Jesús en Getsemaní
Jesús en Getsemaní
Allí va a orar, invocar al Padre, y pedir de Él fuerza, poder, para entonces, poder enfrentar los acontecimientos por suceder. Quería, de ser posible, evitar ese trago amargo por venir. No fue posible. "No como yo quiero, sino como Tú quieres", fueron las palabras finales de Jesús en su oración. Oración que se repitió 3 veces, pero que no recibió la respuesta positiva del Padre. Jesús sabía que había llegado la hora de ser traicionado por Judas, y entregado en manos de los líderes religiosos judíos del Sanedrín. Era el fin.
Narra la Biblia:
Marcos 14:32-42
Entonces llegaron a un lugar cuyo nombre era Getsemaní, y él dijo a sus discípulos: “Siéntense aquí mientras yo oro”. Y tomó consigo a Pedro y a Santiago y a Juan, y comenzó a aturdirse y a perturbarse penosamente. Y les dijo: “Mi alma está hondamente contristada, hasta la muerte. Quédense aquí y manténganse alerta”. Y yendo un poco más adelante caía al suelo y oraba que, si fuera posible, pasara de él aquella hora. Y decía: “Abba, Padre, todas las cosas te son posibles; remueve de mí esta copa. No obstante, no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”. Y vino y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: “Simón, ¿duermes? ¿No tuviste las fuerzas para mantenerte alerta una sola hora? Varones, manténganse alerta y orando, para que no entren en tentación. El espíritu, por supuesto, está pronto, pero la carne es débil”. Y de nuevo se fue y oró, diciendo la misma palabra. Y vino otra vez y los halló durmiendo, pues tenían los ojos cargados, de modo que no sabían qué contestarle. Y vino la tercera vez y les dijo: “¡En una ocasión como esta ustedes duermen y descansan! ¡Basta! ¡Ha llegado la hora! ¡Miren! El Hijo del hombre es traicionado en manos de pecadores. Levántense, vámonos. ¡Miren! El que me traiciona se ha acercado”.
Mi alma está hondamente contristada, hasta la muerte. Quédense aquí y manténganse alerta
Así estaba Jesús: con el alma triste. No era una tristeza pasajera. Era una sensación que invadía todo su ser, hasta la muerte. Podríamos imaginarnos el peor momento de nuestra vida y multiplicarlo por n. Así estaba Jesús. No podemos asemejar nuestras emociones a las que vivió Él.
El destino de la Humanidad estaba en sus manos. El propósito de Dios estaba en sus manos. Las esperanzas de quienes en Él creían, estaban en sus manos. TODO estaba en sus manos.
Porque hay momentos en los que hay que actuar y asumir la responsabilidad. Jesús no era culpable de la situación en la que se hallaba la Humanidad. Dolor, sufrimiento, pecado, lejanía de Dios. Esa era la vida de la Humanidad. No la de Jesús. Jesús nunca tuvo en su corazón la sensación de estar lejos de Dios. Pero nosotros sí la conocemos de memoria.
Jesús no era culpable o responsable de lo mal que estaban las cosas con la Humanidad. Pero estuvo dispuesto a decirle que sí al Padre cuando YHWH le pidió venir a la Tierra a salvarnos. Sí, es Jesús el Salvador del Mundo. Pudo haber dejado que otro asumiera esta responsabilidad. Pero nadie mejor que Él para venir a vivir entre nosotros. Nadie como Él para sentir compasión por una mujer con 12 años de flujo de sangre, o para sentir compasión por una mujer a punto de morir apedreada, o para tener el valor de sanar a un hombre en un día sábado, así se le viniera en contra el Sanedrín completo.
Jesús está en Getsemaní. Rodeado de olivos que aún existen, en la soledad de la noche, había llegado el momento de la verdad. Y Jesús lo sentía plenamente. Por eso fue a Getsemaní a orar, buscando el rostro de Dios, como antes lo había hecho, ahora, en el momento más agudo y crucial de su vida, era la guía divina la que necesitaba.
Marcos 14:32-42
Entonces llegaron a un lugar cuyo nombre era Getsemaní, y él dijo a sus discípulos: “Siéntense aquí mientras yo oro”. Y tomó consigo a Pedro y a Santiago y a Juan, y comenzó a aturdirse y a perturbarse penosamente. Y les dijo: “Mi alma está hondamente contristada, hasta la muerte. Quédense aquí y manténganse alerta”. Y yendo un poco más adelante caía al suelo y oraba que, si fuera posible, pasara de él aquella hora. Y decía: “Abba, Padre, todas las cosas te son posibles; remueve de mí esta copa. No obstante, no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”. Y vino y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: “Simón, ¿duermes? ¿No tuviste las fuerzas para mantenerte alerta una sola hora? Varones, manténganse alerta y orando, para que no entren en tentación. El espíritu, por supuesto, está pronto, pero la carne es débil”. Y de nuevo se fue y oró, diciendo la misma palabra. Y vino otra vez y los halló durmiendo, pues tenían los ojos cargados, de modo que no sabían qué contestarle. Y vino la tercera vez y les dijo: “¡En una ocasión como esta ustedes duermen y descansan! ¡Basta! ¡Ha llegado la hora! ¡Miren! El Hijo del hombre es traicionado en manos de pecadores. Levántense, vámonos. ¡Miren! El que me traiciona se ha acercado”.
