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Qué aprendemos del mensaje de Jesucristo a Laodicea

En los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis, se desarrolla la primera de las 16 visiones que conforman el mensaje profético de Revelación. En ellos, Jesucristo, tras haber ascendido a los cielos y ver cómo el mundo antiguo de aquel entonces había recibido su evangelio (Colosenses 1:23), transmite por medio del apóstol Juan, un mensaje a 7 iglesias o congregaciones de Asia Menor: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. 
El último de los 7 mensajes, es el que dirige a los cristianos de Laodicea. ¿Qué les dice Jesús? Así lo leemos en Apocalipsis 3:14-22:  
14 "Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: 
"El Amén, el testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios, dice esto: 
15 "Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
16 Pero por cuanto eres tibio, y ni frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Tú dices: Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad. Pero no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo.
18 Por tanto, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez. Y unge tus ojos con colirio para que veas.
19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete.
20 Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo.
21 Al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias". 

Lo primero que hace Jesús es establecer la autoridad con la que habla. Dice que es el "Amén, el testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios". Que sea el Amén, nos recuerda que por medio de Él, todas las promesas de Dios se hacen realidad, son un rotundo (2 Corintios 1:20). Pero además, para resaltar su confiabilidad y fidelidad, dice que es el Testigo fiel y verdadero. Un testigo, por definición, es alguien que puede dar testimonio, de cosas que ha visto, vivido y experimentado. Desde que fue creado como el "principio" de la Creación de Jehová (Juan 1:1), ha visto y participado de la obra y el accionar de Dios desde tiempos indefinidos. Su testimonio es siempre fidedigno, basado en la verdad.

Quizás podríamos pensar que no era necesario que Jesucristo recordara a los laodicenses quién era Él. Sin embargo, el tener presente quién es realmente el Hijo de Dios, el Unigénito, nos permite apreciar y valorar su rol dentro del propósito divino. Para muchos hoy día, Jesucristo es parte de una Trinidad, o simplemente, un profeta más, un buen hombre que vivió hace 2.000 años. El recordatorio de quién es Jesucristo y cuál es su papel dentro de la voluntad de Dios, es indispensable, si queremos tener una buena posición delante del trono de Dios y del Cordero.

Jesucristo dice a los laodicenses:

"Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
Pero por cuanto eres tibio, y ni frío ni caliente, 
te vomitaré de mi boca.

Este es, sin duda, un mensaje fuerte. Uno podría decir: "¿este es el mismo Jesús que dijo que fueran a Él todos los que estaban cansados y afanados, para que hallaran refrigerio y paz en Él?". Sí, es el mismo, pero con la diferencia de que hay algo que motiva estas palabras tan duras contra los laodicenses. ¿Qué es?

Jesús conoce sus obras. A Él no le impresionan sólo las palabras. Ve los hechos. Los laodicenses eran tibios. No eran ni una cosa ni la otra. Definitivamente, a Jesús le gusta la gente definida, pues así, sabe a qué atenerse. Con Jesús no hay posibilidad de estar en 2 bandos. O estás con Él, o estás en contra de Él, pero al mismo tiempo las 2 cosas, imposible.

Si los laodicenses hubieran sido calientes, fulgurantes en el espíritu, hubieran sido de gran alegría para el Señor. Y si hubieran sido fríos, es decir, inertes en sentido espiritual, cabía la posibilidad de reavivar dentro de su espíritu el fuego por Dios y Su servicio. Pero no, no eran ni uno ni otro.

Hoy día, ¿habría muchos tibios en las filas de los creyentes? ¿cómo saberlo? No adivinemos, veamos claramente qué dijo Jesús: 

Tú dices: Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad. Pero no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo.

Ellos decían que eran ricos, se habían enriquecido, y no tenían necesidad de nada. Pero, a los ojos de Jesús, eran pobres, verdaderos mendigos y ciegos espirituales, aunque hicieran profesión de fe y devoción a Dios. 

"No pueden tener 2 amos: Dios y las Riquezas", advirtió claramente Jesús (Mateo 6:24). ¿Estaba Jesús en contra de la prosperidad económica? No. Estaba en contra de la actitud orgullosa y satisfecha de sí misma de los laodicenses, que hasta sentían que no necesitaban de Jehová para nada. Para qué, si ya lo tenían todo. 

Esa actitud, era un verdadero vomitivo para Jesús. Ellos creían que estaban bien, y no necesitaban de nada, hasta vivían hablando de cómo Dios los había prosperado, y todo el bien que hacían con su dinero. Sí, evidentemente, Jehová y Su bendición enriquecen, sin añadir dolor o fatiga. Sin embargo, tener la bendición de Dios, implica una mayor responsabilidad para con Él, más gratitud y un profundo sentimiento de temor y humildad hacia Él, cosa que, evidentemente, no tenían los laodicenses. "No necesitamos nada", y ese nada, incluía a Dios mismo. Eso lo sabía Jesús, pero, a los ojos de otros, aquellos ricos laodicenses, se jactaban de su riqueza y la exhibían como señal de la bendición de Dios, pero su corazón, estaba orgulloso de sí mismo.


El mismo que escudriña y discierne qué hay en el corazón de cada uno, sabe qué actitud tenemos. Si creemos que dependemos sólo de nosotros mismos, o, si dependemos de Dios al 100%. O si somos verdaderos seguidores suyos, o si mostramos una fachada de piedad y de bondad ante otros. A Jesucristo, no se le puede engañar.


