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Años de vacas flacas...



¿Quién no conoce la historia bíblica de los 7 años de vacas gordas, y los 7 años de vacas flacas?

Más allá de las lecciones espirituales que podemos extraer del relato, lo cierto es que vivimos en una época en la que el alto costo de la vida es una constante cotidiana, no importa el país en que uno viva. Sea que económicamente, uno sea empresario, empleado, trabajador de la llamada "economía informal", o esté desempleado en este momento, todos coincidiremos en que la economía mundial y nacional tiene sus propios bemoles.

En este año 2010, hemos sido testigos de excepción de un año en el que grandes terremotos, inundaciones, lluvias intensas, deslaves, y demás desastres naturales han copado las páginas de la prensa. Han sido noticia los desastres naturales, aquellos que sacuden nuestra fibra emocional interior, porque, en algunos casos, la compasión por el dolor y sufrimiento de otros, nos mueve a pensar, una vez más, que se necesita la sabiduría y el poder de Dios para resolver los graves problemas que afronta la raza humana. Esa petición de que "Venga tu Reino", se hace necesaria como oración al Padre que se convierta en realidad.

Pero las consecuencias de los desastres naturales no son solamente lo que vemos en las noticias. Por ejemplo, hemos visto los incendios en Rusia. Y Rusia, es un productor mundial de trigo y cereales. Así que los mismos campos que deberían estar llenos de espigas de trigo... están convertidos en cenizas.

Si pensamos en Centroamérica, los campos de Guatemala, que deberían estar siendo cultivados, están áridos, secos, como yermos desolados. Una sequía ha afectado al país centroamericano, generando una situación de hambre que no aparece en la primera página de los periódicos del mundo, pero que es una realidad actual.

La situación de África es conocida. Países como Níger, Sudán y Somalia, por citar algunos ejemplos, padecen de sequías prolongadas y hambrunas "crónicas".

Ahora bien, ¿cómo nos afecta esa realidad a los que tal vez no estamos en esos lugares? Podemos creer que no nos afecta. Sin embargo, los informes estadísticos que emiten las organizaciones mundiales, muestran la clara evidencia: somos una gran "aldea global", y lo que sucede en un punto del planeta, sí nos afecta, incluso económicamente en el costo de los productos de primera necesidad que compramos para vivir. 

Por citar un ejemplo. El pasado mes de junio los precios de trigo subieron un 70%, y esto se debe más que todo a las inundaciones en Europa Central y Pakistán e incendios forestales en Rusia, a raíz de lo cual el país eurasiático suspendió la exportación de trigo, así como a las malas expectativas de la cosecha de granos en Canadá.

Seguramente, el alza de precios también afectará los productos derivados y la demás producción agrícola. Esta secuencia de acontecimientos nos hace pensar que vuelve el hambre que hubo en 2008, ahora acompañada por catástrofes naturales prolongadas y devastadoras.     

Ya durante la crisis económica mundial de 2008 los expertos del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (WFP) advirtieron que los problemas en el mercado de alimentos, suministro y distribución a nivel mundial, eran tan profundos que necesitaban soluciones a largo plazo.
"El sistema existente hay que abandonarlo,- decían los expertos,- de lo contrario, los problemas se agravarán". Y eso es lo que pasó.

El grupo de investigadores británico Maplecroft que prepara informes sobre los riesgos económicos, militares, demográficos, climáticos, en negocios y gestión de gobiernos, publicó el pasado 19 de agosto el informe titulado El Índice de Riesgos de Seguridad Alimenticia 2010.

El informe sostiene que 50 países de 163 corren el riesgo de pasar hambre desde otoño debido a la falta de productos alimenticios.

La clasificación de Maplecroft se basa en criterios como la salud de la población, nivel medio de abastecimiento de alimentos, el valor nutritivo, la densidad de población, producción, importación, PIB junto con desastres naturales, conflictos interiores y exteriores y eficiencia de gestión.

Los países con mayor riesgo son: Afganistán, La República Democrática de Congo, Burundi, Eritrea, Sudán, Etiopia, Angola, Liberia, Chad y Zimbabue. Rusia ocupa el 115 lugar, pero los recientes cataclismos seguramente aumentarán los riesgos de su seguridad alimenticia en el futuro.

China está expuesta al riesgo semejante. Aunque hoy es el país más rico en reservas alimenticias, la demanda dentro del país está creciendo. Los países más seguros son los escandinavos. Finlandia ocupa el último lugar, por detrás de Suecia, Dinamarca, Noruega, Canadá, EEUU, Alemania, Reino Unido y Francia.

Los productos alimenticios se producen y se distribuyen por el planeta de manera extremamente desigual. Mientras que en los países en vías de desarrollo un 45-80% de gastos corresponde a productos alimenticios, en Europa este índice asciende a tan sólo 6-15%.

La diferencia entre los ingresos de un africano y un europeo medio, por poner ejemplo, es enorme. Al mismo tiempo, la productividad en agricultura africana es tres veces inferior a la de Asia y 10 veces inferior a la de Europa y los EEUU.

Aunque las reservas mundiales de alimentos son un 20% mayores que en el año 2008, el número de los hambrientos en la Tierra estará más elevado para el otoño: Mil millones, comparado con unos 850 millones en 2008, lo que se debe a desastres naturales de este año.

El modelo de mercados de alimentos de hoy hace pasar hambre o sufrir de desnutrición mil millones de personas mientras que otro mil millones padecen obesidad (en los EEUU, por ejemplo, cada año se echa a la basura alrededor de un 40% de todos productos alimenticios producidos en el país).

Es decir: hay mil millones de desnutridos versus mil millones de obesos. Es la realidad.


"El sistema dejó de funcionar hace mucho ya, salvo para los que pertenezcan al establishment alimenticio, a directores ejecutivos corporativos de este sistema", afirma en su último libro  Obesos y famélicos: El impacto de la globalización en el sistema alimentario mundial Raj Patel, experto del Banco Mundial, OMC y consultante de la ONU sobre los problemas de distribución de recursos alimenticios.

Patel está seguro de que somos víctimas de "un sistema alimenticio grotesco y criminalmente desequilibrado". Revela que son pocas las corporaciones alimenticias que posean reservas de semillas, indusrtias agroquímicas, tratamiento y fabricación de alimentos y supermercados. 


Según los pronósticos a largo plazo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), tenemos que acostumbrarnos a los precios más altos para todo lo que produzca la tierra.

Leyó bien: tenemos que comprar la comida cara, para poder comer.

Los próximos 10 años, según las evaluaciones más modestas, el precio nominal de cereales, arroz, plantas oleaginosas aumentará un 35-65% comparado con la década anterior.

Al mismo tiempo, cada 10% de crecimiento del precio de cereales añade automáticamente al precio total neto de importación 4.5 mil millones de dólares al año. Mientras tanto, los demógrafos estiman que para 2045 la población de la Tierra alcanzará 9 mil millones de habitantes.

Las estadísticas reflejan una realidad que ya Jesucristo había predicho hace dos mil años. Obviamente esto nos lleva a plantearnos la pregunta de cómo entender que un planeta que produce comida, tiene habitantes hambrientos. La historia de los años de las vacas flacas muestra cómo Dios tuvo la misericordia de proveer comida a todo ese mundo antiguo, porque hizo que José, guardara el grano de alimento que abundó en los años de vacas gordas, que fueron los 7 años de vacas gordas. Los "José", los hombres "discretos y sabios", que administran los recursos alimenticios de nuestro tiempo, son los poderosos comerciantes y las multinacionales de la alimentación, cuyo objetivo es vender más y más caro. 

¿Hay soluciones para este problema?




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