Jesús enseña un modelo de servicio
Sabemos que los 12 apóstoles eran hombres comunes y corrientes, trabajadores, que aceptaron en algún momento de su vida seguir a Jesús. Él los nombró apóstoles, con un propósito especial, para poder cumplir su misión una vez que ya no estuviera en la Tierra.
Pedro, Andrés, Santiago y su hermano Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago hijo de Alfeo, Simón llamado “el celoso”, Judas Tadeo y Judas Iscariote. Esos eran los más cercanos a Jesús y discípulos del Hijo de Dios.
Jesús enseñaba sobre la oración, la fe, el perdón, el amor al Padre, a uno mismo y al prójimo, y sobre el Reino de Dios. Los esfuerzos de Jesús por enseñar a sus discípulos parece que han sido en vano, pues la discusión sobre quién es el más importante subsiste vez tras vez.
Ellos tienen un problema
¿Cuál?
Su actitud.
¿Cómo corregirla?
Tras el inicio de la cena pascual, Jesús se levantó, y mientras todos seguían comiendo, se quitó el manto. Tomó una toalla, se la ciñó, y luego echó agua en una vasija. ¿Para qué?
Tras el inicio de la cena pascual, Jesús se levantó, y mientras todos seguían comiendo, se quitó el manto. Tomó una toalla, se la ciñó, y luego echó agua en una vasija. ¿Para qué?
Para lavar los pies de los discípulos y secárselos con la toalla que tenía ceñida. ¿Por qué? ¿Pensaba Jesús en simplemente crear una especie de ritual?
En esos tiempos, era costumbre que antes de iniciar la comida, se les lavaran los pies a los invitados a la cena. Las personas usaban sandalias para caminar por las calles y caminos llenos de piedra y polvo. La hospitalidad indicaba que el dueño de casa pusiera una palangana de agua y toalla a disposición de la visita para que ellos mismos se lavaran sus pies. Y si el dueño de casa era rico y tenía sirvientes, pues eran ellos los que lavaban los pies.
Pero en esta cena pascual de Jesús y Sus 12 apóstoles, la cena se desarrolla en una casa donde ninguno es anfitrión, y no hay sirviente que haga la labor de lavar los pies. Pues bien, ¿quién la haría?
Pero en esta cena pascual de Jesús y Sus 12 apóstoles, la cena se desarrolla en una casa donde ninguno es anfitrión, y no hay sirviente que haga la labor de lavar los pies. Pues bien, ¿quién la haría?
Ninguno de los apóstoles creía que era su responsabilidad asumir la tarea de lavar los pies a los otros. Ellos tenían que demostrar que tenían poder, y ser apóstol, era como pertenecer a una élite, que les serviría de trampolín para ascender en la escala social y económica ante otros. Ellos buscaban tener una posición de mando ante otros, tener status, ser "alguien" en el seno de la sociedad judía. Por ello peleaban por ser el "mayor", el "más importante", el más destacado de ellos. Pero Jesús jamás dijo a alguno de ellos que era el mayor, o el más importante.
Es simple: los 12 apóstoles luchaban por ser el más importante, el más destacado, y hacer una labor tan humilde y servil como lavarles los pies a los rivales, era sencillamente imposible.
Estar con Jesús había cambiado sus vidas, y tuvieron la fe para dejarlo todo y seguirlo. Pero no era suficiente para ser apóstoles de Jesús. Tenían que despojarse de todo egoísmo y egocentrismo, para ser eficaces maestros de las enseñanzas de Jesucristo. Jesús no buscaba en ellos a simples repetidores de sus enseñanzas. Buscaba a personas que enseñaran e hicieran como Él.
Para nosotros hoy día, podemos ver diversas personas que en su posición de autoridad, buscan el prestigio, la sensación de poder, de tener a otros bajo su control. Jesús quería enseñar a Sus apóstoles un modelo de servicio a otros.
