Jesús y su entrada a Jerusalén
Aquel domingo era especial. Poco a poco, comenzaban a llegar
personas de todo el Imperio Romano a Jerusalén. En apenas unos días, sería la
Pascua, o Pésaj, y se recordaría de manera especial la noche que los israelitas
fueron liberados de la esclavitud en Egipto. La Pascua era una celebración
conmemorativa, y en Jerusalén se hacían grandes preparativos cuando se acercaba
el tiempo de la fiesta, pues era un requisito de la Ley que todo varón
israelita y prosélitos circuncisos fueran a la ciudad. Esto significaba que
muchísimas personas realizarían el viaje a la ciudad con días de anticipación,
a fin de limpiarse en sentido ceremonial.
Jesús también va a Jerusalén. Hay mucha expectativa en torno a
él. ¿Qué hará? Hay planes muy definidos de darle muerte por parte de miembros
poderosos del Sanedrín. Hay intereses políticos y económicos que se ven
amenazados por Jesús y sus enseñanzas. La clase gobernante judía en su mayoría no
quiere perder su posición, su influencia y su dominio. Todo el stablishment está
muy cómodo con las cosas como están. La gente está bajo el dominio de Roma y
del Sanedrín, pagando impuestos, y contribuyendo con los negocios muy
lucrativos que están dando jugosas ganancias. Por supuesto, en tiempos de la
Pascua, se disparan las ventas en el Templo y sus alrededores, y todo sube de
precio.
La gente, por otra parte, tiene otra perspectiva. Muchos
conocen a Jesús y sus enseñanzas, y le han visto probablemente haciendo obras
poderosas. Ya van 3 años y medio de actividad intensa de Jesús por toda
Galilea, Judea, la Decápolis, Tiro, Sidón, y zonas vecinas. Hay cansancio,
frustración y descontento entre aquellos que están siendo oprimidos por el
sistema político, económico y social de aquella sociedad. Cómo no sentirse agobiado
por las cargas económicas, si parecía que la lista de impuestos a pagar era
interminable. Por ejemplo, tenían que pagarles impuestos a personajes como
aquel Zaqueo de Jericó (Lucas 19:1-10).
Los recaudadores jefes como Zaqueo se enriquecían hasta
límites insospechados a costa de las comisiones. Estos recaudadores jefes
tenían que tener muy buen olfato para los negocios, puesto que no sólo tenían
que entregar la cantidad exigida por el emperador sino también el plus que el
gobernante local les exigía. Por tanto, tenían que ser expertos en realizar
inversiones productivas y conseguir que su dinero creciera. Por supuesto, había
que conseguir más y más dinero, y salía de los bolsillos de aquellos hombres y
mujeres que buscaban alivio y refugio espiritual en unos sacerdotes y líderes
judíos, que los maltrataban y explotaban también económicamente.
Jesús representaba, para la gente común y corriente, una
esperanza. Alguien que verdaderamente se condolía de la situación de ellos, de
sus luchas, sus angustias y tribulaciones. Esa esperanza estaba entrando a la
ciudad aquel domingo a Jerusalén, y los hombres, mujeres, niños, niñas,
personas mayores, lo reconocían.
Los apóstoles preparan el camino de entrada, pues Jesús les
dice: “Vayan a la aldea que ven allí. Apenas lleguen, encontrarán una burra
atada y un burrito con ella. Desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les
dice algo, contesten: ‘El Señor los necesita’. Enseguida dejará que se los
lleven”. Aunque los discípulos no se dan cuenta, estas instrucciones de
Jesús están relacionadas con una profecía bíblica, la de Zacarías 9:9 del Rey
prometido por Dios que llegaría a Jerusalén de manera “humilde” y “montado en
un burro, en un burrito, la cría de una burra”.
A medida que Jesús se acerca a Jerusalén, la gente se
aglomera para verlo. Muchos ponen sobre el camino sus mantos, y otros, ramas de
los árboles. La multitud grita: “¡Salva, rogamos! ¡Bendito el que viene en
el nombre de YHWH! ¡Bendito el Reino que viene, el Reino de nuestro padre
David!”. Al oír estas palabras, los fariseos que están entre ellos se
enojan y le dicen a Jesús: “Maestro, calla a tus discípulos”. Él les responde:
“Les digo que, si ellos se quedaran callados, las piedras gritarían”.
Esperanza. Las personas de aquellos tiempos veían en Jesús una
esperanza real, viva, de que las cosas en sus vidas podían cambiar, ser mejores
de lo que eran. Jesús decía: “Vengan a mí todos los que están trabajados y
cargados, y yo los haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para sus almas. Porque
mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).
Podemos entender a aquellas personas que se quitaron sus
mantos y los echaron al suelo para hacer camino a Jesús, y a quienes arrancaron
ramas de palmeras y árboles para demostrar su reconocimiento a quien veían como
el Rey enviado por Dios.
Clamaban “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en
el nombre de YHWH! ¡Hosanna en las alturas!”. Hosanna significa ¡Salva,
rogamos!. La gente clamaba a Jesús como aquel que podía salvarlos, salvarlos en
muchos aspectos. Si Moisés era visto como el gran profeta y dador de la Ley,
Jesús era visto como el Mesías, el rey de los judíos. Sus señales, su poder y
la fuerza de sus palabras, era claramente muestra de que Dios le había enviado.
En nuestros tiempos, recordamos la historia de estos sucesos como
una crónica de relatos que ocurrieron hace dos mil años. Y vemos que hay
similitud entre nuestros tiempos y los de Jesús. También en nuestras sociedades
hay unas estructuras de poder político, económico y religioso que pueden causar
opresión a las personas. Hay quienes están presos por sus propios problemas,
debilidades y circunstancias. ¿Podemos ver a Jesús como nuestro salvador?
Es útil y positivo reflexionar en esas sensaciones que nos
deja la figura de Jesús como aquel salvador enviado por Dios. Pensamos en la
salvación como algo reservado para el fin del mundo o algo escatológico. Pero
la salvación puede ser algo más sencillo, como ser salvos de las angustias, las
debilidades, o de ciertas circunstancias. Podemos ver a Jesús como aquel
salvador en esas circunstancias, no importa si son situaciones familiares, de
salud o económicas, o de cualquier tipo. Son días para replantearnos nuestras
creencias e ideas sobre la figura de Jesús, y cómo renovar nuestra fe.