Recibiendo la "extraordinaria grandeza del poder" de Dios
La vida de Saulo de Tarso había dado inesperados giros en poco tiempo. Pasó de ser un fariseo joven, de situación económica acomodada, instruido por Gamaliel, un gran Rabí judío, con un brillante futuro, a ser considerado como un hombre peligroso para su nación, perseguido y difamado. Pasaron los años, y aquel hombre, al dar testimonio sobre su vida, y los cambios que esta dio, llegó a afirmar que lo que dejó atrás, todo eso era "un montón de basura", comparado con el conocimiento de Cristo, y los galardones que con Él se reciben (Filipenses 3:8-14).
Pablo vivió persecuciones, naufragios, encarcelamientos, hambre, sed, desnudez. Y todas esas circunstancias las pudo vencer. Su ejemplo nos muestra cómo puede ayudarnos a nosotros los creyentes, la fe en Dios, que puede ser motivo del mayor de los orgullos, y una fuerza de impulso y esperanza en estos tiempos. Debemos admitir que no es fácil mantener la fe en estos tiempos, en los que tantas dificultades existen. No importa si se trata de sobrellevar una grave situación de deudas, problemas familiares o de salud, para un creyente, es su fe un motor que le impulsa a seguir adelante. ¿Cómo es eso posible?
En su Segunda carta a los Corintios, el apóstol Pablo fue claro al reconocer que, como creyentes, hay momentos y circunstancias que son difíciles de afrontar. Él escribió:
Afligidos en todo, pero no agobiados.
Afligidos, perplejos, perseguidos o derribados. Así podemos sentirnos en algún momento, que puede ser ahora mismo. Y ¿qué? ¿Es eso el fin de todo?
Pablo, por inspiración divina, nos hace pensar en la realidad de la vida. ¿Quién no ha sentido y vivido las situaciones descritas arriba? Hasta Jesús, el Hijo de Dios, fue derribado, hasta el punto de haber sido muerto, como un blasfemo criminal. Pero al leer las páginas de las Escrituras, bebemos de las aguas de una sabiduría divina, que nos indica que, no importa qué estemos viviendo, Jehová nos ayuda a salir adelante con fuerza y poder de esas situaciones.
La Biblia, a diferencia de relatos épicos o historietas de héroes, no nos muestra a Superman o Batman, héroes con superpoderes y fuerzas desconocidas que controlan a su antojo. Por el contrario, vemos a mujeres estériles, ancianas, hombres sin preparación militar, jóvenes solos y desterrados, salir adelante de sus propias situaciones. Podemos recordar a Ana, una mujer estéril y deprimida, rogando a Dios por un hijo, o la historia de Rut, una viuda, y Noemí, otra viuda de mayor edad, ambas en estado de pobreza, o la vida de un Gedeón, que con 300 hombres con jarrones, antorchas y gritos de guerra, enfrentaba a un ejército de 135.000 hombres adiestrados para la guerra.
¿Qué hizo a estos hombres y mujeres lograr estampar sus nombres en la historia bíblica? Ciertamente, de todos estos ejemplos, podemos decir que eran personas que, en sus circunstancias, estaban afligidos, perplejos, perseguidos o derribados. Pero de ellos y ellas se valió Jehová para hacer avanzar Su propósito. Todos recibieron la extraordinaria grandeza del poder de Dios.
Existe el poder humano. Ese que nos motiva y nos impulsa a actuar, a luchar, hasta quedar sin fuerzas. Y existe el extraordinario poder de Dios. En Zacarías 4:6 se nos asegura que no es por "fuerza y poder" humanos, sino por Su espíritu que Dios hace que Sus siervos y siervas devotos logren salir adelante, aunque pasen por situaciones extremadamente complejas.
El poder de Dios posee una extraordinaria grandeza. Puede darnos paz, alegría, tranquilidad de ánimo, fuerza, valor, y esperanza, en medio de cualquier circunstancia. Jesús, antes de morir, enseñó a Sus discípulos a tomar para ellos mismos esta fuerza, y les mostró lo necesario de orar por espíritu santo y por fuerza, esa fuerza que Dios da.
Podemos elegir cualquier relato bíblico con el que nos sintamos identificados en un momento dado, y veremos cómo esos hombres o mujeres de fe tuvieron la paciencia y la fuerza de recibir en su interior esa extraordinaria grandeza del poder de Dios. Por ejemplo, Rut no se dejó amilanar por ser una mujer sola, trabajando para mantenerse ella y su suegra, en una actividad destinada a personas muy pobres. O Daniel, quien no se dejó vencer por su circunstancia de ser un adolescente solo en Babilonia, sometido a vivir en un lugar contrario a su fe, lleno de intrigas y envidias. Todas estas personas supieron esperar en Dios, y actuar cuando debían hacerlo, y dejar en manos de Dios los resultados de sus acciones.
Emocional, y espiritualmente, recibimos esa extraordinaria grandeza del poder de Dios de diferentes maneras. Una de ellas es pidiéndola a Jehová, pidiéndole espíritu santo, fuerza, poder, y vigor para seguir adelante. Otra forma es leyendo en las Escrituras relatos y exhortaciones que fortalezcan nuestra confianza en Dios. Pensar de manera positiva y espiritual, manteniendo control de nuestros pensamientos y emociones. Si hay algo que podamos hacer para mejorar nuestra situación, debemos hacerlo.
