El día que Saulo de Tarso conoció a Jesús de Nazaret
Toda Jerusalén y Judea era un
hervidero de controversia.
Hombres y mujeres de diversas edades y antecedentes, se habían hecho seguidoras de un hombre polémico, causante de discusiones profundas en el seno de la sociedad judía: Jesús de Nazaret. Aunque este hombre había sido ejecutado por Roma, sus seguidores afirmaban que Él no estaba muerto, sino vivo, en los Cielos, a la diestra de YHWH. Sus seguidores no cesaban de informar a otras personas que este Jesús el Nazareno era el Mesías, y que tenían la oportunidad de arrepentirse y tener fe en Dios por medio de Jesús.
Él dijo:
Jesús era el Mesías. Esteban y los demás seguidores de Jesús tenían razón. ¿Cómo se convenció Saulo de eso? Porque se le había aparecido Jesús, habló con él, y le dio instrucciones. Punto y fin de la historia. La luz de Jesús lo dejó ciego. Ante esa realidad, ¿cómo podía Saulo continuar “dando coces contra los aguijones”? Esto significaba que, hasta a un toro testarudo, se le guía con una aguijada en la dirección que desea una persona. Por tanto, si Saulo se negaba a cooperar con los requerimientos de Jesús, se perjudicaría a sí mismo.
Tuvo que transformarse, rehaciendo su mente. Su mente debía ser como la mente de Cristo, capaz de sondear hasta las cosas “profundas” de Dios.
Hombres y mujeres de diversas edades y antecedentes, se habían hecho seguidoras de un hombre polémico, causante de discusiones profundas en el seno de la sociedad judía: Jesús de Nazaret. Aunque este hombre había sido ejecutado por Roma, sus seguidores afirmaban que Él no estaba muerto, sino vivo, en los Cielos, a la diestra de YHWH. Sus seguidores no cesaban de informar a otras personas que este Jesús el Nazareno era el Mesías, y que tenían la oportunidad de arrepentirse y tener fe en Dios por medio de Jesús.
Los fariseos y sacerdotes, los líderes
del Sanedrín, no sabían qué hacer para callar a estas personas. Algunos opinaban
que había que acabar con estas personas. Uno de los fariseos que
estaba convencido de tomar medidas radicales contra los seguidores del Nazareno, era Saulo. Él era israelita, de la tribu de Benjamín, nacido en Tarso, una ciudad
de Cilicia. Aunque sus padres eran judíos, él era un ciudadano romano. Su
profesión, era hacer tiendas de campaña, y era fariseo, instruido por otro fariseo
miembro del Sanedrín, Gamaliel. Su estado civil: divorciado.
Saulo estaba decidido a acabar
con todo hombre o mujer que confesara que Jesús era el Mesías. Ya había
participado en la ejecución de uno de ellos, Esteban, uno de los hombres más
importantes del grupo de seguidores de Jesús en Jerusalén. Es cierto que él personalmente
no lanzó ninguna de las piedras que acabaron con la vida de Esteban, pero con
orgullo cuidó la ropa de aquellos que sí lanzaron con furia una a una, las
piedras que segaron la vida de Esteban, el primero de los seguidores de Jesús
que murió por su fe.
Pero, ¿cómo contribuir con celo a
que no creciera el número de seguidores de Jesús el Nazareno? Saulo decidió
perseguir hasta la muerte a quienes creyeran en Jesús.
Cualquier casa que se sospechara que estaba habitada por supuestos seguidores del Nazareno, él, Saulo, la invadía, una tras otra y, sacando a rastras a hombres y mujeres, los ataba y entregaba a la prisión, como si fueran delincuentes de la peor calaña. En las sinagogas, Saulo era muy incisivo con cualquiera que pareciera seguir las enseñanzas de Jesús, tratando de obligarlos a retractarse de su fe en Jesús, llegando a darles un trato humillante y despectivo. Su ira y rencor hacia ellos crecía, hasta que, sumamente enojado contra ellos, fue a perseguirlos hasta en las ciudades de afuera de Jerusalén.
