Somos linaje de Dios
Esta imagen es un esquema sencillo de cómo trabaja nuestro genoma humano. Los genes, que se encuentran en el núcleo de la célula, conforman una larga doble hélice, con una secuencia específica que produce todas y cada una de las proteínas, enzimas, y demás macromoléculas que forman parte de la bioquímica de nuestra vida. Por ejemplo, nuestros genes producen cada una de las más de 100 mil millones de neuronas de nuestro cerebro, y cada neurona tiene 100.000.000.000.000 de conexiones sinápticas, cada una trabajando sin que nos enteremos de ello.
En estos tiempos, la información y el conocimiento que manejamos nos permiten darnos cuenta de lo complejo que es el Universo, nuestro cuerpo humano y el planeta en el que vivimos. Personas pensadoras de todos los tiempos se han preguntado sobre nuestro origen: quiénes somos, qué somos, qué tipo de identidad podemos tener.
Hace 20 siglos un hombre, Saulo de Tarso, tuvo que enfrentar esas mismas preguntas. Y en cierta ocasión, ante un público singular, pronunció las palabras que titulan esta entrada: que somos Linaje de Dios.
Pablo era conocedor de la historia bíblica, de la experiencia del pueblo de Israel, de la historia de Jesús, y de cómo el Génesis narra la creación del hombre, donde indica que somos criaturas hechas a la "imagen y semejanza de Dios".
Lo interesante es que Pablo estaba en Atenas, en el Areópago, un lugar público. Un lugar en el que se daban cita hombres y mujeres de opiniones diversas sobre la vida, la Divinidad, y la vida después de la muerte. Asuntos que hoy día también nos interesan y afectan nuestra vida.
¿Podría sernos de utilidad en este siglo XXI reconocer que somos linaje de Dios? Si analizamos lo que dijo Pablo en el Areópago de Atenas, encontraremos que el reconocer nuestro vínculo divino con el Eterno puede ayudarnos a tener esa consciencia de la necesidad espiritual, que expresó Jesús como la primera bienaventuranza o felicidad, que está registrada en Mateo 5:3.
Pablo estaba de paso en Atenas. Como de costumbre, razonaba con las personas a partir de las Escrituras, probando con referencias el Mesiazgo de Jesús de Nazaret. Pablo dirigía la atención de las personas al sólido e irrebatible argumento de las Escrituras, sin necesidad de torcer o inventar entendimientos bíblicos de la época.
Así hablaba a los judíos. ¿Y a los griegos? ¿A los conocedores y seguidores de Pitágoras, Sócrates, Platón, Epicuro o Aristóteles? ¿Cómo hablar con ellos de Jesucristo?
Para los griegos, embebidos de la filosofía grecorromana, Pablo era un "charlatán". Así le llamaban a la persona que era como los pajaritos: picoteaba entre el suelo, buscando algo qué comer. Pablo entonces, era un personaje de esos que siempre estaba merodeando entre las Plazas del Mercado, tratando de impresionar a otros con su oratoria, o con su retórica, dando discursos sobre lo que otros habían producido por su propio esfuerzo mental. En definitiva, el valor intelectual de Pablo era = 0, simplemente porque no estaba a la altura de sus complejas filosofías.
El mensaje de Pablo sobre la Divinidad era sencillo, claro e iluminador. Porque, para reconocer que se es linaje de Dios, primero hay que conocer a Dios.
Pablo les habló de una idea nueva: la resurrección de los muertos, específicamente, la de Jesús. Esa era una idea nueva para estos griegos creyentes de la vida inmortal como almas en el Panteón de los dioses, o pensando en el castigo eterno del Tártaro, o temerosos de lo que sucede en el Hades, o infierno.
Pablo no iba a hablar de muerte, sino de vida. Y la vida comienza por reconocer la fuente de la vida, que no era el "Dios Desconocido", al que le erigieron un altar los devotos griegos. ¿Se imagina erigir un altar a un Dios que no se conoce?
A continuación, el relato de lo que dijo Pablo sobre Dios (Hechos 17:24-31):
24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres,25 ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, Él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas.26 De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios.27 Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros,28 "puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos" . Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho: "De Él somos descendientes."
