"¿Cómo lees?": sobre la lectura de la Palabra de Dios que enseñó Jesucristo
En Nazaret, había mucha expectativa. Hacía tan solo un año atrás, que Jesús, el hijo de José y María, se había marchado, y ahora regresaba a la ciudad. Pero este Jesús, no es el mismo que se fue. Hay informes sobre Él, de que ahora enseña y hace milagros. ¿Jesús? ¿El hijo de José y María? ¿El carpintero?
Por fin, llegó a la sinagoga. Se puso de pie para leer las Escrituras. ¿Qué leyó? La costumbre en aquellos tiempos era que se leyeran pasajes de los libros de los profetas, y el lector, daba un comentario sobre el pasaje leído. Jesús buscó la porción del profeta Isaías, que corresponde en nuestras Escrituras al capítulo 61. ¿Qué diría, qué comentario haría al respecto?
Con las miradas expectantes de los presentes, que esperaban una larga y detallada reseña histórica del pasaje leído, basado en lo que se enseñaba en las escuelas rabínicas, todos estaban ansiosos por escuchar las palabras de Jesús. Él, tomó el rollo, leyó, lo devolvió, y dijo:
¿Qué pensó la gente de estas palabras? Les pareció que la oratoria y el carisma de Jesús eran evidentes, pero, al fin y al cabo, era... el hijo de José y María. El mismo que probablemente hacía un poco más de un año les había fabricado una silla, una mesa o una cama. les pareció que lo sucedido era divertido, o quizás interesante, y se fueron a sus casas, como si ese sábado hubiera sido un sábado común y corriente.
2.000 años después de este suceso, podemos leer en las Escrituras relatos como estos y nos preguntamos: ¿qué importancia y significado espiritual tiene la lectura de la Palabra de Dios actualmente? Porque, este relato nos enseña varias cosas sobre la lectura de la Palabra de Dios. Jesús leyó una profecía, la de Isaías 61, y dijo, "hoy se cumple esta Escritura". Está claro que para Jesús, el ver y palpar el cumplimiento de la palabra profética de Jehová es importante. Sí, Él pudo haber hecho comentarios elaborados, escogidos de las enseñanzas rabínicas y farisaicas, y dar la impresión de que "sabía mucho". ¿Es eso lo que cuenta? No, en absoluto, lo que realmente vale es lo que la misma Palabra de Dios dice, ella no necesita ni que se le añada o quite. "Tu Palabra es la verdad", dijo Jesús, refiriéndose a las Escrituras (Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 2:13).
Ahora bien, para Jesús era importante no sólo leer las Escrituras, sino también el cómo leerlas. En cierta ocasión, un fariseo preguntó a Jesús:
“Maestro, ¿qué hago para heredar la vida eterna?”
Este hombre, era un maestro de la Ley. No era un ignorante, alguien que no sabía nada, y buscaba el conocimiento que pudiera darle Jesús. Busca tentar, poner en aprietos a Jesús.
Jesús responde a la pregunta con otra pregunta:
Si analizamos esta respuesta de Jesús, vemos 2 factores claves que Jesús plantea:
1. Qué dicen las Escrituras sobre el tema
2. Cómo se lee e interpreta lo que está escrito
El maestro fariseo respondió citando de las Escrituras: Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18, que en resumen, indican que se "tiene que amar a Jehová Dios con todo el corazón, el alma, fuerzas y mente’, y, ‘al prójimo como a uno mismo". Jesús le dice que su respuesta fue correcta, que lo siga haciendo y conseguirá la vida eterna.
El punto es que Jesús le preguntó qué decían las Escrituras, y el maestro lo sabía, de hecho citó de Deuteronomio y Levítico. Pero el factor clave era el cómo leía la Ley de Dios. Para este maestro, la lectura de la Ley de Dios era un asunto intelectual, mecánico, lleno de lógicas y tradiciones. ¿Cómo leía las Escrituras? Con una óptica intelectual, buscando que sus puntos de vista, opiniones y creencias, fueran confirmadas por lo escrito en la Ley. Su lectura era una que buscaba que lo escrito se amoldara a su creencia, en vez de amoldar su creencia según lo que reflejaban las Escrituras.
¿Le parece conocida esta actitud? Cuántas personas, maestros, líderes, pastores o iglesias y organizaciones religiosas, leen de las Escrituras, las usan, y buscan su respaldo para que sus creencias y enseñanzas parezcan basadas en las Escrituras. Evidentemente, Jesús nos deja un precedente claro: hay que saber qué dicen las Escrituras sobre un asunto y leerlas de la manera correcta.
