Jesucristo: Rey de la Tierra
Bueno, ¿eres tú rey?
Jesús contestó:
¿Por
qué están en tumulto las naciones, y los grupos nacionales mismos siguen
hablando entre dientes cosas vacías?
2 Los reyes de la tierra toman su posición, y los altos
funcionarios mismos se han reunido en masa como uno solo contra Jehová y contra
su ungido,
3 diciendo: “¡Rompamos sus ataduras y echemos de nosotros sus
cuerdas!”. 4 El Mismísimo que se sienta en los cielos se
reirá; Jehová mismo les hará escarnio a ellos.
5 En aquel tiempo les hablará en su cólera, y en su ardiente
desagrado los perturbará, 6 diciendo: “Yo, sí, yo, he
instalado a mi rey sobre Sión, mi santa montaña”.
7 Déjeseme hacer referencia al decreto de Jehová; Él me ha dicho:
“Tú eres mi hijo; yo, hoy, yo he llegado a ser tu padre. 8 Pídeme,
para que dé naciones por herencia tuya, y los cabos de la tierra por posesión
tuya propia. 9 Las quebrarás con cetro de hierro, como si
fueran vaso de alfarero las harás añicos”.
10 Y ahora, oh reyes, ejerzan perspicacia; déjense corregir, oh
jueces de la tierra. 11 Sirvan a Jehová con temor y estén
gozosos con temblor. 12 Besen al hijo, para que Él no se enoje
y ustedes no perezcan del camino, porque su cólera se enciende fácilmente.
Felices son todos los que se refugian en él.
¿Por
qué están en tumulto las naciones, y los grupos nacionales mismos siguen
hablando entre dientes cosas vacías?
2 Los reyes de la tierra toman su posición, y los altos funcionarios mismos se han reunido en masa como uno solo contra
Jehová y contra su ungido,
3 diciendo: “¡Rompamos sus ataduras y
echemos de nosotros sus cuerdas!”.
4 El Mismísimo que se sienta en los cielos se reirá;
Jehová mismo les hará escarnio a ellos.
5 En aquel tiempo les
hablará en su cólera, y en su ardiente desagrado los perturbará, 6 diciendo:
“Yo, sí, yo, he instalado a mi rey sobre Sión, mi santa
montaña”.
7 Déjeseme hacer
referencia al decreto de Jehová; Él me ha dicho: “Tú eres mi hijo; yo, hoy, yo he llegado a ser tu padre. 8 Pídeme,
para que dé naciones por herencia tuya, y los cabos de la tierra por posesión
tuya propia. 9 Las quebrarás con cetro de hierro, como si
fueran vaso de alfarero las harás añicos”.
10 Y ahora, oh reyes, ejerzan perspicacia; déjense corregir, oh jueces de la tierra. 11 Sirvan a Jehová con temor y
estén gozosos con temblor. 12 Besen al hijo, para que Él no se enoje y ustedes no
perezcan del camino, porque su cólera se enciende fácilmente. Felices son todos los que se refugian en él.
Felices son
todos los que se refugian en él.
Jesús contestó:
- Tú dijiste que yo soy rey. Para esto nací, y para esto vine al mundo, para dar testimonio sobre la verdad.
Dos hombres.
Dos polos
opuestos.
Uno, es
famoso porque se lavó las manos. El otro, porque derramó su sangre a favor de
toda la Humanidad. Cuando Poncio Pilato y Jesucristo estuvieron frente a
frente, eran el encuentro de dos poderes. Poncio Pilato representaba el poder político
más importante de la época, el de la Roma Imperial. Un imperio, el más vasto
conocido para aquellos tiempos. Poncio Pilato era el representante de esa Roma
Imperial, y como tal, estaba actuando como juez ante Jesucristo, para decidir
si éste vivía o moría.
Jesucristo,
era el Hijo de Dios. Un ángel, Gabriel, había declarado que “Jehová Dios le
daría el trono de David su padre”. Eso quiere decir que Jesucristo era el
heredero de un trono, el de David. Y si Jesucristo era rey, cabía una pregunta:
¿qué haría? ¿Se proclamaría rey de los judíos, liberando a la nación de la
trituradora Roma Imperial?
