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Naamán: de leproso a creyente



Se estima que alrededor de 300.000 personas en el mundo, anualmente, comienzan a padecerla. En fecha tan reciente como 2007, las estadísticas indicaban que las zonas más afectadas por esta enfermedad eran el Sudeste asiático, seguido por las Américas, África, el Pacífico Occidental y el Mediterráneo Oriental. 
Se trata de una enfermedad con historia. Una historia de ser un mal incurable, mutilante y vergonzoso. Tener esta enfermedad condenaba a una persona a ser considerada como "inmunda" para otras, apartada de su familia, seres queridos, con la imposibilidad de tener una vida normal. 
Es la lepra, o enfermedad de Hansen, llamada así por el doctor Gerhard A. Hansen quien descubrió el agente causal de esta enfermedad. La lepra es una de las enfermedades más mencionadas en la Biblia. Son famosos los relatos en los que Jesús curó a personas con esta enfermedad, devolviéndoles no solo la salud, sino también una calidad de vida, en la que las personas curadas volvían a tener una vida normal.
Una de las personas que fue curada por un hombre de Dios de esta enfermedad, fue Naamán. Jesús habló de él. Dijo:
En verdad les digo que ningún profeta es aceptado en su propia tierra. Por ejemplo, les digo en verdad: Había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, de modo que vino una gran hambre sobre toda la tierra; sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de aquellas mujeres, sino únicamente a Sarepta en la tierra de Sidón, a una viuda. También, había muchos leprosos en Israel en tiempo de Eliseo el profeta; sin embargo, ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el hombre de Siria
Lucas 4:24-30
Jesús estaba siendo cuestionado como profeta acreditado de Jehová en Nazaret, donde se crió. La gente quería verle hacer milagros, pero no quería ejercer fe. Por eso Jesús habla de Naamán, como ejemplo de un hombre que aceptó a un profeta de Dios: Eliseo.

Naamán era el jefe del ejército sirio, durante el tiempo del siglo X a. C. durante los reinados de Jehoram de Israel y Ben-hadad II de Siria. Era un ‘hombre grande, valiente, poderoso, tenido en estima’, por medio de quien Jehová había dado salvación a Siria. ¿Cómo lo usó Dios? No sabemos, pero Naamán, sin saberlo ni ser consciente de ello, estaba siendo utilizado para llevar adelante el propósito de Dios.
Mycobacterium leprae, uno de los
agentes causales de la lepra
Tenemos la idea de que una persona para ser usada por Dios debe estar metida en una iglesia o religión, y ser alguien que viva muy ocupado en su comunidad como un "buen" cristiano. Naamán era usado por Dios, y la Biblia sólo nos dice de él es que era valiente, grande, y poderoso. ¿Encaja un hombre así como alguien a quien Dios favorezca? Porque Naamán no era ni siquiera un hombre religioso, o que hubiera demostrado tener interés por aprender del Dios de Israel.
Naamán tenía en su casa a una joven israelita, que atendía a su esposa. Esta dijo a su señora:
-Si rogara mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.
La muchacha habló a la esposa de Naamán del profeta que estaba en Samaria. Su nombre era Eliseo, sucesor de Elías, a quien había pedido 2 partes de su espíritu. Ella era una persona de fe, a pesar de estar viviendo como esclava en un hogar sirio. Si ella, siendo esclava, deseó ver sanado a su amo, Naamán, de su lepra, era porque Naamán era un buen hombre, y ella le habló de Eliseo, quien sanaría de lepra a Naamán.

¡Esas eran buenas noticias! En aquella época no habían remedios, antibióticos o analgésicos para tratar la lepra. Así que la posibilidad de ser curado totalmente de una enfermedad incurable, era tan grande que había de aprovecharse.

Naamán fue y se lo relató a su señor diciendo: «Esto y esto ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel». Y el rey de Siria le respondió:

-Está bien, ve y yo enviaré una carta al rey de Israel. 

