Mensaje para HOY: 3 claves de la oración eficaz
Más allá del escenario judío en el que vivió Jesús, él reconocía la necesidad que tenía la gente de tener una enseñanza fresca, renovada, sobre la oración. Para Jesús, la oración no se trataba de la repetición aprendida de memoria de una serie de frases. La actitud, de humildad hacia Dios, de no sentirse superior a otros, era esencial para orar. En Lucas 18:9-14 leemos:
Refirió también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos. El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: "Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. "Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano." Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "Dios, ten piedad de mí, pecador." Os digo que éste descendió a su casa justificado pero aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado.
La actitud
Jesús indica en esta parábola, uno de los aspectos clave que enseñan las Escrituras sobre la oración: la actitud. El fariseo se creía mejor que los demás. Era engreído, orgulloso, creía de sí mismo que era merecedor de ser escuchado por Dios. Pero el recaudador de impuestos, a pesar de ser tenido como un ser "despreciable", según la clase religiosa judía, oraba con humildad, buscando la misericordia y la gracia divina.
Jesús indica en esta parábola, uno de los aspectos clave que enseñan las Escrituras sobre la oración: la actitud. El fariseo se creía mejor que los demás. Era engreído, orgulloso, creía de sí mismo que era merecedor de ser escuchado por Dios. Pero el recaudador de impuestos, a pesar de ser tenido como un ser "despreciable", según la clase religiosa judía, oraba con humildad, buscando la misericordia y la gracia divina.
La constancia en la oración es otra de las grandes enseñanzas de las Escrituras. "Oren incesantemente", "perseveren en la oración" (1 Tesalonicenses 5:17; Romanos 12:12). Los Salmos, la colección de cantos y alabanzas a Dios, son una muestra evidente de cómo salmistas como David y otros, siempre fueron constantes en orar. Si analizamos la oración del Padrenuestro, una de las peticiones nos invita a pedir "hoy" por el pan nuestro de cada día. Difícilmente uno pediría en oración sólo "hoy" el sustento, y no cada día, diariamente.
Fe. Se debe orar con fe. Con confianza. Debe haber una profunda convicción de que existe una relación causal entre la oración, la fe, y aquellos resultados que buscamos. Jesús dijo: "Por eso les digo: Todas las cosas que oran y piden, tengan fe en que pueden darse por recibidas, y las tendrán (Marcos 11:24).
Aunque no existe un tratado extenso en las Escrituras sobre la oración, sí es consistente en manifestar cómo tener una actitud humilde, la constancia, y la fe en Dios, nos da la oportunidad de orar a Dios y ser escuchados, y recibir los beneficios de orar.