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HOY agárrate de la Mano de Dios



Hay historias de lealtad impactantes e inspiradoras, reales o imaginarias. Pero para el creyente hay una lealtad que es muy poderosa, que sin importar las circunstancias o quién crea uno que es, está siempre allí. Se trata del amor leal del Padre celestial hacia un@. Un amor, que se caracteriza por ser leal que no nos deja, ni se desvanece.

Las relaciones humanas están sujetas a constantes vaivenes. Tienen altas y bajas. No siempre están en su mejor momento. ¿Pasa lo mismo con Dios? Jesús nos muestra que el amor del Padre es inamovible, no cambia. La Presencia de Dios es Vida, y Vida en abundancia. En aquella travesía en el desierto por 40 años, esa Presencia siempre estuvo ahí, nunca se fue, a pesar de la actitud de los judíos.

NUNCA permitas que las circunstancias o lo que otras personas piensen de ti te alejen de Dios. Él no ha sido mezquino en darnos cosas buenas. Quizás haya human@s que hacen cosas extraordinarias por lealtad a alguien o a una causa. Dios NUNCA se aleja de nuestro lado, somos nosotr@s quienes creemos que los problemas son muestra de la desaprobación divina. HOY, sencillamente, cree y entiende que nada puede separarte del amor de DIOS.

HOY, sencillamente agárrate de la Mano de Dios. Haz lo que tengas que hacer, di lo que tengas que decir, y espera lo mejor. Y recuerda encomendarte a la Mano de Dios, que es fuerte, sustentadora y llena de ánimo.

¿Quién nos separará del amor del Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, o la persecución, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la espada? Así como está escrito: “Por tu causa se nos hace morir todo el día, se nos ha tenido por ovejas para degollación”. Al contrario, en todas estas cosas estamos saliendo completamente victoriosos mediante el que nos amó. Porque estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni gobiernos, ni cosas aquí ahora, ni cosas por venir, ni poderes, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra creación podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús nuestro Señor.

Romanos 8:35-39
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