Mi alma está hondamente contristada, hasta la muerte. Quédense aquí y manténganse alerta
Así estaba Jesús: con el alma triste. No era una tristeza pasajera. Era una sensación que invadía todo su ser, hasta la muerte. Podríamos imaginarnos el peor momento de nuestra vida y multiplicarlo por n. Así estaba Jesús. No podemos asemejar nuestras emociones a las que vivió Él.
El destino de la Humanidad estaba en sus manos. El propósito de Dios estaba en sus manos. Las esperanzas de quienes en Él creían, estaban en sus manos. TODO estaba en sus manos.
Porque hay momentos en los que hay que actuar y asumir la responsabilidad. Jesús no era culpable de la situación en la que se hallaba la Humanidad. Dolor, sufrimiento, pecado, lejanía de Dios. Esa era la vida de la Humanidad. No la de Jesús. Jesús nunca tuvo en su corazón la sensación de estar lejos de Dios. Pero nosotros sí la conocemos de memoria.
Jesús no era culpable o responsable de lo mal que estaban las cosas con la Humanidad. Pero estuvo dispuesto a decirle que sí al Padre cuando YHWH le pidió venir a la Tierra a salvarnos. Sí, es Jesús el Salvador del Mundo. Pudo haber dejado que otro asumiera esta responsabilidad. Pero nadie mejor que Él para venir a vivir entre nosotros. Nadie como Él para sentir compasión por una mujer con 12 años de flujo de sangre, o para sentir compasión por una mujer a punto de morir apedreada, o para tener el valor de sanar a un hombre en un día sábado, así se le viniera en contra el Sanedrín completo.
Jesús está en Getsemaní. Rodeado de olivos que aún existen, en la soledad de la noche, había llegado el momento de la verdad. Y Jesús lo sentía plenamente. Por eso fue a Getsemaní a orar, buscando el rostro de Dios, como antes lo había hecho, ahora, en el momento más agudo y crucial de su vida, era la guía divina la que necesitaba.
¿No quería Jesús cumplir lo que el Padre le encomendó? No era el caso, porque si era así, se hubiera ido a otro lugar. Jesús no huyó. Jesús se presentó al lugar adonde lo traicionaría Judas y lo arrestarían.
Pero Jesús era humano. Como usted y como yo. De carne y hueso. Sintiendo de lleno lo que quería, y lo que no quería. Jesús mostró libremente su deseo de que las cosas tomaran otro giro. Pero el Único que podía hacerlo era YHWH. Por eso Jesús fue a orar.
Cuántas veces uno ve lo que inevitablemente ha de suceder. Y acude a Dios para que Él cambie la situación. Nosotros lo hacemos por fe. Jesús lo hacía por su posición de Hijo. Jesús no dudaba de su misión, o de llevarla a cabo. Pero era humano, y enfrentar lo que venía no era fácil. Por eso pidió a Dios que "pasara aquella hora".
Jesús aquí nos da un ejemplo de cómo es la obediencia a YHWH: consciente, deliberada, con conocimiento de causa y efecto, con el amor a Dios como fundamento, y por supuesto, sabiendo que YHWH recompensa y bendice la obediencia.
Jesús no obedecía al Padre porque le tocaba, o por obligación. Era el amor a YHWH, a sí mismo y a la Humanidad lo que le movía. Jesús, por decirlo de una manera, no se miraría al espejo como un cobarde que no hizo lo que debía hacer por miedo o por temor.
Es un buen momento para tener gratitud. Gracias a YHWH, por habernos dado a Su Hijo para que nos enseñara, nos sacara del Oscurantismo en todas sus formas, por ser Luz, Verdad y Vida, el Camino por el cual acercarnos al Padre.
Y gracias al Hijo, por su sacrificio, por estar aquí con nosotros, por enseñarnos la Verdad, y por darnos valor e identidad, y para hacernos sentir que podemos sentirnos libres como Hijos e Hijas de Dios, caminando erguidos, con la frente en alto y el corazón rebosante de amor.
Pero Jesús era humano. Como usted y como yo. De carne y hueso. Sintiendo de lleno lo que quería, y lo que no quería. Jesús mostró libremente su deseo de que las cosas tomaran otro giro. Pero el Único que podía hacerlo era YHWH. Por eso Jesús fue a orar.
Cuántas veces uno ve lo que inevitablemente ha de suceder. Y acude a Dios para que Él cambie la situación. Nosotros lo hacemos por fe. Jesús lo hacía por su posición de Hijo. Jesús no dudaba de su misión, o de llevarla a cabo. Pero era humano, y enfrentar lo que venía no era fácil. Por eso pidió a Dios que "pasara aquella hora".
Jesús aquí nos da un ejemplo de cómo es la obediencia a YHWH: consciente, deliberada, con conocimiento de causa y efecto, con el amor a Dios como fundamento, y por supuesto, sabiendo que YHWH recompensa y bendice la obediencia.
Jesús no obedecía al Padre porque le tocaba, o por obligación. Era el amor a YHWH, a sí mismo y a la Humanidad lo que le movía. Jesús, por decirlo de una manera, no se miraría al espejo como un cobarde que no hizo lo que debía hacer por miedo o por temor.
Es un buen momento para tener gratitud. Gracias a YHWH, por habernos dado a Su Hijo para que nos enseñara, nos sacara del Oscurantismo en todas sus formas, por ser Luz, Verdad y Vida, el Camino por el cual acercarnos al Padre.
Y gracias al Hijo, por su sacrificio, por estar aquí con nosotros, por enseñarnos la Verdad, y por darnos valor e identidad, y para hacernos sentir que podemos sentirnos libres como Hijos e Hijas de Dios, caminando erguidos, con la frente en alto y el corazón rebosante de amor.