Para Jesús el "cómo" leer las Escrituras es determinante para todo hombre y mujer que esté en la búsqueda de la verdad y desee adorar al Padre en espíritu y verdad (Juan 4:24). ¿Queremos conocer la verdad sobre un asunto? Podemos buscar en las Escrituras. Ahora bien, ¿cómo leer?
Lo que está escrito, está escrito, sin duda alguna. Ahora bien, pensemos por un momento en el espíritu de lo que está escrito. ¿No es "Toda Escritura" inspirada de Dios? Así que, en cada porción de las Escrituras, el espíritu santo de Jehová fue usado para transmitir una idea, un espíritu que trasciende lo escrito, que refleja lo que Jehová desea enseñarnos.
Evidentemente, no queremos añadir significados o interpretaciones más allá de lo que está en las Escrituras. Por ello, es vital pedir espíritu santo y discernimiento al leer de las Escrituras, pues ese espíritu, nos permitirá captar matices de significado y entendimiento que pueden servirnos de provecho en nuestra vida espiritual y personal. Por ejemplo, Jesús en su gran profecía sobre el "fin de los tiempos", respondía a una pregunta de Sus apóstoles. ¿Quería sencillamente transmitir una idea de catástrofes, malas noticias y generar un espíritu de desaliento entre los creyentes en el "fin de los tiempos"?
En Lucas 21:28 leemos:
Por fin, llegó a la sinagoga. Se puso de pie para leer las Escrituras. ¿Qué leyó? La costumbre en aquellos tiempos era que se leyeran pasajes de los libros de los profetas, y el lector, daba un comentario sobre el pasaje leído. Jesús buscó la porción del profeta Isaías, que corresponde en nuestras Escrituras al capítulo 61. ¿Qué diría, qué comentario haría al respecto?
Con las miradas expectantes de los presentes, que esperaban una larga y detallada reseña histórica del pasaje leído, basado en lo que se enseñaba en las escuelas rabínicas, todos estaban ansiosos por escuchar las palabras de Jesús. Él, tomó el rollo, leyó, lo devolvió, y dijo:
“Hoy se cumple esta Escritura que acaban de escuchar”
¿Qué pensó la gente de estas palabras? Les pareció que la oratoria y el carisma de Jesús eran evidentes, pero, al fin y al cabo, era... el hijo de José y María. El mismo que probablemente hacía un poco más de un año les había fabricado una silla, una mesa o una cama. les pareció que lo sucedido era divertido, o quizás interesante, y se fueron a sus casas, como si ese sábado hubiera sido un sábado común y corriente.
2.000 años después de este suceso, podemos leer en las Escrituras relatos como estos y nos preguntamos: ¿qué importancia y significado espiritual tiene la lectura de la Palabra de Dios actualmente? Porque, este relato nos enseña varias cosas sobre la lectura de la Palabra de Dios. Jesús leyó una profecía, la de Isaías 61, y dijo, "hoy se cumple esta Escritura". Está claro que para Jesús, el ver y palpar el cumplimiento de la palabra profética de Jehová es importante. Sí, Él pudo haber hecho comentarios elaborados, escogidos de las enseñanzas rabínicas y farisaicas, y dar la impresión de que "sabía mucho". ¿Es eso lo que cuenta? No, en absoluto, lo que realmente vale es lo que la misma Palabra de Dios dice, ella no necesita ni que se le añada o quite. "Tu Palabra es la verdad", dijo Jesús, refiriéndose a las Escrituras (Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 2:13).
Ahora bien, para Jesús era importante no sólo leer las Escrituras, sino también el cómo leerlas. En cierta ocasión, un fariseo preguntó a Jesús:
“Maestro, ¿qué hago para heredar la vida eterna?”
Este hombre, era un maestro de la Ley. No era un ignorante, alguien que no sabía nada, y buscaba el conocimiento que pudiera darle Jesús. Busca tentar, poner en aprietos a Jesús.
Jesús responde a la pregunta con otra pregunta:
¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?
Si analizamos esta respuesta de Jesús, vemos 2 factores claves que Jesús plantea:
1. Qué dicen las Escrituras sobre el tema
2. Cómo se lee e interpreta lo que está escrito
El maestro fariseo respondió citando de las Escrituras: Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18, que en resumen, indican que se "tiene que amar a Jehová Dios con todo el corazón, el alma, fuerzas y mente’, y, ‘al prójimo como a uno mismo". Jesús le dice que su respuesta fue correcta, que lo siga haciendo y conseguirá la vida eterna.
