La sabiduría de Dios en un secreto sagrado
Cuando no entendemos algo, decimos que sólo Dios lo sabe, porque entendemos que Dios posee sabiduría infinita. A esa prerrogativa de Dios le llamamos omnisciencia. Eso significa tener conocimiento de todas las cosas.
Sabemos que para Dios, nada está oculto. "Todas las cosas están totalmente expuestas ante Él", afirma el apóstol Pablo, en su carta a los Hebreos, y es un hecho que la Biblia afirma vez tras vez en sus páginas. Pero hay conocimientos, entendimientos y sabiduría que se origina de Dios, y que Él oculta hasta el tiempo debido y que revela
sólo a aquellos a quienes Él escoge para que lo conozcan.
En el texto de las Escrituras Griegas Cristianas, la palabra griega my·stḗ·ri·on, traducida “secreto
sagrado”, se refiere principalmente a lo que conocen los iniciados. Un iniciado, en
las antiguas tradiciones mistéricas que surgieron en los tiempos de la
congregación cristiana primitiva, eran aquellos que deseaban tomar parte en las
celebraciones de los misterios, y que para hacerlo tenían que experimentar una iniciación. Eso implicaba seguir escrupulosamente ciertos ritos y experiencias para demostrar la aptitud y la actitud apropiada para ser receptor de los conocimientos ocultos o reservados para quienes fuesen capaces de acceder a dichos conocimientos o "misterios". Los iniciados estaban obligados
por un voto de silencio a no divulgar los secretos.
El apóstol Pablo dijo de sí mismo que era un "mayordomo" de los secretos sagrados de Dios, y afirmó que por vía de la revelación, le fue dado a conocer el secreto sagrado del Cristo. De hecho, no sólo lo conocía, sino que además, lo entendía. Podemos leerlo en Efesios 3:1-4:
Por causa de esto yo, Pablo, el prisionero de Cristo Jesús a favor de ustedes, la gente de las naciones... 2 si es que, realmente, ustedes han oído acerca de la mayordomía de la bondad inmerecida de Dios que me fue dada con ustedes en mira, 3 que por vía de una revelación se me dio a conocer el secreto sagrado, así como escribí antes con brevedad. 4 En vista de esto, ustedes, cuando lean esto, pueden darse cuenta de la comprensión que tengo del secreto sagrado del Cristo.
Notemos que Pablo no dice que él era muy inteligente, o muy preparado, o que era alguien que tuvo que pasar por una serie de ritos sagrados para demostrar ser un "iniciado". No, indica que fue por vía de una revelación que se le dio a conocer el secreto sagrado del Cristo, y comprender ese secreto sagrado.
Aquel secreto sagrado que le fue revelado a Pablo, y del cual tenía plena comprensión, y del cual era mayordomo o administrador, estaba más allá de la posibilidad de ser conocido por medios
naturales. Pablo podría haber dedicado toda su vida a estudiar, a escudriñar las Escrituras, y no hubiera podido acceder al secreto sagrado de Dios. Sólo pudo acceder a esos conocimientos por revelación divina, y se le hizo
saber de una manera y en un tiempo señalados por Dios, y sólo por medio de ser iluminado por Su Espíritu.
Los secretos sagrados de Dios y otros “misterios” de la Biblia, como el de Babilonia la Grande, no son, por lo tanto, cosas que han de mantenerse en secreto indefinidamente, sino que Jehová Dios ha de revelarlas a su debido tiempo a los que cifran su esperanza en Él y a quienes Él escoge para revelárselas. El apóstol Pablo trata este aspecto de los asuntos en 1 Corintios 2:6-16. En ese pasaje llama al “secreto sagrado” de Dios “sabiduría escondida”, revelada por medio del espíritu de Dios a sus siervos cristianos. Es algo que el espíritu del mundo o la sabiduría humana de hombres físicos no puede desentrañar, sino que es pronunciado y entendido por aquellos ‘que combinan asuntos espirituales con palabras espirituales’. Anteriormente Jesucristo había hecho notar a sus discípulos: “A ustedes se les ha dado el secreto sagrado [gr. my·stḗ·ri·on] del reino de Dios, mas a los de afuera todas las cosas ocurren en ilustraciones, para que, aunque estén mirando, miren y sin embargo no vean, y, aunque estén oyendo, oigan y sin embargo no capten el sentido de ello, ni nunca se vuelvan y se les dé perdón”. (Mr 4:11, 12; Mt 13:11-13; Lu 8:10.)
