La sabiduría de Salomón
El rey Salomón juzga a dos mujeres |
Aquella noche
era muy especial. En Gabaón, lugar donde estaba el Tabernáculo de Dios, estaba
el rey Salomón. Recientemente, Salomón había llegado a ser rey de Israel, se
había casado, y paulatinamente iba estableciéndose su reinado. Acudir a Gabaón,
era necesario para él. ¿Por qué?
El hijo del
rey David era un hombre que “amaba a YHWH” (1 Reyes 3:3). Iba a ofrecer
sacrificios al Dios de Israel. Por ello, dispuso de mil ofrendas quemadas para
Dios, en el altar de Gabaón, donde estaba el Tabernáculo y el Arca del Pacto.
Salomón se
acostó a dormir. Y, en un sueño, se le apareció YHWH.
“¿Qué quieres
que te dé?” preguntó Dios.
Salomón
respondió:
—Tú trataste
con mucho amor a tu siervo David, mi padre, pues se condujo delante de ti con
lealtad y justicia, y con un corazón recto. Y, como hoy se puede ver, has
reafirmado tu gran amor al concederle que un hijo suyo lo suceda en el trono.
Ahora, Señor
mi Dios, me has hecho rey en lugar de mi padre David. No soy más que un
muchacho, y apenas sé cómo comportarme. Sin embargo, aquí me tienes, un siervo
tuyo en medio del pueblo que has escogido, un pueblo tan numeroso que es
imposible contarlo. Yo te ruego que le des a tu siervo discernimiento para
gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario,
¿quién podrá gobernar a este gran pueblo tuyo?
1 Reyes 3:5-10
La respuesta
de Salomón refleja humildad y un sincero reconocimiento de que era el amor de
Dios por David su padre, la razón por la cual era rey. Pero era un rey que
sabía que era joven, con una gran responsabilidad sobre sus hombros. Ser rey de
Israel no era poca cosa. Israel era un pueblo numeroso, de millones de
personas, que estaba bajo relación de pacto con Dios. A Dios le agradó que
Salomón hubiera hecho esa petición, de modo que le dijo:
—Como has
pedido esto, y no larga vida ni riquezas para ti, ni has pedido la muerte de
tus enemigos sino discernimiento para administrar justicia, voy a concederte lo
que has pedido. Te daré un corazón sabio y prudente, como nadie antes de ti lo
ha tenido ni lo tendrá después. Además, aunque no me lo has pedido, te daré
tantas riquezas y esplendor que en toda tu vida ningún rey podrá compararse
contigo. Si andas por mis sendas y obedeces mis decretos y mandamientos, como
lo hizo tu padre David, te daré una larga vida.
Cuando Salomón
despertó y se dio cuenta del sueño que había tenido, regresó a Jerusalén. Se
presentó ante el arca del pacto del Señor y ofreció holocaustos y sacrificios
de comunión. Luego ofreció un banquete para toda su corte.
1 Reyes
3:10-15
Salomón ora a Dios en el Templo |
La respuesta
de Dios fue darle a Salomón sabiduría, discernimiento para administrar
justicia, y le dio también lo que no pidió: riquezas y esplendor. Salomón sólo
debía ser fiel y obediente a Dios toda su vida, como David.
La sabiduría
de Salomón se demostró pronto. El célebre juicio a las dos mujeres que alegaban
ser la madre del niño vivo, dio origen a la fama de la sabiduría “salomónica”.
Su fama llegó a los confines del mundo conocido. Podía hablar tres mil
proverbios, compuso canciones, y parte de los Proverbios, y los libros de Eclesiastés
y El Cantar de los Cantares fueron escritos por él. Su conocimiento se
relacionaba con la psicología humana, economía, biología, botánica, relaciones internacionales,
leyes, estrategia militar, entre otros tópicos del conocimiento.
Salomón era
sabio. Por él, la reina de Saba viajó cientos de kilómetros para verlo,
escuchar sus palabras, y poder apreciar la magnificencia de su palacio. Quedó impactada
después de conocerle, y le dio ricos y costosos regalos (1 Reyes 10).
Salomón adorando a dioses paganos |
Se cuestiona
que, al final de su vida, Salomón se apartó de Dios. Su sabiduría, riquezas y
esplendor, parecieron no ser suficientes para generarle felicidad. Mil mujeres
y dioses paganos llegaron a ocupar el primer lugar en el corazón de Salomón. Si
hubo alguien que lo tuvo TODO fue Salomón, pero no fue suficiente para él. Su amor por Dios no se mantuvo hasta el fin de su vida.
Su ejemplo nos recuerda lo necesario que es no sólo la sabiduría, sino también el amor a Dios, fe en Él, y que esto nos motive y guíe.