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Dios nunca nos deja enteramente

¡Tus estatutos guardaré! 
¡No me abandones enteramente!

Salmo 119:8

Esto pidió a Dios un rey de Israel. Fue Ezequías, quien a la edad de 25 años comenzó a gobernar. Siendo un príncipe, escribió el Salmo 119, el más largo de los 150 que forman parte del libro de los Salmos. Eso quiere decir que desde muy joven, este rey aprendió a confiar en Jehová, y a lo largo de su vida ciertamente Dios nunca lo abandonó, o dejó sin ayuda.

Ezequías tenía conocimiento exacto sobre el Dios que adoraba en espíritu y verdad, de acuerdo al entendimiento que hasta ese entonces existía de los propósitos de Dios. Declaró en una ocasión que Dios estaba "sentado sobre los querubines". ¿Quiénes son estos? En la visión que tuvo el profeta Ezequiel, del famoso Carro-Trono de Jehová, había querubines, seres espirituales del más alto rango, siendo guiados por espíritu santo. Dios los dirigía para que cumplieran Su propósito por todo el Universo. Además, en el Arca del Pacto, había 2 querubines, con sus alas cubriendo protectoramente el Arca, símbolo de la Presencia de Dios. Así que para Ezequías no le era desconocido que existía un mundo espiritual, y que en ocasiones Dios se valía de estos poderosos seres espirituales para ayudar y socorrer a los suyos. 

Precisamente fue uno de los seres de este mundo espiritual, un ángel, el medio por el cual Dios demostró que no dejó a Ezequías "enteramente". Un ángel en una noche acabó con la amenaza de los asirios a Israel, aniquilando a 185.000 soldados. Sí, Jehová ayudó a Ezequías, y demostró que no lo "dejó enteramente". ¿Qué significa esto de que Dios nunca nos "deja enteramente", como escribió Ezequías por inspiración divina?  

Día a día vivimos diversas situaciones. Quizás tengamos algún tiempo lidiando con un problema que nos ha consumido energías, tiempo y emociones. Y no se ha solucionado. La sensación de que pasa el tiempo, le pedimos a Dios Su ayuda, y el problema sigue, hace que nos sintamos como si... Dios nos hubiera abandonado, o dejado. ¿Es cierto eso? No. Lo que sucede es que Dios puede usar esa situación para guiarnos, para enseñarnos cualidades espirituales, actitudes y hábitos que nos son necesarios en nuestra vida para nuestro bienestar. Dios no nos mete en el problema para enseñarnos algo, Dios no es quien causa cosas malas o los problemas en nuestra vida. Dios es quien nos ayuda con el problema que estemos afrontando. 

Recuerda:

Dios no nos mete en el problema
Dios nos ayuda con el problema 

Ahora bien, más allá de esa sensación que uno tenga de que Dios lo ha abandonado a uno, lo cierto es que Dios nunca nos deja "enteramente". Porque el que Dios permita por cierto tiempo esa situación o problema que estamos enfrentando, y aunque en ocasiones las cosas empeoren, y uno tenga el "agua al cuello", en lo peor de la situación, Jehová Dios está ahí actuando a favor de nosotros. Quien sabe confiar en Jehová con todo su corazón sabe que Él siempre da la salida, y eso es lo que significa que, por muy difícil que sea nuestra situación, Dios no nos deje abandonados a nuestra suerte, o enteramente, como escribió Ezequías. 


¿Sabe quién se sintió en un momento de su vida "abandonado" por Dios? Jesucristo. Lo sintió, momentos antes de morir. Dijo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? No podemos decir que Jesús dejó de confiar en Dios, en su amor o lealtad. Sencillamente, era una situación en la que debía mostrar su obediencia a Jehová hasta el final de su vida. Y así lo hizo. Pero Dios, que pareció haberlo "dejado", por permitir su juicio y muerte, no lo dejó enteramente, sino que al tercer día lo resucitó.

¿Captamos el punto? En medio de las dificultades, mientras vivimos de lleno ciertos problemas, aunque tengamos la sensación de que Dios nos ha dejado porque estamos viviendo una situación angustiosa, Dios no nos deja a la deriva, a merced de que seamos tragados por el problema. En un momento determinado, y de la forma más precisa, Dios muestra la salida al problema. No nos "abandona", no nos deja perdidos sin remedio. Siempre hay la esperanza por su salvación. Eso lo vivió Ezequías.

En un momento de vida o muerte Dios salvó a Ezequías y a la nación de Israel. Como rey tuvo que enfrentar durante años la amenaza de la potencia mundial dominante, Asiria. Dios no eliminó la presión de los asirios sobre Israel. 

Quizás recuerde la historia de cómo Jehová salvó a Ezequías, enviando un ángel a que aniquilara a lo más selecto del ejército asirio, su tropa élite: 185.000 asirios en una noche. ¿Es que acaso un buen día aparecieron los asirios con sus amenazas, y al día siguiente se acabó el problema porque Jehová envió el ángel? Eso no es lo que muestra la Biblia. Lo que sí muestra es que durante 14 años tuvo que soportar Ezequías la presión de los asirios, y sus aires de expansión y conquista. Ezequías hizo todo lo que estuvo a su mano para evitar la confrontación con los asirios, un pueblo cuyo trato a los pueblos sometidos era cruel: a los cautivos de sus guerras les quemaban o despellejaba vivos, les cegaban o les cortaban la nariz, las orejas o los dedos. En aquellos tiempos no habían derechos humanos o Facebook para tomarles fotos a los cautivos y lanzar la noticia para evitar más crueldades. La alternativa era: vencer a los asirios, o someterse a ellos y su trato despiadado.

