Jesús toca el corazón
Vivimos en medio de situaciones difíciles. El desafío de ganarnos la vida, el enfrentar las responsabilidades laborales, no importa cómo sea nuestra vida en este momento, hay Alguien que sabe cómo está nuestra vida.
Ese es Jesús.
En Apocalipsis 3:20 podemos leer una promesa que nos hace:
He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Es increíble pensar en eso. Que Jesús, Rey de Reyes y Señor de Señores, esté de pie a las puertas de nuestro corazón y nuestro espíritu, llamando y tocando, para que le demos entrada.
Jesús no sólo murió por ti y por mí. Desea que tengamos intimidad con Él, que permitamos ese flujo inagotable de amor que brota del corazón del Padre, y que Jesús siente en Su corazón por cada un@ de nosotr@s.
Nuestro corazón es importante para Jesús. Si nos limitamos a relacionarnos con Jesús bajo el esquema sectario religioso, trataremos de encajar a Jesús en un molde "católico", "evangélico", o correspondiente a una religión. Pero Jesús, Hijo de Dios, nunca quiso que lo metiéramos en una caja con etiqueta religiosa. Jesús ES Jesús, así como YHWH es Dios.
Cuando Jesús toca nuestro corazón, nos elevamos a una esfera de amor y gratitud al Padre. Sentimos que Dios es nuestro Padre amado, el Abba Padre al cual acudió en Sus horas más bajas y oscuras. Quien ha sido tocado por Jesús no se siente superior por ser creyente a quien aún no lo es, ni siente que debe ser el juez de su prójimo.
Jesús es nuestro camino al Padre. El Padre amado de Jesús, YHWH, también es nuestro Padre. Decir que soy seguidor de Jesús y negar que soy hijo o hija de Dios es negar a Jesús. Negar Su enseñanza, Su sacrificio, la esencia misma de lo que enseñó.
Para que Jesús toque nuestro corazón, debemos permitir ese toque, que nos permita entender que Dios no está lejos de nosotros, no importa si estamos en una cola para comprar comida, trabajando, o de pie en el Subterráneo, Metro, Transmilenio, o en nuestra casa. El amor del Padre está allí, puro, incondicional, sin reproches ni cuestinamientos, listo para estar en nuestra vida.
Debemos dejarnos amar de Dios, sin pensar que estamos lejos de ser las personas que deberíamos "ser". Experimentar el amor puro de Dios, es la mejor demostración de que Jesús ha tocado nuestro corazón.