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Qué aprendemos de los personajes bíblicos



David. Abrahán. Moisés. El chavo del 8, Superman, la Mujer Maravilla, El Zorro. ¿Sabe quiénes son? Son personajes conocidos. Pero hay una diferencia entre todos. Los 3 primeros, David, Abrahán y Moisés, realmente existieron, vivieron en este mundo hace siglos. Y sabemos que el Chavo del 8, Superman, la Mujer Maravilla y el Zorro son personajes ficticios, creados como imágenes diseñadas para comercializar programas de T. V., o los llamados cómics.

Con respecto a los personajes bíblicos, como los ya mencionados, los vemos con un cristal diferente. Tendemos a tenerles respeto, a verlos como superhombres, o como supermujeres. Leemos los relatos bíblicos de sus vidas y nos han enseñado a percirbirlos de una forma que nos inspire esas cualidades y virtudes excelentes que demostraron. Por ejemplo, a David nos lo suelen mostrar como un hombre de valor que venció a Goliat, o nos instan a recordar a Abrahán como inspiración a nuestra fe, y a Moisés su figura de líder y profeta que abre el Mar Rojo nos hace tenerle respeto. Después de todo, hablaba con Dios "boca a boca".

Lo cierto del caso es que los escritores de la Biblia demostraron una franqueza que no se observa en otros escritores de la antigüedad. La Biblia nos enseña los relatos de hombres y mujeres de la vida real, de carne y hueso. En la Biblia no encontramos, si la leemos con sinceridad y mente abierta, esa aureola de "santidad" o de "maldad" a los personajes bíblicos en general. Nosotros etiquetamos como "buenos" o "malos" a ciertos personajes a priori. La Biblia, sencillamente narra lo sucedido.  

Por ejemplo, Moisés informó con toda sinceridad de sus pecados, así como de los pecados y errores de su pueblo. Moisés era "bueno", pero se dice claramente de él que asesinó a un egipcio de un golpe. Y eso que era el "más manso de los hombres de la Tierra"... 

Lo más increíble es que fue el propio Moisés quien escribió los relatos ya citados, tanto en Éxodo como en Números (léase Éxodo 2 y Números 12). 

Y, si pensamos en otro caso, fue el mismo Pablo quien tuvo que admitir su oscuro pasado como perseguidor de cristianos. ¿Lo negó? En absoluto. Así como le vemos en sus cartas haciendo vigorosas afirmaciones sobre su calidad de apóstol, también le vemos admitiendo sin ambages que perseguía a cristianos, y que, como fariseo devoto, estaba ciego. 

Jonás también fue franco sobre el relato de su experiencia, primero negándose a ir a Nínive, y luego yendo, para luego vivir una monumental cólera que hace que la intervención de Dios le haga reaccionar sobre su necesidad de ejercer misericordia a los arrepentidos ninivitas.

¿Recuerda a los que querían que bajara fuego del cielo para que Dios castigara a una ciudad que no recibió a Jesucristo? Eran Santiago y Juan, sí, el mismo Juan que escribió que Dios es amor. Al parecer cuando en el momento en el que pide que baje fuego del cielo, no lo imaginamos muy lleno del amor de Dios hacia esa gente... ¿cierto?  

La pregunta es: ¿por qué la Biblia es tan franca cuando se refiere a los errores de las personas? 

Jesucristo dijo:

Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad.
Juan 17:17

Efectivamente, el contenido de la Biblia es veraz, cierto, verdadero, genuino. Por consiguiente, la verdad sobre el cómo actuaron los personajes bíblicos, qué dijeron, qué hicieron o qué dejaron de hacer, debía ser verídico, para que Dios, quien "no puede mentir", pudiese colocar su sello de aprobación sobre lo escrito.

Así que, podemos confiar en la veracidad del relato bíblico, inspirado por espíritu santo, porque, aunque fue escrito por hombres, Dios les guió en la escritura del contenido bíblico, que fue preservado para enseñarnos.

Hay enseñanzas importantes para que tengamos una vida de éxito, y que sólo podemos aprender meditando y reflexionando en los relatos bíblicos de esos hombres y mujeres de la vida real que enfrentaron varias situaciones, y podemos aprender de sus aciertos, de sus errores, de sus actitudes, y podemos sacar el mayor beneficio de lo escrito para nuestro bien. Así lo escribió Pablo en Romanos 15:4:

De hecho, todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza. 
Lo escrito en la Biblia está ahí para enseñarnos. ¿Qué nos enseña? Eso depende de lo que necesitemos en nuestra vida en un momento determinado.

Hay momentos en los que nos sentimos con las manos atadas. ¿Qué hacer? El leer un relato, por ejemplo, el de cómo Rut y Noemí salieron adelante con la ayuda de Jehová, puede inspirarnos a perseverar en seguir adelante.

O puede ser que pensemos que no nos es posible empezar una nueva vida y mejor. Puede ser que sintamos que lo que hemos hecho o vivido en el pasado nos impide volver a empezar. Entonces recordamos a Moisés. Él mató a un egipcio. Pero Dios no le consideró un asesino, alguien sin posibilidad de enmendar su vida y ser usado poderosamente por Dios para un gran destino.

