Cuando Jesús dijo: "el que tenga sed, venga a mí y beba"
En cierta ocasión, a unos guardias, los enviaron a atrapar a un hombre, uno muy peligroso, según la opinión de algunos. Y regresaron con... las manos vacías. ¿Cómo es posible? ¿Se escapó el hombre, se resistió al arresto? No. Entonces, ¿qué pasó?
¡Nunca nadie ha hablado como ese hombre! —declararon los guardias.
La gente estaba cansada, se sentía oprimida. Muchos estaban endeudados, y pagaban altas sumas de dinero por causa de los tributos, porque la economía del país no era la más próspera en aquel entonces, sometida al yugo de Roma. Los hombres que trabajaban, se ganaban el pan con el sudor de su frente, y el dinero se les iba en impuestos. ¿Y las mujeres? Las hacían sentir como seres de ínfima categoría, todo esto, promovido por las personas más "respetables" e influyentes: los líderes religiosos judíos. Y se suponía que esta enseñanza provenía de Dios...
Imagínese el gran esfuerzo que tenían que hacer aquellos hombres y mujeres para ir a la sinagoga y al Templo, solamente para escuchar largas explicaciones técnicas de la Ley, para oír que los llamaran "malditos" o "inservibles" para Dios, por ser pobres o haber nacido mujer.
Definitivamente, la gente estaba duramente oprimida, sin escuchar palabras de fe, de ánimo, de esperanza. Es decir, no eran personas enseñadas por Jehová, quien es Amor, y envía luz y verdad. Por esa razón la enseñanza de Jesús era escuchada, la gente hacía lo que fuera necesario para oírlo. Escuchar a Jesús era como beber agua fría en un día caluroso.
Por eso, los guardias del Templo, tras escuchar su vigoroso e impactante mensaje, no pudieron arrestarle. Ahora bien, ¿cuál era el secreto del poder de la enseñanza de Jesús?
Él lo dice:
—Mi enseñanza no es mía, sino que pertenece al que me envió. El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios reconocerá si mi enseñanza proviene de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por cuenta propia busca su vanagloria; en cambio, el que busca glorificar al que lo envió es una persona íntegra y sin doblez.
Aquí tenemos el secreto: la enseñanza de este hombre, Jesús de Nazaret, tenía un origen divino. Provenía de la Boca de Su Padre, Jehová Dios, Quien envió a Jesús a declarar dichos, dichos de vida eterna. Los guardias, quienes eran los guardias del Templo, que fueron enviados a arrestar a Jesús, escucharon, reconocieron, a través de la enseñanza de Jesús, enseñanzas dadas por alguien que hablaba de parte de Jehová. Esto nos hace reflexionar en lo siguiente: si los guardias del Templo eran enseñados por los sacerdotes, los líderes religiosos de Israel, miembros del Sanedrín judío, que tenían largos años de estudio en escuelas rabínicas, se supone que debían estar acostumbrados a escuchar enseñanzas provenientes de Dios. Sin embargo, lo cierto es que ellos, notaron algo diferente, muy diferente en la enseñanza de Jesús y la de los líderes religiosos.
¿En qué eran diferentes la enseñanza de Jesús de Nazaret y la de los líderes religiosos judíos, reconocidos como autoridades en materia de fe? Las palabras de Jesús citadas arriba nos muestran 2 razones:
- El origen de la enseñanza
- Lo que motivaba la enseñanza de cada quien
Por cierto que, los fariseos no sólo se oponían a Jesús por su enseñanza, sino también por estar en contra de mercantilizar con la fe de la gente. De las primeras cosas que Jesús hace, está la de sacar del Templo en Jerusalén, a las tórtolas, los toros, y demás animales, que se vendían a precios exorbitantes, y que la gente estaba obligada a comprar, so pena de perder el tiempo ofreciendo a Dios un sacrificio "impuro", si así lo estipulaban los sacerdotes, dueños de tan rentable negocio. En pocas palabras: Jesús y su enseñanza, tocaban los bolsillos de los fariseos, sacerdotes y escribas, a quienes les convenía tener a la gente sometida, ignorante, para que los siguieran manteniendo en nombre de la fe. Bueno, no nos imaginamos a los fariseos y sacerdotes, convocando a una asamblea pública, para informar al pueblo de Israel, sobre qué hacían con el dinero que entraba al Templo, y dar detalles sobre cuánto dinero entraba y en qué se gastaba...
Como era de esperarse, esa división de enseñanzas tenía a la gente confundida. ¿A quién creer? ¿A quién escuchar? ¿A Jesús o a los fariseos y sacerdotes?