Cualquier casa que se sospechara que estaba habitada por supuestos seguidores del Nazareno, él, Saulo, la invadía, una tras otra y, sacando a rastras a hombres y mujeres, los ataba y entregaba a la prisión, como si fueran delincuentes de la peor calaña. En las sinagogas, Saulo era muy incisivo con cualquiera que pareciera seguir las enseñanzas de Jesús, tratando de obligarlos a retractarse de su fe en Jesús, llegando a darles un trato humillante y despectivo. Su ira y rencor hacia ellos crecía, hasta que, sumamente enojado contra ellos, fue a perseguirlos hasta en las ciudades de afuera de Jerusalén.
Para lograr su objetivo con
éxito, él, en una actitud de amenaza y asesinato contra los discípulos de
Jesús, fue al sumo sacerdote, y le pidió cartas de autorización para las
sinagogas de Damasco. Así él podría traer atados a Jerusalén a cualesquiera que
fueran seguidores de Jesús, hombres y mujeres. La autorización que el sumo
sacerdote le había dado, le ayudaría con los líderes de la gran comunidad judía
de la ciudad.
El viaje entre Jerusalén y
Damasco era de 220 kilómetros, es decir, casi ocho días a pie. Saulo
planificaba mentalmente las estrategias a seguir, una vez en Damasco, para
llevar a Jerusalén a los traidores de la fe judía. Pero alguien se cruzó en el
camino de Saulo.
El encuentro con Jesús el Nazareno
Por fin, tras varios días de viaje,
estaba cerca de Damasco. Hacia el mediodía, de repente, fulguró desde el cielo
una gran luz en derredor de Saulo y de los que con él iban, y su resplandor
sobrepasaba el del sol. Todos, tanto Saulo como los que con él iban, cayeron a
tierra.
Saulo comenzó a escuchar una voz
que le hablaba, en el lenguaje hebreo:
-Saulo, Saulo, ¿por qué me estás
persiguiendo? Te es duro seguir dando coces contra los aguijones.
Saulo dijo:
-¿Quién eres, Señor?’.
Y el Señor dijo:
-Yo soy Jesús, el Nazareno, a
quien estás persiguiendo. Sin embargo, levántate y ponte a andar. Porque con
este fin he hecho que me veas, para escogerte como servidor y testigo, tanto de
cosas que has visto como de cosas que haré que veas con respecto a mí. Yo te
libro de este pueblo y de las naciones, a quienes te envío, para abrirles los
ojos, para volverlos de la oscuridad a la luz y de la autoridad de Satanás a
Dios, a fin de que reciban perdón de pecados y una herencia entre los
santificados por su fe en mí.
“¿Qué haré, Señor?”, replicó Saulo.
El Señor Jesús le dijo:
-Levántate, sigue tu camino a
Damasco, y allí se te dirá acerca de todo lo que te está señalado hacer.
Eso fue todo. Pero como Saulo no
veía nada, por causa de la gloriosa luz que lo cegó, llegó por fin a Damasco, llevado
de la mano de los que estaban con él.
Por tres días Saulo no vio nada,
y ni comió ni bebió. Mientras tanto en Damasco, cierto discípulo de Jesús, de nombre
Ananías, tuvo una visión de Jesús, y el Señor le dijo:
-¡Ananías!
Él dijo:
-Aquí estoy, Señor.
El Señor le dijo:
-Levántate, vete a la calle Recta,
y busca en casa de Judas a un hombre llamado Saulo, de Tarso. Porque, ¡mira!,
está orando, y en una visión ha visto que un hombre, llamado Ananías, entra y
pone las manos sobre él para que recobre la vista.
