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Jesucristo: el Verbo de Dios


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Jesucristo

Clara. Contundente. Sencilla. Así suena esta frase que declaró Jesús sobre sí mismo. Él, con Su enseñanza sobre el Padre, el Reino de los Cielos, la oración, el amor, la fe, y tantas otras verdades que difundió mientras estuvo en la tierra, realmente demostró que Él era la luz del mundo.

Si nos detenemos a pensar en el hecho de que hace 2.000 años, la gente necesitaba escuchar la enseñanza de Jesús, ¡cuánto más se necesita del Verbo viviente en estos tiempos! En medio de tantas propuestas religiosas, opciones espirituales, o postulados filosóficos, la verdad sencilla y clara que se encuentra en la enseñanza de Jesús se demuestra, más que nunca en estos tiempos, viva y viviente.

Jesucristo es el Verbo, la Palabra de Dios. Hay una profunda realidad espiritual conectada con las palabras, las palabras son portadoras de realidades. Cuando decimos palabras como amor, paz, odio, fe, verdad, mentira, nuestra mente comienza de inmediato a asociar, a conectar, buscando en nuestra memoria significados. Nuestra mente humana está relacionada con el lenguaje. Nuestros pensamientos y las palabras están conectados, pues sólo pensamos en aquello que tiene significado para nosotros. Pensamos con claridad, dependiendo de las palabras que tengamos almacenadas.

En idioma español, entendemos la diferencia entre los sustantivos, los pronombres y los verbos. Es algo reconocido, que mientras mayor y más diverso sea nuestro vocabulario, mejor estructurado será nuestro cerebro, y por consiguiente, nuestra capacidad de pensar claramente será mejor. Sin palabras no hay pensamiento. ¿Por qué? Porque las palabras son el medio principal que tenemos para recibir y transmitir información.

En la enseñanza de Jesús, encontramos palabras que se repiten. Padre, fe, amor, luz, verdad, vida, son siempre usadas por él. Frases como “el Reino de Dios”, “el Reino de los Cielos”, “el Reino de los Cielos se parece a”, son algunas de las más conocidas. Inolvidable es la introducción que hace Jesús del Sermón del Monte con la palabra “bienaventurados”, o las veces que Jesús dice en el mismo Sermón “no”: “no juzguen”, “no se preocupen”, “no teman”, por citar algunos ejemplos.

Estas palabras y frases, que en forma de instrucción, o de parábolas, expresó Jesús mientras estuvo en la Tierra, son luz viviente. No son enseñanzas bonitas, que apelan a lo mejor del ser humano, o doctrinas teológicas. La enseñanza de Jesucristo es luz, porque ilumina, nos da claridad, nos enseña e instruye en los caminos de YHWH, nos muestra cómo andar. Hace 2.000 años, la gente que escuchó a Jesús vio una diferencia radical entre Su enseñanza, y la farisaica: Jesús enseñaba con la autoridad espiritual del Padre, y difundía la verdad. Esa misma que, cínicamente, Poncio Pilato dudó que realmente existiera al preguntar “¿qué es la verdad?”.   

Un hombre que reconoció la luz viviente del Verbo, Jesucristo, fue Pedro. Cuando algunos discípulos dejaron de seguir a Jesús, Pedro no lo hizo. ¿Por qué? ¿Por qué Jesús le garantizaba una vida fácil, llena de glorias, lujos y reconocimiento social? Pedro dijo a Jesús la razón, el por qué él seguiría a Jesús:

Señor, ¿a quién iremos? tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente.

Pedro había escuchado la enseñanza de Jesús. Más que eso, había creído y conocía quién era Jesús, el Hijo del Dios Viviente. YHWH es el Dios Vivo, el Dios de la luz, que da vida, que provee, que sustenta a toda Su Creación. Y ese testimonio lo dio Jesús. Evidentemente, cuando Jesús enseñaba la verdad que había aprendido de Su Padre, YHWH, esa palabra era luz, para quienes habían estado en oscuridad espiritual. Y era luz viviente, pues al ejercer fe en Jesús, la vida eterna era posible, gracias a Su sacrificio.

Al igual que Pedro, podemos conocer y creer que en las enseñanzas de Jesucristo, encontramos dichos, palabras de vida eterna. La verdad sobre Dios, y sobre cómo vivir con propósito, la hallamos en Jesús, en quien “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento de Dios” (Colosenses 2:3). Además, el Reino de Dios, la más importante enseñanza de Jesús, no es tan solo una “enseñanza” o tema espiritual. El Reino de Dios es una realidad, que Jesús nos enseñó a pedir que “venga”, y que se haga manifiesta en este planeta.

Para los creyentes, es importante tener un conocimiento revelado sobre la luz viviente del Verbo, Jesucristo. Jesucristo es Verbo, luz viviente. En estos tiempos en los que vemos cómo los sucesos, acontecimientos mundiales y demás circunstancias globales, muestran el claro cumplimiento profético de las palabras de Jesús sobre la Presencia del Hijo del Hombre, es importante, vital, considerar en profundidad las enseñanzas de Jesús, y su conexión con el escenario mundial actual.

Por ejemplo, en Lucas 17:20-37, Jesús compara los días de Noé y de Lot, con los tiempos de la Presencia del Hijo del Hombre. La gente come, bebe, se casa, vive su vida “normal”. Pero ello no impide que la Presencia del Hijo del Hombre suceda y se desarrolle, viéndose como un “relámpago”, visible de un extremo a otro. Así lo predijo Jesús.

Esto nos hace pensar en lo “vivas” que son las palabras de Jesús. Sus profecías, y Sus enseñanzas, deben ser atendidas con suma atención. No son las profecías de Nostradamus, o de algún chamán. Ni Su enseñanza es cambiante, con fecha de vencimiento, que corre el riesgo de podrirse o corromperse. Es palabra viva, a la que debemos prestar atención, como una luz en estos tiempos de oscuridad, en los que muchas personas se acercan, algunas por vez primera, a los pies del Señor Jesús.

No necesitamos de la intermediación de nadie para recibir la iluminación de la luz viviente del Verbo, Cristo Jesús. “Sigan pidiendo, sigan buscando, y sigan tocando”, enseñó Jesús, para que tengamos la fe y perseverancia de buscar a Dios, y recibir la iluminación que necesitamos. El estudio bajo oración de las Escrituras puede iluminar nuestro entendimiento, y darnos claridad sobre las preguntas o interrogantes que tengamos. No existe sustituto para el aprendizaje personal sobre Jesucristo. No nos lo va a enseñar una iglesia o pastor. Nos lo revelará YHWH, por medio de nuestra búsqueda sincera de la comprensión de las enseñanzas de Jesús. ¿Vale la pena el esfuerzo? , si queremos la luz viviente del Verbo iluminando y guiando nuestra vida.

   
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