La revelación por el espíritu santo de Dios
Cristo Jesús afirmó que el "adquirir conocimiento" de Él y de Su Padre estaba conectado con la vida, la vida eterna. De manera tal que el verdadero conocimiento de Dios nos pone en la perspectiva de la eternidad, de la vida en plenitud, la inefable Felicidad, en el absoluto sentido de la palabra.
Sin embargo, hemos de admitir que si el conocimiento de Dios está relacionado a lo eterno, a lo trascendente y sublime, también necesitamos el verdadero conocimiento de Dios que nos guíe y sustente en el tiempo presente, en el ahora. La pregunta es: ¿cómo accedemos al conocimiento de Dios que nos sirva de guía en este momento en nuestras vidas?
La respuesta a esta pregunta la tenemos en la argumentación del apóstol Pablo a los corintios. Ellos se debatían en un dilema: confiar en la sabiduría proveniente de los filósofos griegos, o apoyarse en las tradiciones religiosas judías. ¿A cuál de las dos creer? En ninguna, pues Dios es el que revela verdadero conocimiento y sabiduría a Sus hijos e hijas. Así lo expuso el apóstol, quien escribió en 1 Corintios 2:12-16:
Hay una diferencia entre dos tipos de personas, según lo plantea el apóstol: hay un hombre natural, y uno espiritual. Para el hombre natural, las cosas relacionadas con la fe, la espiritualidad o la sabiduría de Dios, son asuntos sin importancia. Es una "locura", considerar asuntos espirituales.
Hoy en día, es más que notorio que existen personas a quienes la auténtica espiritualidad les parece asunto de "locos". Por ejemplo, hacer hincapié en el valor de la fe y la confianza en Dios es asunto de burla, en el que se considera "tonta" a una persona que actúa en base a su fe en Dios.
Desde el mismísimo momento en que Cristo Jesús fue bautizado, el espíritu santo, la fuerza de energía divina de Jah le guió en todos Sus caminos. Sus enseñanzas, Su manera de actuar, Su trato con todo tipo de personas, demostró que Jesús tenía una sabiduría divina, muy diferente a la que exhibían fariseos y demás religiosos "piadosos" de su época.
Por supuesto, reconocemos que Jesús es Jesús, y que somos diferentes a Él. ¿Podemos beneficiarnos de imitarle? Sí, pues el apóstol Pablo dijo a los corintios que podemos tener la "mente de Cristo". ¿Cómo llegamos a tenerla?
Jesús se dejó guiar por el espíritu santo de Dios. Él nos enseñó a orar por espíritu santo. Tener la mente de Cristo implica pedir al Padre que nos dé espíritu santo. El espíritu santo es la fuerza más poderosa que pueda existir. ¿Recuerda la visión del Trono en el Apocalipsis 4? Allí se muestran 7 lámparas de fuego, que representan el espíritu de Dios, en forma séptuple, en plenitud de funcionamiento, cumpliendo los múltiples objetivos del propósito de Dios y Su Reino.
Dios no es escaso, no tiene déficit ni se le agota Su espíritu santo. Por eso, debemos pedirle a Dios Su espíritu, y que este nos ayude. También debemos pedirle a Dios que nos dé revelación.
Cuando pensamos en la revelación que hace el Padre, se nos viene a la mente el conocer cosas como el significado de las visiones del Apocalipsis o las verdades sobre la vida y la muerte. Son cosas que Dios revela, porque sólo Él puede informarnos la verdad absoluta sobre estos asuntos. La revelación es quitar el "velo" de un asunto, de manera tal que pueda verse y entenderse con claridad. Por ejemplo, cuando Daniel interpretó al rey Nabucodonosor su sueño, lo que hizo fue revelarle el significado de lo que soñó. Ya ese sueño no era un asunto desconocido o misterioso para el rey: era un asunto revelado.
Necesitamos revelación de parte de Dios en nuestra vida. Por ejemplo, ¿cuál es el rumbo que está tomando nuestra vida en este momento? ¿Nos conviene? ¿Está en sintonía con la voluntad de Dios? Supongamos que en este momento estamos lidiando con una situación que queremos resolver. Puede ser un asunto sobre nuestra relación con los padres, la pareja, los hijos, o un rencor del pasado, tal vez una herida emocional que aún nos duele. ¿Qué hacer?