Pero Ananías contestó:
-Señor, sé de muchos acerca de
este hombre, cuántas cosas perjudiciales hizo a tus santos en Jerusalén. Y aquí
tiene la autoridad, por parte de los sacerdotes principales, para poner en prisión
a todos los que invocan tu nombre.
Pero el Señor le dijo:
-Ponte en camino, porque este
hombre es un vaso escogido para llevar mi nombre a las naciones así como a
reyes y a los hijos de Israel. Porque le mostraré claramente cuántas cosas
tendrá que sufrir por mi nombre”.
Así que Ananías se fue, y entró
en la casa, y puso las manos sobre él y dijo:
-Saulo, hermano, el Señor, el
Jesús que se te apareció en el camino por el cual venías, me ha enviado, para
que recobres la vista y seas lleno de espíritu santo.
Inmediatamente, cayeron de los
ojos de Saulo unas escamas, y recobró la vista; y se levantó y fue bautizado, y
por fin tomó alimento y cobró fuerza. Entonces, estuvo por algunos días con los
discípulos que había en Damasco, e inmediatamente en las sinagogas se puso a
predicar a Jesús, que Es el Hijo de Dios. Bueno, todos los que le oían quedaban
pasmados y decían: “¿No es este el hombre que en Jerusalén destruía a los que
invocan este nombre, y que había venido acá con ese mismo propósito, para
conducirlos atados a los sacerdotes principales?
Pero Saulo siguió haciéndose
poderoso, porque confundía a los judíos que estaban en Damasco, al probar
lógicamente que Jesús de Nazaret es el Cristo.
Conocer la verdad sobre
Jesús: la reflexión necesaria
Saulo tuvo tiempo de reflexionar
en lo vivido. ¿Qué fue lo que realmente le pasó a él camino a Damasco? Realmente vio a Jesús, el Nazareno, vivo. No
fue un delirio, una alucinación, o una crisis psicológica grave, causada por su
conciencia atormentada. Saulo era un hombre sano, no padecía de enfermedades de
los nervios, ni estaba sufriendo de epilepsia.
Para Saulo, conocer a Jesús fue
un antes y un después en su vida. Por primera vez se vio obligado a reconocer que lo que los seguidores de
Jesús enseñaban era cierto. Si hemos
sido personas que creemos firmemente
en algo, y estamos plenamente
convencidos de ello, y de la manera más impactante, nos enteramos de que lo
que creemos como verdad es falso, ¿cómo nos sentimos? Todo
nuestro mundo de ideas, todo ese “mundo” de creencias y opiniones que tenemos
en la cabeza, se nos derrumba, como un castillo de naipes. La sensación de
haber creído en un engaño, y haber tomado decisiones y sacrificios por una verdad que resultó mentira, una farsa, puede
dinamitar en nuestra vida una auténtica crisis. Eso, lo vivió Saulo de Tarso.
¿Por qué?
Saulo tuvo que confrontar sus
propias creencias que como judío fariseo tenía. Tuvo que considerar por primera
vez en su mente, todo aquello que en su momento había descartado como absurdo. Sí,
efectivamente, Jesucristo, condenado por el Sanedrín, a muerte, fue, como lo
predijo Isaías, ‘despreciado y evitado por los hombres’. Imagínese lo que
significaba para Saulo tener que admitir que la nación judía rechazó al Mesías,
y que él era el responsable de perseguir a quienes no hacían otra cosa que
enseñar la verdad sobre Jesús.
Jesús era el Mesías. Esteban y los demás seguidores de Jesús tenían razón. ¿Cómo se convenció Saulo de eso? Porque se le había aparecido Jesús, habló con él, y le dio instrucciones. Punto y fin de la historia. La luz de Jesús lo dejó ciego. Ante esa realidad, ¿cómo podía Saulo continuar “dando coces contra los aguijones”? Esto significaba que, hasta a un toro testarudo, se le guía con una aguijada en la dirección que desea una persona. Por tanto, si Saulo se negaba a cooperar con los requerimientos de Jesús, se perjudicaría a sí mismo.
