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Abrahán y Sara

Abrahán y Sara son una pareja singular. Con Abrahán, Dios hizo un Pacto. Y Sara, fue madre a los 90 años, junto con Abrahán, que fue padre a los 100 años.

La historia de Abrahán y Sara está en la Biblia, concretamente en el Génesis, los capítulos 11 al 25. La vida de ambos es extensamente detallada en las Escrituras. De Abrahán se dice en la Biblia que es el padre de los que tienen fe, y Sara, es mencionada como un ejemplo de fe.

Lo valioso de analizar la vida de Abrahán y Sara es que son 2 personas cuya vida transcurre en paralelo. En la Biblia, es un caso particular de una pareja en la que ambos, tanto él como ella, evolucionan, avanzan en un proceso en el que la fe de ambos crece.

Siempre que se lee en la Biblia la vida de estos personajes tan destacados, como Abrahán y Sara, uno los ve como modelos terminados. Difícilmente uno se pregunta: ¿cómo? ¿Cómo hicieron Abrahán y Sara para alcanzar ese grado de fe?

Dios hizo un Pacto con Abrahán. Si la promesa de Dios es digna de confianza, un Pacto, ratificado, es una promesa inalterable, de que Dios habría de cumplir lo prometido.

¿En qué consistió el Pacto?

"Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan. Por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra."

Ese Pacto se hizo realidad 25 años después. Durante 25 años, Abrahán y Sara estuvieron esperando a que Dios cumpliera su parte del Pacto. Abrahán sólo tenía que ejercer fe en la promesa de Dios.

Durante esos 25 años de espera, hasta que nació Isaac, el hijo de la promesa, Abrahán y Sara tuvieron que ejercer fe.

Ambos se retroalimentaban en su confianza en Dios. Abrahán había escuchado la voz de Dios, y Sara, sabía que Dios había prometido un hijo. Evidentemente Abrahán no habría llegado a ser el padre de todos los que tienen fe, de haber tenido otra esposa que no fuera Sara. Por ejemplo, si la esposa de Abrahán hubiera sido una mujer como Jezabel, Abrahán no evoluciona en la fe, de hecho, ni siquiera hubiese salido de Ur, como Dios le mandó.

En cierta ocasión, tras 11 años de estar viviendo en Canaán, la tierra prometida, Abrahán habla con Dios. Le expresa cómo se siente, que se está quedando viejo y no tiene hijo alguno. Dios ocnfirma la promesa, y le hace ver a las estrellas, y así sería la descendencia de Abrahán. Abrahán ejerce fe en Dios. Le cree a Dios.

Esos 11 años de espera, fueron un tiempo largo para la pareja. Intentaban e intentaban, y Sara continuaba estéril.

Tras haber ratificado Dios el Pacto con Abrahán, este se encontraba a la expectativa. Ansioso, atento a cualquier señal de parte de Dios. Pero Sara continuaba estéril.

Parecía que el problema de que no se cumpliera la promesa de Dios era que Sara era estéril. Así que visto de esa forma, el problema era Sara.

Sara pensó que una esclava egipcia llamada Agar, podría ser la muejr idónea para cumplirse la promesa de Dios. Por eso le dijo a Abrahán:

—Dios me ha hecho estéril. Por lo tanto, ve y acuéstate con mi esclava Agar. Tal vez por medio de ella podré tener hijos.

¿Qué hizo Abrahán?

Abrahán aceptó la propuesta que le hizo Sara. Entonces ella tomó a Agar, la esclava egipcia, y se la entregó a Abrahán como mujer. Abrahán tuvo relaciones con Agar, y ella concibió un hijo.

Dicho hijo resultó ser Ismael.

¿Era Ismael, hijo de Abrahán y una esclava egipcia, aquel hijo que Dios había prometido?

No.

13 años después, Dios habló a Abrahán, y le dijo:

-A Sarai, tu esposa, ya no la llamarás Sarai, sino que su nombre será Sara. Yo la bendeciré, y por medio de ella te daré un hijo. Tanto la bendeciré, que será madre de naciones, y de ella surgirán reyes de pueblos.

Entonces Abrahán inclinó el rostro hasta el suelo y se rió de pensar: ¿Acaso puede un hombre tener un hijo a los cien años, y ser madre Sara a los noventa?

Por eso le dijo a Dios:—¡Concédele a Ismael vivir bajo tu bendición!

A lo que Dios contestó:—¡Pero es Sara, tu esposa, la que te dará un hijo, al que llamarás Isaac! Yo estableceré mi pacto con él y con sus descendientes, como pacto perpetuo.

En cuanto a Ismael, ya te he escuchado. Yo lo bendeciré, lo haré fecundo y le daré una descendencia numerosa. Él será el padre de doce príncipes. Haré de él una nación muy grande.

Pero mi pacto lo estableceré con Isaac, el hijo que te dará Sara de aquí a un año, por estos días.

Así que a sus 86 años, tras haber hablado con Dios, Abrahán tiene un hijo con Agar. Y cree, durante 13 años, hasta que cumple los 99 años, que la promesa de Dios YA estaba cumplida, con Ismael. Dios le sorprende diciéndole que es el hijo que tendrá con Sara, llamado Isaac, el que sería el hijo prometido, el heredero del Pacto.

Dios es reiterativo en la conversación diciéndole: "Sara, tu esposa". Cierto, el Pacto fue entre Dios y Abrahán, pero se cumpliría a través de Sara. Sara era bendecida por Dios, y reconocida como el medio de cumplir la promesa.

