Lo + nuevo

Faraón de Egipto: terco frente a Dios



Moisés se encuentra en un día más de trabajo. Hay que atender el rebaño, ocuparse de él. La economía de la familia y su sustento depende de ello.

En la ladera occidental del Monte Sinaí, puede descansar un poco del trabajo. Allí, un extraño fenómeno captura su atención. Una zarza comienza a arder. No se quema, sólo arde. Una voz le llama:


“Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, 
el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”

¡Dios! Es Dios el que está hablando. Un ángel de Jehová le habla:

“Ciertamente he visto la aflicción de Mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de sus sufrimientos. Así que he descendido para librarlos de mano de los Egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al lugar de los Cananeos, de los Hititas, de los Amorreos, de los Ferezeos, de los Heveos y de los Jebuseos. Y ahora, el clamor de los Israelitas ha llegado hasta Mí, y además he visto la opresión con que los Egipcios los oprimen. Ahora pues, ven y te enviaré a Faraón, para que saques a Mi pueblo, a los Israelitas, de Egipto

¡Libertad! Por fin los israelitas podrían ser libres y salir de Egipto. Ya no habrían más látigos, amenazas, insultos, humillaciones, o la burla de los opresores. Una tierra que manaba leche y miel era un futuro prometedor. Por fin vivir en una tierra rica, próspera, cuidada por Dios para ellos, era una gran promesa divina. 

Para lograr este cometido, Moisés debe dirigirse a una persona. Una muy específica, poderosa y determinante en esta historia. Esa persona es el Faraón de Egipto.

El Faraón de Egipto es el Rey de Egipto. Hace más de 3.500 años, Egipto era un poderoso imperio. Tan sólo al ver a las pirámides, podemos tener un testimonio histórico de aquella grandeza imperial. 

Moisés entiende que la misión que le encomienda Dios no es fácil. Faraón de Egipto accederá a liberar a los israelitas por la acción de "una mano fuerte". 

A lo largo de los capítulos 5-14 de Éxodo, vemos esa relación entre Moisés y Faraón de Egipto. La primera vez que están cara a cara, Moisés y Aarón piden a Faraón que dejara ir a Israel para que celebrara fiesta en el desierto a Dios. Faraón dijo: “¿Quién es Jehová para que yo escuche Su voz y deje ir a Israel? No conozco a Jehová, y además, no dejaré ir a Israel”. 

Para Faraón los argumentos de Moisés y Aarón sobre el por qué debe dejar ir a los israelitas a celebrar fiesta a su Dios, son totalmente irrelevantes. Digamos que no podemos esperar que accediera a la primera a liberar a los israelitas, así sean 3 días de libertad. Pero la siguiente acción de Faraón dice mucho de su verdadero carácter. 

Aquel mismo día, Faraón dio órdenes a los capataces que estaban sobre el pueblo, y a sus jefes y les dijo: “Ya no darán, como antes, paja al pueblo para hacer ladrillos. Que vayan ellos y recojan paja por sí mismos. Pero exigirán de ellos la misma cantidad de ladrillos que hacían antes. No la disminuyan en lo más mínimo. Porque son perezosos, por eso claman y dicen: ‘Déjanos ir a ofrecer sacrificios a nuestro Dios.’ Recárguese el trabajo sobre estos hombres, para que estén ocupados en él y no presten atención a palabras falsas”,

Para Faraón, los israelitas son unos flojos, que están sin trabajo. Había que darles más trabajo, y no darles tiempo para pensar en sueños de libertad. Sabemos que su cometido es endurecer las condiciones de esclavitud y lo logra.

Dios dijo a Moisés que Faraón sería un hombre obstinado, terco, con el corazón duro. ¿Cómo entender esto? Sus reacciones vez tras vez frente a cada una de las plagas, demuestran un carácter cambiante, voluble, de labios para afuera, pero en su interior, jamás cedió a las palabras de Dios que por medio de Moisés pedían libertad para los israelitas. 

Las respuestas de Faraón ante las plagas, siempre estuvo cargada de un espíritu altivo, desafiante, con la arrogancia de quien se creía a sí mismo un dios. Sí, el Faraón era un dios, por ser el hijo del dios solar Ra. Sistemáticamente, Faraón se opuso tercamente al propósito divino. Plaga tras plaga, su corazón se hacía terco, terco, y más terco. Su profundo grado de obcecación, lo llevó a desconocer el poder de Dios que tenía ante sus propios ojos. Su obstinación siempre fue in crescendo. 

La terquedad de Faraón, nos pone en alerta sobre un peligro: el de caer en un grado de obstinación orgullosa. En la actitud de Faraón hay una mezcla de terquedad, orgullo, obcecación. Del corazón de Faraón surgió lo peor dentro de sí, sin ningún tipo de frenos. Fue incapaz de sopesar los asuntos, darse cuenta de lo que podía perder y que de hecho, perdió. 

Este relato nos enseña que aunque tenemos libertad y poder de voluntad y decisión, hay consecuencias. Causa y Efecto. Podemos decidir y esas decisiones pueden resultar en bien o mal. Depende de qué decidimos. Por ejemplo, podemos decidir respetar los principios divinos o no. Faraón pudo perfectamente dejar libre a los israelitas, y seguir vivo siendo Faraón. Prefirió ignorar lo que sucedía plaga a plaga, viendo cómo Egipto se arruinaba, y fue incapaz de hacer algo para detenerlo, por su propio bien y el de su pueblo. Tenía que salirse con la suya y punto, pasara lo que pasara.

Es importante examinar cómo reaccionamos ante las situaciones, y generar las acciones más ventajosas. Obstinarse, ignorar las consecuencias de nuestras acciones no nos sirve. Pero considerar inteligentemente los asuntos siempre ayuda. Y si buscamos la ayuda de Dios, nos beneficiará mucho más.
Con la tecnología de Blogger.