Lo que le sucedió a Saulo, es
algo similar a que se le apareciera Dios o un representante de Dios a un ateo. ¿Qué
efecto tendría esto en esa persona? Es imposible negar la existencia de Dios,
después de verlo, ¿cierto?
Saulo no sólo vio a Jesús, sino
que a partir de ese momento, Jesús sería una parte activa en su vida. Todo
plan, propósito o voluntad personal de Saulo, quedaba sujeta a la guía directa
de Jesús, quien le eligió para que fuera a las naciones a enseñar sobre Él. Sí,
Saulo era un “vaso escogido” de Jesucristo.
De Saulo de Tarso al Apóstol
Pablo: su metamorfosis espiritual
Saulo de Tarso tuvo que pasar por
un proceso de metamorfosis espiritual. Por medio del espíritu santo de Dios,
Jesús condujo a Saulo a través de una serie de enseñanzas, experiencias y
vivencias, que fueron modelando su vida, y le permitieron ser usado como un
vaso “escogido”, en el desarrollo del propósito de Dios.
¿Cuán poderoso es el mensaje de
Cristo? Puede hacer que una persona se transforme profunda y radicalmente
en otra. Que llegue a ser una “nueva criatura” en unión con Cristo. Ejemplo de
ello, es Saulo de Tarso, a quien conocemos mejor como el apóstol Pablo.
Tenemos las Escrituras inspiradas
ya terminadas, y al leer sobre Pablo, y cómo llevó el mensaje cristiano hasta
la parte más lejana de la Tierra, siendo el “apóstol a las naciones”, nos damos
cuenta de que fue un hombre de fe y valor. Podemos familiarizarnos con su vida
y cómo ayudó a fortalecer la fe cristiana en el siglo I d. C. Sin embargo,
Pablo no se convirtió automáticamente en un cristiano pleno, maduro, conocedor
y practicante de las enseñanzas de Jesús 2 minutos después de que Jesús se le
apareció.
Tuvo que transformarse, rehaciendo su mente. Su mente debía ser como la mente de Cristo, capaz de sondear hasta las cosas “profundas” de Dios.
Pablo reconoce que él era un tipo
de persona, y se convirtió en otra. Notemos cómo se lo hace manifiesto a
Timoteo:
Estoy agradecido a Cristo Jesús
nuestro Señor, que me hizo poderoso, porque consideró que soy fiel, y me asignó
a un ministerio, a pesar de que antes era un blasfemo, perseguidor y hombre insolente. Sin embargo, se me
mostró misericordia, porque era ignorante
y actué con falta de fe. Pero el don
de gracia de nuestro Señor, sobreabundó junto con la fe y el amor que hay en
relación con Cristo Jesús. Fiel y digno de plena aceptación es el dicho, de que
Cristo Jesús vino al mundo para salvar a pecadores. De
estos yo
soy el más notable.
1 Timoteo 1:12-15
Blasfemo, perseguidor, hombre insolente, ignorante, alguien falto de fe,
pecador… así se describe a sí mismo Pablo. Conociendo su historial de
persecución contra los cristianos, Saulo de Tarso es la última persona de la
que nosotros creeríamos que podría ser elegido por Dios para Su obra. Pero así
fue.
Saulo de Tarso pudo,
paulatinamente, vestirse de esa nueva personalidad, creada conforme a la
voluntad de Dios, en justicia y lealtad. Pudo hacerlo, porque YHWH y
Jesucristo intervinieron para guiarlo y ayudarle a lograrlo, y porque Pablo
pudo experimentar la
realidad espiritual del Cristo. Pablo se describe a sí mismo como un “aborto”,
porque conoció al Jesús glorificado, ese que vive en la luz inaccesible (1
Corintios 15:8).