Lamentablemente, aunque algunos no lo crean, los que destacan con esa actitud de estar satisfechos con su poder y riqueza son los mismísimos líderes de iglesias, congregaciones y religiones que dicen ser seguidores de Jesús. Hablan de sus magníficas iglesias, templos, cuántas sucursales tienen, cuánto dinero Dios les ha dado para expandir su "obra". Sí, puede que digan que han hecho votos de pobreza, o que todo es para Dios, pero lo cierto del caso, es que su confianza está en su chequera, y no en Jehová.


¿Es malo que sea próspero un hombre o una mujer que sea creyente? No, el punto en cuestión es su actitud hacia sus riquezas. Muchos sermones de pastores están dirigidos sólo a la prosperidad. No hay más nada que sirvan como alimento espiritual para sus feligreses. Otros líderes buscan manipular por medio de donaciones, las exigen, a cambio de una muestra de "fe" hacia Dios. 


Por estas razones, el mensaje de Jesucristo es válido y necesario en estos tiempos, en los que se mide el éxito de una iglesia o religión en términos de dinero, obras construidas o poder de influencia. ¿Qué hay de lo que aconsejó Jesús?


Por tanto, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez. Y unge tus ojos con colirio para que veas.


Ese era el consejo de Jesús: comprar oro refinado en el fuego, para ser verdaderamente ricos. Ese oro refinado por fuego, es el oro refinado de la fe, la fe probada, de mucho más valor que el oro (1 Pedro 1:7). Jesucristo es el Agente Perfeccionador y Líder de nuestra fe (Hebreos 12:1-2). En su mensaje, nos pide que compremos de él ese oro refinado por fuego de la fe probada, esa que se demuestra digna de confianza y fuerza tras ser sometida al calor de las pruebas. Igualmente, Jesús aconseja que nos vistamos con la vestidura correcta de verdaderos seguidores de Él, que estemos vestidos con la dignidad de quienes aman a Dios y hacen Su voluntad.


No hacer eso, implica estar desnudos es decir, no tener una condición aprobada para Jehová. Pero para lograrlo, es indispensable ungir nuestros ojos con colirio. Necesitamos ese colirio, el poder iluminador del espíritu santo, que nos indique cómo actuar, qué corregir, para que seamos capaces de ver las cosas con claridad. Un autoexamen a la luz de las Escrituras, puede revelarnos qué hemos estado haciendo de la manera incorrecta. Pidamos a Dios que nos ilumine y guíe, para tener el poder de corregir las cosas.


¿Cómo finaliza el mensaje de Jesucristo a los laodicenses?




19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; 
sé, pues, celoso y arrepiéntete.
20 Yo estoy a la puerta y llamo; 
si alguno oye mi voz y abre la puerta, 
entraré a él y cenaré con él y él conmigo.
21 Al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias". 



"Los amo", dice Jesús. Es Su amor, Su deseo de que estemos bien posicionados ante el Padre, lo que motiva su reprensión y palabras. Dice el Salmo 141:5: 



Es un favor que el hombre honrado me castigue, 
    un perfume delicado que me reprenda. 
    Tales cosas no rechazaré; 

    a pesar de sus golpes, seguiré orando.  

¿A quién no le gusta recibir un favor, como un perfume excelso y delicado? Así es esta censura y reprensión del Señor Jesús: un aceite perfumado, algo que se debe tomar, y no rechazar. Jesús nos invita a ser celosos para con Dios, a arrepentirnos de nuestros errores, y a aceptar esa invitación a estar en una relación de intimidad con Él. Jesús dice que está a la puerta, tocando, queriendo entrar a nuestras vidas, y cenar, en una cena de comunión e intimidad. Para eso, hay que oír la voz de Jesús, hablándonos.




Eso nos hace reflexionar en sus palabras de querer "vomitar" de su boca a los laodicenses. Cuando alguien dice cosas bonitas o un buen mensaje, no dudamos en decir: "esto viene de Dios, debo escucharlo". Pero, puede ser, que un mensaje nos parezca duro o hasta ofensivo. Así hablaba a veces Jesús, de una manera tal que hacía hervir la sangre de quienes le escuchaban. Y sí, ese mensaje, también venía de parte de Dios. No podemos decir que un mensaje es "de Dios" sólo porque suene bonito o coherente. A veces, el mensaje de Jesús es, sencillamente, un "si sigues así, voy a vomitarte de mi boca". De ahí, la importancia de saber escuchar, y discernir el espíritu de un mensaje que leamos o escuchemos. Quizás no nos parezca bonito, o agradable el mensaje, pero si es verdad y viene de Dios, ¿se debe ignorar?


Jesús nos quiere más que vencedores en Él. Jesús venció al mundo, y nos dijo que cobráramos ánimo, para poder vencer. "Dios no nos dio un espíritu de cobardía, sino de poder, amor, y sensatez", escribió Pablo a Timoteo (2 Timoteo 1:7). Eso significa tener valor, hasta para soportar verdades, y actuar en consecuencia, como instó Jesús a hacer. 


El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias 


Termina de esta manera el mensaje a los laodicenses, y así también terminaron los 6 mensajes anteriores a las otras 6 iglesias del Apocalipsis. A fin de cuentas, el espíritu de Dios nos habla a los creyentes, no importa dónde estemos. El asunto es si tenemos oídos para escuchar qué está diciendo el espíritu de Dios a todos los creyentes, independientemente de dónde y en qué posición estemos. Hay cosas y hechos que hoy día están sacudiendo los cimientos de la sociedad en general, y los creyentes, la iglesia de jesucristo en conjunto, no escapa de ello. "Primero, el juicio comienza por la casa de Dios", predice la Biblia (1 Pedro 4:17), lo que significa que todos somos juzgados, evaluados, para saber qué somos ante Dios. ¿De qué dependerá el resultado? Entre otras cosas, de que sepamos escuchar e interpretar los mensajes de Jesucristo a todos los que somos Sus seguidores. 



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