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Sabio de Corazón: permitiendo la dirección divina

Hay momentos en los que un@ se siente así:


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Con problemas. Que parecen ser cada día más difíciles. Sin salida. Y uno busca qué hacer. Hasta que le pide a Dios una señal. Aunque sea una señal de humo que indique qué hacer...

Y mientras que uno está luchando con los problemas o situaciones que tiene, la pregunta es...
¿Qué es lo que está haciendo Dios ahora que estoy en este problema?

¿Cuando el bote salvavidas empieza a hacer agua?

¿Cuando se corta la cuerda del paracaídas?

¿Cuando se acaba el último centavo antes de terminar de pagar las cuentas?

¿Cuando la última esperanza parte en el último tren?

¿Qué es lo que está haciendo Dios?

Buena pregunta. Lo que sí es seguro es qué hace un@. Caminando de un lado a otro como león enjaulado. Bueno, cada quien afronta sus estados de angustia como mejor le parece, pero la sensación de desesperación es universalmente conocida.

¿Pero qué hace Dios? Gran interrogante. Muy grande. Si Dios no está haciendo nada a favor de un@, estamos fritos. Perdidos.

Algo que ayuda a entender esta cuestión son los relatos bíblicos de personas que vivieron crisis. Crisis sin salida, sin saber qué hacer, de vida o muerte.

Hay un relato imaginario acerca de una entrevista de un periodista a Moisés, y al rey Jehosafat

Vale la pena leerlas, porque muestran una visión de esa parte humana, de momentos bíblicos, que pueden servir para tener la sabiduría de corazón de entender, que lo mejor que un@ puede hacer en momentos de crisis, de no saber qué hacer, es aceptar la dirección divina.

Veamos:

La primera entrevista es entre la Prensa de la Tierra Santa (PTS) y Moisés.

PTS: Cuéntanos acerca de tu conflicto con los egipcios.

MOISÉS: Ah, los egipcios… gente grande. Fuertes guerreros. Malos como serpientes.

PTS: Pero te escapaste.

MOISÉS: No antes de que fuesen tragados por el agua.

PTS: Te refieres al conflicto del Mar Rojo.

MOISÉS: Así es. Eso fue atemorizante.

PTS: Cuéntanos lo que sucedió.

MOISÉS: Pues verás, el Mar Rojo se encontraba de un lado y los egipcios del otro.

PTS: ¿Así que atacaron?

MOISÉS: ¿Bromeas? ¿Con medio millón de apiladores de piedras? No, mi pueblo tenía demasiado miedo. Deseaba regresar a Egipto.

PTS: ¿Así que les dijiste a todos que retrocediesen?

MOISÉS: ¿Hacia dónde? ¿Hacia el agua? No teníamos bote. No teníamos dónde ir.

PTS: ¿Qué recomendaban tus líderes?

MOISÉS: No les pregunté. No había tiempo.
PTS: ¿Después qué hiciste?

MOISÉS: Le dije a la gente que se quedara quieta.
PTS: ¿Quieres decir que sabiendo que venía el enemigo, le dijiste que no se moviera?

MOISÉS: Sí. Le dije: «Estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros
».

PTS: ¿Por qué querrías que la gente permaneciese firme?

MOISÉS: Para que no estorbasen a Dios. Si uno no sabe qué hacer, lo mejor es quedarse quieto hasta que Él haga lo suyo.
PTS: Esa es una estrategia extraña, ¿no te parece?

MOISÉS: Sí lo es, si se tiene el tamaño adecuado para la batalla. Pero
cuando la batalla es más grande que tú, y deseas que Dios se haga cargo, es lo único que puedes hacer.

PTS: ¿Podemos hablar de otra cosa?

MOISÉS: El periódico es tuyo.

PTS: Al poco tiempo del escape de ustedes…

MOISÉS: Nuestra liberación.

PTS: ¿Cuál es la diferencia?

MOISÉS: Existe una gran diferencia. Cuando te escapas, eres tú quien lo hace. Cuando te liberan, otra persona lo hace y tú sólo la sigues.
PTS: Bien, a poco de tu liberación, peleaste con los amo… amala… a ver, aquí lo tengo…

MOISÉS: Los amalecitas.
PTS: Sí, los amalecitas.