Conocer a Jesús, para Pablo, no
fue un encuentro sobrenatural, él no dejó que aquel encuentro trascendental
camino a Damasco, se quedara en una mera experiencia emocional o religiosa.
Para él, fue el despertar de un modo de vivir sin Cristo a uno con Cristo. Pablo
llegó a dejarse guiar, cual oveja, por el Pastor, Jesús. Eso requirió de Pablo,
el arrepentirse. El arrepentimiento es un cambio en la mente, actitud y
propósito, un rechazo y un acabar del proceder anterior por considerarlo insatisfactorio, y sin razones para
seguirlo llevando a cabo.
A Pablo, su metamorfosis
espiritual le llevó a transformar su mente, sus actitudes, su forma de pensar,
y hacer que hasta sus pensamientos, fueran obedientes al Cristo. Pablo tuvo que
aprender, dejar de hablar como pequeñuelo, pensar y razonar como pequeñuelo, y
hablar, pensar y razonar como un hombre espiritual, eliminando las
características infantiles de un bebé espiritual. Ahora debía ser un hombre
maduro, hecho a la medida de estatura que pertenece al Cristo, capaz de aceptar
y nutrirse solamente del alimento
sólido, del cual comen los maduros.
Pablo también aprendió a exhortar a otros sobre la base del amor.
¿Podría haber logrado las cosas con el ejercicio de su autoridad apostólica?
Sí, y lo hizo siempre que fue necesario, pero también supo demostrar amor y
ternura a sus hermanos y hermanas, como una madre amable, que trata con
consideración a sus hijos e hijas. Tuvo la honestidad psicológica de admitir
que tenía una lucha entre su mente y su carne, pero que gracias a Dios mediante
Jesucristo, era capaz de entender que “ni muerte, ni vida, ni ninguna otra
creación”, puede separar a alguien del amor del Padre, que está en Cristo
Jesús.
La metamorfosis espiritual de Saulo
de Tarso culminó con su muerte, como un fiel seguidor de Jesús, quien lo salvó para
su reino celestial.
La metamorfosis espiritual
de Pablo: qué aprendemos
Aprendemos que es maravilloso y
real el experimentar a Jesucristo en nuestras vidas. Saulo de Tarso conocía a
Jesús de oídas, pero luego lo vio y su vida cambió. Podemos también
experimentar la realidad espiritual de que Jesucristo esté presente en nuestras
vidas. Podemos, al igual que Saulo de Tarso, transicionar a otro tipo de
persona, a una que tenga la “mente de Cristo”.
Una actitud clave de Saulo de
Tarso, fue comprender el sacrificio de Jesús, desde su corazón, con gratitud.
Dijo en cierta ocasión:
Ya no soy yo el que vivo. Más bien, es Cristo el que vive en unión
conmigo. En verdad, la vida que ahora vivo en carne, la vivo por la fe
que es para con el Hijo de Dios, que me amó y
se entregó por mí.
Gálatas 2:20
Pablo entendió que cuando Jesús
se sacrificó, lo hizo por él, por amor a él. Note que Pablo
dice que el Hijo de Dios lo amó. ¿La pregunta es: ¿creo realmente que Jesús
murió por mí y me amó y me
ama a mí?
Hoy día muchas personas dicen que
se encuentran con Dios o con Jesús y es un encuentro emocional. Pero más allá
de las emociones, debe haber un encuentro personal con Jesús, debe haber un
experimentar a Jesucristo como una persona viva, como ese pastor que busca a
sus ovejas y las llama por nombre. Así lo vio Pablo en su vida, y así podemos
hacerlo nosotros.
Nuestra vida puede ser diferente
si nos dejamos transformar por el amor del Padre, derramado en nuestros
corazones por Cristo Jesús. Si al igual que hizo Saulo, escuchamos la voz de
Jesús llamándonos a sus brazos, podemos entonces experimentar una auténtica
dimensión distinta en nuestra vida.