El punto es que Jesús le preguntó qué decían las Escrituras, y el maestro lo sabía, de hecho citó de Deuteronomio y Levítico. Pero el factor clave era el cómo leía la Ley de Dios. Para este maestro, la lectura de la Ley de Dios era un asunto intelectual, mecánico, lleno de lógicas y tradiciones. ¿Cómo leía las Escrituras? Con una óptica intelectual, buscando que sus puntos de vista, opiniones y creencias, fueran confirmadas por lo escrito en la Ley. Su lectura era una que buscaba que lo escrito se amoldara a su creencia, en vez de amoldar su creencia según lo que reflejaban las Escrituras.
¿Le parece conocida esta actitud? Cuántas personas, maestros, líderes, pastores o iglesias y organizaciones religiosas, leen de las Escrituras, las usan, y buscan su respaldo para que sus creencias y enseñanzas parezcan basadas en las Escrituras. Evidentemente, Jesús nos deja un precedente claro: hay que saber qué dicen las Escrituras sobre un asunto y leerlas de la manera correcta.
Para Jesús el "cómo" leer las Escrituras es determinante para todo hombre y mujer que esté en la búsqueda de la verdad y desee adorar al Padre en espíritu y verdad (Juan 4:24). ¿Queremos conocer la verdad sobre un asunto? Podemos buscar en las Escrituras. Ahora bien, ¿cómo leer?
Lo que está escrito, está escrito, sin duda alguna. Ahora bien, pensemos por un momento en el espíritu de lo que está escrito. ¿No es "Toda Escritura" inspirada de Dios? Así que, en cada porción de las Escrituras, el espíritu santo de Jehová fue usado para transmitir una idea, un espíritu que trasciende lo escrito, que refleja lo que Jehová desea enseñarnos.
Evidentemente, no queremos añadir significados o interpretaciones más allá de lo que está en las Escrituras. Por ello, es vital pedir espíritu santo y discernimiento al leer de las Escrituras, pues ese espíritu, nos permitirá captar matices de significado y entendimiento que pueden servirnos de provecho en nuestra vida espiritual y personal. Por ejemplo, Jesús en su gran profecía sobre el "fin de los tiempos", respondía a una pregunta de Sus apóstoles. ¿Quería sencillamente transmitir una idea de catástrofes, malas noticias y generar un espíritu de desaliento entre los creyentes en el "fin de los tiempos"?
En Lucas 21:28 leemos:
Cuando estas cosas empiecen a suceder, levántense y alcen la cabeza, porque se acerca su redención.
Redención, liberación y salvación. ¡Eso y más queremos los creyentes! Jesús predijo que sucederían todas estas cosas que estamos viendo cumplirse para que tuviéramos fe y confianza en la palabra profética de Dios, y para que no estuviéramos en ignorancia de lo que Dios hace. Dios no causa guerras, hambres o pestes, Dios no levanta falsos profetas, falsos cristos u organizaciones falsas, pero todas estas cosas predichas nos mantienen en alerta. ¿No dijo Jesús que había que mantenerse alerta? Y qué mejor manera hay de mantenerse alerta que leyendo con significado y atención las Escrituras, buscando de YHWH discernimiento y guía, para que Él nos ilumine, dé fuerzas y sustento. Por supuesto, que sea una lectura con mente abierta y corazón receptivo, que sea Jehová el que nos enseñe mediante las Escrituras, que sea Él quien nos transmita la verdad cristalina y edificante de Sus Palabra, permitiendo la guía y dirección de Su espíritu santo.
¿Es moldeado nuestro corazón por medio de la lectura de la Palabra de Dios? ¿Hay reflexión, meditación sobre el cómo esa Palabra se está cumpliendo en estos tiempos, particularmente, las profecías? Esas son algunas de las preguntas que como creyentes debemos hacernos porque forman parte del cómo leer las Escrituras. No con la actitud de tomarlas como un desafío intelectual, un ejercicio de demostrar cuánto se sabe, sino con el deseo de aprender, de ser enseñados por Jehová. Por supuesto, el beneficio que recibimos de la lectura de la Palabra de Dios es múltiple: aumenta nuestro conocimiento de Dios, de Jesucristo, nuestra comprensión de Su propósito se profundiza, tenemos la posibilidad de poder amoldar nuestra vida a la voluntad divina, y estar debidamente informados sobre los sucesos mundiales a medida que cumplen profecía bíblica.
Jesús nunca tomó una pluma para escribir un libro, carta o evangelio. Pero en Su vida demostró que para Él las Escrituras eran un tesoro de gran valor, y las leyó, enseñó y cumplió, porque eran la Palabra de Dios. Valoremos también las Escrituras y leámoslas como lo que "verdaderamente es: la Palabra de Dios".