Jesús y Nicodemo
Transcurren los días, y Jesús comienza a ser conocido. Ya ha hecho su primer milagro en las bodas de Caná de Galilea, y estando en el Templo, echó con determinación a los negociantes y cambistas que se aprovechaban y cobraban precios exorbitantes a la gente. Se queda en Jerusalén, pues es tiempo de la Pascua judía, y aprovecha la ocasión para ayudar a sus discípulos.
La presencia de Jesús en Jerusalén no pasa desapercibida para ciertas personas. Particularmente, los fariseos, escribas y sacerdotes, quienes probablemente fueron perjudicados por la valerosa acción de Jesús de echar del Templo a los comerciantes. Se cree que los verdaderos dueños de tan lucrativa actividad son los sacerdotes y fariseos, quienes se aprovechaban de la temporada de fiesta de la Pascua para hacerse de grandes ganancias. Pero ahora, la acción de Jesús, les cuesta dinero. Mucho dinero.
Un hombre prominente del Sanedrín, el Tribunal Supremo judío, decide conocer a Jesús él mismo. No quiere oír versiones o historias de otros. Así que busca a Jesús para hablar con él. Lo hace en la noche, para evitar levantar sospechas y rumores.
"Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él", le dice Nicodemo a Jesús.
¿Por qué le llama "Rabí"? Jesús no había asistido a una escuela rabínica, ni tenía credenciales de "Rabí", o Maestro de la Ley. Sin embargo, Nicodemo es lo suficientemente perspicaz como para entender que una persona que hace y habla como lo hace Jesús, tiene algo en especial: Dios está con él.
Hay señales que Jesús hace. Y tales señales son las que le muestran a Nicodemo que este hombre, sea quien sea, debe tener algún tipo de conexión con Dios como para poder hacer estas acciones milagrosas y esa enseñanza tan clara y contundente.
En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: "les es necesario nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
En este punto de la conversación, está claro que Jesús dirige la atención de Nicodemo al Reino de Dios, no así mismo como "Rabí" o "Maestro". Le insta a profundizar en su propio corazón y espíritu, y ser confrontado por el frontal mensaje de Jesús. Tan detonante fueron las palabras de Jesús, que Nicodemo se sintió incapaz de captar la enseñanza sobre el nacer de nuevo. ¿Cómo es posible?
Muchas veces reaccionamos así a la enseñanza de Jesús. Esa que es confrontadora, sencilla, y que nos hace buscar en lo profundo de nuestro espíritu. Confundimos a veces la enseñanza religiosa o tradicional, con aquella que los Evangelios nos muestran de Jesús mismo. No son la misma cosa. En sentido religioso, se busca establecer códigos de normas y acciones que supuestamente tiene base en las palabras de Jesús.
En esta temporada especial, en la que nos preparamos para recordar de manera especial los sucesos que llevaron al sacrificio, muerte y resurrección de Jesús, es importante autoevaluarnos. Evaluar hasta qué punto estamos siendo dirigidos por la carne o lo carnal, en contraposición del espíritu de Dios. Es ese espíritu de Dios el que guía y sustenta nuestra vida espiritual, y es el que nos insta Jesús a poder nacer de ese espíritu de Dios para entrar en las dimensiones del Reino de Dios.