Eso le dijo David a una mujer muy especial: Abigaíl.
Este nombre en hebreo significa: mi padre se ha puesto feliz. Y ciertamente,
el registro que hace la Biblia de ella, muestra la imagen de una persona
sensata, inteligente, y de acción valiente. (Podemos leer la historia completa
en el capítulo 25 de 1 Samuel)
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Eso lo demostró en un momento de crisis familiar. David
había sido ungido para ser el futuro rey de Israel, pero estaba huyendo. Eran
los tiempos en que el rey en funciones era Saúl, y estaba decidido a matar a
David, así que este vivía como fugitivo. Tenía 21 años de edad. Con el
tiempo, él y unos seiscientos compañeros se refugiaron en el desierto de
Parán, al sur de Judá y cerca del desierto de Sinaí.
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Allí se encontraron con unos pastores que trabajaban
para un hombre llamado Nabal (su nombre en hebreo significa insensato, estúpido).
Este hombre era rico, tenía 3.000 ovejas y 1.000 cabras, y esquilaba
sus rebaños en Carmelo, una ciudad ubicada al sur de Hebrón, a tan solo
40 kilómetros cerca de donde estaban David y sus hombres. Estos ayudaron
a los pastores de Nabal a proteger los rebaños de los ladrones que merodeaban
por el desierto.
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Entretanto, en Carmelo había comenzado el esquileo. Se
les quitaba la lana a las ovejas, era una ocasión alegre, parecida al tiempo de
la cosecha en el caso del agricultor. En esta época también se manifestaba
generosidad liberalmente, y los dueños de las ovejas recompensaban a los que
habían trabajado para ellos. De modo que David, aprovechando la costumbre, envió
diez hombres a la ciudad de Carmelo, para pedir a Nabal algo de alimento en
pago por los servicios que él y sus hombres le habían prestado a favor de sus
rebaños.
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Y la reacción de Nabal fue: “¿Quién es David?”,
preguntando con desprecio. Después, dando a entender que David y sus hombres
no eran más que siervos fugitivos, individuos indeseables, preguntó: “¿Acaso
tengo yo que tomar mi pan y mi agua y mi carne degollada que yo he
descuartizado para mis esquiladores y dar esto a hombres de quienes
ni siquiera sé de dónde son?”.
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La actitud de Nabal fue como su nombre: estúpida e
insensata. Aceptó la ayuda que David y sus hombres le prestaron, y cuando
estos pidieron una parte de la recompensa a la que tenían derecho, los trató
con desprecio. David no era solamente una persona que se había portado “bien”
con Nabal, era un hombre que salvó a los israelitas, a la nación entera de
los filisteos al derribar a Goliat, además de ser el rey elegido por Dios.
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Muchos son como Nabal hoy en día. Personas
desagradecidas, que creen tener derecho para pisotear a otros, simplemente
por el peso de su poder económico, político, o por su posición de poder. Y su
respuesta es tratar con desprecio a cualquiera.
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Cuando llegó a oídos de David esta reacción de Nabal,
dijo a sus hombres: “¡Cíñase cada uno su espada!”. Alrededor de cuatrocientos
hombres se prepararon para el combate.
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Los pastores de Nabal reconocieron que la respuesta
llena de odio e insolencia que su amo dio a los hombres de David, traería
problemas para ellos. Por eso, uno de los siervos reveló a Abigaíl lo que
había pasado. Ella inmediatamente discernió el peligro en que su casa había
quedado debido al proceder insensato de su marido.
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Sabiendo que de nada serviría el tratar de hacer que
su esposo razonara, Abigaíl tomó la iniciativa de encargarse debidamente de
los asuntos. Para ella, la adherencia al principio correcto era más
importante que agradar a un hombre que había prestado poca atención a la ley
divina al haber pagado mal por bien. De las abundantes provisiones para el
banquete de su esposo, tomó 200 panes, dos jarrones de vino, cinco ovejas
preparadas, casi 33 litros de grano tostado, 100 tortas de pasas y 200 tortas
de higos comprimidos. Estas provisiones fueron colocadas sobre asnos y
llevadas a David por unos siervos. Abigaíl misma llegó a donde ellos después.
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Al encontrarse con David, ella se inclinó ante él y
le suplicó que no se vengara. Su súplica incluyó los siguientes puntos
fundamentales: Nabal era un tonto, un “hombre . . . que no sirve
para nada.” Esto daba a entender que él estaba bajo condenación divina y que
Jehová tomaría acción contra él. Por la explicación de la realidad de las
cosas, David estaba siendo retenido por Jehová “de entrar en la culpa de
sangre.” Entonces hubo la petición de que aceptara las provisiones para sus
hombres.
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Tal vez no fuera la primera vez que sucedía
algo así. Vemos que Abigaíl actuó de inmediato. Sin decir nada a Nabal, porque
no valía la pena.