¿Cómo entender estas cosas? Si pensamos en Pablo, no era él el único apóstol de Jesucristo vivo en el siglo I. Sin embargo, fue a Pablo, y no a Pedro, o a Juan, o al conjunto de apóstoles y ancianos o presbíteros de Jerusalén, a los que les fue revelado el secreto sagrado de Dios o del Cristo. De hecho, vemos en las Escrituras Griegas Cristianas un conjunto de 14 cartas o epístolas, en las que vemos expuesta parte de ese conocimiento del secreto sagrado del Cristo, del que Pablo era administrador. De ahí que veamos diferencias entre las Cartas a los Romanos, o a los Efesios, o las que escribió a los Tesalonicenses. Hemos de entender que TODO lo que Pablo sabía y comprendía de los secretos sagrados del Cristo no están manifestados en lo que escribió, pero sí podemos entender que lo que el espíritu santo le impelió a escribir era lo que Jehová Dios deseaba que se mantuviera registrado en las páginas de las Escrituras.
Jesucristo predijo que a sus discípulos se les darían a conocer los secretos sagrados del Reino de Dios. Y que ellos serían capaces de entenderlos. Por ejemplo, las parábolas del trigo y la mala hierba, o la de las ovejas y las cabras.
Pablo puntualiza en su Carta a los Corintios el contraste entre el hombre físico y el hombre espiritual, en el que el hombre espiritual es capaz de entender asuntos espirituales, como los referentes al secreto sagrado del Reino de Dios. Entre las declaraciones de Pablo, notamos unos matices interesantes que nos ayudan a entender cómo él entendía lo que Dios le había revelado:
Ahora bien, hablamos sabiduría entre los que son maduros, pero no la sabiduría de este sistema de cosas, ni la de los gobernantes de este sistema de cosas, que han de quedar reducidos a nada. 7 Más bien, hablamos la sabiduría de Dios en un secreto sagrado, la sabiduría escondida, que Dios predeterminó antes de los sistemas de cosas para nuestra gloria. 8 Esta sabiduría ni uno de los gobernantes de este sistema de cosas la llegó a conocer, porque si la hubieran conocido, no habrían fijado en el madero al glorioso Señor. 9 Pero así como está escrito: “Ojo no ha visto, ni oído ha oído, ni se han concebido en el corazón del hombre las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman”. 10 Pues es a nosotros a quienes Dios las ha revelado mediante su espíritu, porque el espíritu escudriña todas las cosas, hasta las cosas profundas de Dios. 11 Porque, ¿quién entre los hombres conoce las cosas del hombre salvo el espíritu del hombre que está en él? Así, también, nadie ha llegado a conocer las cosas de Dios, salvo el espíritu de Dios. 12 Ahora bien, nosotros recibimos, no el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado bondadosamente. 13 De estas cosas también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el espíritu, al combinar nosotros asuntos espirituales con palabras espirituales. 14 Pero el hombre físico no recibe las cosas del espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede llegar a conocer, porque se examinan espiritualmente. 15 Sin embargo, el hombre espiritual examina de hecho todas las cosas, pero él mismo no es examinado por ningún hombre. 16 Porque “¿quién ha llegado a conocer la mente de Jehová, para que le instruya?”. Pero nosotros sí tenemos la mente de Cristo.1 Corintios 2:6-16
hablamos la sabiduría de Dios en un secreto sagrado,
la sabiduría escondida, que Dios predeterminó antes de los sistemas de
cosas para nuestra gloria.
Pablo hablaba de la sabiduría de Dios en un secreto sagrado, que es sabiduría escondida. Esto incluye el conocimiento del cumplimiento de la profecía del Pacto Edénico, de esa enemistad entre la serpiente y su descendencia, y la mujer y su descendencia, y lo que estos elementos representan. Ciertamente, esta declaración de Jehová en Edén era antigua, pero, ¿se entendía? Por eso, antes de que surgieran sistemas de cosas económicos, políticos, religiosos, sociales o filosóficos, ya Jehová había predeterminado que sólo por medio de los seguidores elegidos de Cristo Jesús, sería dado a conocer lo que se había propuesto en Edén manifestado en la profecía de Génesis 3:15.
En Efesios 1:9-11 Pablo explica que Dios dio a
conocer el “secreto sagrado” de su voluntad, y dice: “Es según su
beneplácito que él se propuso en sí mismo para una administración al
límite cabal de los tiempos señalados, a saber: reunir todas las cosas
de nuevo en el Cristo, las cosas en los cielos y las cosas en la tierra.
