El Sueño de Jacob
Jacob, el gran patriarca hebreo, tuvo un sueño. Sabía que Jehová estaba en ese lugar donde él dormía. Era increíble, pero cierto. Sintió temor de estar en un lugar muy especial: la casa de Dios, y la puerta de los cielos.
Así que Jacob se levantó muy de mañana y tomó la piedra que era su almohada y la convirtió en una columna y derramó aceite sobre la parte superior de ella.
Y llamó a aquel lugar Betel (Casa de Dios), aunque, de hecho, Luz era el nombre de la ciudad anteriormente.
Jacob llamó a una piedra Betel, que significa Casa de Dios.
Uno se imagina llamar la Casa de Dios, o Betel, a un lugar muy especial. Lleno de oro, diamantes, rubíes, esmeraldas, rodeada de los más exóticos jardines.
Pero, ¿llamar Casa de Dios a una piedra?
Pero Jacob tuvo sus razones para ungir con aceite una piedra, convertida en un lugar sagrado.
Este hombre había salido de su casa, en Canaán, donde vivía con su familia. ¿Adónde iba? A buscar una esposa, a la tierra de Harán.
Jacob no era un hombre cualquiera. Era el hombre a quien Dios había elegido para ser el heredero del Pacto que hizo Dios con Abrahán. Era un hombre que había hecho de las promesas de Dios el centro de su vida. A diferencia de Esaú su hermano, quien nunca valoró el derecho que le daba en la relación con Dios el ser primogénito.
Esaú vendió a Jacob la primogenitura por un plato de lentejas.
Pero ahora Jacob, con la bendición de Isaac su padre, tenía que hacerse su propia historia personal de relación con Jehová. Ya no era el hijo de Isaac. Era el heredero del Pacto con Abrahán, y eso cambiaba su orden de vida.
¿Qué hizo Jehová para establecer Su Pacto con Jacob? Porque Jacob había recibido la bendición de Isaac, pero hasta este punto de la historia, Dios no había hecho nada que manifestara su nueva relación con Jacob.
Así que Jacob, estando solo, en su primera noche totalmente fuera de la protección de su padre Isaac, fuera del clan patriarcal y en búsqueda de establecer su propio hogar, tras caminar largas horas, por fin se detiene a dormir.
Y entonces comienza a soñar. En su sueño ve una escalera situada sobre la tierra, y su parte superior alcanzaba hasta los cielos. Una escalera de la Tierra al Cielo. Y allí estaban los ángeles de Dios ascendiendo y descendiendo por ella. Al final de la escalera, en el Cielo estaba... Jehová.
Dijo:
“Yo soy Jehová el Dios de Abrahán tu padre y el Dios de Isaac. La tierra sobre la cual estás acostado, a ti te la voy a dar, y a tu descendencia. Y tu descendencia ciertamente llegará a ser como las partículas de polvo de la tierra, y ciertamente te extenderás hacia el oeste y hacia el este y hacia el norte y hacia el sur, y por medio de ti y por medio de tu descendencia todas las familias del suelo ciertamente se bendecirán. Y aquí estoy yo contigo y ciertamente te guardaré en todo el camino por el cual estás yendo, y ciertamente te haré volver a este suelo, porque no voy a dejarte hasta que realmente haya hecho lo que te he hablado”.
Al despertarse Jacob sintió temor. Había vivido una experiencia sobrenatural. Una experiencia numínica, en la que Jacob se relacionó con un ser sobrenatural espiritual. Dios le habló a Jacob por medio de este sueño, y a lo largo de la vida de Jacob este tipo de experiencias se presentarían en momentos clave en los que Jehová le comunicaría Su voluntad.
El temor que sintió Jacob fue un temor reverencial por el hecho de que Dios le hablara.
La numinosidad, o atributo de Dios de hacer manifiesta su presencia sobrenatural, es una constante en la Biblia. Manifestaciones espectaculares como el milagro del Mar Rojo, o el Monte Sinaí temblando, en medio de oscuridad, fuego, o relámpagos, son ejemplos de experiencias numinosas en las que el protagonista es Dios, haciéndose presente, o haciéndose manifiesto ante las personas que veían la manifestación.
El sueño de Jacob era el primer paso en iniciar la relación de él con Dios.
¿Qué significa el sueño de Jacob, y qué interpretación tiene que nos ayude a nosotros hoy?
Jacob vio una escalera. De la Tierra al Cielo.
¿Nos es posible a los humanos acercarnos a Dios? Sí. Pero es Dios quien asume la iniciativa, y no nosotros.
Es Dios Quien decide cuándo y cómo acercarse a nosotros. Jacob tuvo que realizar una serie de acciones, y cada persona que quiere acercarse a Dios debe darlos también.
Jacob ve ángeles ascender y descender al Cielo. Ellos son los mensajeros de Dios. Los que ejecutan las órdenes divinas. ¿Hemos sido afectados en algún momento de nuestra vida por ángeles? Seguro que sí. Pero convertir esa intervención angélica en un motivo para venerar ángeles sería un error.
Jacob ve al final de la escalera a Jehová. Jehová le habla, brindándole las palabras de confirmación de Pacto.
Hoy Dios parece repetir el llamado a recordar Sus promesas. De bendecir, de guiar, de consolar, de proveer.
Y finalmente, una piedra es ungida como la Casa de Dios.
¿Qué es la Casa de Dios? ¿Una Iglesia, o lugar de reunión para aprender de Dios?
La Casa de Dios es donde está Jehová. Donde está la presencia de Dios y su favor.
Donde está Dios se siente inmediatamente. Quien tiene la presencia de Dios y su favor también es una persona diferente. Como Jacob, que no era perfecto, ni superhombre, pero que sin lugar a dudas jamás olvidó que pasara lo que pasara, donde él estuviera, estaba Dios y SU presencia.
Sí, donde está Jehová presente, esa es Su Casa.