Reencontrarnos con Jesús
Jesucristo |
Cuando tenemos cierto tiempo sin ver a una persona
estimada, anhelamos el momento de volver a compartir gratos momentos en
compañía de ese ser especial.
En estas fechas, se recuerda de manera particular a Jesús.
Es una imagen que se manifiesta como un recién nacido, indefenso, a merced de
las circunstancias. Pero también es una época de reflexión, de hacer balance.
De lo que hicimos, de lo que no hicimos, de lo que hubiéramos podido o querido
hacer.
De alguna manera, tenemos la oportunidad de reencontrarnos
con Jesús. Independientemente de cómo fue nuestro primer encuentro con Jesús, a
través de una iglesia, un grupo religioso o por la tradición familiar, la
posibilidad de reencontrarnos con Él es posible y real.
Jesús nos invita al amor, a la paz, a la esperanza. Y son
esas cosas las que más deseamos en nuestra vida. Sólo que, a veces, olvidamos
la esencia del mensaje primigenio de Jesucristo.
Según los evangelios, Jesús siempre se muestra con una
plena confianza en el carácter providencial, amoroso y misericordioso de YHWH.
Tenía convicción firme en el Padre, sin ningún género de dudas. Se sentía Hijo de Dios. Era Hijo de Dios.
Vale la pena reencontrarnos con ese Jesús que, pese a las
circunstancias más adversas, no abandona Su convicción, ni Su amor al Padre y a
los suyos. Él está aferrado al Padre, no le abandona, no cuestiona las
vicisitudes, sino que, con la sabiduría y confianza en Dios, las confronta y
vence.
Sin duda alguna, necesitamos aferrarnos a la fe en Dios,
pero no desde la perspectiva equivocada. La fe, la que enseñó Jesús, no es un
mero consuelo frente a las dificultades, ni un salvavidas que no nos deja
ahogarnos en la desesperanza. No se trata de una fe ilusa, ingenua, que no
pondera los pros y los contras de una situación.
Recordamos que Jesús enseñó que si teníamos fe del tamaño
de un grano de mostaza, moveríamos montañas y las arrojaríamos al mar.
Es
interesante ver que Jesús no niega la existencia de dicha “montaña”, no la
minimiza, ni cree que es imposible de mover. La religiosidad y enseñanzas “cristianas”
que a veces escuchamos, nos llevarían a conformarnos, y enseñarnos que dichas
circunstancias adversas deben ser aceptadas con resignación como “la voluntad
de Dios”.
Jesús nos enseña que se pueden enfrentar las dificultades
y contradicciones de la vida, y aún así, tener tranquilidad. Tranquilidad y
calma, por la real presencia del Padre celestial.
Al reencontrarnos con Jesús, renovamos la veracidad de la
genuina experiencia de sentir el amor del Padre, ese que tiene los cabellos de
nuestras cabezas contados. Las dudas, contradicciones, frustraciones o
desilusiones, pueden sobrevenir en nuestra vida, pero el reencuentro con Jesús
nos recuerda que la voluntad de Dios es buena, positiva, y llena de cosas
valiosas para nuestra vida. Hay lealtad a Dios, y hay confianza, pese a las
adversidades, hay triunfo seguro, y eso nos lo enseña Jesús.
Aprovechemos estos tiempos para el reencuentro con Jesús,
acerquémonos a lo que realmente es importante y permanente en nuestras vidas,
renovando el poderoso espíritu de fe y esperanza que nos enseñó Jesús.