Una de las cosas que aprendemos de Dios es que no nos da por perdidos. No considera que nuestro pasado sea obstáculo, o que ya no tenemos remedio. El problema es cómo uno vea las circunstancias, el cómo uno se vea a sí mismo. Véase en los espejos de 2 hombres que estaban alejados de cualquier canon de moralidad como un Moisés o un Pablo, y véase como alguien que puede ser diferente.

Uno de los errores que se ha cometido es mostrarnos a los personajes bíblicos como unos "santos", modelos terminados de excelencia moral y de virtudes espirituales sobresalientes. Lo cierto del caso es que ninguno de esos personajes nació así. Ni necesariamente todo aspecto de su vida sea digno de imitar. Pero podemos aprender de ellos lo mejor, extraer, por decirlo así, la sustancia de lo que debemos aprender y aplicarlo en nuestra vida.

Dios sabe que podemos ser mejores mañana de lo que somos hoy. Sí, eso lo sabe Dios, pero, ¿estoy YO consciente de eso? 

Puedo serlo, puedo ser mejor, pero debo hacer algo al respecto. Puedo fijarme en los personajes bíblicos que demostraron las cualidades espirituales, mentales y emocionales que me harán ser mejor. Y puedo imitar en mi vida esas cualidades. que no tendré resultados de la noche a la mañana, pero sí que dar el primer paso ahora me ayudará a que progresivamente me transforme en ese hombre o esa mujer que quiero ser.  

Una importante lección que aprendemos sobre el candor de los relatos bíblicos es lo vital de ser honesto consigo mismo. De no caer en la trampa del autoengaño y la negación. El que la Biblia muestre con claridad lo bueno, lo regular, lo malo y lo peor de los personajes bíblicos indica que Dios siempre les vio con transparencia total. Y que así debemos ser capaces de aprender a vernos. Hacerlo así nos guiará a ser las personas que queremos ser, ser mejores con el conocimiento de nuestras posibilidades y capacidades.

Si uno se pregunta el cómo esos hombres y mujeres de la Biblia que son nuestros ejemplos se convirtieron en personas de fe, no podemos decir que siguieron una receta o una especie de manual establecido. Pero lo que sí nos manifiesta la Biblia es que cuando hubo momentos de duda, eligieron tener fe, o que en los momentos en que había que tomar una decisión, actuaron en armonía con lo que sabían era la voluntad de Dios, o que cuando se sentían sin saber qué hacer, oraban a Jehová, y aguardaban su respuesta con esperanza. 

¿Tenían siempre las cosas claras? 
¿Les eran favorables siempre las circunstancias? 
¿Siempre tenían la certeza absoluta de que lo que iban a hacer tendría éxito? 
¿Contaban con todos los recursos siempre a la mano para triunfar?

Sabemos que las respuestas a estas preguntas es un sencillo No. No siempre tenían las cosas claras, como, por ejemplo, Gedeón cuando se le comisionó para actuar contra los madianitas. ¿Qué haría? ¿Con cuántos hombres contaría? ¿Con qué armas enfrentaría a los 135.000 madianitas? Dios no le dio un manual con todos los pasos a seguir enseguida. Pero fue obediente, paso a paso, y tuvo éxito.

Las circunstancias no siempre les eran favorables. ¿Cómo podría la reina Ester salvar a los judíos del exterminio, si para hablar con su esposo, el rey Asuero, hacía falta una cita previa, sino ella podría morir? Y no era cuestión de ir, hablar con él y contarle que estaba en peligro ella y el pueblo judío, sino que primero tenía que desmontar la estratagema de Hamán  y desenmascararlo. ¿Cómo hacerlo, de una forma que fuera exitosa? Pero lo logró, pidiendo a otros que oraran por ella, y actuando con discreción y sagacidad.

¿Siempre tenían la certeza absoluta de que lo que iban a hacer tendría éxito? No. Cuando David enfrentó a Goliat, primero ensayó las vestiduras de guerra del rey Saúl. Y no le sirvieron. Así que, caminando en pleno Valle de Elah, rumbo al lugar de la confrontación con el filisteo, David fue escogiendo 5 piedras lisas. Y una sola bastó para incrustarse en la frente del gigante. David no tuvo tiempo de planificar una estrategia, hacer estudios de factibilidad, de si resultaría. Tuvo que actuar sobre la marcha, confiando en que lo que hiciera diese resultados. Y así fue.

¿Contaban con todos los recursos siempre a la mano para triunfar? No. Cuando Nehemías fue a Jerusalén a reconstruir las murallas, no contaba con una compañía constructora, especializada en el ramo de erigir murallas que rodeara una ciudad con montañas en derredor. Nehemías organizó a los hombres por familias, y que trabajaran cerca de sus casas, y hubo momentos en los que con una mano tenían el instrumento de trabajo, y con otra un arma para defenderse de los enemigos. Al final, en 52 días estaba listo el trabajo.

Así es nuestra vida. No siempre tenemos las cosas claras, no siempre sabemos qué hacer, tal vez tenemos deseos y sueños y no contamos con todos los recursos, o no tenemos la certeza de que hacer algo dará resultados. Pero lo que nos muestran los relatos bíblicos de los que lograron sus objetivos, nos indican, cual faros en la oscuridad, que sí es posible lograr lo que queremos, y ser mejores, si aprendemos lo mejor de los personajes bíblicos y lo aplicamos a nuestra vida. 
   
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