Pidamos a YHWH que nos revele lo que necesitamos saber y entender. Muchas veces nos causamos problemas y heridas emocionales porque nos aferramos al orgullo y al pasado, y no permitimos a Dios que nos ayude a salir de ese círculo vicioso. Puede ser que tengamos un punto de vista equivocado de algún aspecto de nuestro pasado, y sentimos que no podemos seguir adelante si no lo solucionamos.
Pedir espíritu santo puede ayudarnos a desatar
De igual manera, el espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
Dios es el que escudriña los corazones. Él sabe qué queremos, o qué necesitamos, aun cuando no seamos plenamente conscientes de ello. Él tiene la voluntad y el deseo de ayudarnos, de guiarnos. Por eso al orar y pedir espíritu santo, Dios sabe cuál es la intención del espíritu de nuestro corazón al orar. No debemos pensar que nuestro problema o situación es tan complejo que el Dios de amor no puede ayudar a superar, con Su amor. Pero parte de la solución que Dios nos da, es el darnos revelación sobre esos asuntos que necesitamos arreglar en nuestra vida.
Recordemos que Jesús tuvo problemas también. Su familia no creyó en Él como Mesías, y no toda persona a la que ayudó le demostró la debida gratitud. ¿Dejó eso que Él se amargara y resintiera? No. Sin embargo, dejó ir las cosas negativas, y se enfocó en el amor de Su Padre.
Cuando Dios nos da revelación a nuestras vidas, puede ser que nos ayude a entender cómo otras personas pasaron por nuestra misma situación y la superaron. Pudiera ser que al leer de las Escrituras, venga a nuestra mente ese pensamiento de paz, perdón y curación para nuestra alma. Las formas que tiene Dios para ayudarnos son infinitas, el asunto es pedirle con fe y perseverancia su espíritu santo y dejarnos guiar.
El espíritu santo de Dios no sólo revela profecías, o aspectos de la personalidad del Padre que son parte de su naturaleza divina. También Dios se vale de Su espíritu santo para guiarnos ayudarnos. Pidámosle su espíritu santo y revelación para que podamos tener una vida mejor, y sintonizar nuestra vida con Su voluntad. Hacerlo, nos ayudará a tener más consciencia del amor del Padre en nuestras vidas.
Sin embargo, hemos de admitir que si el conocimiento de Dios está relacionado a lo eterno, a lo trascendente y sublime, también necesitamos el verdadero conocimiento de Dios que nos guíe y sustente en el tiempo presente, en el ahora. La pregunta es: ¿cómo accedemos al conocimiento de Dios que nos sirva de guía en este momento en nuestras vidas?
La respuesta a esta pregunta la tenemos en la argumentación del apóstol Pablo a los corintios. Ellos se debatían en un dilema: confiar en la sabiduría proveniente de los filósofos griegos, o apoyarse en las tradiciones religiosas judías. ¿A cuál de las dos creer? En ninguna, pues Dios es el que revela verdadero conocimiento y sabiduría a Sus hijos e hijas. Así lo expuso el apóstol, quien escribió en 1 Corintios 2:12-16:
Y nosotros
no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene
de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido. De estas cosas hablamos, no con palabras enseñadas por la sabiduría
humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a
lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son
locura; y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente.
En cambio, el espiritual juzga todas las cosas, sin que él sea juzgado por nadie.
¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién lo instruirá? Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.
Hay una diferencia entre dos tipos de personas, según lo plantea el apóstol: hay un hombre natural, y uno espiritual. Para el hombre natural, las cosas relacionadas con la fe, la espiritualidad o la sabiduría de Dios, son asuntos sin importancia. Es una "locura", considerar asuntos espirituales.
Hoy en día, es más que notorio que existen personas a quienes la auténtica espiritualidad les parece asunto de "locos". Por ejemplo, hacer hincapié en el valor de la fe y la confianza en Dios es asunto de burla, en el que se considera "tonta" a una persona que actúa en base a su fe en Dios.
Sin embargo, hay un valor añadido, para quienes sean como el hombre o la mujer espiritual. ¿Cuál? La persona espiritual tiene discernimiento, sabe diferenciar, separar la paja del trigo, y descubrir el trasfondo de las verdaderas motivaciones e intenciones de otras personas que buscan subvertir y dañar su relación de amor con el Padre.
La persona espiritual tiene "la mente de Cristo".
La mente de Cristo: una mente iluminada con el espíritu santo de Dios
Desde el mismísimo momento en que Cristo Jesús fue bautizado, el espíritu santo, la fuerza de energía divina de Jah le guió en todos Sus caminos. Sus enseñanzas, Su manera de actuar, Su trato con todo tipo de personas, demostró que Jesús tenía una sabiduría divina, muy diferente a la que exhibían fariseos y demás religiosos "piadosos" de su época.
