Qué son los libros apócrifos
¿Por qué?
Porque hay versiones de la Biblia que añadieron 7 libros a los 66 que se han reconocido como inspirados, pertenecientes al canon bíblico.
Estos 7 libros añadidos a la Biblia son:
· Tobías
· Judit
· Sabiduría
· Eclesiástico
· Baruc
· Primero de los Macabeos
· Segundo de los Macabeos
· Añadiduras al libro de Ester y tres añadiduras a Daniel: el Cántico de los tres jóvenes, la Historia de Susana y la Historia de Bel y el dragón
La Iglesia Católica Romana añadió estos 7 libros y estas porciones a los libros de Ester y Daniel en el Concilio de Trento (1546). Los escritores católicos los llaman deuterocanónicos, que significa “del segundo [o posterior] canon”, a diferencia de los protocanónicos (o los 66 libros que son comúnmente aceptados).
¿Por qué estos 7 libros añadidos y las porciones que se agregaron a los libros de Ester y Daniel NO son parte de la Biblia?
Porque no fueron inspirados por el espíritu santo de Jehová.
Aunque en algunos casos estos escritos tienen cierto valor histórico, no son inspirados. Los hechos indican que el canon hebreo se completó después de la escritura de los libros de Esdras, Nehemías y Malaquías, en el siglo V a. E.C. Estos escritos, llamados “apócrifos”, indicando que son espurios o falsos como escritos inspirados por Jehová, nunca se incluyeron en el canon judío de las Escrituras inspiradas y no forman parte de ellas en la actualidad.
El historiador judío Josefo, del primer siglo, indica que solo se daba reconocimiento a aquellos pocos libros (del canon hebreo) que se consideraban sagrados. Dijo: “Por esto entre nosotros no hay multitud de libros que discrepen y disientan entre sí; sino solamente veintidós libros [el equivalente de los treinta y nueve libros de las Escrituras Hebreas según la división moderna], que abarcan la historia de todo tiempo y que, con razón, se consideran divinos”. Después demuestra que conoce la existencia de los libros apócrifos y su exclusión del canon hebreo, al añadir: “Además, desde el imperio de Artajerjes hasta nuestra época, todos los sucesos se han puesto por escrito; pero no merecen tanta autoridad y fe como los libros mencionados anteriormente, pues ya no hubo una sucesión exacta de profetas”. (Contra Apión, libro I, sec. 8.)
Una prueba de que estos libros apócrifos no son inspirados es el hecho de que ninguno de los escritores cristianos de la Biblia citó de ellos. Esto no es concluyente, dado que tampoco se cita de algunos libros que sí son reconocidos como canónicos (Ester, Eclesiastés y El Cantar de los Cantares), no obstante, el que no se cite ni una sola vez de ninguno de los escritos apócrifos es significativo.
Por otra parte, los principales eruditos bíblicos de los primeros siglos de la era común, por lo general han catalogado los libros apócrifos como escritos de segundo orden, no inspirados.
La lectura de estos escritos apócrifos es concluyente sobre su carácter no inspirado por Jehová. No hay elementos proféticos. Su contenido y enseñanza en ocasiones contradice a los libros canónicos y ellos mismos también se contradicen entre sí. Carecen del armonía, estructura y orden que reflejan los escritos inspirados, los 66 que se reconocen como correspondiente a “Toda Escritura”, (2 Timoteo 3:16).
Son inexactos en referencias históricas y geográficas. En algunos casos, los escritores son faltos de honradez al presentar falsamente sus obras como si fuesen de escritores inspirados de épocas anteriores. Reflejan la influencia de la filosofía griega, y en ocasiones recurren a un lenguaje extravagante y un estilo literario totalmente ajeno al estilo de las Escrituras inspiradas.
Es interesante resaltar que a partir del siglo II D.C., surgieron gran cantidad de escritos que pretendían ser inspirados por Dios y canónicos, y estar relacionados con la fe cristiana. Se les ha llamado el “Nuevo Testamento Apócrifo”, e imitan a los evangelios, los Hechos, las cartas y las revelaciones de los libros canónicos de las Escrituras Griegas Cristianas. Un gran número de estos solo se conocen gracias a algunos fragmentos que se han conservado, o por citas o alusiones de otros escritores.
Estos escritos intentan suministrar la información que los libros inspirados omiten deliberadamente, como las actividades y acontecimientos relacionados con la vida de Jesús desde su tierna infancia hasta el momento de su bautismo. También tratan de suministrar apoyo para las doctrinas o tradiciones que no tienen base en la Biblia o que la contradicen.
Por ejemplo, el llamado evangelio de Tomás y el protoevangelio de Santiago abundan en relatos fantásticos de supuestos milagros efectuados por Jesús durante su infancia, pero lo representan de tal manera que hacen que parezca un niño caprichoso y petulante dotado de poderes impresionantes.
Los “Hechos” apócrifos, como los “Hechos de Pablo” y los “Hechos de Pedro”, dan gran importancia a la abstinencia total de relaciones sexuales y hasta afirman que los apóstoles animaban a las mujeres a que se separasen de sus esposos, lo que contradice el consejo inspirado de Pablo registrado en el capítulo siete de Primera a los Corintios.
Al comentar sobre tales escritos apócrifos postapostólicos, The Interpreter’s Dictionary of the Bible (edición de G. A. Buttrick, 1962, vol. 1, pág. 166) dice: “Muchos de estos son triviales; algunos, altamente teatrales; algunos, repugnantes, hasta asquerosos”. El New Standard Bible Dictionary (de Funk y Wagnalls, 1936, pág. 56) comenta: “Han sido la fructífera fuente de leyendas sagradas y tradiciones eclesiásticas. Es a estos libros adonde debemos acudir para encontrar el origen de algunos de los dogmas de la Iglesia católica romana”.
Tal como los escritos apócrifos primitivos se excluyeron de las Escrituras Hebreas precristianas, estos escritos apócrifos posteriores tampoco se aceptaron como inspirados ni se incluyeron en las primeras colecciones o catálogos de las Escrituras Griegas Cristianas.