Cómo le ayuda la fe verdadera
Millones de personas
afirman tener fe. La fe, creen algunos, depende del lugar donde uno nace. Pero
para alguien que quiere ser un cristiano verdadero, la fe es algo que se
adquiere y se cultiva. ¿Es la fe el creer firmemente en algo de lo cual no hay
evidencia? En las Escrituras, se nos indica que “la fe es la certeza de lo que
se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Si la fe significa
llegar a tener certeza y convicción, pero implica que se basa en lo que no se ve, es complejo
llegar a asumir que nuestra fe está basada en la realidad. Se supone que lo
real es visible, tangible, y concreto.
Sin embargo, la fe
está conectada con acercarse a Dios. Muchos ridiculizan la idea de que existe
un Dios. ‘¿Por qué creer en un Dios que uno no puede ver?’, afirman. Pero
existen cosas invisibles, como las partículas subatómicas, las fuerzas
electromagnéticas y gravitacionales. Que no se vean, no significa que no se
puedan percibir sus efectos.
La fe en Dios no es credulidad
ciega. En las Escrituras, se manifiesta el hecho de que las cualidades
invisibles de YHWH, se ven claramente desde la creación del mundo en adelante,
porque se perciben por medio de las cosas hechas, hasta Su poder sempiterno y
Divinidad (Romanos 1:20). A pesar de que Dios es invisible, alrededor de
nosotros hay abundante evidencia visible de un Diseñador Maestro, un intelecto
sobrehumano, un Creador con poder sin igual.
La fe verdadera no
debería estar basada en simple emoción o en la enseñanza religiosa que hayamos
recibido en el pasado, sino en un conocimiento de los muchos rasgos distintivos
de las Escrituras que señalan a un autor divino, y que nos ayudan a forjar una
relación con Dios.
Jesús enseñó en tiempos en los que la religiosidad y tradiciones sustituyeron a la fe verdadera en el Padre Celestial. En nuestros tiempos, la fe se sustituye por la necesidad de simplemente poder tener un nivel de automotivación y afirmación emocional. En aquello que parece conectar con la necesidad que tengamos en el momento.
En cierto punto de su ministerio, Jesús confrontó a la gente, y sus verdaderas razones para seguirlo. Jesús les había alimentado milagrosamente, y las personas se convencieron de que ese era el hombre indicado para ser su líder, y querían que fuera su rey. Podríamos decir que los milagros de Jesús, y, el haberles dado de comer milagrosamente, justificaban la fe de esas personas.
La respuesta de Jesús fue:
“En verdad les digo,
que Me buscan, no porque hayan visto señales (milagros), sino porque han comido
de los panes y se han saciado. Trabajen, no por el alimento que perece, sino
por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre les
dará, porque a El es a quien el Padre, Dios, ha marcado con Su sello. Entonces Le
preguntaron: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?”. Jesús les respondió: “Esta es la obra de Dios: que crean en el que El ha
enviado".
Le dijeron
entonces: “¿Qué, pues, haces Tú como señal (milagro) para que veamos y Te
creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto,
como está escrito: ‘Les dio a comer pan del cielo.’”
Entonces Jesús les
dijo: “En verdad les digo, que no es Moisés el que les ha dado el pan del
cielo, sino que es Mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Porque
el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo.”
(Juan 6:26-34)
La respuesta de las personas fue: Jesús, tendremos fe en ti si nos das de comer todos los días, así como Moisés alimentó a Israel con maná. La respuesta de Jesús fue, que su fe debía dirigirse al Padre, que dio el maná, y que ahora, daba un maná celestial, un pan que da vida.
Obviamente, la gente quería el facilismo del milagro, no el ejercer fe en el Padre mediante Jesús. Y eso no era fe, era sacar ventaja de la situación.
La fe verdadera nos ayuda si tenemos la claridad de que depende de lo que el Padre mediante Jesucristo nos permite evolucionar día a día, sea que ese día haya un milagro espectacular que nos salve o no. La fe verdadera implica relación, conexión con el Padre.