Salió, pues, Naamán, llevando consigo diez talentos de plata, seis mil piezas de oro y diez mudas de vestidos, y también le llevó al rey de Israel una carta que decía: «Cuando recibas esta carta, sabrás por ella que yo te envío a mi siervo Naamán para que lo sanes de su lepra».

Naamán iría a Samaria a buscar al profeta de Dios. ¿Cómo llegar a él? Por eso fue a donde el rey de Siria, para que le diera una carta dirigida al rey de Israel, para que le permitiera dejarle presentarse ante Eliseo. Y fue además con dinero: diez talentos de plata, seis mil piezas de oro y diez mudas de vestidos.

Vemos a Naamán tratando de acceder a un profeta de Dios por medio del uso de dos poderes: el poder político, y el poder del dinero.

¿Le servirían para "comprar" o "asegurarse" ser curado de lepra?

El asunto es que Naamán va a donde el rey de Israel, quien lee la carta del rey de Siria, rasga sus vestidos y dice: «¿Acaso soy yo Dios, que da vida y la quita, para que este me envíe a un hombre a que lo sane de su lepra? Considerad ahora y ved cómo busca ocasión contra mí». Cuando Eliseo, el varón de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: «¿Por qué has rasgado tus vestidos? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel».

El rey de Israel no es un hombre que acepte al profeta de Dios. Ni es un hombre de fe. Su respuesta es tosca y seca. Eliseo, cuando oye del asunto, manda a Naamán a ir adonde él. ¿Para qué? Es interesante lo que dice Eliseo. No dice que Naamán vaya adonde él para que se sane de su lepra. No. Naamán iba a ir adonde Eliseo para que sepa que hay un profeta de Dios en Israel.

Este es el núcleo de la enseñanza espiritual de esta historia, que es lo que indicó Jesucristo. En tiempos de Naamán, él tenía lepra. Pero no era el único leproso, pues en Israel había muchos leprosos. Pero Naamán hizo algo que los otros leprosos de Israel no quisieron hacer: reconoció y aceptó al profeta de Dios. Y lo mismo sucedió con Jesús. Que la gente de su tiempo no le dio el reconocimiento de que era el Mesías, y todos los beneficios que pudieron haber obtenido, no los recibieron, por no aceptar a Jesús.

¿Se le hizo fácil a Naamán aceptar y reconocer que Eliseo era el profeta de Dios? No. Naamán llegó a donde Eliseo, con sus caballos y su carro y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Por supuesto, llegó con todo su dinero. ¿Qué hizo Eliseo? Naamán debía estar cargado de expectativas, lleno de un sinúmero de ideas sobre cómo Eliseo le sanaría. Pero... Eliseo le envió un mensajero a decirle: «Ve y lávate siete veces en el Jordán; tu carne se restaurará y serás limpio».

¡¿Cómo?! Tanto esperar, tanto luchar, tanto hacer para llegar por fin a donde el profeta de Dios para que ni siquiera saliera, y simplemente mandara a un mensajero a decirle que se fuera a bañar 7 veces en el Jordán. Eso, para Naamán, era demasiado. 

Se fue enojado diciendo: «Yo que pensaba: "De seguro saldrá enseguida, y puesto en pie invocará el nombre de Jehová, su Dios, alzará su mano, tocará la parte enferma y sanará la lepra. Abaná y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavo en ellos, ¿no quedaré limpio también?» Y muy enojado se fue de allí.

Naamán era un hombre importante, rico, poderoso, influyente, y había hecho grandes esfuerzos para ir hasta donde Eliseo, y este lo que hizo fue mandarle un mensaje con un criado.

