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El espíritu santo y la interpretación de las Escrituras


Pero, antes que nada, deben saber que ninguna enseñanza de las Escrituras se puede explicar como uno quisieraNingún profeta habló por su propia cuenta. Al contrario, todos ellos hablaron de parte de Dios y fueron guiados por el Espíritu Santo.

2 Pedro 1:20, 21 

El apóstol Pedro escribió estas palabras, tiempo antes de morir. Jesús le había encomendado que fuera pastor de las ovejas de Jesús, pastor para todos aquellos que llegaran a ser discípulos de Cristo. Una de las funciones de Pedro como pastor era establecer con claridad la enseñanza y la fe cristiana. Debía mantener la pureza de lo que Jesús deseaba enseñar a sus discípulos. No era tarea fácil, puesto que dentro de aquella comunidad de creyentes, habían hombres con ambiciones de poder, que deseaban hacerse oír y ser respetados como "maestros" o "profetas". 

Una de las tácticas de las que se valían estos individuos, era el promover enseñanzas y corrientes de interpretación de las Escrituras. Es decir, ellos enseñaban cómo entender ciertos pasajes del contenido de la Escrituras disponible en aquel entonces: la Ley, los Salmos y los Profetas. ¿Cómo lo hacían?

Promovían debates, temas de investigación, discusiones acaloradas sobre detalles que eran interesantes para la investigación privada o personal, pero que no eran indispensables en el fortalecimiento de la fe cristiana. Eran cuestiones sobre genealogías, el uso de palabras, frases, o la promoción de diversas historias de corte sensacionalista. No se trataba de consideraciones basadas en las Escrituras inspiradas por YHWH mediante Su espíritu santo, sino más bien de asuntos que se enseñaban de la tradición, escritos no inspirados de la época, o cuestiones que promovían hombres "sabios", o hasta escritos que circulaban en aquella época. 

El objetivo de estos personajes era el promoverse a sí mismos como los referentes, los auténticos guías espirituales, a quienes se podía acudir para enseñanza de las Escrituras.

Pedro era apóstol de Jesucristo. Sabía que se haría realidad la promesa de que recibiría espíritu santo, que le guiaría a toda la verdad, y le enseñaría. Al recibir Pedro espíritu santo, tuvo la capacidad de ser guiado por este, de tener constante y continuamente iluminación, entendimiento, discernimiento, perspicacia,  sabiduría, poder, y otras capacidades, para actuar como apóstol, enseñando y guiando a otros. 

El punto es que en el Siglo I, no había dudas sobre cuál era el verdadero cumplimiento e interpretación de las Escrituras. Había espíritu santo disponible. Había personas que tenían espíritu santo, y este les guiaba para que entendieran la acertada aplicación de las Escrituras, y había personas con espíritu santo, que fueran capaces de recibir la correcta interpretación, creerla, y actuar correspondientemente con lo que habían aprendido. El espíritu santo les guiaba a la verdad. En este aspecto, las palabras de Pedro citadas arriba son claras. 

Pedro hablaba de que ninguna enseñanza de las Escrituras se puede explicar como uno quiera. ¿Cómo entender esto? En tiempos de Pedro, había personas que tomaban las Escrituras, y las interpretaban a su conveniencia, de acuerdo a lo que ellos pensaban. Haciéndolo, se ganaban el respeto y la admiración de otras personas, que se dejaban cautivar por estos personajes. Obviamente, cualquiera puede tomar las Escrituras, leer textos de ella, o relatos, profecías, etc., y aplicarlas, interpretarlas a su manera y conveniencia. Sin embargo, el punto que transmite Pedro es que una verdadera enseñanza inspirada por el espíritu santo de Dios tiene su propia interpretación. Si YHWH inspiró las Escrituras por medio de Su espíritu santo, es lógico pensar que sea Él quien por espíritu santo dé la interpretación acertada. 

Esa interpretación acertada de las Escrituras, inspirada por espíritu santo, no necesita ser corregida, revisada, o esperarse un tiempo largo para verificar su cumplimiento. Sencillamente es verdad, y la verdad tiene valor por sí misma. Recordemos la promesa de Jesús a sus discípulos: que el espíritu de Dios los ayudaría, enseñándolos, guiándolos y ayudándolos a recordar las cosas que le habían oído a él, y además les revelaría cosas futuras. 

Tenemos un ejemplo de cómo esto es cierto, en la persona de Jesús. El día que resucitó, se apareció a unos hombres, camino a Emaús. Dos de ellos hablaban entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido: los informes que se daban de que Jesús había resucitado, cómo las mujeres relataban haberle visto, y estaban perplejos sobre la visita sobrenatural de ángeles. La gran pregunta era qué significaba todo eso. 

Y sucedió que, mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos. Pero los ojos de ellos estaban velados, para que no lo reconocieran. Jesús se hace el desentendido, el que no sabe nada, y luego de escucharlos hablar les dice: 

-¡Insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. 

Jesús estaba allí con ellos, explicándoles la Biblia, interpretándoles lo que significaba su resurrección de acuerdo a lo predicho por las Escrituras. Pero ellos estaban sin entender. 

¿Se imagina lo que es tener a Jesús al lado explicándole a uno la Biblia sin que uno entienda? Eso le pasó a estos hombres. Cosa que muestra que para entender y comprender las Escrituras, y los tiempos que estamos viviendo, se necesita espíritu santo, para discernir los cumplimientos proféticos, y qué acciones y actitudes tomar.  

Del ejemplo de estos 2 hombres vemos cómo el espíritu santo juega un rol indispensable para entender las Escrituras. Estos 2 hombres dijeron que su corazón ardía mientras el "desconocido" Jesús les explicaba las Escrituras. Pero una cosa es sentir "inquietud" por lo que dice la Biblia, y otra muy distinta es tener una mente abierta que pueda ser usada por el espíritu santo para que guía a una persona al entendimiento correcto de lo que enseñan las Escrituras. 

En resumen: sin espíritu santo, no se puede entender ni las Escrituras, ni el propósito de Dios, ni el significado de los tiempos que vivimos.


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