Por supuesto, reconocemos que Jesús es Jesús, y que somos diferentes a Él. ¿Podemos beneficiarnos de imitarle? Sí, pues el apóstol Pablo dijo a los corintios que podemos tener la "mente de Cristo". ¿Cómo llegamos a tenerla?
Jesús se dejó guiar por el espíritu santo de Dios. Él nos enseñó a orar por espíritu santo. Tener la mente de Cristo implica pedir al Padre que nos dé espíritu santo. El espíritu santo es la fuerza más poderosa que pueda existir. ¿Recuerda la visión del Trono en el Apocalipsis 4? Allí se muestran 7 lámparas de fuego, que representan el espíritu de Dios, en forma séptuple, en plenitud de funcionamiento, cumpliendo los múltiples objetivos del propósito de Dios y Su Reino.
Dios no es escaso, no tiene déficit ni se le agota Su espíritu santo. Por eso, debemos pedirle a Dios Su espíritu, y que este nos ayude. También debemos pedirle a Dios que nos dé revelación.
Cuando pensamos en la revelación que hace el Padre, se nos viene a la mente el conocer cosas como el significado de las visiones del Apocalipsis o las verdades sobre la vida y la muerte. Son cosas que Dios revela, porque sólo Él puede informarnos la verdad absoluta sobre estos asuntos. La revelación es quitar el "velo" de un asunto, de manera tal que pueda verse y entenderse con claridad. Por ejemplo, cuando Daniel interpretó al rey Nabucodonosor su sueño, lo que hizo fue revelarle el significado de lo que soñó. Ya ese sueño no era un asunto desconocido o misterioso para el rey: era un asunto revelado.
Necesitamos revelación de parte de Dios en nuestra vida. Por ejemplo, ¿cuál es el rumbo que está tomando nuestra vida en este momento? ¿Nos conviene? ¿Está en sintonía con la voluntad de Dios? Supongamos que en este momento estamos lidiando con una situación que queremos resolver. Puede ser un asunto sobre nuestra relación con los padres, la pareja, los hijos, o un rencor del pasado, tal vez una herida emocional que aún nos duele. ¿Qué hacer?
Pidamos a YHWH que nos revele lo que necesitamos saber y entender. Muchas veces nos causamos problemas y heridas emocionales porque nos aferramos al orgullo y al pasado, y no permitimos a Dios que nos ayude a salir de ese círculo vicioso. Puede ser que tengamos un punto de vista equivocado de algún aspecto de nuestro pasado, y sentimos que no podemos seguir adelante si no lo solucionamos.
Pedir espíritu santo puede ayudarnos a desatar
De igual manera, el espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
Dios es el que escudriña los corazones. Él sabe qué queremos, o qué necesitamos, aun cuando no seamos plenamente conscientes de ello. Él tiene la voluntad y el deseo de ayudarnos, de guiarnos. Por eso al orar y pedir espíritu santo, Dios sabe cuál es la intención del espíritu de nuestro corazón al orar. No debemos pensar que nuestro problema o situación es tan complejo que el Dios de amor no puede ayudar a superar, con Su amor. Pero parte de la solución que Dios nos da, es el darnos revelación sobre esos asuntos que necesitamos arreglar en nuestra vida.
Recordemos que Jesús tuvo problemas también. Su familia no creyó en Él como Mesías, y no toda persona a la que ayudó le demostró la debida gratitud. ¿Dejó eso que Él se amargara y resintiera? No. Sin embargo, dejó ir las cosas negativas, y se enfocó en el amor de Su Padre.
Cuando Dios nos da revelación a nuestras vidas, puede ser que nos ayude a entender cómo otras personas pasaron por nuestra misma situación y la superaron. Pudiera ser que al leer de las Escrituras, venga a nuestra mente ese pensamiento de paz, perdón y curación para nuestra alma. Las formas que tiene Dios para ayudarnos son infinitas, el asunto es pedirle con fe y perseverancia su espíritu santo y dejarnos guiar.
El espíritu santo de Dios no sólo revela profecías, o aspectos de la personalidad del Padre que son parte de su naturaleza divina. También Dios se vale de Su espíritu santo para guiarnos ayudarnos. Pidámosle su espíritu santo y revelación para que podamos tener una vida mejor, y sintonizar nuestra vida con Su voluntad. Hacerlo, nos ayudará a tener más consciencia del amor del Padre en nuestras vidas.