Él pudo
haber declarado una revuelta, y haberse hecho del poder en Jerusalén. La gente
le quería como rey, pues en una ocasión, lo iban a proclamar como rey de los
judíos. Y sus discípulos esperaban que al llegar a Jerusalén, la capital de la
Provincia de Judea, su Señor asumiera poder real. Tenía el poder, la sabiduría,
y el respaldo popular como para tener éxito. Definitivamente, Jesucristo tenía
ante sí la posibilidad de ser rey. Pero ese día, ante Poncio Pilato, no niega
ser rey, pero aclara que la Roma Imperial no debía sentirse amenazada por él.
El reino de Él no era de este mundo.
Conocemos
el resto de la historia. Jesús murió, resucitó, y gobernó como rey, espiritualmente,
sobre sus seguidores, desde aquel famoso Pentecostés en el que los primeros 120
discípulos se hacen recipientes del bautismo en espíritu santo.
En aquel
entonces, Roma y su poder político, militar, económico y social, no debían ver
a Jesucristo como una amenaza. De hecho, Jesucristo aclaró que debía darse al
César, lo del César, y a Dios, lo de Dios. Sin embargo, una lectura aguda al
Salmo Segundo, revela un cambio. ¿Cuál? El de la relación entre Jesucristo y
los poderes de este mundo, particularmente el político y el económico. ¿Por qué?
El Salmo 2, un salmo profético, nos describe una visión del Jesucristo Rey, Rey
de la Tierra, y siendo colocado como un elemento con el que real y
efectivamente tienen que habérselas los poderes de este mundo. Veamos lo que
informa el Salmo 2 al respecto:
¿Por
qué están en tumulto las naciones, y los grupos nacionales mismos siguen
hablando entre dientes cosas vacías?
2 Los reyes de la tierra toman su posición, y los altos
funcionarios mismos se han reunido en masa como uno solo contra Jehová y contra
su ungido,
3 diciendo: “¡Rompamos sus ataduras y echemos de nosotros sus
cuerdas!”. 4 El Mismísimo que se sienta en los cielos se
reirá; Jehová mismo les hará escarnio a ellos.
5 En aquel tiempo les hablará en su cólera, y en su ardiente
desagrado los perturbará, 6 diciendo: “Yo, sí, yo, he
instalado a mi rey sobre Sión, mi santa montaña”.
7 Déjeseme hacer referencia al decreto de Jehová; Él me ha dicho:
“Tú eres mi hijo; yo, hoy, yo he llegado a ser tu padre. 8 Pídeme,
para que dé naciones por herencia tuya, y los cabos de la tierra por posesión
tuya propia. 9 Las quebrarás con cetro de hierro, como si
fueran vaso de alfarero las harás añicos”.
10 Y ahora, oh reyes, ejerzan perspicacia; déjense corregir, oh
jueces de la tierra. 11 Sirvan a Jehová con temor y estén
gozosos con temblor. 12 Besen al hijo, para que Él no se enoje
y ustedes no perezcan del camino, porque su cólera se enciende fácilmente.
Felices son todos los que se refugian en él.
Este
salmo habla claramente de los “reyes de la tierra” y los “altos funcionarios”.
No importa cómo se llamen: Presidente, Jefe de Estado, Primer Ministro, Jefe de
Gobierno, Secretario General, Ministro, Rey, etc. Los gobernantes políticos de ninguna manera cuentan, con
entrar algún día, en una confrontación o careo con Jesucristo
como Rey de la Tierra, poderoso, completamente equipado
para pelear con sus enemigos. Para absoluto asombro de
ellos, será a un Mesías transformado, otro Jesucristo, uno que ni
se imaginan pueda existir.
El poder político
de este mundo, al igual que el poder religioso, tienen un discurso muy bonito,
elegantemente adornado con citas de la Biblia, diciendo que “En Dios Confiamos”,
o afirmando que creen en Dios, o que Jesucristo es “su” Señor. A esos dos
poderes les tiene realmente sin cuidado si Jesucristo se convierte en Rey de la
Tierra. La actitud es de decir “bien, Jesucristo está en el Cielo, que reine allá,
y nosotros seguimos mandando aquí en la Tierra, no le tenemos en nuestro
camino. Nuestro país es nuestra responsabilidad.”
¿Cómo
sabemos que esa es la actitud de los poderes políticos en tiempos en que
Jesucristo sea Rey? Lo afirma el salmo 2. Dice allí:
¿Por
qué están en tumulto las naciones, y los grupos nacionales mismos siguen
hablando entre dientes cosas vacías?
