"Y Yavé les envió profetas que madrugaban"
La imagen que viene a nuestra mente de un profeta de tiempos bíblicos, es de un hombre vestido de saco, con un báculo o vara, parado en las puertas de Jerusalén, Samaria, o a donde Dios le mandara, y proclamando el mensaje que Dios deseaba dar a la nación.
El profeta era el hombre que era inspirado por Dios. Los mensajes divinos le eran transferidos a su mente por el espíritu santo. Es común observar en las Escrituras que se lean frases como:
"La palabra que le ocurrió a Jeremías de parte de Jehová"
Jeremías 25:1
"Y la palabra de Yavé vino a mi y dijo"
Ezequiel 23:1
"La palabra de Jehová que le ocurrió a Oseas"
Oseas 1:1
"La palabra de Yavé ocurrió a Ageo"
Ageo 1:1
Y Jesucristo, el Profeta predicho por Moisés como mayor que él mismo, afirmó que su enseñanza provenía de una fuente: Yavé.
Por eso Jesús dijo: Cuando levantéis al Hijo del Hombre, entonces sabréis que yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo estas cosas como el Padre me enseñó.
Juan 8:28
Está claro que Moisés, o Jeremías, Ageo y sin duda alguna Jesucristo, tenían inteligencia, entendimiento, una visión propia y personal de los asuntos. Tenían claridad sobre el mundo en el que vivían, y sabían que la voluntad divina no se estaba realizando en el pueblo de Israel, en las respectivas épocas que vivieron.
Nos imaginamos a un Moisés viviendo los últimos años de su vida tranquilo en Madián, con Zípora y sus hijos, Guersom y Eliezer. Pero apareció el ángel de Yavé en la zarza a hablar a Moisés y todo cambió. O Jeremías, quien nunca se casó, bien pudo haberlo hecho: haberse casado, criado una familia, y no vivir momentos como, por ejemplo, estar encerrado con el cuerpo metido en una cisterna de fango, rescatado por Ébed-mélec. Era mejor alinearse con la gente, diciéndole lo mismo que otros personajes, llamados "profetas": que todo iría bien, y que el rey Nabucodonosor NO llevaría al exilio a Babilonia al pueblo.
Así que, analizando el asunto fríamente: ¿por qué los profetas bíblicos se entregaron de lleno a la obra profética a la que Yavé les llamó?
Jeremías, por ejemplo, tuvo deseos de tirar la toalla. Dejarlo todo e irse. ¿Por qué? Jeremías madrugaba todos los días en Jerusalén, para hablar al pueblo. No era que se paraba a las 10 de la mañana, desayunaba café con panquecas, syrup de maple y tocineta crocante (riquísimo, sin duda), tras haber dormido toda la noche plácidamente al lado de una bella esposa.
Vivimos en el siglo XXI, y nadie, en su sano juicio, puede creer que se puede vivir sin un sentido práctico de la realidad. El dinero es necesario para vivir. Hay una familia por la cual responder. Esa imagen de tiempos bíblicos del profeta nos enseña que cada cosa tiene su tiempo. Pero las cualidades se mantienen para imitarlas.
Dios no nos pide austeridad o ascetismo. O que dejemos TODO para hacer su voluntad. Pero primero hay que saber cuál es Su voluntad, para luego hacerla. Por ejemplo, hay que mantenerse alerta a lo que sucede en el mundo, en cumplimiento de profecías bíblicas.
Cada cual tiene y debe tener un criterio propio ante lo que sucede en el mundo. Sin embargo, ¿cómo Dios ve los asuntos? Lo podemos ver en las Escrituras. A veces vemos sucesos mundiales, o noticias que nos pueden parecer que cumplen profecías bíblicas. ¿Es cierto? Pudiera ser algo engañoso, pudiera ser que nuestro corazón deseara tanto convencerse de que algo es cierto, que le damos el primer lugar a nuestra opinión, que a lo que el espíritu de la profecía inspiró.
Los profetas madrugaban. Se paraban bien temprano, para que la gente tuviera la oportunidad de escuchar el mensaje divino. Eso requería perseverancia, seguir allí día tras día.
La gente, no respondía. Si hubiera respondido, por ejemplo, al mensaje de Jeremías, no hubiera ido a Babilonia durante 70 años al Destierro. Dios hubiera manejado los asuntos diferente.
Hoy día muchos se regodean del supuesto "fin del mundo" del que habla la Biblia. ¿Es eso lo que quiere Dios, atemorizar a la gente con llamados al fin del mundo? No. La intención es dar la oportunidad a la gente. Si toma una buena decisión, magnífico. Si no, existe la causa y el efecto, puesto que nadie puede burlar los Principios Universales que rigen a toda la Creación.
