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Orando como Jesús enseñó: La Fe.


Marcos 11:22-24
Y respondiendo, Jesús les dijo: “Tengan fe en Dios. 23 En verdad les digo que cualquiera que diga a esta montaña: ‘Sé alzada y echada al mar’, y no duda en su corazón, sino que tiene fe en que va a ocurrir lo que dice, así lo tendrá. 24 Por eso les digo: Todas las cosas que oran y piden, tengan fe en que pueden darse por recibidas, y las tendrán.

Jesús habló mucho de la fe. De hecho, según lo que expresan los Evangelios, habían para Jesús 3 tipos de personas de acuerdo a su fe personal:

Los faltos de fe

Lucas 9:41
Respondiendo, Jesús dijo: “Oh generación falta de fe y aviesa
Eran esas personas que tenían 0% de fe. Ni siquiera el ver a Jesús hacer milagros impactaba su corazón. Por eso Jesús les catalogó como una generación falta de fe, ya que fueron lamentablemente la mayoría de la nación.

Los de poca fe

Mateo 14:31
Inmediatamente Jesús, extendiendo la mano, lo asió, y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué cediste a la duda?”.

En este grupo estaban los apóstoles. Tenían fe, pero era poca. Lo importante era que tenían potencial en su fe, que aunque poca, podía crecer.

Y 2 personas con grande fe
Mateo 8:5-10
Cuando entró en Capernaum, se le acercó un oficial del ejército, y le suplicó, 6 diciendo: “Señor, mi criado está postrado en casa debido a parálisis, terriblemente atormentado”. 7 Él le dijo: “Cuando llegue allá lo curaré”. 8 Respondiendo, el oficial del ejército dijo: “Señor, no soy hombre digno de que entres debajo de mi techo, pero di tú una sola palabra y mi criado será sanado. 9 Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad, que tengo soldados bajo mí, y a este digo: ‘¡Vete!’, y se va, y a otro: ‘¡Ven!’, y viene, y a mi esclavo: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”. 10 Al oír aquello, Jesús se asombró, y dijo a los que le seguían: “Les digo la verdad: No he hallado en Israel a nadie con tan grande fe.

Mateo 15:21-28
Partiendo de allí, Jesús entonces se retiró a las partes de Tiro y Sidón. 22 Y, ¡mire!, una mujer fenicia de aquellas regiones salió, y levantó la voz, y dijo: “Ten misericordia de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija está terriblemente endemoniada”. 23 Pero él no le contestó palabra. De modo que sus discípulos se acercaron y empezaron a solicitarle: “Despídela; porque sigue clamando tras nosotros”. 24 En respuesta, él dijo: “No fui enviado a nadie aparte de las ovejas perdidas de la casa de Israel”. 25 Cuando la mujer vino, se puso a rendirle homenaje, diciendo: “¡Señor, ayúdame!”. 26 En respuesta, él dijo: “No es correcto tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos”. 27 Ella dijo: “Sí, Señor; pero en realidad los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. 28 Entonces Jesús le dijo en respuesta: “Oh mujer, grande es tu fe; que te suceda según deseas”. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
Evidentemente, lo mejor es ser personas de una grande fe.

¿Qué hizo que un oficial romano y una mujer sirofenicia fueran calificados como de una grande fe?

Fueron humildes. No creyeron que Jesús estaba obligado a hacerles el milagro que querían. Y tuvieron la audacia de acercarse a Jesús, aún siendo gentiles, y pedirle que les ayudara.

Ellos sólo recibieron palabras de Jesús. Y en el momento que Jesús dio su palabra, sucedieron los milagros solicitados.

Fueron milagros realizados a distancia. Jesús no acudió a ninguno de los dos lugares.

Sencillamente el oficial y la mujer creyeron en la palabra de Jesucristo. Era suficiente para ellos.
Actitud distinta a la de "ver para creer". ¿Conformarse uno con sólo palabras? Eso es fe.

Pero, relacionado con la oración, la fe que Jesucristo indicó que se necesitaba era una fe especial.
Es una fe que "no duda en el corazón". La fe y la duda son dos polos opuestos. Quien tiene fe no duda, y quien duda no tiene fe.

Dicho claramente: la duda es la fe en que NO va a ocurrir lo solicitado en la oración. Quien duda de si recibirá respuesta de su oración a Jehová, tiene razón: no tendrá respuesta. No por Dios, sino por el estado de duda.

Una persona no puede estar en un constante vaivén de creencias sobre si Dios le va a responder. Es como ser una ola del mar, llevada de un lado a otro, por el viento.

El corazón debe tener fe. ¿Cómo hacer para que el corazón ejerza fe?

No hay una fórmula matemática para ello. Porque requiere del deseo y la voluntad de tener fe.
Recordar pasajes bíblicos que refuerzan la confianza en el poder salvador de Jehová puede ayudar. Repasar mentalmente relatos como el Mar Rojo, los milagros de Jesús, pueden hacer que el
corazón consolide la fe en Dios, y en la oración.

"Sino que tiene fe en que va a ocurrir lo que dice, así lo tendrá".

¿Realmente es fácil creer que sucederá lo que uno pide en oración?

"Por eso les digo: Todas las cosas que oran y piden, tengan fe en que pueden darse por recibidas, y las tendrán".

Aquí Jesús plantea algo: Todas las cosas pedidas, creer que pueden darse por recibidas.

En otras palabras: la oración que recomienda Jesús es aquella en la que uno pide lo que desea, (acorde a la voluntad divina), y confiar en que se recibirá de Dios. Porque uno tiene fe en que va a ocurrir lo que uno dice.

Es todo un reto. Pero esa es la fe de la que habló Jesús que está relacionada con la oración. El reto es comprobar si es cierto.

Tenemos el ejemplo de Ana, la madre del profeta Samuel.

Ella oró 1 sola vez. Hizo su petición 1 vez, y ella dijo a Jehová qué quería.

Y esperó a que Jehová a Su tiempo y manera respondiera.

Y:
1 Samuel 1:18 La mujer procedió a irse por su camino y a comer, y su rostro no volvió a mostrar preocupación por su propia situación.

¿Verdad que cuando oramos seguimos pensando en el asunto, preocupándonos por él, inquietándonos, pensando en cómo lo vamos a resolver? Ahí está la duda en el corazón.

No se trata de no hacer nada para que se realice la oración. Se debe actuar, de la manera correcta en el tiempo correcto.

Pero una vez hecho lo que teníamos que hacer, hay que esperar, sin mostrar preocupación por el asunto, puesto que al orar, le manifestamos a Dios nuestra petición.

Jehová no necesita que le recordemos 20 veces al día que nos dé lo que necesitamos o queremos. Con decírselo una vez basta. Recordemos, dijo Jesús "todas las cosas que oran y piden, tengan fe en que pueden darse por recibidas, y las tendrán".

Al orar solicitamos la intervención divina. Pero seguir preocupados por el asunto, o tener un plan B por si la oración no funciona, es dudar en el corazón. Por consiguiente, lo solicitado en oración no se recibe.


No es fácil aprender a orar de esa manera. Pero es la forma eficaz de orar. Es lo que enseñó Jesús.

Está en nuestra decisión hacerlo a nuestra manera, o a la manera que Él enseñó.
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