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El poder de la esperanza

Los israelitas avanzan. Ya están cerca de Jericó. Han sido indetenibles frente a sus enemigos, y eso lo saben en la ciudad. Por ello reina la confusión y la incertidumbre, pues el sentir general es de que ellos conquistarán la tierra de Canaán. ¿Qué pasará con la vida, los hogares, y las familias que allí están? 

Una mujer, de nombre Rahab, recibe una inesperada visita. Dos hombres, entraron a su casa y se alojaron allí. Sólo buscaban quedarse, pasar la noche, sin otro tipo de intenciones. Pronto, la guardia del rey de Jericó llegó, preguntando por los extranjeros.

¿Qué hacer? Rahab podía entregarlos, pero no lo hizo. Los escondió, e informó a los soldados que ya habían ido en otra dirección, lo que les daría tiempo de poder huir. Ella estuvo dispuesta a protegerlos, a cambio de que ellos prometieran respetar su vida y la de los suyos. Debía mantener atado un cordón rojo escarlata a la ventana, la misma que usaron los espías para huir de Jericó.


Rahab mantuvo ese cordón en la ventana, y, cuando cayeron los muros de Jericó, su casa se mantuvo en pie. Sí, valió la pena mantener su esperanza en el Dios de Israel, que la preservó con vida a ella y su familia. El Dios de Israel recompensó su esperanza, sin juzgarla, sin cuestionar su pasado de prostituta o de idólatra.  

La esperanza, como la que mantuvo hasta el fin Rahab, se nos presenta en las Escrituras como fundamental para cualquier creyente. 

"Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza", indica Romanos 15:4. Es decir, que de la lectura y reflexión que hacemos de lo que está escrito en la Biblia, podemos llegar a tener esperanza.

La esperanza es poderosa. No se trata de una cualidad espiritual, que nos hace creer que es posible, que sucederá aquello que queremos. La esperanza nos hace mantenernos en expectativa, nos da certeza y seguridad.

Si hemos sentido ansiedad, depresión, angustia, estrés, o tenemos sentimientos de culpa, inferioridad o rechazo, sabemos cómo se siente. Son estados emocionales en los que permanentemente viven muchas personas, y, lógicamente, eliminan cualquier perspectiva de esperanza y ánimo que pueda alguien tener.

La esperanza comienza a tener poder en nuestra vida, si comenzamos a reemplazar esos pensamientos y emociones negativas por acciones y pensamientos positivos. 

Ahora bien, mantener la esperanza en Dios no es una cuestión emocional, de mantener un determinado estado de ánimo. Al tener problemas económicos, o de salud, o de otro tipo, se puede llegar a perder la esperanza en Dios. 

La oración es una manera muy íntima y maravillosa que tenemos de sentir el amor de Dios por nosotr@s y de mantener la esperanza, más allá de nuestras circunstancias. Tenemos la certeza de que Dios nos escucha, pues es el “Oidor de la oración” (Salmo 65:2). Sí, el Dios Todopoderoso nunca está demasiado ocupado como para no escucharnos y nos insta a que nos acerquemos a Él en oración, con franqueza, con sinceridad. Nuestra oración y súplicas lo impulsan a actuar a nuestro favor, a darnos fortaleza y esperanza.



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