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Daniel, profeta de Dios



Babilonia era el imperio más poderoso que el mundo haya conocido, y ahí estaba Daniel. Desde muy joven vivía allí, siendo parte de la corte del rey Nabucodonosor, sirviendo como sabio y consejero real.

De Daniel sabemos que poseía la capacidad de interpretar sueños y visiones, y fue esa la clave de su accionar profético. Primero Nabucodonosor, y luego Belsasar su nieto, estuvieron entre los reyes a los que Daniel dio mensajes divinos.

En el exilio, Dios seguiría levantando profetas. Pero ya no en Jerusalén o Israel. Ahora los tiempos eran diferentes. Era Babilonia la Ciudad-Imperio más poderoso del mundo conocido, y todos en el mundo conocido del Oriente Medio estaban sometidos a ella. Y allí, en Babilonia, Dios siguió revelando asuntos sobre el futuro, asuntos que hasta el día de hoy, siguen causando asombro y son el interés de muchos estudiosos de las profecías bíblicas.  

Nabucodonosor se guiaba por la adivinación. Al planear sus incursiones militares. Por ejemplo, la profecía de Ezequiel dice que el rey de Babilonia empleó adivinación para decidir si iba contra Rabá de Ammón o contra Jerusalén, mirando en el hígado. Buscaba a través de magos y hechiceros el conocimiento del futuro. ¿Voy a la guerra o no? ¿Alzo los impuestos ahora o el otro mes? ¿Puedo confiar en esta persona como consejero?

La guía diaria en su vida, la de Nabucodonosor, se basaba en la magia y el ocultismo. Estas artes ocultas y poderes sobrenaturales estaban relacionadas con los poderes ocultos y espiritistas. Daniel, por otra parte, guiaba su vida en adorar a YHWH, le buscaba y oraba 3 veces al día, con la vista en dirección a Jerusalén.

En Babilonia existía la magia. La “negra”, que consiste en maleficios, maldiciones especiales y “el mal de ojo”, que causan daño a los enemigos del que la practica. Y la magia “blanca”, dicen sus practicantes, produce buenos resultados rompiendo los maleficios y anulando las maldiciones. Mediante fórmulas mágicas, mantras, ritos, obtenidos gracias al conocimiento y la sabiduría sobrenaturales, el hechicero, mago, o astrólogo, o practicante de las artes ocultas, trata de influir sobre personas y acontecimientos futuros.

Daniel no dirigió a Nabucodonosor a creer en la magia y hechicería. Le indicó que existe un Dios que es Revelador de secretos (Daniel 2:28). Y a Belsasar interpretó la escritura en la pared (Daniel 5).

No existen trucos mágicos o sensacionalismos en el mensaje divino, y eso lo vemos a través de Daniel. Fue sensible a los susurros del espíritu, y comprendió lo que Dios quería transmitir. Podemos discernir cumplimientos proféticos en nuestros tiempos, si, al igual que Daniel, nos centramos en la oración y permitimos que sea Dios quien nos indique su parecer sobre los asuntos.

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