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Esperar a Dios

Una de las experiencias más difíciles que podemos tener en la vida es tener que esperar: esperar a que llegue un avión, un tren, o un médico que nos va a atender. Esperar significa tener que estar quieto en un lugar en el que aquello que aguardamos aparezca, pero no sabemos cuándo aparecerá. Es un tiempo valioso que no nos queda más remedio que destinar a eso. A esperar.


Para una persona de fe, el saber esperar a Dios es una experiencia que debe ejercitar a menudo. Siempre la ayuda de Dios está disponible, Él nos pide que la busquemos. Pero esa ayuda se manifiesta en un tiempo particular: el tiempo de Dios

Sabemos que las promesas de Dios son confiables y sustentan la fe. Pero se hacen realidad en el momento que Dios considere que es el mejor para ello, no al nuestro.

Los patriarcas nos enseñan valiosas lecciones sobre esperar a Dios. Por ejemplo, Jacob tuvo que huir de Canaán hacia tierras en los que vivía la familia de su madre en Harán. 


Es un viaje largo, en el que YHWH en el sueño de la escalera le promete estar con él y guardarle, acompañándole todo el tiempo que dure este viaje, hasta que retornara a Canaán (Génesis 28:15). Fueron cerca de 20 años de Jacob en Harán, trabajando 14 años por sus dos esposas, Lea y Raquel, y 6 años por un salario que su suegro cambió 10 veces (Génesis 31:38-41).

Jacob tuvo que esperar que el mismo Dios que le bendecía y la cuidaba, lo hiciera salir de ese lugar. Lógicamente, no era grato tener que vivir día a día en circunstancias desventajosas que Jacob no buscó tener, pero que le tocó afrontar.

La fe va unida a la paciencia. Jesús nos lo enseñó al hablar en sus parábolas de esa semilla excelente, que daba fruto, pero que debía ser capaz de soportar circunstancias duras. Y eso, durante cierto tiempo.

Si sentimos que estamos en un período de nuestra vida en el que tenemos que esperar a Dios, la gran pregunta es cómo esperar a Dios, sin que echen raíces en nuestro corazón la frustración, falta de fe, la impaciencia o amargura.

José, hijo de Jacob, también tuvo que esperar a Dios, y lo hizo en circunstancias fuera de su control. Pero aprendió a estar por encima de sus circunstancias. La esclavitud en casa de Potifar no le venció, ni la cárcel, ni la desilusión de pensar que pronto saldría de allí. Las Escrituras dicen de José lo siguiente (Génesis 49:22-26):

Rama fructífera es José,
Rama fructífera junto a una fuente,
Cuyos vástagos se extienden sobre el muro.
23 Le causaron amargura,
Le asaetearon,
Y le aborrecieron los arqueros;
24 Mas su arco se mantuvo poderoso,
Y los brazos de sus manos se fortalecieron
Por las manos del Fuerte de Jacob
(Por el nombre del Pastor, la Roca de Israel),
25 Por el Dios de tu padre, el cual te ayudará,
Por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá
Con bendiciones de los cielos de arriba,
Con bendiciones del abismo que está abajo,
Con bendiciones de los pechos y del vientre.
26 Las bendiciones de tu padre
Fueron mayores que las bendiciones de mis progenitores;
Hasta el término de los collados eternos
Serán sobre la cabeza de José,
Y sobre la frente del que fue apartado de entre sus hermanos.
José era como una planta a la que le hubieran puesto un muro, para detenerlo, y él pudo crecer por encima de ese muro, o un arquero al que le lanzaban flechas, y su arco se mantuvo fuerte. Se necesita saber esperar, con la actitud correcta en esos tiempos de espera. No buscar salidas fáciles, pero que no son de Dios. A veces pensamos que Dios se olvidó de nuestra situación, pero no es así. Dios no olvida, está atento, y busca ayudarnos a mantener contentamiento, gratitud y dirección en esos tiempos de esperarlo a Él.

No importa qué circunstancias te hacen esperar a Dios, Él nunca llega tarde al cumplimiento de sus promesas.

 
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