El Temor de Dios
Monte Sinaí
En este lugar, el Monte Sinaí, hace más de 3.000 años, millones de personas presenciaron sucesos impactantes. Truenos, relámpagos, fuertes sonidos, temblores de Tierra, nubes densas y oscuras, eran los fenómenos que observaban. Ese sonido fuerte, como de una trompeta, estremeció el lugar. El humo denso era por causa del fuego, puesto que YHWH había descendido en fuego. Más de 3 millones de israelitas y egipcios que se les unieron, presenciaban aquel imponente espectáculo. ¿Eran efectos especiales? ¿Un truco preparado para asustarles?
La gente sintió temor. Había sido convocada 3 días antes para acercarse al Monte. Jehová les había propuesto hacer con ellos un Pacto. Un Pacto Nacional, para que la nación fuese santa, y un reino de sacerdotes. Jehová les prometió que, como nación serían el especial tesoro de Dios. ¿Se imagina una bendición mayor que esa?
Este fue el prámbulo majestuoso que introdujo los 10 mandamientos, y el conjunto de leyes que conocemos como la Ley Mosaica. Pero, más allá de estos aspectos, el relato de esa manifestación de la Presencia divina en el Sinaí tiene un significado trascendental sobre el carácter y la naturaleza de Dios, y de cómo debemos relacionarnos con Él.
Esta fue la primera gran teofanía que registra la Biblia. Una teofanía es una manifestación, una aparición visible de Dios a seres humanos. Se llama teofanía, (del griego Θεοφάνεια', theos= Dios, y faino = aparecer, manifestación) a las apariciones de Dios o de seres angélicos que se narran con frecuencia en las Escrituras. Los relatos bíblicos de la presencia de Dios o de ángeles que le representan, muestran una escena con riqueza de detalles descriptivos, indicando así la realidad incontrovertible de la manifestación.
En el relato del Éxodo 19 que se ilustra en esta imagen, hay una riqueza de expresiones que demuestran cuán real fue dicha manifestación. Pensemos: hubo truenos y relámpagos, una densa nube se posó sobre el monte, y un toque muy fuerte de trompeta puso a temblar a todos los que estaban en el campamento. Además, el monte estaba cubierto de humo, porque Yavé había descendido sobre él en medio de fuego. Era tanto el humo que salía del monte, que parecía un horno; todo el monte se sacudía violentamente.
Nos preguntamos:
Si Dios es amor, ¿por qué se apareció a la nación de Israel de forma que causara terror?
No siempre Dios se ha manifestado de esa manera. Por ejemplo, cuando el ángel de Jehová habló a Elías en una cueva del Monte Sinaí, le habló con una voz calmada y baja.
En el Salmo 50 encontramos la respuesta que buscamos sobre el propósito de la manifestación divina en Sinaí:
El Dios de dioses, Jehová, ha hablado y ha convocado la tierra desde el nacimiento del sol hasta donde se pone. 2 Desde Sión, perfección de hermosura,
Dios ha resplandecido.
3 Vendrá nuestro Dios y no callará;
fuego consumirá delante de él
y tempestad poderosa lo rodeará.
4 Convocará a los cielos de arriba
y a la tierra, para juzgar a su pueblo.
Cuando Dios juzga, o se prepara para iniciar una nueva forma relación con la Humanidad, los elementos de la naturaleza forman parte de la manifestación. Los relámpagos, los truenos, la nube densa y el fuego son manifestación del carácter de Dios. Podemos ver un relámpago, escuchar un trueno. El relámpago es un misterio. No se sabe a ciencia cierta cómo se forma, y su luminosidad es impactante a la vista humana.
Dios se manifiesta simbólicamente como el relámpago. En medio de la oscuridad de la noche, Dios ilumina. Es como hallarse en medio de la más oscura noche, y su luz ilumina el firmamento. Son instantes de luz en medio de la noche, pero que nos ayudan a ver el firmamento.
La Presencia de Dios infunde temor. El sólo hecho de imaginar lo que pasó en Sinaí, causa temor. Temor de Dios
El temor de Dios, bíblicamente hablando es:
El temor de Dios es una actitud de reverencia y respeto hacia Dios. Hay en el corazón de muchos creyentes el miedo a actuar mal, al pecado, a seres malvados, pero el temor de Dios, es un estado espiritual que pasa progresivamente por las siguientes etapas:
El tipo de temor de Dios más común es el de los números 1 y 2, ¿cierto? Es el temor de Dios que se asemeja más al miedo de no ofender a Dios. Hago lo que Dios quiere, sino lo hago, me castiga, me quema en el infierno o me mata en el día de Su Juicio. Apelando a esos miedos, muchas religiones buscan mantener atemorizados a los creyentes.
Es cierto que Dios es Juez. Eso es inexorable. También es cierto que de Dios uno no se puede mofar, porque lo que se siembra, se recoge. Pero, ¿no es cierto que nuestra relación con Dios sería diferente si enfocamos el temor de Dios como un deseo consciente y deliberado de agradarle, reconociendo humildemente de que Él es Dios, y nosotros sus hijos e hijas, y por tanto, es digno de ser temido y reverenciado? De hecho, es significativo lo que revela el Apocalipsis sobre el primero de 3 ángeles y el anuncio que hace:
Luego vi a otro ángel que volaba en medio del cielo, y que llevaba el evangelio eterno para anunciarlo a los que viven en la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo.
Gritaba a gran voz: «Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales.» Apocalipsis 14:6, 7
Note que el Apocalipsis habla de un evangelio eterno, o buenas nuevas eternas. ¿En qué consisten estas? Las palabras del ángel del Apocalipsis indican un llamado a temer a Dios y darle gloria.
Es un evangelio eterno, porque sencillamente no está limitado a un período de cumplimiento. Porque las buenas nuevas del Reino, o el evangelio del Reino es el que conduce al principio de la relación de Dios con el hombre, que consiste en que el hombre y la mujer le adoren en espíritu y verdad, con temor piadoso y reverencia, hallando el sentido y propósito a su existencia, liberándose de las ataduras de la ignorancia, el engaño, el error, la enfermedad y la muerte.
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