El profeta era el hombre que era inspirado por Dios. Los mensajes divinos le eran transferidos a su mente por el espíritu santo. Es común observar en las Escrituras que se lean frases como:
"La palabra que le ocurrió a Jeremías de parte de Jehová"
Jeremías 25:1
"Y la palabra de Yavé vino a mi y dijo"
Ezequiel 23:1
"La palabra de Jehová que le ocurrió a Oseas"
Oseas 1:1
"La palabra de Yavé ocurrió a Ageo"
Ageo 1:1
Y Jesucristo, el Profeta predicho por Moisés como mayor que él mismo, afirmó que su enseñanza provenía de una fuente: Yavé.
Por eso Jesús dijo: Cuando levantéis al Hijo del Hombre, entonces sabréis que yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo estas cosas como el Padre me enseñó.
Juan 8:28
Está claro que Moisés, o Jeremías, Ageo y sin duda alguna Jesucristo, tenían inteligencia, entendimiento, una visión propia y personal de los asuntos. Tenían claridad sobre el mundo en el que vivían, y sabían que la voluntad divina no se estaba realizando en el pueblo de Israel, en las respectivas épocas que vivieron.
Nos imaginamos a un Moisés viviendo los últimos años de su vida tranquilo en Madián, con Zípora y sus hijos, Guersom y Eliezer. Pero apareció el ángel de Yavé en la zarza a hablar a Moisés y todo cambió. O Jeremías, quien nunca se casó, bien pudo haberlo hecho: haberse casado, criado una familia, y no vivir momentos como, por ejemplo, estar encerrado con el cuerpo metido en una cisterna de fango, rescatado por Ébed-mélec. Era mejor alinearse con la gente, diciéndole lo mismo que otros personajes, llamados "profetas": que todo iría bien, y que el rey Nabucodonosor NO llevaría al exilio a Babilonia al pueblo.
Así que, analizando el asunto fríamente: ¿por qué los profetas bíblicos se entregaron de lleno a la obra profética a la que Yavé les llamó?
Jeremías, por ejemplo, tuvo deseos de tirar la toalla. Dejarlo todo e irse. ¿Por qué? Jeremías madrugaba todos los días en Jerusalén, para hablar al pueblo. No era que se paraba a las 10 de la mañana, desayunaba café con panquecas, syrup de maple y tocineta crocante (riquísimo, sin duda), tras haber dormido toda la noche plácidamente al lado de una bella esposa.
Vivimos en el siglo XXI, y nadie, en su sano juicio, puede creer que se puede vivir sin un sentido práctico de la realidad. El dinero es necesario para vivir. Hay una familia por la cual responder. Esa imagen de tiempos bíblicos del profeta nos enseña que cada cosa tiene su tiempo. Pero las cualidades se mantienen para imitarlas.
Dios no nos pide austeridad o ascetismo. O que dejemos TODO para hacer su voluntad. Pero primero hay que saber cuál es Su voluntad, para luego hacerla. Por ejemplo, hay que mantenerse alerta a lo que sucede en el mundo, en cumplimiento de profecías bíblicas.
Cada cual tiene y debe tener un criterio propio ante lo que sucede en el mundo. Sin embargo, ¿cómo Dios ve los asuntos? Lo podemos ver en las Escrituras. A veces vemos sucesos mundiales, o noticias que nos pueden parecer que cumplen profecías bíblicas. ¿Es cierto? Pudiera ser algo engañoso, pudiera ser que nuestro corazón deseara tanto convencerse de que algo es cierto, que le damos el primer lugar a nuestra opinión, que a lo que el espíritu de la profecía inspiró.
Los profetas madrugaban. Se paraban bien temprano, para que la gente tuviera la oportunidad de escuchar el mensaje divino. Eso requería perseverancia, seguir allí día tras día.
La gente, no respondía. Si hubiera respondido, por ejemplo, al mensaje de Jeremías, no hubiera ido a Babilonia durante 70 años al Destierro. Dios hubiera manejado los asuntos diferente.
Hoy día muchos se regodean del supuesto "fin del mundo" del que habla la Biblia. ¿Es eso lo que quiere Dios, atemorizar a la gente con llamados al fin del mundo? No. La intención es dar la oportunidad a la gente. Si toma una buena decisión, magnífico. Si no, existe la causa y el efecto, puesto que nadie puede burlar los Principios Universales que rigen a toda la Creación.