¿Cuál fue el problema de Naamán? ¿Por qué estaba tan molesto? Porque él pensaba, pensaba en lo que haría Eliseo para sanarlo, y como no pasó como él pensaba, se indignó. A fin de cuentas, el leproso, el que estaba en una condición de lejanía de Dios era Naamán, no Eliseo. Así le pasó a la gente del tiempo de Jesús. Pensaba, o tenía sus propias ideas sobre el Mesías, su labor, cómo sería su obra, y cuando vieron que Jesús no era lo que ellos pensaban, se decepcionaron. Pero, ¿de quién era el problema? ¿De Jesús, que hizo lo que era la voluntad de Dios? ¿O de los que se armaron sus propias ideas en la cabeza de cómo sería o cómo debería ser el Mesías?

¿Qué hace reaccionar a Naamán? Sus criados se le acercaron y le dijeron:

-Padre mío, si el profeta te mandara hacer algo difícil, ¿no lo harías? ¿Cuánto más si solo te ha dicho: "Lávate y serás limpio"? 

Descendió entonces Naamán y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios, y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.

Los criados de Naamán razonaron con él. Lo importante era que Naamán había ido a donde Eliseo a curarse de la lepra, no a hacerse amigo o confidente de Eliseo. El problema de personas como Naamán es que tienen el concepto de que un profeta de Dios debe acoplarse a ellos. No. Ellos son los que se tienen que acoplar al profeta, y aceptarlo. No por la persona del profeta, sino por la procedencia del mismo: Jehová. Y eso lo vemos en Jesús, por eso dijo que Él no vino por su iniciativa, sino por la del Padre.  

Naamán volvió con todos sus acompañantes adonde estaba el hombre de Dios, se presentó delante de él y le dijo:

-Ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas un presente de tu siervo. 

Pero él dijo:
-¡Vive Jehová, en cuya presencia estoy!, que no lo aceptaré.

Y aunque le instaba a que aceptara alguna cosa, Eliseo no quiso. Entonces Naamán dijo:
-Te ruego, pues, ¿no se dará a tu siervo de esta tierra la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová. En esto perdone Jehová a tu siervo: cuando mi señor, el rey, entre en el templo de Rimón para adorar allí, y se apoye sobre mi brazo, si yo también me inclino en el templo de Rimón, si hago tal cosa, que Jehová perdone en esto a tu siervo.

Eliseo le respondió:
-Ve en paz.

Naamán, limpio, con el corazón agradecido, sí fue recibido por Eliseo, quien le dijo que fuera en paz. Naamán se fue, limpio, sano, en paz, y, lo más importante: reconociendo al Único Dios Verdadero, Jehová. 

¿Qué aprendemos de esto? 


Naamán pasó de leproso a creyente. No fue asunto de llegar a donde el profeta, ver un milagro, y creer. Tuvo que despojarse de su anterior forma de pensar, de sus propias ideas, quitarse el orgullo, ser humilde, y reconocer y aceptar las palabras del profeta de Dios.


Aprendemos que aceptar las enseñanzas y la guía de Jesucristo, el Eliseo Mayor, nos limpia, nos sana, y que el obedecer sus mandatos nos da paz, la paz de Dios. Podemos conocer y reconocer entonces, al Único Dios Verdadero, Jehová. 

También vemos cómo no basta con ir a donde Jesucristo con las herramientas incorrectas. Naamán creyó que con la ayuda de su influencia política y su dinero, podría llegar al profeta de Dios. Error. Es la obediencia, la humildad y la fe la que nos acerca a Dios por medio de Cristo Jesús. Es como si, espiritualmente, uno tuviera necesidad de quitarse la "lepra", todo aquello dañino, negativo y perjudicial que reconocemos que sólo Jesucristo nos puede quitar. Pero acudir a Él con el reconocimiento de Su posición, es lo que nos abre las puertas del Cielo. 


Vemos que no podemos acercarnos a Dios con las ideas de lo que pensamos que debe ser, o lo que debería ser. Eso no sirve. Es lo que Dios diga, Él es el que tiene la potestad de decir cuándo y cómo de las cosas. Y el ejemplo de Naamán muestra lo beneficioso que es obedecer a Dios.  
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