En Juan capítulo 7, se relata este choque de opiniones que generaba la enseñanza de Jesús en la gente. Jerusalén era un hervidero de controversia, y las discusiones sobre a quién seguir estaban a la orden del día. Unos decían que Jesús era «una buena persona». Otros alegaban: «No, lo que pasa es que engaña a la gente».
día vivimos en otra época, que Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios, realmente el Mesías, no es asunto de discusión. Sin embargo, para algunos, la discusión se centra sobre quienes enseñan o son maestros en el nombre de Jesús.
Jesús mismo dijo que habría una época en la que surgirían falsos Cristos y Profetas, y que muchos dirían sobre Jesucristo: "Señor, Señor, estamos expulsando demonios en tu nombre, haciendo milagros, haciendo sanidades, profetizando en tu nombre, proclamando tu mensaje en toda la Tierra", es decir, existen muchas "credenciales" que hacen parecer el hecho de que quien hace esas cosas, realmente está promoviendo la causa de Cristo.
¿Cómo discernir entonces, entre tanta oferta "cristiana", qué enseñanza verdaderamente es respaldada por Jesucristo?
Nuevamente acudimos a las palabras de Jesús citadas anteriormente:
El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios reconocerá el origen de la enseñanza. Es decir, que quien quiera hacer la voluntad de Dios, será capaz de discernir cuál es el origen de una enseñanza, que aunque sea dada en el nombre de Jehová o Jesucristo, realmente, pudiera ser que no provenga de ninguno de los dos.
Esto nos hace recordar aquellas palabras de Jesús, registradas en Mateo 7:21-23:
No todo el que me dice: "Señor, Señor" , entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?" Entonces les diré claramente: "Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!"
Las palabras de Jesús son claras: hacer la voluntad del Padre, es lo que verdaderamente cuenta para Dios y para Jesucristo. Las obras hechas en el nombre de Jesucristo o de Jehová, que se suponen están en la Biblia como "mandatos" para que sean seguidos por los discípulos de Jesús, no necesariamente representan la voluntad del Padre.
¿Cómo saber, entonces, cuál es la voluntad del Padre, para hacerla? Jesús responde:
—¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva.
Quien tiene sed, debe ir a Jesús y beber. Es Jesucristo Quien tiene los dichos de vida eterna, y quien esté dispuesto a hacer la voluntad del Padre, irá a Jesús. Por medio de la oración, esa oración ferviente y sincera, cualquier persona puede pedir al Padre guía y discernimiento sobre cuál es Su voluntad, y acudir a las Escrituras, en busca de respuestas.
Ahora bien, notamos que Jesús invita a los que tienen "sed". Cuando uno tiene sed, busca agua para beber. Por muy sediento que uno esté, uno no agarra cualquier líquido que haya al alcance para beber, ¿cierto? Es decir, supongamos que la única agua que creemos que existe para beber, tiene un 0.0001% de veneno. ¿La tomaríamos? Desde luego que no.
Dios es el que hace que fluya agua de la roca, es el que tiene el poder de dar agua al sediento, así tenga que sacarla de las rocas. El ejemplo histórico, lo tenemos de los israelitas en el desierto. Jehová les dio de beber agua, pues tiene el poder para hacerlo.
Muchos hoy día se sienten sedientos. Tienen sed de justicia, de aprender de Dios, de conocer la verdad sobre los tiempos en los que estamos viviendo. En medio de tantas circunstancias difíciles y situaciones mundiales que están sucediendo, ¿es que acaso no hay agua verdadera de Cristo de la cual beber?
El agua verdadera es Jesucristo. Beber de Él es saciar la sed, es entender que no estamos separados del Padre, es comprender en nuestro corazón que Jehová nos ama y está cerca de nosotros. Beber del Cristo es darnos cuenta de que no estamos solos, que Dios nos ofrece Su amor y bondad para guiarnos. La cuestión es ir al Cristo y beber de Él. Quien lo hace, dijo Jesús, de su parte más interior, brotarán ríos de agua viva. Brotar ríos de agua viva de lo más interior y profundo de nosotros, es el resultado de orar, de buscar a Dios, de buscar hacer Su voluntad, de dejarse hallar por Él, de tener consciencia de que Cristo es, verdaderamente, una fuente de agua de vida. Y si esa invitación está disponible ahora, ¿tiene sentido seguir bebiendo agua o buscándola de fuentes de agua rotas y envenenadas, en las personas que dicen adorar a Dios pero que su corazón está muy alejado de Él?
Como dijo Jesús: si un ciego, guía a un ciego... ambos caen en un hoyo.