Dios no tiene déficit de poder, o de ánimo para dar. El asunto consiste en si realmente le buscamos, y pedimos Su guía. La oración, la lectura de las Escrituras, el mantenerse con fe y ánimo, nos dan la "extraordinaria grandeza" del poder de Dios, que nos impulsa a vencer nuestros problemas.
Pablo vivió persecuciones, naufragios, encarcelamientos, hambre, sed, desnudez. Y todas esas circunstancias las pudo vencer. Su ejemplo nos muestra cómo puede ayudarnos a nosotros los creyentes, la fe en Dios, que puede ser motivo del mayor de los orgullos, y una fuerza de impulso y esperanza en estos tiempos. Debemos admitir que no es fácil mantener la fe en estos tiempos, en los que tantas dificultades existen. No importa si se trata de sobrellevar una grave situación de deudas, problemas familiares o de salud, para un creyente, es su fe un motor que le impulsa a seguir adelante. ¿Cómo es eso posible?
En su Segunda carta a los Corintios, el apóstol Pablo fue claro al reconocer que, como creyentes, hay momentos y circunstancias que son difíciles de afrontar. Él escribió:
Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros.
Afligidos en todo, pero no agobiados.
Perplejos, pero no desesperados.
Perseguidos, pero no abandonados.
Derribados, pero no destruidos.
2 Corintios 4:7-9
Afligidos, perplejos, perseguidos o derribados. Así podemos sentirnos en algún momento, que puede ser ahora mismo. Y ¿qué? ¿Es eso el fin de todo?
Pablo, por inspiración divina, nos hace pensar en la realidad de la vida. ¿Quién no ha sentido y vivido las situaciones descritas arriba? Hasta Jesús, el Hijo de Dios, fue derribado, hasta el punto de haber sido muerto, como un blasfemo criminal. Pero al leer las páginas de las Escrituras, bebemos de las aguas de una sabiduría divina, que nos indica que, no importa qué estemos viviendo, Jehová nos ayuda a salir adelante con fuerza y poder de esas situaciones.
La Biblia, a diferencia de relatos épicos o historietas de héroes, no nos muestra a Superman o Batman, héroes con superpoderes y fuerzas desconocidas que controlan a su antojo. Por el contrario, vemos a mujeres estériles, ancianas, hombres sin preparación militar, jóvenes solos y desterrados, salir adelante de sus propias situaciones. Podemos recordar a Ana, una mujer estéril y deprimida, rogando a Dios por un hijo, o la historia de Rut, una viuda, y Noemí, otra viuda de mayor edad, ambas en estado de pobreza, o la vida de un Gedeón, que con 300 hombres con jarrones, antorchas y gritos de guerra, enfrentaba a un ejército de 135.000 hombres adiestrados para la guerra.
¿Qué hizo a estos hombres y mujeres lograr estampar sus nombres en la historia bíblica? Ciertamente, de todos estos ejemplos, podemos decir que eran personas que, en sus circunstancias, estaban afligidos, perplejos, perseguidos o derribados. Pero de ellos y ellas se valió Jehová para hacer avanzar Su propósito. Todos recibieron la extraordinaria grandeza del poder de Dios.
Existe el poder humano. Ese que nos motiva y nos impulsa a actuar, a luchar, hasta quedar sin fuerzas. Y existe el extraordinario poder de Dios. En Zacarías 4:6 se nos asegura que no es por "fuerza y poder" humanos, sino por Su espíritu que Dios hace que Sus siervos y siervas devotos logren salir adelante, aunque pasen por situaciones extremadamente complejas.
El poder de Dios posee una extraordinaria grandeza. Puede darnos paz, alegría, tranquilidad de ánimo, fuerza, valor, y esperanza, en medio de cualquier circunstancia. Jesús, antes de morir, enseñó a Sus discípulos a tomar para ellos mismos esta fuerza, y les mostró lo necesario de orar por espíritu santo y por fuerza, esa fuerza que Dios da.
Podemos elegir cualquier relato bíblico con el que nos sintamos identificados en un momento dado, y veremos cómo esos hombres o mujeres de fe tuvieron la paciencia y la fuerza de recibir en su interior esa extraordinaria grandeza del poder de Dios. Por ejemplo, Rut no se dejó amilanar por ser una mujer sola, trabajando para mantenerse ella y su suegra, en una actividad destinada a personas muy pobres. O Daniel, quien no se dejó vencer por su circunstancia de ser un adolescente solo en Babilonia, sometido a vivir en un lugar contrario a su fe, lleno de intrigas y envidias. Todas estas personas supieron esperar en Dios, y actuar cuando debían hacerlo, y dejar en manos de Dios los resultados de sus acciones.
Emocional, y espiritualmente, recibimos esa extraordinaria grandeza del poder de Dios de diferentes maneras. Una de ellas es pidiéndola a Jehová, pidiéndole espíritu santo, fuerza, poder, y vigor para seguir adelante. Otra forma es leyendo en las Escrituras relatos y exhortaciones que fortalezcan nuestra confianza en Dios. Pensar de manera positiva y espiritual, manteniendo control de nuestros pensamientos y emociones. Si hay algo que podamos hacer para mejorar nuestra situación, debemos hacerlo.
Dios no tiene déficit de poder, o de ánimo para dar. El asunto consiste en si realmente le buscamos, y pedimos Su guía. La oración, la lectura de las Escrituras, el mantenerse con fe y ánimo, nos dan la "extraordinaria grandeza" del poder de Dios, que nos impulsa a vencer nuestros problemas.