¿Concuerdan la ciencia y la Biblia?
La Biblia, compuesta de 66 libritos que conforman una Biblioteca Divina, tiene un contenido que es un verdadero tesoro. No existe libro que pueda compararse a la Biblia en lo que respecta a su exactitud como obra histórica, y a su narración del pasado. Su valor desde un punto de vista profético, de predicción del futuro, que tan solo Dios puede revelar con exactitud, está fuera de discusión. Las profecías de largo alcance de la Biblia recogen la marcha de las potencias mundiales en el transcurso de los siglos e incluso el surgimiento y desaparición final de instituciones de la actualidad.
La Palabra de verdad de Dios es un libro práctico, capaz de hacer libres a los hombres y mujeres de la ignorancia, las supersticiones, las filosofías y las tradiciones humanas (Léase Juan 8:32). “La palabra de Dios es viva, y ejerce poder” (Hebreos 4:12). No conoceríamos sobre Jehová Dios ni sabríamos de los maravillosos beneficios que resultan de los consejos que están en ella.
El contenido de la Biblia contiene además información sobre otras muchas cuestiones. Áreas como la arquitectura, astronomía, química, ingeniería, etnología, higiene, son tratadas en la Biblia, y se ha demostrado que cuando la Biblia toca estos asuntos, es exacta y confiable.
Por ejemplo, sabemos que las aguas de la Tierra experimentan un ciclo, llamado ciclo del agua, o ciclo hidrológico. El agua del mar se evapora, forma las nubes, se precipita sobre la tierra y finalmente regresa al mar. Fue el rey Salomón quien escribió esto por inspiración divina, hacia el siglo XI a. C.:
“Los ríos van todos al mar, pero el mar nunca se llena; y vuelven los ríos a su origen para recorrer el mismo camino” (Eclesiastés 1:7, Versión Popular).
Las referencias extrabíblicas más antiguas a este ciclo datan del siglo IV a.e.c. Esto significa que la "primicia" sobre el conocimiento divulgado sobre el ciclo del agua, lo tuvo Salomón, escrito por inspiración divina. Pasaron siglos hasta que otros dieran a conocer estas cosas.
Hacia el año 800 a. C, el profeta Amós, un humilde pastor y agricultor, a diferencia del sabio rey Salomón, escribió que Jehová es “Aquel que llama a las aguas del mar, para derramarlas sobre la superficie de la tierra” (Amós 5:8). Sin emplear expresiones complejas o técnicas, tanto Salomón como Amós describieron con exactitud el ciclo del agua desde una perspectiva ligeramente diferente. Pero científicamente exacta.
Desde hace días se ha vuelto a cuestionar la exactitud científica de la Biblia. «El último libro de Stephen Hawking «The grand design» [...] parece haber reabierto las nunca del todo bien cicatrizadas heridas de la vieja disputa entre Ciencia y Religión». Así comenzaba el artículo que, bajo la firma de José Manuel Nieves, abordaba la opinión de Hawking, para quien Dios carece de lugar alguno en las actuales teorías científicas sobre la creación del universo, aparecido en el diario español ABC.
Más de 900 comentarios de los lectores de ABC avalan la afirmación de Nieves. Las heridas siguen abiertas y han dejado prueba de ello en un encendido y brillante debate en la página de ABC.
«¿Y lo que dice Hawking es dogma de fe?», se pregunta uno de los cerca de mil contertulios de este improvisado debate. Parece contestarle otro lector que, bajo la firma de Luis Newton, asegura que «lo que Hawkings no ha llegado a entender, aparentemente, es que la esperanza no está escrita en los libros de física y que la fe va más allá que las estrellas. El mundo es muy triste si nos quedamos solamente con la Física».
Estamos en un mundo libre. Hay quienes creen en Dios. Otros no. Hay quienes asignan un valor importante a Dios y a la Fe en sus vidas, otros colocan su Fe en los resultados de la ciencia.
¿Cómo entender esto?
Asumimos que el señor Hawking, como muchos otros, se autopromociona, a él y su libro, dirigiendo a las personas, no a la sustancia y esencia del conocimiento que él pretendería divulgar en su libro, sino que recurre a un debate que largamente se ha instalado en la psique colectiva desde finales del siglo XIX, gracias a la Teoría de la Evolución y otras teorías, no sustentadas científicamente, pero sí útiles para ser usadas como materia de conocimiento de Universidades y Centros de Estudios.
Sin embargo, el punto importante es: ¿realmente NO concuerdan la Ciencia y la Biblia?
Reflexionemos en lo siguiente.
La Biblia informa que Dios creó todas las cosas, las visibles o invisibles, por medio de Su Hijo primogénito, el Obrero Maestro mencionado en Proverbios 8:22-31. Entre ellas están el Sol y los demás miles de millones de estrellas y objetos materiales que componen el Universo. ¿Nos da la Biblia alguna idea de cómo produjo Dios todo ello de la nada?