2 Los reyes de la tierra toman su posición, y los altos funcionarios mismos se han reunido en masa como uno solo contra
Jehová y contra su ungido,
3 diciendo: “¡Rompamos sus ataduras y
echemos de nosotros sus cuerdas!”.
4 El Mismísimo que se sienta en los cielos se reirá;
Jehová mismo les hará escarnio a ellos.
Proféticamente, se predice que tanto los “grupos nacionales”, es decir, la
gente en general, hablan cosas vacías, es decir, siguen su vida como si nada
extraordinario pasara. Para ellos y ellas, que Jesucristo sea Rey no es
importante. La gente come, bebe, se casan (algunos), trabajan, como en los días
de Noé. Es como si fueran más importantes otras cosas, que la posibilidad de
estar viviendo en un momento de quiebre histórico en la Humanidad: el tiempo en
que Jesucristo sea Rey de la Tierra.
Porque, el tiempo en que Jesucristo
es Rey de la Tierra, tiene que ser diferente a otro
tiempo de la historia humana. Si somos acuciosos en nuestro
razonamiento, la gran pregunta que uno se puede plantear es: ¿qué significaría para mí como
persona que Jesucristo sea Rey de la Tierra? Si uno no es creyente, tiene
responsabilidad ante Dios, así afirme ser el más recalcitrante de los ateos. Y
si uno afirma ser cristiano o Cristiana, tiene que haber un antes y un después. Después
de todo, en esos tiempos de ajustar cuentas, a los que afirman ser cristianos y
cristianas, se les evaluarán sus acciones. “No todo el que diga “Señor, Señor”,
entrará en el reino de los Cielos”, dijo Jesús, sino el que “hace la voluntad
del Padre”. Este es un punto importante.
Muchos en
estos tiempos se preguntan: ¿significan algo los acontecimientos
mundiales que claramente están cumpliendo profecías bíblicas? Y si significan algo sobre
ese Jesucristo Rey, ¿qué hacer? ¿seguir como si “nada” estuviera pasando? De
allí la importancia de asegurarse de las cosas más importantes, y no puede
haber nada más importante que entender cuál es la voluntad de Dios hoy día. Muchos
en ese aspecto, citan textos de la Biblia, y afirman que hacen lo que dice la Biblia.
Pero, realmente, ¿qué hay de la voluntad del Padre aquí y ahora? ¿se han tomado la molestia de honestamente saberlo y actuar en
consecuencia?
Los
líderes políticos no quieren sentirse “atados”, someterse a la soberanía de
Cristo. Hemos visto cómo los políticos se someten al electorado en tiempo de
elecciones, y siempre terminan gobernando en su propio interés. ¿Someterse al
Jesucristo Rey de la Tierra? ¡Claro que no! Por eso Dios se “reirá” de ellos,
porque eso de oponerse a Dios no trae buenos resultados. El ejemplo del
orgulloso faraón de Egipto, debería bastar de ejemplo de que de Dios uno no se
puede burlar. Será Jehová Quien haga burla pública de quienes no desean
someterse al Jesucristo Rey.
Por
cierto, ¿cómo es este Jesucristo Rey de la Tierra? ¿Cómo imaginarlo? El salmo 2
sigue informando:
5 En aquel tiempo les
hablará en su cólera, y en su ardiente desagrado los perturbará, 6 diciendo:
“Yo, sí, yo, he instalado a mi rey sobre Sión, mi santa
montaña”.
7 Déjeseme hacer
referencia al decreto de Jehová; Él me ha dicho: “Tú eres mi hijo; yo, hoy, yo he llegado a ser tu padre. 8 Pídeme,
para que dé naciones por herencia tuya, y los cabos de la tierra por posesión
tuya propia. 9 Las quebrarás con cetro de hierro, como si
fueran vaso de alfarero las harás añicos”.
Jesucristo
es el Rey de la Tierra que ha sido instalado sobre el Monte Sión, en los Cielos,
la santa montaña que representa la soberanía universal de Jehová. Ha sido Jehová Quien nombró a Jesucristo Rey.
Fue un ejercicio de teocracia, no de democracia o de otra forma de gobierno creada por el poder e inteligencia humanos.
Es en un
tiempo específico que Jehová hace esto: “en aquel tiempo”. Es un tiempo exacto,
cronometrado por el Dueño del tiempo y del espacio, pautado para que suceda así
como fue decretado por Él. Pero es un tiempo de cólera divina, de un ardiente
desagrado hacia la Humanidad que no quiere reconocer al Jesucristo Rey, el Hijo
de Dios, Heredero del Pacto con Abrahán de que, por medio de su descendencia,
TODAS las naciones serán bendecidas.