Ezequías mejoró su ejército, sus armas, y realizó obras de ingeniería militar. ¿Confiaba en que su estrategia militar le salvaría? Veamos lo que declaró a sus hombres:

“Sean animosos y fuertesNo tengan miedo ni se aterroricen a causa del rey de Asiria ni debido a toda la muchedumbre que está con él; porque con nosotros hay más que los que hay con él. Con él está un brazo de carne, pero con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y para pelear nuestras batallas
2 Crónicas 32:1-8

"Con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y para pelear nuestras batallas", esas palabras de fe de Ezequías las declaró antes de que la amenaza asiria fuera definitiva. 

En el momento más difícil de toda la crisis con los asirios, en los que Ezequías recibió cartas llenas de injurias contra Dios, ¿qué hacer si el ejército asirio estaba a la puertas de Jerusalén? Leamos qué hizo Ezequías:

Ezequías tomó la carta de manos de los embajadores. Después de leerla subió a la casa de Jehová y la extendió delante de Jehová. Entonces oró Ezequías delante de Jehová diciendo: 

«Jehová, Dios de Israel, que moras entre los querubines, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra. Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina, Jehová, tu oído y oye; abre, Jehová, tus ojos y mira. Oye las palabras que Senaquerib ha enviado a decirme para blasfemar contra el Dios viviente. Es verdad, Jehová, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras, y que han echado al fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra de manos humanas, de madera o de piedra, y por eso los destruyeron. 

Ahora, pues, Jehová, Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de sus manos, para que sepan todos los reinos de la tierra que solo tú, Jehová, eres Dios».

Entonces Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: He oído lo que me pediste acerca de Senaquerib, rey de Asiria.

2 Reyes 19:15-20

A pesar de estar muy angustiado, Ezequías se mantuvo alerta, vigilante espiritualmente, orando. Nunca dejó de orar, a pesar de que "parecía" que Dios no "hacía nada". Se mantuvo en todo tiempo haciendo ruegos a Jehová. ¿Lección? Hay que orar, orar siempre y no dejar de hacerlo, aunque "parezca" que Dios no está haciendo "nada" en medio de nuestro problema. Orar y actuar, y dejar en manos de Dios lo que sólo Él puede hacer.

Dios transmitió a Ezequías por medio del profeta Isaías Su respuesta:

He conocido tu situación (las acciones del rey de Asiria), todos tus movimientos, y tu furor contra mí. Por cuanto te has airado contra mí, por cuanto tu arrogancia ha subido a mis oídos, voy a poner mi garfio en tu nariz y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste. 

»Esto te daré por señal, Ezequías: Este año comeréis lo que nacerá de suyo, y el segundo año lo que nacerá de suyo. Al tercer año sembraréis y segaréis, plantaréis viñas y comeréis el fruto de ellas.

Lo que haya escapado, lo que haya quedado de la casa de Judá, volverá a echar raíces por debajo y llevará frutos por arriba.
    
Porque de Jerusalén saldrá un resto, y del monte Sión los que se salven. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.

»Por tanto, así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni lanzará flechas en ella; ni la enfrentará con escudo, ni levantará contra ella un baluarte. Por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. 

Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David, mi siervo"».

2 Reyes 19:27-34

"Ni una sola flecha entrará en Jerusalén", declaró Jehová. Eso sería a la mañana siguiente. Porque durante la noche, Jehová envió a su ángel, quien dio muerte a la élite del ejército asirio: 185.000 de los mejores hombres de las tropas de Senaquerib, “todo hombre valiente, poderoso, y a líderes y jefes en el campamento del rey de Asiria, de manera que este se volvió con rostro avergonzado a su propio país”.

Y fin de la amenaza asiria. La experiencia de Ezequías relatada en las Escrituras nos muestra el valor de confiar en Dios. Recuerde que Ezequías escribió en el Salmo 119:8:

¡Tus estatutos guardaré! 
¡No me abandones enteramente!

Salmo 119:8

Ezequías guardó los estatutos de Dios hasta el fin de su vida. Y fue realista sobre su relación con Dios. Sabía que viviría momentos en su vida en los que las cosas no serían fáciles. Aún así, sabía que Dios era Fiel, y pidió que Dios nunca le abandonara, que siempre le mostrara su ayuda. Lo que Ezequías escribió en el Salmo 119:8, lo vivió en su vida personal. 

Muchas veces tenemos la idea equivocada de que Dios es el garante de nuestra felicidad y comodidad, y que si estamos con Dios, todo será "color de rosa". Eso no es cierto, no es realista, ni bíblico. Las Escrituras muestran vez tras vez que Dios siempre está ahí, ayudándonos, guiándonos. Aún en lo peor de las situaciones que vivimos, Dios está ahí. Si lloramos, llora. Si tenemos una batalla que pelear, él se mete con nosotros en el frente de la lucha. Él nunca nos deja, aunque así pueda uno creer en un momento dado.

Dios es Fiel, y nunca dejará que seamos tentados más allá de lo que podamos soportar, sino que junto con el problema, nos da la salida. Esa es la confianza que debemos tener en el Dios que nunca, nunca, nunca nos deja.






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