Así que, contra todo pronóstico, Abrahán y Sara por fin tendrían el hijo que Dios sí daría como cumplimiento de la promesa.

Abrahán pensaba para sí: "¿Acaso puede un hombre tener un hijo a los cien años, y ser madre Sara a los noventa?"

Y Sara, al enterarse de que sería madre a los 90 años, pensó para sí: "¿Acaso voy a tener este placer, ahora que ya estoy consumida y mi esposo es tan viejo?"

Pero Dios le dijo a Abraham:—¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que podrá tener un hijo en su vejez? ¿Acaso hay algo imposible para Dios?

Ambos pensaron lo mismo. Ambos tenían fe en Dios. Pero al escuchar a Dios decir lo que haría, pensaron en su vejez, en la imposibilidad humana de que algo así pudiera ocurrir. Pero... TODAS las cosas son posibles para Dios.

Hay detalles de este relato que sorprenden. Sorprende por ejemplo, que Abrahán y Sara creyeran durante 13 años, que la maniobra que hicieron de que Agar fuera la madre sustituta del supuesto heredero de la promesa era Ismael, y no Isaac.

Sobre el nacimiento de Ismael, expresó el apóstol Pablo que fue a la manera de la carne.

Sobre el nacimiento de Isaac, dijo que nació a la manera del espíritu.

Y es que la fe es espiritual, y no carnal. Es guiada por Dios, no guiada por las opiniones propias.

Cuando Sara planteó a Abrahán, que tomara a Agar para que tuvieran un hijo, ¿fue idea de Dios? No. Fue idea de Sara. Y Abrahán la escuchó.

¿Por qué Abrahán no consultó con Jehová para saber si Él estaba de acuerdo en hacer las cosas de esa manera ANTES de acostarse con Agar?

No lo hizo porque consideró en su corazón que ESA era la forma en que se cumpliría la promesa de Dios. Recordemos que Jehová acababa de ratificar el Pacto con Abrahán, y luego sucede que Sara le propone acostarse con Sara. Todo parecía muy conveniente. Parecía que Dios estaba detrás de esa iniciativa de Sara.

Y 13 años después, Dios dice NO. No estuvo Dios de acuerdo en hacer las cosas de esta manera.

El hecho de que Abrahán fuera el padre de los que tienen fe, y Sara una mujer de fe, no significa que fueran infalibles en cada etapa de su vida, en las que ejercieron fe.

Para el creyente, el que desee tener fe en Dios, mirarse en ese espejo de Abrahán y Sara es conveniente y necesario.

Cuando uno busca interpretar la voluntad de Dios, uno busca señales, indicios, algo que marque el camino. Y sucede, como les pasó a Abrahán y Sara, que parece que ciertos eventos y circunstancias, son la manifestación de la voluntad de Dios.

¿Qué llevó a creer a Abrahán, el padre de los que tienen fe, en el error de que tener un hijo con Agar sí venía de Dios?

La mente humana tiene el mecanismo de creer lo que quiere creer, ver lo que quiere ver. Abrahán tuvo fe sí, pero sencillamente, en algún punto de su vida, aún teniendo fe, creyó que podía ayudar a Dios a cumplir su promesa.

¿De veras Dios lo necesita a uno para cumplir su promesa, sea cual sea esta? La historia de Abrahán y Sara demuestra que no.

Isaac nace. Todo es alegría y dicha. Dios cumplió su promesa. Isaac, el heredero, crecía, en el seno de un hogar que esperó muchos años para que llegara él.

Ismael e Isaac, los dos hijos de Abrahán, no podrían vivir juntos. Era como pretender que lo carnal y lo espiritual vivieran bajo el mismo techo de las tiendas de campaña que constituían el hogar de la familia.

Sara se dio cuenta de que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abrahán se burlaba de su hijo Isaac. Por eso le dijo a Abrahán:

—¡Echa de aquí a esa esclava y a su hijo! El hijo de esa esclava jamás tendrá parte en la herencia con mi hijo Isaac.

Este asunto angustió mucho a Abrahán porque se trataba de su propio hijo.

Pero Dios le dijo a Abrahán:
-No te angusties por el muchacho ni por la esclava. Hazle caso a Sara, porque tu descendencia se establecerá por medio de Isaac.

Este es el único caso en la Biblia en la que se muestra directamente que Dios manda a un hombre a escuchar a la esposa.

Dios dice a Abrahán que le haga caso a Sara.

Sara tenía la intuición de ver las cosas a largo plazo. Vio que si Ismael seguía viviendo con ellos, perjudicaría a Isaac, cosa que ella como madre no permitiría.

Dios interviene, para que Abrahán haga caso. La potencialidad espiritual y psicológica de muchos hombres no se despliega a su máximo nivel, por no escuchar a sus esposas, por ignorar sus planteamientos, por no beneficiarse de su visión de los asuntos.

Porque la fe también es asunto de tener visión, de ver más allá de lo obvio. En este caso Abrahán, cegado por las emociones, no podía enfocarse en el hecho más importante: la promesa de Dios, centrada en Isaac.

Abrahán vivió 175 años, y Sara 127. Ambos son reconocidos como ejemplos de fe. Pero eran personas de carne y hueso, con quienes Dios trató. Tenían sus altas y sus bajas, pero una mirada más a fondo de ellos puede ayudar a entender cómo alcanzar esas cotas de fe y esperanza, tan necesarias hoy día.
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