barro. Toda la gloria del hombre es efímera y sin valor como la paja. Pero el reino de Dios, pequeño y despreciado como una “piedra” en el suelo, es sólido en su unidad homogénea; mientras que el poder mundial, en sus elementos constituyentes heterogéneos, que sucesivamente reemplazan unos a otros, contiene los elementos de la decadencia.
Este sueño de Nabucodonosor lo tiene, en forma diferente, y bajo enfoques diferentes, el mismo profeta Daniel. Aparece en el capítulo 7 del libro de Daniel, siguiendo la misma línea de potencias mundiales que se suceden, desde Babilonia hasta nuestros días.
¿Cómo tener certeza de que el sueño de Nabucodonosor, y el que tiene Daniel sobre 4 bestias salidas del mar, que representan a Babilonia, Medopersia, Grecia y Roma, y a los gobiernos actuales, son equivalentes?
Porque tienen la misma línea profética. Daniel interpreta el primero, el que tiene Nabucodonosor, y luego él mismo tiene un sueño, que ofrece otros detalles, más relevantes para él como hombre de fe. A Nabucodonosor, que no era hombre de fe, no le interesaría saber ni tener detalles sobre cómo Dios intervendría en la historia humana después de sus días, pero Daniel sí.
Y he aquí la evolución de Daniel como Profeta de Dios. Le vemos interpretando 2 sueños a Nabucodonosor, el de la imagen de Daniel 2, el del árbol derribado hasta que pasaran 7 Tiempos, y fuera dada la gobernación, "a quien Dios quiere darla, aún al de más humilde condición de la humanidad". También interpreta la escritura en la pared, como se relata en el capítulo 5 de Daniel.
Pero en el capítulo 7 le vemos teniendo sueños proféticos y visiones. ¿Diferenció Daniel el sueño de Nabucodonosor de la imagen del que él mismo tuvo sobre las 4 bestias, y la entronización del Hijo del Hombre y de los Santos del Supremo? No, eran complementarios.
En el capítulo 8 de Daniel, le vemos teniendo visiones proféticas, explicadas en su interpretación por el ángel Gabriel, que se apareció dos veces a Daniel: la primera, cerca del río Ulai, para explicar la visión de Daniel acerca del macho cabrío y del carnero, y la segunda, para pronunciar la profecía concerniente a las “setenta semanas”, registrada en el capítulo 9 de Daniel.
Y las profecías registradas en Daniel 11 y 12, de mucho interés en estos tiempos, fueron dadas a Daniel por medio de un ángel. Este tuvo que luchar contra un príncipe espiritual maligno por 21 días para llegar a Daniel, logrando su misión de transmitir el mensaje profético, tras ser ayudado por Miguel, el arcángel. Por cierto, este ángel, que trabajaba en estrecha conexión con Gabriel y Miguel, al regresar a los Cielos, debía luchar contra el mismo príncipe espiritual maligno (el Príncipe de Persia) y contra otro (el Príncipe de Grecia). Y, en Daniel 11:1, este ángel menciona que era la fortaleza del rey Darío, el mismo que arrojó a Daniel al foso de los leones, por una patraña urdida por personajes de la corte medopersa.
Así que Daniel era un profeta que interpretaba sueños y visiones, él mismo tuvo sueños y visiones procedentes de Dios, y recibió de 2 ángeles de Dios, uno de ellos el ángel Gabriel, mensajes proféticos, relativos a la rivalidad Rey del Norte - Rey del Sur, el tiempo de angustia, y otros tiempos proféticos.