Examinemos lo que dice la Biblia a la luz de la ciencia moderna.
En el siglo XVIII, el químico Antoine-Laurent de Lavoisier estudió el peso de la materia. Observó que después de una reacción química, el peso del producto igualaba el peso total de los componentes originales. Si se quema papel en oxígeno, pongamos por caso, la ceniza y los gases resultantes pesan lo mismo que el papel y el oxígeno originales. Lavoisier formuló la “ley de la conservación de la materia”. En 1910, The Encyclopædia Britannica expuso: “La materia no se crea ni se destruye”. Esta afirmación parecía razonable, al menos en aquel tiempo.
Sin embargo, la explosión de una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima en 1945 puso de manifiesto un error en la ley de Lavoisier. En esa explosión de una masa supercrítica de uranio se formaron diferentes tipos de materia, pero su masa total era menor que la del uranio original. ¿A qué se debió? A que parte de la masa de uranio se convirtió en una explosión de energía.
Otro problema de la ley de Lavoisier sobre la conservación de la materia se planteó en 1952 con la detonación de un artefacto termonuclear (la bomba de hidrógeno). En aquella explosión, los átomos de hidrógeno se combinaron para formar helio. Pero la masa del helio resultante era menor que la del hidrógeno original. Una parte de la masa de hidrógeno se convirtió en energía, provocando una explosión mucho más devastadora que la de la bomba de Hiroshima.
¿Qué significa todo esto?
Como demostraron estas explosiones, una mínima cantidad de materia puede convertirse en una enorme manifestación de energía. Esta relación entre la materia y la energía explica la potencia del Sol, que hace posible nuestra vida y bienestar. ¿Cuál es la equivalencia? Pues bien, unos cuarenta años antes, en 1905, Einstein había predicho una equivalencia entre la materia y la energía. Su ecuación E=mc2 es muy conocida. Una vez que Einstein formuló la relación, los científicos pudieron explicar por qué ha brillado el Sol por miles de millones de años. En el interior del Sol se producen continuas reacciones termonucleares. De este modo, el Sol convierte cada segundo unos 564 millones de toneladas de hidrógeno en 560 millones de toneladas de helio, lo que significa que unos cuatro millones de toneladas de materia se transforman en energía solar, una pequeña parte de la cual llega a la Tierra y sostiene la vida.
Pero hay que decir que el proceso inverso también es posible. “La energía se convierte en materia cuando las partículas subatómicas chocan a altas velocidades y crean partículas nuevas y más pesadas”, explica The World Book Encyclopedia. Los científicos logran esta reacción a una escala limitada, usando enormes máquinas llamadas aceleradores de partículas, en las cuales las partículas subatómicas chocan a grandes velocidades creando materia. “Estamos repitiendo uno de los milagros del universo: transformar energía en materia”, explica el doctor en Física Carlo Rubbia, ganador del premio Nobel.
Pero, ¿qué tiene que ver esto de la energía con que Dios creara las cosas de la "nada"? La Biblia, en capítulo 40 de Isaías indica:
Pero, ¿qué tiene que ver esto de la energía con que Dios creara las cosas de la "nada"? La Biblia, en capítulo 40 de Isaías indica:
“Levanten los ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que saca el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía dinámica, porque él también es vigoroso en poder, ninguna de ellas falta” (Isaías 40:26).
Energía Dinámica... ¿qué es? Es la Energía Originaria, creada por Dios. Le llaman Chi, o Qi, en filosofías orientales.
De modo que la Biblia dice que una enorme fuente de energía dinámica, el Creador, fue el Causante de la existencia del Universo, lo cual concuerda totalmente con la ciencia y tecnología modernas. Es la misma energía dinámica que forma las estrellas, y los átomos de Carbono, Oxígeno o Nitrógeno de nuestro cuerpo. A grados diferentes, pero es la misma energía. Moldeada por Dios.
¿Ya se ha logrado entender qué es realmente la materia? No. ¿O se ha logrado entender cómo es que pareciera existir entanglement, o interconexión entre todas las partículas atómicas y subatómicas? No.
La Biblia fue escrita para informar ciertas cosas, vinculadas a la relación de Dios con el hombre. La ciencia no ha podido desmentir lo que dice la Biblia, así que, siempre se ha demostrado que concuerdan.
Que hay "misterios" del Universo que deben ser revelados, sin duda alguna es cierto. Pero, si la Biblia en lo que se conoce hasta ahora se ha demostrado veraz, científicamente hablando, mientras que la ciencia siempre está reescribiéndose, ¿quién de las 2 merece mayor credibilidad? ¿La Ciencia o la Biblia? Sin lugar a dudas, sería retrógrado y estrecho de miras negar el avance de la Ciencia, y su beneficio para nuestra vida y el conocimiento que tenemos. Pero perder la fe en Dios por la opinión de algunos "científicos" cuyo aporte a la ciencia no es precisamente el más excelso de los conocimientos...