Sí, en él, en unión con el cual a nosotros también se nos asignó como
herederos, por cuanto fuimos predeterminados según el propósito de aquel
que opera todas las cosas conforme a la manera como su voluntad
aconseja”. Este “secreto sagrado” incluye un gobierno, el Reino Mesiánico de Dios. “Las cosas que están en los cielos”, a las que
Pablo se refiere, son los herederos en perspectiva de ese Reino
celestial con Cristo. “Las cosas que están en la tierra” serán sus
súbditos terrestres. Para Pablo y otros cristianos, era una gloria de parte de Jehová ser receptores y administradores del secreto sagrado de Dios.
¿Cómo entender esto?
“Ojo no ha visto, ni oído ha oído, ni se han concebido
en el corazón del hombre las cosas que Dios ha preparado para los que
lo aman”. 10 Pues es a nosotros a quienes Dios las ha revelado
mediante su espíritu, porque el espíritu escudriña todas las cosas,
hasta las cosas profundas de Dios.
Sí, no hubo ningún ojo humano, que viera por anticipado aquello que Dios se reservó dar a conocer en Su tiempo y manera, ni hubo oído que escuchara de antemano lo que Dios revelaría, ni hubo una mente humana tan sagaz e inteligente que fuera capaz de vaticinar lo que Dios daría a conocer, que era Su propósito. Dios revela por medio de Su espíritu santo, y es que Su espíritu es el que puede escudriñar lo profundo de Dios.
El
secreto sagrado de Dios tiene un contenido claro: el secreto de Dios es buenas nuevas, buenas nuevas eternas, no una
mentira o un engaño hecho por el hombre. Cuando Jesús dijo que "conocerían la verdad y la verdad los libertará", no se refería a un engaño que esclavizara al hombre y a la mujer, como si fuera una especie de lobotomizado.
Jehová y Jesucristo quieren dar libertad plena al hombre y la mujer, quienes a su vez, deben estar dispuestos a querer ser libres y asumir su libertad.
De estas cosas también hablamos, no con palabras
enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el espíritu,
al combinar nosotros asuntos espirituales con palabras espirituales.
Hay sabiduría humana que enseña y explica las cosas. En la sabiduría humana, mientras más verborrea haya, mientras más palabras haya para explicar algo, es más "sabio". El secreto sagrado de Dios es claro, sencillo, pero profundo. Hay que aprender un nuevo lenguaje, uno espiritual, porque hay palabras, conceptos, ideas, que son espirituales y que van en la dirección de lo que Dios quiera enseñar.
Y hay una combinación de asuntos espirituales con palabras espirituales. Por ejemplo, la palabra fe toma un significado especial si recordamos cuando Jesús nos enseñó que si tenemos aunque sea fe del tamaño de un grano de mostaza, podemos mover montañas. La combinación FE - GRANO DE MOSTAZA, es un ejemplo de la combinación de palabras espirituales para entender asuntos espirituales.
Uno podría en este sentido hablar de la necesidad de ser de "mente abierta". ¿Qué significa eso? ¿Quiere decir que se debe dejar que cualquier idea, pensamiento, concepto o creencia entre en nuestra mente y eche raíces?
A veces nos preguntamos el por qué no entendemos ciertas verdades que están expuestas en la Biblia, o queremos conocer el significado de los tiempos actuales. No nos gustaría estarnos perdiendo de la oportunidad de conocer cosas maravillosas que Jehová ha reservado para conocerlas. Pero tal vez, nuestra mente está cerrada. ¿En qué sentido? En el de estar aferrados a creencias y conceptos que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida, y que damos como absolutamente ciertos y válidos. ¿Y si lo que creemos no es cierto? ¿Y si estamos viendo evidencias convincentes sobre ciertos asuntos espirituales que están gravitando en nuestra mente, pero no las consideramos con seriedad porque estamos aferrados al pasado y no al presente?
Pablo tuvo que ser de mente abierta para recibir el entendimiento de los conocimientos de ese secreto sagrado del Cristo. Lo sabemos porque Pablo dice de sí mismo que él fue fariseo, enseñado a los pies de Gamaliel, y que era un hombre muy celoso en su religión judía farisaica. Pero tuvo que desechar todos esos conocimientos, y hasta considerarlos como un montón de basura, con tal de hacer suyo ese conocimiento que Jehová mediante Jesucristo le estaba revelando.
¿Con qué se quedaría Pablo: con sus años de judío, con ese conocimiento errado, o con lo que Jehová le iba a revelar?
Pablo fue un judío fariseo celoso por años, y eso lo tuvo que tirar a la basura. ¿Se imagina lo que es tener el valor de dejar atrás a una religión muy querida y apreciada, que aparentemente era la "verdadera", para ir tras el propósito de Dios revelado en Cristo Jesús?