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La Palabra de Dios, una lámpara: Principios Espirituales del Salmo 119


En la inspirada Palabra de Dios, encontramos un conocimiento que nos permite el llegar a alcanzar un discernimiento profundo sobre la personalidad de Dios, sus propósitos y voluntad. En ellas tenemos el registro fidedigno de las palabras y hechos del Hijo de Dios que vino a la Tierra y reveló o ‘explicó’ a su Padre a los hombres, para que por medio de Él podamos ‘conocer plenamente al Padre’. Si deseamos estar bien equipados para saber cómo actuar de acuerdo a la ‘semejanza e imagen de Dios’, entonces, necesariamente, el contenido de las Escrituras puede ayudarnos.


En realidad, cada persona individual, es responsable de TODO lo que sabe acerca de Dios, o de TODO lo que no sabe. "Cada cual lleva su propia carga de responsabilidad", escribió el apóstol Pablo. Y parte de esa responsabilidad conlleva el adquirir ese "conocimiento de Dios y de Aquel que Él envió, Jesucristo", como lo expresa Juan 17:3.



Las enseñanzas de Jesús requieren un mayor ejercicio de consciencia. Un cristiano o cristiana, es probado en cuanto a si tiene ‘escrito en su corazón y mente’ los caminos de Dios o no. El punto es: ¿cómo tener en la mente y el corazón la enseñanza de Dios? ¿Cómo encontrar verdadera guía en las Escrituras? 


Un joven príncipe israelita se hizo esas mismas preguntas. Era hijo de un rey cuya vida estaba alejada de Dios, pero él deseaba hacer suyos los pensamientos de Dios. ¿Quién le enseñaría? No había un profeta, un pastor, un maestro que le ayudara, en suma, no había NADIE que le ayudara. ¿Se desanimó por eso? No. Él, por sí solo, comenzó su búsqueda de Dios, de entender sus caminos, y prepararse para ser rey de la nación judía. Dios, al fin y al cabo, se acerca a quienes se acercan a Él. Era Ezequías, quien fue el autor del más largo de los Salmos: el 119.



Quizás las palabras más famosas de este Salmo de 176 versos, sean estas:



Lámpara es a mis pies tu palabra, 
y luz para mi camino


Para Ezequías, la Palabra de Dios cumplía una función de dar luz. Iluminar. Pero lo hacía en 2 niveles: era como una lámpara para los pies, y como una luz que alumbraba una vereda.


¿Cómo entender esto? 


Este Salmo 119 tiene un tema dominante: aprecio a la Palabra de Dios. Por ello, encontramos en él 8 términos que se refieren a la Palabra o hechos de Dios, para un promedio de veintidós veces cada uno, lo que hace un total de 176 veces. Estos términos son:

CAMINOS: 13 veces
RECORDATORIOS: 23 veces
ÓRDENES: 21 veces
MANDAMIENTOS: 22 veces
DICHOS: 19 veces
LEY: 25 veces
DECISIÓN, DECISIONES JUDICIALES o JUICIO: 23 veces
JUSTO o JUSTICIA: 15 veces
DISPOSICIONES REGLAMENTARIAS o ESTATUTOS: 22 veces
PALABRAS: 24 veces

TODOS estos términos hacen referencia a varios aspectos de lo que Dios nos enseña. Así como una lámpara iluminaba el pie en tiempos bíblicos, y evitaba que una persona tropezara y se hiciera daño, chocando contra una piedra, de la misma manera, la Palabra de Dios nos enseña a evitar peligros en cada paso que demos. Por supuesto, el asunto consiste en saber lo que dice la Biblia, entenderlo, discernirlo, y actuar en consecuencia.

Una de las cosas que no permite que la Biblia sea efectivamente una lámpara en nuestra vida es el hecho de no entender la gramática de la Palabra de Dios. ¿Qué es la gramática?

La Gramática es el estudio de las reglas y principios que regulan el uso de las lenguas y la organización de las palabras dentro de una oración. También se denomina así al conjunto de reglas y principios que gobiernan el uso de un lenguaje muy determinado; así, cada lenguaje tiene su propia gramática. (Fuente: Wikipedia).   

En este caso, la gramática de la Palabra de Dios implica entender los Principios que subyacen detrás de cada consejo, de cada orden divina, de cada declaración que está en las Escrituras.

Por ejemplo, ¿cómo entender el mandato de Jesús de "manténganse alerta"?

Unas palabras de Pablo a los Filipenses nos pueden ayudar a entender lo que quiso decir Jesús: 

Le pido a Dios que ustedes se amen cada vez más, y que todo lo aprendan bien y lo juzguen correctamente,10 para que se aseguren de las cosas de más importancia. Así, cuando Cristo vuelva, estarán sin pecado y nadie podrá acusarlos de nada.11Porque con la ayuda de Jesucristo ustedes harán lo bueno, para que la gente alabe y honre a Dios.
Filipenses 1:9-11

¿En qué condición ante Dios estaré YO cuando Cristo esté presente? ¿Me habré asegurado de las cosas más importantes?

En este punto, el ejemplo del autor del Salmo 119 nos es de utilidad. Porque uno se asegura de las cosas más importantes de su vida, dependiendo de dónde tenga la vista puesta, de cómo perciba las cosas que tiene ante sus ojos. Así lo dijo Jesús (Mateo 6:22, 23):

El ojo es la lámpara del cuerpo. 

Por tanto, si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz.

Pero si tu visión está nublada, todo tu ser estará en oscuridad. 

Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué densa será esa oscuridad! 

He aquí un principio espiritual: uno es iluminado, dependiendo de los ojos que tiene. Si la visión interior está clara, TODO se percibe. Pero si la visión está nublada, se puede tener algo FRENTE a uno y NO VERSE.

Por eso Ezequías pidió a Jehová:

Ábreme los ojos, para que contemple 
      las maravillas de tu ley.

Salmo 119:18 
 
Ezequías no dio por sentado las cosas. No creyó que por leer de las Escrituras inspiradas que tenía disponibles en aquella época, YA, AUTOMÁTICAMENTE, sin mayores esfuerzos, contemplaría las obras maravillosas de Dios. 

Pidió: Jehová, ábreme los ojos. En hebreo, se trataba de un verbo que hacía referencia a una acción intencional. Con causa y efecto. Realmente lo que Ezequías pedía a Jehová era: "Dios, dame la capacidad de percibir las obras maravillosas que Tú haces, para entender tu obrar y yo ser capaz de actuar en consecuencia".

Espiritualmente hablando, podemos ver cómo este ejemplo de Ezequías nos ayuda a seguir el mandato de Cristo de "Manténganse alerta". Porque el mantenerse alerta implica tener la capacidad de ver más allá de los sucesos mundiales que estamos viendo, ser capaces de percibir las cosas que tenemos ante nosotros AHORA. No se trata de estar alerta sobre lo que pudiera pasar en el futuro, sino de lo que está pasando ahora. Si somos capaces de discernir el tiempo de ahora, entonces seremos capaces de entender el cumplimiento de lo que Dios está haciendo.   
     
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