29 »Por tanto, siendo linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea como el oro, la plata o la piedra: escultura hecha como resultado del ingenio y de la destreza del ser humano.30 Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan.31 Él ha fijado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha designado. De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos.
El argumento de Pablo es: "ustedes tienen poetas (Arato y Cleantes) que reconocen que somos descendientes de Dios. Pues bien, de ese Dios les vengo a hablar. Ese Ser Divino del que somos linaje, del cual venimos, no es de oro, plata o piedra, ni es el resultado del ingenio de ningún hombre".
Este es un argumento poderoso. Porque conecta la ignorancia con el concepto que una persona tenga de Dios. Ignorancia, en el sentido de no conocer la naturaleza de la persona de Dios. La Divinidad, ¿es oro? ¿o piedra? No. Si así fuera, nosotros, siendo su linaje, seríamos de oro, plata o piedra, y no lo somos. El ser humano es linaje de Dios, no en el sentido de ser Espíritu, así es Dios. Somos linaje de Dios porque Él nos hizo con las capacidades, cualidades y atributos divinos que podemos manifestar en nuestra vida.
De hecho, fuimos genéticamente diseñados para manifestar la imagen y semejanza de Dios de una manera única y singular.
Pablo en el Areópago inició su mensaje hablando de Jesús. La figura de Jesucristo como Salvador va más allá de su muerte y resurrección. De la posibilidad de rescatarnos del pecado. Jesucristo, quien es mejor que nadie la Imagen y Semejanza de Dios, hace posible a cada uno de nosotros el poder descubrir esa imagen y semejanza de Dios que cada uno posee intrínsecamente.
Las palabras de Pablo hace 20 siglos nos hacen reflexionar. Por ejemplo, la idolatría, siempre ha sido condenada por Dios. Porque es el atribuir a un trozo de yeso, mármol, oro o el material que sea, un carácter de Divinidad que sólo posee Jehová. La idolatría degrada al hombre, porque le hace igual a él, Dios no necesita "ayudas" para adorarle.
Por supuesto, podemos pensar en que para los griegos, Dios era "desconocido". ¿Qué hay de nuestros tiempos? Hay muchas más personas que dicen seguir a Jesús, hay muchas corrientes de pensamientos "cristianos" que presentan ideas diversas sobre Dios. En definitiva, Dios sigue siendo desconocido, pero de una forma más sofisticada en tiempos modernos. ¿Es Jesús el Dios Todopoderoso? ¿Es el Espíritu Santo un Dios?
Hay cristianos que creen en la Trinidad. Otros creen que Jesús es el Dios Todopoderoso. ¿Importan estas creencias? ¿Afectan estas el grado de desarrollo y consciencia espiritual que uno tenga? La respuesta es sí a estas preguntas.
Y aún asumiendo que uno tenga claro quién es Jesús, qué es el espíritu santo y quién es Jehová, ¿basta con eso? Los judíos de tiempos de Pablo no tenían este problema, sabían que Jehová o Yavé era el Único Dios, de hecho Jesús dijo que la salvación se origina de los judíos, pero, evidentemente, una cosa es el origen, y otra muy distinta es el desarrollo y la fase perfecta de dicha salvación prometida por Dios. De entre los judíos surgió Jesús, pero el cristianismo siguió adelante como parte del propósito de Dios para la salvación de la humanidad.
Porque, dicho sea de paso, ¿qué conocimiento es el más importante y el que se da por sentado? ¿No es el verdadero conocimiento de Dios? Cierto, hay conocimiento de profecías, de cualidades espirituales, de diversos asuntos que son parte del contenido de la Biblia, pero el conocimiento verdadero de Dios es una llave que nos permite acceder a otros todos los conocimientos más profundos y duraderos sobre la Palabra de Dios.
Si uno quiere ser consciente de que es linaje de Dios, conocerle es vital. Dejar atrás la ignorancia sobre la Divinidad, el Ser Divino, el Único Dios Verdadero, es el primer paso para adquirir la consciencia plena de ser linaje de Dios.