MOISÉS: Gente grande. Fuertes guerreros. Malos como serpientes.

PTS: Pero ganaste.

MOISÉS: Dios ganó.
PTS: Está bien, Dios ganó, pero tú realizaste el trabajo. Peleaste la batalla. Estuviste en el campo de batalla.

MOISÉS: Estás equivocado.
PTS: ¿Qué? ¿No estabas en la batalla?

MOISÉS: No en esa. Mientras el ejército peleaba, llevé a mis amigos Aarón y Hur a la cima de una colina y peleamos allí arriba.
PTS: ¿Entre vosotros?

MOISÉS: Contra la oscuridad.
PTS: ¿Con espadas?

MOISÉS: No, con oración. Simplemente levanté mis manos a Dios, como hice ante el Mar Rojo, sólo que esta vez olvidé mi vara. Cuando levantaba mis manos, ganábamos, pero cuando las bajaba, perdíamos. Así que les pedí a mis amigos que me sostuviesen los brazos hasta que los amalecitas hubiesen pasado a ser historia y ganamos.
PTS: Aguarda un segundo. ¿Piensas que el pararte sobre una colina con tus manos en alto marcó una diferencia?

MOISÉS: No ve ningún amalecita por aquí, ¿verdad?

PTS: ¿No te parece extraño que el general del ejército se quede sobre una colina mientras los soldados pelean en el valle?

MOISÉS: Si la batalla hubiese sido en el valle allí habría estado, pero no era allí donde se llevaba a cabo la batalla
.

PTS: Extraña estrategia la tuya.

MOISÉS: Quieres decir que si tu padre fuese más grande que la persona que te propina una golpiza, ¿no lo llamarías?
PTS: ¿Qué?

MOISÉS: Si algún tipo te tiene en el suelo y te está dando golpes, y tu padre está a una distancia que pueda escucharte y te ha dicho que lo llames siempre que necesites su ayuda, ¿qué harías?

PTS: Llamaría a mi padre.

MOISÉS: Eso es lo único que hago. Cuando la batalla es demasiado grande, le pido a Dios que se haga cargo. Llamo al Padre para que pelee por mí.

PTS: ¿Y viene?

MOISÉS: ¿Has visto últimamente algún judío construyendo pirámides?
PTS: A ver si entendí esto bien. Una vez vences al enemigo quedándote quieto y otra ganas la batalla levantando los brazos. ¿De dónde sacaste todo eso?

MOISÉS: Bueno, si te lo dijese, no me creerías.

PTS: Haz la prueba.

MOISÉS: Pues verás, había cierta zarza ardiente y me habló…
PTS: Tal vez tienes razón. Guardemos eso para otro día.

La segunda entrevista nos adelanta un par de siglos en la historia. Aquí encontramos al rey Jehosafat (RJ) en una entrevista de posguerra con la Crónica de Jerusalén (CJ) en el campo de batalla de Cis.

CJ: Felicitaciones, Rey.

RJ: ¿Por qué?
CJ: Acaba de derrotar a tres ejércitos a la misma vez. Derrotó a los moabitas, a los amonitas y a los del monte de Seír.

RJ: Ah, yo no hice eso.
CJ: No sea tan modesto. Díganos lo que piensa con respecto a estos ejércitos.

RJ: Gente grande. Fuertes guerreros. Malos como serpientes.

CJ: ¿Qué sintió al enterarse que se aproximaban?

RJ: Tuve miedo.

CJ: Pero lo controló con bastante calma. Esa sesión de estrategia con sus generales debe haber dado resultado.
RJ: No la tuvimos.
CJ: ¿No tuvieron una reunión ni una estrategia?

RJ: Ninguna de las dos.
CJ: ¿Qué hizo?

RJ: Le pregunté a Dios qué hacer.
CJ: ¿Qué dijo Él?

RJ: Al principio nada, así que hice que algunas personas le hablaran junto conmigo.
CJ: ¿Su gabinete realizó una sesión de oración?