El modelo de servicio que nos muestra Jesús implica la disposición genuina de brindar ayuda y soporte a otras personas, incluso si ello implica hacer algo tan humilde como lavar los pies. Jesús sabe que sus apóstoles -excepto Judas Iscariote- tenían la capacidad genuina de cambiar. De transformar su egoísmo, su deseo de prominencia, y ser realmente los verdaderos portadores de las enseñanzas de Jesús. Él había hablado del amor, del servir a otros, y eso fue lo que dijo e hizo Jesús. Él no decía a otros que hicieran una cosa y hacía otra. Jesús hacía lo que decía.
Quería lograr que Sus apóstoles aprendieran a amar a otros, a valorar su dignidad y brindarles la ayuda que necesitan. Y Jesús amaba, valoraba la dignidad de las personas y quería ayudarlas. Por eso les lavó los pies a todos los apóstoles.
Los pies representan nuestro andar, nuestro caminar, el rumbo que tomamos. Los 11 apóstoles tenían las cualidades espirituales, mentales y emocionales para enseñar a otros lo que Jesús les dijo. Pero tenían que tener pies limpios.
Es simple: los 12 apóstoles luchaban por ser el más importante, el más destacado, y hacer una labor tan humilde y servil como lavarles los pies a los rivales, era sencillamente imposible.
Estar con Jesús había cambiado sus vidas, y tuvieron la fe para dejarlo todo y seguirlo. Pero no era suficiente para ser apóstoles de Jesús. Tenían que despojarse de todo egoísmo y egocentrismo, para ser eficaces maestros de las enseñanzas de Jesucristo. Jesús no buscaba en ellos a simples repetidores de sus enseñanzas. Buscaba a personas que enseñaran e hicieran como Él.
Para nosotros hoy día, podemos ver diversas personas que en su posición de autoridad, buscan el prestigio, la sensación de poder, de tener a otros bajo su control. Jesús quería enseñar a Sus apóstoles un modelo de servicio a otros.
El modelo de servicio que nos muestra Jesús implica la disposición genuina de brindar ayuda y soporte a otras personas, incluso si ello implica hacer algo tan humilde como lavar los pies. Jesús sabe que sus apóstoles -excepto Judas Iscariote- tenían la capacidad genuina de cambiar. De transformar su egoísmo, su deseo de prominencia, y ser realmente los verdaderos portadores de las enseñanzas de Jesús. Él había hablado del amor, del servir a otros, y eso fue lo que dijo e hizo Jesús. Él no decía a otros que hicieran una cosa y hacía otra. Jesús hacía lo que decía.
Quería lograr que Sus apóstoles aprendieran a amar a otros, a valorar su dignidad y brindarles la ayuda que necesitan. Y Jesús amaba, valoraba la dignidad de las personas y quería ayudarlas. Por eso les lavó los pies a todos los apóstoles.
Los pies representan nuestro andar, nuestro caminar, el rumbo que tomamos. Los 11 apóstoles tenían las cualidades espirituales, mentales y emocionales para enseñar a otros lo que Jesús les dijo. Pero tenían que tener pies limpios.
Los pies representan nuestras inclinaciones, hacia dónde se dirigen nuestras actitudes, motivos y decisiones. Las actitudes, motivaciones y decisiones de nuestra vida son importantes. ¿Hacia dónde van nuestras inclinaciones de corazón?
Jesús lavó los pies de 12 hombres para enseñarnos. Enseñarnos que está dispuesto a lavar nuestro andar con amor y decisión, a tomar al agua purificadora de la Palabra de Dios, y hacernos conscientes de nuestra necesidad espiritual, nuestra necesidad de Dios y de amor. Amor, hacia Dios, a nosotros mismos y a otros. En ese modelo de servicio a otros, es necesario despojarse de egocentrismos e inclinaciones a juzgar y definir a otros. No es nuestro cometido, no podemos tomar el lugar de Dios y juzgar a otros.
Si tenemos la oportunidad de servir a otras personas, independientemente de cómo lo hagamos, es importante entender que ser humilde a la manera de Jesús no significa dejarse pisotear o menoscabar, manipular o presionar por nadie. Se trata de tener una clara identidad de que eres hijo o hija de Dios y a actuar a imitación del Padre, con honor y dignidad, para con uno mismo y para con otros. No por complacer a otros, sino porque sabes que es lo correcto. Como enseñó e hizo Jesús.