En Juan capítulo 7, se relata este choque de opiniones que generaba la enseñanza de Jesús en la gente. Jerusalén era un hervidero de controversia, y las discusiones sobre a quién seguir estaban a la orden del día. Unos decían que Jesús era «una buena persona». Otros alegaban: «No, lo que pasa es que engaña a la gente».
día vivimos en otra época, que Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios, realmente el Mesías, no es asunto de discusión. Sin embargo, para algunos, la discusión se centra sobre quienes enseñan o son maestros en el nombre de Jesús.
Jesús mismo dijo que habría una época en la que surgirían falsos Cristos y Profetas, y que muchos dirían sobre Jesucristo: "Señor, Señor, estamos expulsando demonios en tu nombre, haciendo milagros, haciendo sanidades, profetizando en tu nombre, proclamando tu mensaje en toda la Tierra", es decir, existen muchas "credenciales" que hacen parecer el hecho de que quien hace esas cosas, realmente está promoviendo la causa de Cristo.
¿Cómo discernir entonces, entre tanta oferta "cristiana", qué enseñanza verdaderamente es respaldada por Jesucristo?
Nuevamente acudimos a las palabras de Jesús citadas anteriormente:
El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios reconocerá si mi enseñanza proviene de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta
El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios reconocerá el origen de la enseñanza. Es decir, que quien quiera hacer la voluntad de Dios, será capaz de discernir cuál es el origen de una enseñanza, que aunque sea dada en el nombre de Jehová o Jesucristo, realmente, pudiera ser que no provenga de ninguno de los dos.
Esto nos hace recordar aquellas palabras de Jesús, registradas en Mateo 7:21-23:
No todo el que me dice: "Señor, Señor" , entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?" Entonces les diré claramente: "Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!"
Las palabras de Jesús son claras: hacer la voluntad del Padre, es lo que verdaderamente cuenta para Dios y para Jesucristo. Las obras hechas en el nombre de Jesucristo o de Jehová, que se suponen están en la Biblia como "mandatos" para que sean seguidos por los discípulos de Jesús, no necesariamente representan la voluntad del Padre.
¿Cómo saber, entonces, cuál es la voluntad del Padre, para hacerla? Jesús responde:
—¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva.
Quien tiene sed, debe ir a Jesús y beber. Es Jesucristo Quien tiene los dichos de vida eterna, y quien esté dispuesto a hacer la voluntad del Padre, irá a Jesús. Por medio de la oración, esa oración ferviente y sincera, cualquier persona puede pedir al Padre guía y discernimiento sobre cuál es Su voluntad, y acudir a las Escrituras, en busca de respuestas.
Ahora bien, notamos que Jesús invita a los que tienen "sed". Cuando uno tiene sed, busca agua para beber. Por muy sediento que uno esté, uno no agarra cualquier líquido que haya al alcance para beber, ¿cierto? Es decir, supongamos que la única agua que creemos que existe para beber, tiene un 0.0001% de veneno. ¿La tomaríamos? Desde luego que no.
Dios es el que hace que fluya agua de la roca, es el que tiene el poder de dar agua al sediento, así tenga que sacarla de las rocas. El ejemplo histórico, lo tenemos de los israelitas en el desierto. Jehová les dio de beber agua, pues tiene el poder para hacerlo.
Muchos hoy día se sienten sedientos. Tienen sed de justicia, de aprender de Dios, de conocer la verdad sobre los tiempos en los que estamos viviendo. En medio de tantas circunstancias difíciles y situaciones mundiales que están sucediendo, ¿es que acaso no hay agua verdadera de Cristo de la cual beber?
El agua verdadera es Jesucristo. Beber de Él es saciar la sed, es entender que no estamos separados del Padre, es comprender en nuestro corazón que Jehová nos ama y está cerca de nosotros. Beber del Cristo es darnos cuenta de que no estamos solos, que Dios nos ofrece Su amor y bondad para guiarnos. La cuestión es ir al Cristo y beber de Él. Quien lo hace, dijo Jesús, de su parte más interior, brotarán ríos de agua viva. Brotar ríos de agua viva de lo más interior y profundo de nosotros, es el resultado de orar, de buscar a Dios, de buscar hacer Su voluntad, de dejarse hallar por Él, de tener consciencia de que Cristo es, verdaderamente, una fuente de agua de vida. Y si esa invitación está disponible ahora, ¿tiene sentido seguir bebiendo agua o buscándola de fuentes de agua rotas y envenenadas, en las personas que dicen adorar a Dios pero que su corazón está muy alejado de Él?
Como dijo Jesús: si un ciego, guía a un ciego... ambos caen en un hoyo.