Las perlas no se echan a los cerdos: lo que dijo Jesús
En el Sermón del Monte encontramos algunas de las enseñanzas más importantes de Jesús. Por ejemplo, sus declaraciones sobre las bienaventuranzas, la oración del padrenuestro o de cómo evitar el cometer adulterio, son parte de las enseñanzas que oyeron los impactados hombres y mujeres que estaban sentados en aquella ladera de una montaña en Galilea hace 2.000 años.
Pero vivimos en el siglo XXI D. C., y siguen siendo impactantes y asombrosas las frases que declaró Jesús, pues al leerlas, nos ofrecen perspectivas interesantes sobre el cómo nos enseñaba y guiaba el Pastor, Jesús. Sin embargo, hay una frase que marcó un punto de atención dentro de su enseñanza, que leemos en Mateo 7:6:
No den las cosas sagradas a los perros,
no sea que se vuelvan contra ustedes y los hagan pedazos.
Y no echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen.
Si repasamos todo lo que Jesús dijo durante el Sermón de la Montaña, hay temas que lógicamente tocó. Era de esperarse que Él hablara sobre temas como la felicidad, la oración, el confiar en la Providencia Divina, o el cómo evitar ser víctimas del fraude de la religión, particularmente, denunciando lo farisaico y el apego a las tradiciones. Pero lo que dijo en Mateo 7:6 francamente puede sonarnos… chocante.
¿Por qué?
Jesús declaró que Él era el camino, la verdad y la vida. Prometió que quien conoce la verdad es ¡libre! Y, ¿quién desea vivir toda su vida engañado?
Para nadie es un secreto que el Hijo de Dios quería difundir la verdad sobre Jehová, sobre el Reino de Dios, y guiar a las personas a acceder a su esencia de hijos e hijas de Dios. Sin embargo, sus palabras sobre no “dar las cosas sagradas y perlas” a quienes sean “perros o cerdos”, indican que el gran Difusor de la Verdad, no promovía la difusión indiscriminada de verdades espirituales, “cosas sagradas” o “perlas” para todo el mundo. Hay quienes no merecen saber cosas sagradas, o tener en su mente y corazón el conocimiento de verdades espirituales excelsas y trascendentes como “perlas”. ¿Quiénes? Los “perros” o los “cerdos”.
¿Por qué? ¿Quiénes son esos “perros” o “cerdos”?
Para tener un mayor entendimiento sobre lo que dijo Jesús, podemos ver el contexto de la declaración que está en Mateo 7:6. Si leemos los versículos anteriores y posteriores a Mateo 7:6, encontramos que antes de Mateo 7:6, Jesús había hablado sobre el no juzgar a otros, y que es mejor primero antes juzgar a otro, juzgarse a sí mismo. “¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Déjame sacarte la astilla que tienes en el ojo'? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la astilla que tiene tu hermano en el suyo”, enseñó Jesús.
¡Qué fácil es juzgar a otra persona! Se puede juzgar a otra persona por muchos motivos: su situación económica, su moralidad, sus motivos, qué dijo o qué no dijo. Es fácil erigirse en ser juez de otro.
Particularmente, hay un tipo de personas que son juzgados con facilidad por otros: quienes son poseedores de conocimientos de cosas sagradas, o de verdades espirituales sublimes y trascendentes como “perlas”. Jesús mismo era alguien que poseía muchísimo conocimiento de cosas celestiales y divinas. Pero no lo dijo todo.
Jesús no enseñó verdades profundas a Poncio Pilato, Caifás o Anás. ¿Estaba obligado a hablar a quienes no deseaban conocer la verdad? No.
¿Por qué?
Porque conocía de la naturaleza del ser humano. Enseñó verdades profundas y lo hizo a veces por medio de parábolas, cuya interpretación quedaba reservada para ser buscada por quien deseara conocerla. Si nos dirigimos a los versículos que siguen a Mateo 7:6, que son los versículos 7-12, hallaremos, de qué depende el que esas cosas sagradas y esas perlas espirituales lleguen a nuestras manos:
"Pidan, y Dios les dará. Busquen, y encontrarán. Llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe. Y el que busca, encuentra. Y al que llama a la puerta, se le abre.
"¿Acaso alguno de ustedes sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan!
"Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes. Porque en eso se resumen la ley y los profetas”.
Así que Jesús indica el por qué las cosas sagradas y las perlas están reservadas. Hay que pedirlas al Padre, hay que buscarlas como a tesoros escondidos, y hay que pedir que se abran las puertas del Templo del conocimiento de Dios.
Quien busca el “mismísimo conocimiento de Dios” tiene un conjunto de actitudes y cualidades que le hace pedir, buscar y tocar la puerta de Dios (Proverbios 2:1-7). Lamentablemente, muchas personas no poseen la fe, la paciencia, la humildad, la perseverancia, el temor de Dios y la actitud correcta que requiere el buscar ese conocimiento sagrado. Pero cuán gratificante es conocer la verdad, la que prometió Jesucristo que libera.
Las palabras de Jesús nos llaman la atención sobre cómo Jesús ve la actitud de quienes tercamente rechazan conocimiento de gemas espirituales. La mente de muchas personas está tan almidonada con sus creencias y enseñanzas religiosas que no hay lugar para nuevos vislumbres de conocimiento. Así sucedió con los fariseos, Jesús les era incómodo porque no enseñaba lo mismo que ellos. No vino a defender la religión vetusta y arcaica, la que busca sólo el dinero y la fama. La gente declara: “Soy de la religión más…”, o “sólo los de mi organización tenemos la verdad”, o “en mi iglesia mi pastor es conocido y famoso”. Son etiquetas religiosas. ¿Hay allí cosas sagradas y perlas espirituales? Eso no importa, lo que cuenta es el status de qué dirán y sentirse importante.
¿Dejarse guiar por el verdadero evangelio de Cristo? No, eso no te da status, fama o dinero.
Jesús sí valoró lo que enseñó y se lo enseñó a quien mereciera apreciar y valorar lo sagrado. No perdió su muy valioso tiempo con absurdas discusiones con fariseos, saduceos o esenios sobre asuntos sin importancia. Nada que sedujera el intelecto y la mente de algunos, dejando de lado las cosas más importantes: la adoración al Padre con espíritu y con verdad, el Reino de Dios, enseñar sobre el amor, la fe y otros aspectos necesarios en la relación con Dios y el prójimo. Esas son cosas sagradas, verdaderas perlas atesoradas y defendidas por quienes buscan adorar al Padre con espíritu y verdad.