Este Jesucristo
no tiene en su cabeza el peso asfixiante de una corona de espinas. Tiene una
corona de oro, y en sus manos, un cetro de hierro. No es, ciertamente, una
imagen de Jesucristo a la que estemos acostumbrados. Estamos acostumbrados a
que nos dibujen la imagen de un Jesús tierno, compasivo, que nos habló de amor.
Pero, ¿un Jesucristo Rey sería así, como un “niño Jesús”?
Este
Jesucristo Rey de la Tierra debe ser otro, diferente.
Transformado.
Es verdad que Jesucristo sí sufrió una muerte cruelmente dolorosa y deshonrosa,
fue desacreditado, mal representado, acusado de ser un blasfemo. Pero este
Jesucristo con la vara de hierro, tiene poder. Un poder tan grande, que es como
si pudiera acabar con todo el poder militar de este mundo, y para Él, fuesen
unas vasijas de barro: frágiles, que con un golpe, se rompen.
¿Desea
Jehová sencillamente acabar con todas las personas que tienen poder político y militar?
Dios ofrece una oportunidad, como lo describen los versículos finales del Salmo
Segundo:
10 Y ahora, oh reyes, ejerzan perspicacia; déjense corregir, oh jueces de la tierra. 11 Sirvan a Jehová con temor y
estén gozosos con temblor. 12 Besen al hijo, para que Él no se enoje y ustedes no
perezcan del camino, porque su cólera se enciende fácilmente. Felices son todos los que se refugian en él.
A los
poderes politicos, les dice Jehová, que sean perspicaces. Que vean más allá de
lo obvio, que no se autoengañen creyendo que Jesucristo Rey no les hará frente
con contundencia. Que se dejen corregir. Pueden cambiar, conservar su vida, teniendo
temor de Dios. Besar al Hijo, a Jesucristo Rey, significaría darle la bienvenida
al Rey de la Tierra, someterse a Él de buena gana.
Las personas
en general, incluso gobernantes, que han apoyado los planes de las naciones, pueden
ampararse en Jehová, quien da protección bajo el dominio del Jesucristo Regente
Planetario de esta Tierra. Pero deben actuar a tiempo.
Felices son
todos los que se refugian en él.
Esta es
la gran conclusión del Salmo Segundo. ¿Por qué declara que son felices los que se refugian en el Jesucristo Rey? En el Siglo I, quienes estaban cargados en su
corazón, cansados, sin esperanza, desanimados, los que estaban deseosos de
vivir en un mundo mejor, vieron en Jesús, una esperanza. Por eso le seguían, y
por eso muchos hoy día dicen querer seguir a Jesús.
Refugiarse
en Jesucristo Rey significa reconocerle como Rey, en todo aspecto de la vida. Y
tener la certeza del infalible cumplimiento de las profecías bíblicas que sobre
Su Reino existen. Por ello, en Revelación 7:9-17 se predice a una gran
muchedumbre, que debe su salvación y el salir de la gran tribulación al que
está sentado en el Trono, y al Cordero Rey, Jesucristo.
Es feliz
el que se refugia en el Jesucristo Rey, porque ya no sufre ni hambre, ni sed de
Dios, y es conducido a fuentes de agua de vida, siendo pastoreadas por el
Pastor-Rey, el Cordero de Dios. Y Dios limpiará TODA lágrima de sus ojos.
Cierto, esta gran muchedumbre, indica la Biblia, tiene que ser purificada a
través de la gran tribulación, tiene que despertar su consciencia de su
necesidad espiritual, y adorar al Creador. Tiene que lavar sus ropas largas
blancas, y asumir el costo de seguir al Cordero. Pero serán separadas a la
diestra del Amo, para heredar el reino preparado para ellas desde la fundación
del mundo.
El
reconocimiento de estas profecías, y su real y verdadero cumplimiento, nos
confirma que el “decreto de Jehová” no falla. Dios sabe cómo realizar su
propósito de bendecir a la Humanidad con paz, alegría y seguridad, bajo el
Reino de su amado Hijo. Con respecto a ese tiempo, el profeta Daniel escribió:
“En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca
será reducido a ruinas. [...] Triturará y pondrá fin a todos estos reinos,
y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44).