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Abigaíl dijo a David cosas como “no ponga
mi señor su corazón en este hombre Nabal, que no sirve para nada, mira
este regalo de bendición que tu sierva ha traído a mi señor, que hay que
darlo a los jóvenes que van andando en los pasos de mi señor.” Y añadió: “no llegue
a ser esta situación con Nabal para ti una causa de trastabillar
ni un tropiezo al corazón de mi señor”.
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La palabra hebrea traducida “trastabillar” indica el
tener remordimientos de conciencia. De modo que Abigaíl estaba previniendo a
David de tomar una acción apresurada que después lamentaría.
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El argumento vigoroso, sensato, y al mismo tiempo el
hecho de que ella fuera respetuosa y apacible, mostraron la sensatez e
inteligencia de Abigaíl.
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Después, con plena fe en que Jehová usaba a David
como instrumento Suyo, Abigaíl siguió diciendo: “Jehová de veras le hará a mi
señor una casa duradera, porque las guerras de Jehová son lo que mi señor
está peleando; y en cuanto a maldad, no se hallará en ti durante todos tus
días. Cuando se levante un hombre para ir en seguimiento de ti y para buscar
tu alma, el alma de mi señor ciertamente resultará estar envuelta en la bolsa
de la vida con Jehová tu Dios; pero, en cuanto al alma de tus enemigos, la
lanzará como de dentro del hueco de la honda. Y tiene que suceder que, porque
Jehová le hará a mi señor el bien para contigo conforme a todo lo que ha hablado,
él ciertamente te hará líder sobre Israel. Y no llegue a ser esto para ti razón
de tambalear o un tropiezo al corazón de mi señor, tanto por el derramamiento
de sangre sin causa como por hacer que la mano misma de mi señor se dirija a
su salvación. Y Jehová ciertamente le hará bien a mi señor, y tienes que
acordarte de esta tu esclava.”
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Basándose en el historial de David como guerrero
valiente, Abigaíl reconoció que él era el rey elegido por Jehová. Sus
palabras adquirieron tono profético, y señalaron al tiempo en que habría una
casa real en la línea de David. Abigaíl confiaba en que Jehová protegería a
David y salvaguardaría la vida, o alma, de él como en una “bolsa” en la cual
una persona guarda algo valioso. Sin embargo, esto
solo sería así si David no se procurara salvación por su propia mano, aparte
de la ayuda divina.
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David escuchó a Abigaíl.
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“Bendita sea tu sensatez, y bendita seas tú que me
has evitado en este día de entrar en culpa por derramar sangre, si no te
hubieras apurado para venir a mi encuentro, de verdad que nadie habría
quedado vivo de la casa de Nabal”.
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Cuando Abigaíl volvió a su casa, encontró a Nabal
“borracho a más no poder”, de modo que esperó hasta la mañana siguiente para
informarle de su encuentro con David y de lo cerca de la muerte que habían
estado todos por su culpa. Con eso, el corazón de
Nabal “murió dentro de él, y él quedó como una piedra”, lo que muestra el
efecto de estas palabras en sus emociones internas más profundas. Diez días
después, Jehová le dio muerte. Luego David tomó por esposa a Abigaíl, mujer
valiente y sensata.
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La sensatez es poderosa. Sensatez, en el hebreo
bíblico, transmite varias ideas: Discernimiento, que es el juicio por cuyo medio percibimos y declaramos la
diferencia que existe entre varias cosas”. Tener buen criterio. Reconocer el “tiempo
de callar y tiempo de hablar”.
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Es interesante lo que indica a este respecto,
Proverbios 11:12, 13:
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“El que es falto de corazón, desprecia a su semejante,
pero el hombre (o la mujer) de discernimiento amplio es uno que guarda
silencio. El que anda como calumniador está revelando el habla confidencial,
pero el que es fiel en espíritu está encubriendo un asunto”.
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Note que se declara que la persona que desprecia a
su semejante es ‘falta de corazón’. Eso hizo Nabal con
David, y eso no hizo Abigaíl. Eso es
sensatez: respetar a las personas, no despreciarlas.
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El lexicógrafo Wilhelm Gesenius, dice sobre una
persona ‘falta de corazón’, que es ser una persona vacía de
entendimiento. No tiene buen juicio, y, además, el uso del término
“corazón” indica la falta de algunas cualidades positivas que conforman
la persona interior.
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Es decir, que Nabal era un hombre de una actitud
negativa, sin corazón. Por eso su reacción ante David y sus hombres fue
ápera, propia de una persona amargada, negativa.
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En medio de esta generación de personas que tienen
rasgos y características negativos, el ser personas sensatas, puede ser la
diferencia entre una vida más satisfactoria, con inteligencia emocional y
espiritual, en estos tiempos que vivimos. Por algo dijo Jesús:
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