RJ: No, mi nación se puso a ayunar.

CJ: ¿Toda la nación?

RJ: Por lo visto, todos excepto usted.

CJ: Este, bueno, ¿qué le dijo a Dios?

RJ: Bueno, le dijimos a Dios que era el Rey y que aceptábamos cualquier cosa que quisiese hacer, pero que si no le molestaba, nos gustaría su ayuda para resolver un gran problema.
CJ: Y en ese momento fue que llevaron a cabo su sesión de estrategia.

RJ: No.

CJ: ¿Qué hicieron?

RJ: Nos paramos delante de Dios.

CJ: ¿Quién?

RJ: Todos nosotros. Los hombres. Las mujeres. Los bebés. Todos quedamos de pie y esperamos
.

CJ: ¿Qué hacía el enemigo mientras tanto?

RJ: Se iba acercando.

CJ: ¿Fue en ese momento que animó al pueblo?

RJ: ¿Quién le dijo que animé al pueblo?

CJ: Bueno, simplemente supuse…

RJ: En ningún momento le dije nada al pueblo. Sólo me mantuve atento. Después de un rato un joven de nombre Jahaziel levantó la voz y dijo que el Señor había dicho que no nos desanimásemos ni temiésemos porque la batalla no era nuestra, sino de Él.
CJ: ¿Cómo supo que hablaba de parte de Dios?

RJ: Cuando pasa tanto tiempo como yo hablando con Dios, aprende a reconocer su voz.
CJ: Increíble.

RJ: No, sobrenatural.
CJ: ¿Entonces atacaron?

RJ: No, Jahaziel dijo: «Párense, estén quietos, y vean la salvación de Jehová con nosotros».

CJ: En alguna parte he oído eso.

RJ: Es de la cosecha de Moisés.

CJ: ¿Entonces atacaron?

RJ: No, entonces cantamos. Es decir, algunos cantaron. No soy muy entonado así que incliné mi rostro y oré. Dejé que los otros cantasen. Tenemos un grupo, los levitas, que verdaderamente saben cantar.
CJ: Un momento. Sabiendo que el ejército se acercaba, ¿cantaron?

RJ: Algunas canciones. Luego le dije al pueblo que fuese fuerte y tuviese fe en Dios y luego marchamos al campo de batalla.
CJ: ¿Y usted dirigió el ejército?

RJ: No, pusimos a los cantantes al frente. Y mientras marchábamos, ellos cantaban. Y mientras cantábamos, Dios ponía emboscadas. Y cuando llegamos al campo de batalla, el enemigo estaba muerto. Eso fue hace tres días. Nos llevó todo ese tiempo limpiar el área. Hoy volvimos para llevar a cabo otra reunión de adoración. Venga aquí, quiero que escuche cómo cantan estos levitas. Le apuesto diez siclos que no puede permanecer sentado cinco minutos.
CJ: Espere. No puedo escribir esta historia. Es demasiado rara. ¿Quién la creerá?

RJ: Simplemente escríbala. Los que tengan problemas que pueden resolver por cuenta propia se reirán. Y los que tengan problemas que sólo pueden resolverse con la ayuda de Dios orarán. Deja que ellos decidan. Vamos. La banda está afinando. No querrá perderse la primera canción.

¿Qué le parece entonces?
¿Qué hace Dios cuando nos encontramos en aprietos?

Si Moisés y Jehosafat nos sirven de ilustración alguna, esa pregunta puede responderse con una palabra: Pelea. Jehová pelea por nosotros. Entra al cuadrilátero, nos dirige a nuestra esquina y se hace cargo. «Jehová peleará por nosotros, y nosotros estaremos tranquilos» ( Éxodo 14.14 ).

A Él le corresponde pelear. A nosotros nos corresponde confiar.

Sólo confiar. No dirigir. No cuestionar. No arrebatarle el volante de las manos. Nos corresponde orar y esperar. No hace falta nada más. No se necesita nada más.
«No caeré, porque Él es mi refugio» ( Salmo 62.6 , Versión Popular).




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